¿Quién no se acuerda de la fiesta en que se anunciaba la victoria de Dilma Rousseff, al lado de Lula, Ruy Falcão y las eminencias pardas de los partidos coaligados (1), y de los buitres prontos para cobrar los intereses del gran capital allí representado? (2) Ningún movimiento social, ningún partido de izquierda, ningún sindicato […]
¿Quién no se acuerda de la fiesta en que se anunciaba la victoria de Dilma Rousseff, al lado de Lula, Ruy Falcão y las eminencias pardas de los partidos coaligados (1), y de los buitres prontos para cobrar los intereses del gran capital allí representado? (2) Ningún movimiento social, ningún partido de izquierda, ningún sindicato presente, apenas los «nuevos compañeros», que mostraban que la farsa acababa allí. O sea, que la próxima gestión de Dilma será antipopular y bien más austera en términos económicos y políticos.
Años duros para la clase trabajadora
Pues bien, el post festum del pleito presidencial obliga a la reflexión. Al final, las apelaciones que provocaron debates acalorados y polarizados entre una supuesta izquierda y una supuesta derecha, sobre todo en el segundo turno, resultaron en un gabinete ministerial que podría haber sido convocado por cualquiera de los dos candidatos en contienda (Dilma y Aécio). Además, la declaración subsiguiente de la presidenta electa, de que no representa al PT, sino a la presidencia de la República, justamente en un momento en que el partido parecía pedir una aproximación mayor con el Planalto (sede del gobierno), es una firme demostración de que el gran vencedor de las elecciones fue, de hecho, el gran capital, representado en las alianzas de sus listas y en la lista de su adversario. Y ese gran capital exige el recogimiento de la forma petista de gobernar bajo el «consenso» y el lulismo, ese genial recurso ideológico tan funcional durante la campaña para asimilar y atraer a las masas en el infierno que les aguarda.
¿Será que Lula, el PT, etc. volverán a las huestes de la oposición, proponiendo un retorno triunfal al Planalto en 2018, para nuevamente cumplir aquella su antigua función regeneradora de la reproducción del socio-metabolismo del capital? ¿Habrá todavía posibilidad de que el lulismo vuelva a comprobar su talento especial para desmontar las luchas populares?
En tanto aguardamos los próximos movimientos en el sector, es bien probable que necesitemos decir au revoir «nueva clase media», au revoir consumismo popular, au revoir políticas compensatorias. Frente a una economía tendiente al estancamiento, a una presión inflacionaria que llegó a 6,75% en los últimos 12 meses, el capital parece exigir cambios en la política económica para que nuevos saltos de desarrollo, eufemísticamente llamados de neo-desarrollismos, sean dados en Brasil. Para eso, es necesario un gobierno que destrabe las inversiones y de nuevos rumbos a la política fiscal, a fin de disminuir la deuda pública y obtener la credibilidad de los inversores.
Encima de todo, es preciso que el gobierno implante una política de sacrificios «de corto plazo», conforme a las palabras de Bresser Pereira, fundador del PSDB que migró para las huestes de Dilma durante la campaña. Ese importante intelectual de la burguesía afirma que, «para tornar la tasa de cambio competitiva, neutralizando su tendencia a la sobre-apreciación cíclica y crónica, es necesario que el gobierno rechace tales populismos. Si la inflación no tuviera un componente inercial importante, la solución es la reducción de la demanda». (3)
Resumen de la opereta: los años venideros serán todavía más duros para las clases trabajadoras y la tendencia absolutamente destructiva de cualquier forma de «desarrollismo» en la actualidad encontrará, en este próximo gobierno, mayores facilidades para seguir su investida predatoria sobre los recursos naturales y las poblaciones que estuvieran en la ruta de sus intereses. Sobre eso, fue bastante promisoria para el sector de la minería, del agro y del hidronegocio, la negativa de Dilma Rousseff, todavía en campaña, en firmar documento que propone la reducción a la mitad la tala de los bosques del mundo hasta 2020, para llegar a la tala cero en 2030. (4) En aquel momento, la candidata se inclinaba positivamente para que esa política de «desarrollo sin límites» se implantara aquí.
La falsa polarización maniqueísta
En cuanto se urdía toda esa real intencionalidad del proceso electoral en los bastidores del interés privado -qué es donde se deciden los destinos de la nación-, la escena pública era conducida por una maniqueísta polarización entre el PSDB y el PT. La «gran cuestión» presentada a las masas que no consiguen ir más allá del ideario burgués, se daba en torno de la corrupción y cual el mejor programa de implementación de la ética en la política parlamentaria. Una contradicción de los términos. De un lado, denuncias espectaculares en los debates en los medios, de otro, una engañosa campaña por la reforma electoral.
Ese plano de sensibilización popular hizo tabla rasa de los más serios problemas sociales del país; peor, procuró desviarlos de ellos. Fue otra maniobra que reitera el viejo y buen principio liberal de que lo «político» se presta a maniobras, separando la toma de decisiones políticas de cualquier contaminación popular para que sigan controladas con la mano de fierro por el capital.
La escena descrita se mantiene completamente apartada del Brasil real, el Brasil que viene siendo diseñado en las calles, en las obras de la construcción, en patios de fábricas, estaciones de ómnibus, por una masa de trabajadoras y trabajadores, empleados, desempleados. Una masa profundamente insatisfecha con los impactos particularmente duros y negativos que el capital en crisis estructural ya viene aplicando hace, por lo menos, dos décadas. Me refiero a aquellos que vienen empeñando en luchas populares y contingentes, sin organización protagónica, luchas que, por absoluta necesidad histórica y por agotamiento de las mediaciones institucionales, se abren al enfrentamiento directo.
Huelgas y protestas afuera
En este cuadro, es importante comprender el papel desempeñado por la actual explosión de huelgas deflagradas -de 446 huelgas, en 2010, se pasó a más de 900 en 2013, incluso con participación de sindicatos oficialistas- por trabajadores de los sectores públicos y privados, muchos de los cuales tercerizados, precarizados. Resalto aquí el bello movimiento articulado por los barrenderos y profesores de la red pública de Río de Janeiro, por los metroviarios de San Pablo (en este caso organizado por un sindicato combativo), por chóferes y cobradores en varias ciudades brasileras, por los millares de trabajadores que frecuentemente paralizan obras de la magnitud de las hidroeléctricas de Belo Monte y de Jirau, del Complejo Petroquímico de Río de Janeiro (COMPERJ), de los estadios construidos para el Mundial de 2014. Relevante todavía el papel del Movimiento Pase Libre en lucha por el «transporte gratuito de verdad» y por la movilidad urbana.
Resalto también los movimientos de denuncia de la violencia popular contra las poblaciones pobres de las periferias, con destaque para las Madres de Mayo y el Tribunal Popular, el Estado en el Banco de los Acusados. Y, ciertamente, los movimientos de lucha por la vivienda y ocupación contra los violentos desalojos y los enormes gastos públicos para satisfacer los intereses de las empresas asociadas a la Copa de la Fifa y a la especulación inmobiliaria, entre los cuales ganan relevancia en el último período el Movimiento de Trabajadores Sin Techo (MTST) y la Articulación Nacional de los Comités Populares (ANCOP).
Localizados algunas veces fuera de la vista y del control democrático del Estado, esos movimientos, más o menos conscientemente, pueden desencadenar, a través de la acción movilizadora de las calles, un efectivo proceso de politización de las masas, lo que las formas tradicionales, por una línea de menor resistencia, abandonaron. Al principio, actúan sin las mediaciones ofrecidas y controladas por el capital, y acostumbran a remitirse directamente a los motes causales (económicos) de sus infortunios: salarios, condiciones de trabajo, de los servicios de transporte, salud, educación, vivienda, tierras, son algunos de sus objetivos. Y por más fragmentados, puntuales y distanciados de un proyecto societal alternativo, pueden ¿por qué no? construir un salto importante en relación a las acciones contenidas en el universo de las reglas institucionales, no porque prescindan de ellas absolutamente, sino porque las preceden. Caso más emblemático de esa ofensiva, es el de la lucha de los indígenas por la auto-demarcación de las tierras.
En general, no surgen como movimientos anticapitalistas, pero su mayor triunfo es que de esa manera poco ortodoxa van desnudando los límtes cada vez más estrechos del capital que, en el actual cuadro histórico, no puede, ni quiere, atender las reivindicaciones más elementales de la clase, como sería de esperar en épocas más favorables. Por eso mismo, esos movimientos han sido el blanco de la represión policial ostensiva, criminalización, y sus manifestantes sometidos a condenas sumarias. Solamente de ese modo el Estado se dispone a controlarlos.
Agravamiento social y escalada represiva
Por andar del carruaje, imagínense que el agravamiento social que ciertamente vendrá de la nueva política económica, intensifique todavía más la necesidad de los activos militarizados en curso en el país. Un movimiento se viene constatando en el Planalto en ese sentido, pues hasta el final de año la presidenta debe enviar al Congreso una propuesta de enmienda a la Constitución (PEC) para que la Unión divida con los estados la responsabilidad por las políticas de seguridad, que actualmente es una atribución de los estados de la Nación. (5)
Parece, entonces, que la elección exitosa en el pleito, nos ofrecerá las piedras que irán a pavimentar el camino del infierno, o sea, va a consolidar un padrón de desarrollo digitado por el capital, que ciertamente, irá a potencializar la escalada de sobre-explotación del trabajo, de la destrucción ambiental, del exterminio de la población pobre, de la judicialización de las cuestiones sociales.
Los incautos que, en el afán de la campaña, creyeron en la izquierdización de Dilma, que apostaron incrédulamente en esta alternativa, tuvieron, si, una victoria de Pirro. Pues, el hecho se explica por el carácter extra-parlamentario del capital, que decide, como ya dijimos, en el ámbito privado, en causa propia, quien tendrá más competencia, capacidad de gestión y de persuasión para gerenciar la máquina del Estado. Incluso porque las instituciones buscan garantizar la continuidad del poder económico del capital sobre el trabajo, jamás superarlo.
O todavía, como diría Mészáros, «de esa forma, el capital se afirma delante de la sociedad no apenas como poder de facto, sino también como poder de iure, ya que él se presenta como condición necesaria y objetiva de la reproducción societaria y, por tanto, como el fundamente constitucional de su propio orden político. La legitimidad constitucional del capital es históricamente basada en la expropiación directa de los productores de las condiciones de reproducción socio-metabólica -los instrumentos y materiales de trabajo-, por tanto, la alegada «constitucionalidad» del capital (como origen de todas las constituciones) es inconstitucional: pero esa verdad intragable se pierde en las brumas del pasado remoto». (6)
Nuestra historia reciente está plena de «montañas pariendo ratones», de grandes intenciones progresistas cayendo en la línea de menor resistencia. El momento urge por la absoluta necesidad de retomar el camino de las luchas ofensivas, de la construcción de proyectos emancipatorios que no podrán caber en la negociación, ni en el consenso. ¡Señales claras de humo en el aire!
Notas
1) PT, PMDB, PDT, PC do B, PP, PR, PSD, PROS e PRB.
2) http://congressoemfoco.uol.
3) Ver al respecto en Luiz Carlos Bresser Pereira. «Que desarrollo». En Revista Margem Esquerda, Nº 23, octubre de 2014 (p. 28).
4) Se trata de la Declaración de Nueva York sobre los Bosques, propuesta durante la Cumbre del Clima de las Naciones Unidas, en setiembre de 2014.
6) István Mészáros. «La necesidad de contraponerse a la fuerza extra-parlamentaria del capital». En «La actualidad histórica de la ofensiva socialista». Boitempo, San Pablo, 2010, p. 187.
Maria Orlanda Pinassi es profesora de sociología de la UNESP de Araraquara.
Fuente original: http://www.correiocidadania.
Traducción de Ernesto Herrera – Correspondencia de Prensa