Acaba de fallecer nuestra Teresa Rebull a la que muy poca gente conocía por su propio nombre Teresa Soler Pi (Sabadell, 1919- Banyuls-sur-Mer , 14-04-2015); lo de Rebull le veía de su compañero, Josep «Pep» Rebull, que fue uno de los líderes poumistas hasta el final, en cuanto a sus apellidos propios eran los de […]
Acaba de fallecer nuestra Teresa Rebull a la que muy poca gente conocía por su propio nombre Teresa Soler Pi (Sabadell, 1919- Banyuls-sur-Mer , 14-04-2015); lo de Rebull le veía de su compañero, Josep «Pep» Rebull, que fue uno de los líderes poumistas hasta el final, en cuanto a sus apellidos propios eran los de sus padres, Gonzalo Soler y Balbina Pi (1), ambos destacados militantes de la CNT, sobre todo ella. Por estas y otras muchas razones, Teresa fue una leyenda.
De toda la vida. Sobre esta base de relación primordial, desarrolló Teresa un compromiso con la clase obrera, su partido («me tengo que arrepentir de muchas cosas, pero nunca me he arrepentido de ser militante del POUM») y su país hasta el final de su vida en edad muy avanzada, aunque ella había decidido quedarse en los 30 años como una opción vital activa, incansable.
Con estas credenciales, a Teresa le tocó vivir desde la infancia en directo las consecuencias del activismo familiar y comenzó a trabajar a los 12 años en una fábrica textil, hasta que cuatro años más tarde, en plena República, ingresa de funcionaria en la Consellería de Treball de la Generalitat. Su evolución política marxista le acarrea numerosas discusiones en casa -su madre le decía: «Pareces un soviet»-, pero su opción por el POUM es clara.
En unas páginas recientes escritas con acentos líricos, Teresa dice que éste «era más que un partido (…) A pesar de que el nombre parece querer decir parte de una fracción o asociación política, era la confluencia de una diversidad de actividades culturales: ateneos populares, grupos teatrales, conferencias de vulgarización científica, de animación juvenil, centros excursionistas y equipos deportivos de barriada, cooperativas y sindicatos, el Centre Autonomista de Dependents del Comerç i de la Industria (CAPCI). Las reuniones y discusiones políticas en los locales de barriadas, donde nos encontrábamos y nos reencontrábamos cada día un puñado de militantes, eran una comunión constante entre jóvenes y gente madura, entre mujeres y hombres unidos por un ideal de fondo: el socialismo revolucionario, en el sentido social y humanitario de la palabra, por oposición radical a la explotación del poder de los dineros y también contra la falsedad -que ya denunciaba el POUM medio siglo antes- de un socialismo totalitario e inhumano…»
En todo este entusiasmo tiene mucho que ver el hombre de su vida, «Pep» Rebull, hermano menor de Daniel Rebull, el mítico «David Rey», un histórico cenetista y bloquista que pasó buena parte de su vida en las cárceles, incluyendo las del franquismo. Esa lucha se mantiene hasta finales de los cincuenta en la clandestinidad y se mantiene en el exilio. Aunque mujer de carácter y de un feminismo espontáneo, Pelai Pagès cuenta que en un debate sobre la guerra celebrado ya en la legalidad democrática, «Pep» la mandó callar y ella obedeció. Desde mi percepción, Teresa fue una mujer que tuvo sus historias, al tiempo que mantuvo una devoción total por su compañero.
Durante la guerra, Teresa trabajó como enfermera y vivió muy intensamente las jornadas de Mayo del 37, a consecuencia de la cuales fue detenida y encerrada en una «checa» estalinista («quien no ha estado en una checa no se puede hacer una idea de lo que eso significa») de la Vía Layetana, donde la interrogaron para saber el paradero de su compañero. También le preguntaron por Manuel Maurín, hermano de Joaquín con el que mantenía estrechos «ligámenes de ternura», y que falleció poco después. Teresa -que se había negado a dar a conocer el paradero de su compañero consiguió escapar de la checa cuando las tropas franquistas ya estaban en las puertas de Barcelona. Tenía veinte años y estaba plena de vida cuando toma el camino del exilio de Francia.
Teresa sobrevive gracias a la ayuda de una pareja de militantes pivertistas. Toma parte del maquis en la zona de Marsella con Josep, con el que vivirá en este tiempo dramas y vicisitudes. Está llena de vida como lo deja patente una foto tomada en 1944 con el maquis en Regussa (el Pelenc), en la que aparece insólitamente presque nue ejecutando la danza de los siete velos
Durante todos estos años siguió militando en el POUM y como tal la pudimos conocer, como una señora de muy buen ver e inquieta presencia en las reuniones poumistas de la rué Aubriot (después en la rue de Charenton) con Lucía (González) y Jaime (Pastor)…Le acompañaba una fama considerable de amante de la bohemia, de conocedora de personajes muy emblemáticos de la Francia existencialista, y no había olvidado lo que había vivido entre 1937 y 1939.
Recuerdo que después de escuchar el relato sobre mis pequeñas peripecias con los burócratas del PSUC en Comisiones Obreras antes del 68, me abordó haciendo un aparte en el local poumista con mucho interés, todo para advertirme maternalmente que me veía muy ingenuo y que no debía de confiar tanto en los «comunistas». Sus recuerdos del estalinismo eran de auténtica pesadilla.
Rebull fue también una de las protagonistas del libro Dones contra Franco, del historiador Jordi Creus, en el que se homenajea a seis mujeres que lucharon contra el régimen franquista y los nazis cuando marcharon al exilio.
La historia de su vida está recogida en «Tot cantant» (Columna, Barcelona, 1999), obra que requería un mayor desarrollo, una tarea que a pesar de los esfuerzos de la Fundació Andreu Nin, no fue posible más allá de algunas entrevistas puntuales como las efectuadas por Jordi Gordon (para el documental Doblemente olvidadas dedicado a las mujeres del POUM) y otros amigos como «Fito» Ruíz Ligero.
En otro país
Luego vivió intensamente la euforia gauchiste parisina de una Resistencia que se creía prólogo de la revolución, su eclosión artística y cultural, conoció y trató a personajes como Albert Camus, Georges Brassens, Simone de Beauvoir, Sartre, al escritor trotskista Jean Malaquais, el autor de Los javaneses -de la que existe una edición castellana- y uno de sus muchos amigos del París de entonces, cantantes como la musa existencialista Juliette Greco, así como Luís Mariano que había asumido su condición «gai» con orgullo y que odiaba el franquismo, una convicción que tuvo que ocultar para hacer cine en España.
En sus recuerdos, Teresa habla también con un entusiasmo renovado de los acontecimientos de mayo del 68, fecha en la que comienza a ser reconocida como componente de la «Nova Cançó». Teresa está considerada como una pionera en el cultivo de la canción popular catalana en la Cataluña Norte.
Teresa Rebull había sido conocida como la «abuela» de la Nova Cançó, movimiento en el que se integró con cerca de 50 años, mientras que la mayor parte de los denominados Setze Jutges eran mucho más jóvenes que ella.
Poco después supe de su faceta como cantante en un recital organizado por el Casal de Catalunya en París -creo que en el Odeón- con diversos componentes de la «Nova Caneó» catalana de la que tanto se hablaba, y de la que alguien dijo que Teresa era la avia, una de las principales pioneras que ya cantaba durante la guerra el mismo tipo de canción, no solamente por la edad sino también porque los había precedido. Aquel día cantó canciones como Serra de Pandols y La Campana, escrita por Mikis Thedorakis para la resistencia griega y nuestra impresión fue mayúscula. Su actuación era de aquellas que animaban a decir no, a luchar por la vida y la revolución.
Además de componer sus propias canciones, Rebull musicó poemas de escritores como Joan Salvat-Papasseit, Miquel Martí i Pol, Marià Mercè Marçal, Josep Gual, Enric Brufau, Josep Marimon, Gérard Salgas, Francesc Català, Jordi Pere Cerdà, Rosa Leveroni, Joan Morer, Simona Gay y Josep Sebastià Pons.
Entre su discografía se encuentran los álbumes Teresa Rebull (1969), Mester d’amor / Joan Salvat Papasseit (1977), Papallones… i més (1984), Camí de l’argilada (1986), Cançons populars catalanes (2002) y Teresa Rebull. Cançons, 1969 1992 (2004), un álbum recopilatorio con 44 canciones.
También fue una de las cantantes que participó en el álbum antológico Dones, flors i violes. La dona en la cançó catalana , junto a Bella Dorita, Maria del Mar Bonet, Núria Feliu, Maria Cinta, Guillermina Motta, Carme Sansa y Rosa Maria Sardà.
En el año 2006 recibió un homenaje en el Palau de la Música Catalana en el que participaron Lluís Llach, Marina Rosell, María del Mar Bonet, Joan Isaac o Josep Tero, un concierto del que salió el disco Visca l’amor. Festa homenatge a Teresa Rebull , en la que la cantautora cantaba en solitario o a dúo con los otros músicos.
A la hora de su muerte, su amiga Marina Rossell ha asegurado que era la «voz de la República», «la figura más legendaria de la canción catalana», y una mujer que ha calificado por su fuerza como «nuestra Chavela Vargas».
Rossell ha aseverado que si está en el mundo de la canción es gracias a ella, la primera persona con la que cantó cuando apenas contaba dieciocho años en los estudios de Miramar en un programa con Enric Frigola y todavía trabajaba de enfermera. «Todo lo que sé de la segunda república, del exilio o de la resistencia francesa lo conozco por ella».
Socialista y catalanista de sempre
Por los años setenta, Teresa comenzó a actuar en el marco de la Universitat Catalana d’ Estiu, lo que haría durante más de diez años. Residente desde 1971 en Banyuls de la Marenda siguió a Josep Pallach hacia el PSC-PSOE en cuya fundación tomó parte, según cuenta ella misma, con entusiasmo. No obstante, Carmel Rosa la recuerda junto con Antonia Adroher, contemplando ambas airadamente desde las ventanas de un edificio partidario como la policía golpeaba a unos jóvenes y su reacción cuando los responsables socialistas le pedían calma. Más tarde, se exculpó de ello diciendo que ella nunca había dudado que se trataba de una opción en línea de Josep Rovira o sea socialista y nacionalista catalana. Proclamaba con su fuerte voz que Pascual Maragall les había engañado.
No pasaría mucho tiempo para que esos mismos «socialistas» mandaran sobre dicha policía. En 1978 fue galardonada por la Academia Francesa del Disco, y en 1993 la Generalitat de Catalunya le concedió la Cruz de Sant Jordi. Es bastante probable que en el momento de recibir tal medalla su madre se moviera desde su tumba, sobre todo sabiendo que a veces las ha otorgado alguien tan ilustre como Jordi Pujol.
En los últimos años, Teresa pintaba y charlaba animadamente de todo desde su silla de ruedas, siempre quería quedar para hablar, teníamos que ir a verla, se hacía mayor, se llevaba muchas historias aunque a veces también las confundía. Hay material y hay tiempo para volver a recordarla con aquella sonrisa de joven, como aquella tarde de junio en la que la sala de actos de Parlament de Catalunya toda la izquierda desde la más radical a la más moderada se unió para rendir homenaje a Andreu Nin, por la verdad, la justicia y la reparación.
En el 2007 obtuvo el Premi Memorial Francesc Macià, por su defensa de la lengua y la cultura de su país.
Por todos aquellos y aquellas que, como Teresa y los hermanos Rebull, dieron lo mejor de sí por una revolución que volvemos a echar de menos.
Nota
1/ Balbina Pi (1896- 1973), una de las primeras colaboró en Solidaridad Obrera con los seudónimos de Margot y Libertad Caída. En 1920 sobresalió por sus actividades en defensa de los deportados al Castillo de Montjuich. Al finalizar la guerra no pudo escapar inmediatamente, sobreviviendo durante algunos años en la clandestinidad hasta poder cruzar la frontera. En Francia, trabajó en diversos organismos a favor de los refugiados. En cuanto a su padre, fue uno de los militantes más destacados de la CNT, firmó el «Manifiesto de los 30» y en 1936, firmó como uno de los fundadores del PSUC. Estalinista convencido durante la guerra, el padre le pidió perdón por haber creído en su culpabilidad como «trotskista».
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