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Adiós al chavismo

Fuentes: Rebelión

Al paso por calles y campos, si en algún momento cualquiera de nosotros ha tenido que ser parte de la historia reunida en estos últimos 20 o 30 años, sin duda alguna se encontrará con caras malgastadas, frustradas, rabiosas, despidiéndose de una historia que al fin y al cabo es la de ellos y ellas, […]


Al paso por calles y campos, si en algún momento cualquiera de nosotros ha tenido que ser parte de la historia reunida en estos últimos 20 o 30 años, sin duda alguna se encontrará con caras malgastadas, frustradas, rabiosas, despidiéndose de una historia que al fin y al cabo es la de ellos y ellas, la historia por muchos años apasionada de lo que se ha llamado el chavismo. Una despedida que no es formal, se mueve entre la duda y hasta el llanto, en otras con la alegría de descargarse de un peso insoportable, pero despedida al fin de la historia que no se pudo.

Este escrito ya desde hace mucho tiempo ha debido hacerse, pero ya es hora de echarlo sobre la rueda pública, palabras que en realidad tienen una connotación tan personal como política. Poco importa, porque ni en lo más íntimo dentro de todos los perfiles de una vida controversial siempre se van uniendo irremediablemente los asuntos personales y los políticos, las cargas sociales y propias que llevamos por dentro. Es por eso que las cosas en definitiva «hay que decirlas» si algo todavía tiene sentido decirse. La revolución son tonterías románticas, utópicas, quizás, pero que cobran toda su razón de ser cuando vemos como el corazón se une a la cantidad de sueños que han atravesado nuestras vidas, y que muchas veces han tenido que sufrir la atrocidad de las bestias represivas; dolor y querencia allí está la confrontación imposible de resolver. Y así como han tenido que sufrir al bárbaro también han sentido la maravilla de la apoteosis colectiva en su propio grito. Seres desplegados pidiendo el olvido a toda la maldición centenaria de la esclavitud, la pobreza y la sumisión para al fin hacerse dueños de sus cuerpos y tierras, que quisieron en su momento decirle adiós para siempre a esa historia odiada. Esa era la revolución y seguirá siéndolo pero en su senda perdida; la premonición de un gran fracaso que se revienta ante nuestros ojos, y que en mi caso lo pude percibir desde muy temprano.

«Prefiero decir un NO» como dice la canción de la diva a seguir convalidando circunstancias que son algo que nos niega dentro de cualquiera que sea el sentido que le hemos dado a los pasos que uno a uno se han hecho entre luchas y sueños, ese es el mensaje latente que se siente tras bastidores de miles y miles de gentes que aún hacen lo posible de darle algún sentido a alguna franela roja que les sobra en el armario. Venezuela es un país mediano, sin connotación alguna dentro de la risa imperial que no sea su inmensa masa de recursos minerales y biocarburos, pero lleno de recordatorios legendarios que la vuelven una ensalada entre los mitos repetidos y las presencias de certeros engañadores a la zaga de la riqueza pública concentrada entre el BCV y PDVSA. Curioso país que no tiene nada que ofrecer en lo que acontece a su actualidad pero es el bolsón originario de todos los heroísmos «nuestramericanos». Un meollo al fin sin síntesis posible entre grandezas pasadas y la realidad más inanimada sujeta al mando de quienes jamás entendieron lo que es un paso a favor de la alegría colectiva, ni tampoco les interesó en lo más mínimo. Cuando no hay visión de nación, no hay colectividades profundamente morales y mucho menos de una nación que propone al mundo una vida radicalmente distinta a la que nos impuso el devastador capitalismo, cuando ella es simplemente una guerra que se mueve entre discursivas grandiosas de heroísmos pasados y las ansias desesperadas por tomar el control de las rentas de riqueza que deja el subsuelo sortario, entonces pueden estar seguros que la «razón revolucionaria y emancipadora» rápidamente se esfuma, como ciertamente ha pasado y con ella lo mejor del chavismo.

El chavismo se fraguó como una apuesta subversiva que supo en su momento recoger todas las fuerzas que quedaron pendientes luego de los grandes fracasos de las izquierdas armadas y reformistas, al mismo tiempo que una jugada con seres gansteriles que supieron entender que lo mejor era entremezclarse con la diáspora rebelde que desde mediados de los años ochenta no tuvo manera de contenerse, poniendo bajo la mesa muy bien escondida el verdadero conservadurismo que unía en una misma cofradía conspirativa al gánster con el ser más reaccionario, unidos al vuelo subversivo de los soñadores. Desde esa majestuosa ensalada donde no hay sabor que se combine, es que se entiende que el nuevo apogeo revolucionario tenía que asumir las formas de una gesta caudillista, como en efecto pasó. De hecho era imposible para aquel entonces una dirección colectiva, ideológicamente homogénea, más bien las apologías «a la diversidad, a la horizontalidad» que una y otra vez repetimos, en nuestro caso particular paradójicamente no eran más que una bienvenida al caudillismo, un rechazo al nosotros unificado y organizado y una raro retraimiento al «pueblo» liso y pobre comandado por su hijo elegido, de siglos pasados. Por estas mismas razones, era inaceptable la emergencia de un caudillo imponente y despótico, sino un aprendiz de la base popular que dio vida; la maravillosa senda y personalidad de Chávez. El también tenía que ser «diverso y horizontal», es decir, igualitario, algo que Chávez entendió y militó en ello, aunque me haya pateado en la cara el libro de «Los Fabricantes de la Rebelión», por indudable soberbia.

Desgraciadamente ese mismo aprendiz de multitudes, de sus sueños y de sus programas, de la radicalidad extrema a la hora de proponer un nuevo horizonte a nuestro país, de esa fantasía inicialmente maravillosa del poder popular, del vomitar cualquier pasado para hacer cierta la posibilidad de algo que se asemeje a la realización material bolivariana, al mismo tiempo convirtió en tesis de gobierno arrastrar esa ensalada gansteril que poco a poco se fue comiendo no solo las antesalas burocráticas de la presidencia y ministerios sino a colectivos, dirigentes, cuadros históricos de la lucha revolucionaria. Si hay un legado de Chávez realmente oscuro es el no haberse sacado de encima el caudillo que lo obligaron a ser para convertirse en el dirigente con disposición a utilizar el mando de Estado en contra del sustrato gansteril que lo acompañó en su fase conspirativa y posteriormente democrática.

Esta maraña de situaciones tengo años tratando de entenderla después de sufrirla, en algunos casos de escribirla, sin mayores éxitos, lo cierto es que tenía que suceder lo que hoy sucede para tomar el paso del cual muchos sencillos seres de mi país hacen sin mayores complejidades mentales, aunque sean muy intensos sus sentimientos: el adiós al chavismo. Una revolución supone situaciones de dura decisión que llevan consigo todos los riesgos de la historia, sin esas decisiones es absurdo, cobarde y mentiroso hablar de ella y mucho menos dirigir en nombre de ella. Si aquí no se hizo desde los inicios que era indispensable entonces desde hace mucho tiempo hemos debido hablar en estos términos. El chavismo muere con Chávez al igual que el fidelismo muere con la ida de Fidel de la dirección de Estado. Cuba y Venezuela han sido las últimas utopías de Estado revolucionario encarnadas en los héroes que le dieron paso. Chávez al no romper con el caudillo que le crearon alrededor suyo, no tuvo otra salida que gritar la necesidad de la ruptura cuando su vida se sabía acabado, pero aun así, y personalmente sin entender aún porque no se atrevió a ello, dejo intacto el sustrato gansteril. No entiendo porque más miedo se le tiene al poder que te rodea que a la propia muerte. ¿Es que las estructuras de burocráticas de Estado son tan inmensamente poderosas que aún frente a la evidencia de la muerte se imponen?. Aquí hay algo que no entiendo, es un fondo metafísico desconocido o simplemente alguna información que me falta, o será que soy un imbécil.

A partir de allí ha venido un desastre que harto estamos de denunciarlo en sus efectos y orígenes material-económicos, políticos, sociales, pero en este caso no se trata de repetir lo gritado. Un amigo me decía que en estos días en uno de estos programas de chismes contra la oposición de Diosdado Cabello, el amigo ya no solo habla de chismes acompañados por cualquier cantidad de discursos de Chávez, sino que ahora, asemejando al caudillo, hace programas junto a civiles y militares que lo aplauden. Pero burlándose de su héroe y comandante, hace poco monta un programa donde su público militar y civil, aplaude nada menos que una hora de televisión presentando a su familia. No es la familia de su cachifa que las deben tener a montones la que vale, no es la familia haciendo colas condenada a un sueldo pírrico que no es más que explotación pura de una fuerza de trabajo que paga con su esfuerzo lo que otros han desfalcado, es su familia, padres, tíos, hijos, hermanos, y dele, gozando las consecuencias infectas de una historia. Su goce es el retrato perfecto de la burla a nuestra explotación como pueblo. Pero en fin, más que el aborrecimiento que personalmente me da semejante manipulación mediática con valores fotográficos «gomecistas» o propios de las culturas pictóricas de la oligarquía del siglo XIX, quiero simplemente acotar que el «adiós al chavismo» no es solo del honor indignado del pobre, es también de los que se gozan con televisión al frente, todas las divinidades del poder. Si mi familia es lo bonito, el caudal de una fama política heredada, entonces mi amigo usted quedó absorbido del todo dentro de una equivalencia sonámbula de que su familia pueda ser el retrato de algún placer que dignifique al ser nacional. ¡Que locura egocéntrica, reaccionaria y hedonista!…¡Adiós al poco chavismo realmente profuso y de pueblo que queda!…y súmenle una cuota simbólica evidente: militares aplaudiendo el acto, es al mismo tiempo un mensaje de terror que bajo sus sonrisas compradas nos están añadiendo haciendo uso familiar del orden mediático que controlan.

El poder corrompe, si claro pero más allá de todo el poder es una creación histórica desde que un hombre se puso por encima de otro creando las diferencias sociales, algo que solo desde Maquiavelo se entendió cuan poco tenía que ver con lo moral sí mucho de la capacidad de mover las técnicas de la manipulación de circunstancias en la relación amigo-enemigo. Fue genial su aprendizaje o lo que inspiró, dejó en claro de que se trata la política frente a un mundo que se preparaba para invadir el mundo bajo su modelo mercantil-explotador que habrían de llamar «democracia». El chavismo como a todos le tocó también corromperse, reproduciéndose en un legado de digna manipulación maquiavélica donde a diferencia de tantas memorias revolucionarias pasadas no deja materialmente nada. No deja nada que suponga inteligencia, productividad, ciencia, organización colectiva, de lo cual podamos estar orgullosos a pesar de todo. Es un legado vacío y meramente simbólico, donde solo los pocos que han podido resistir al cerco violento y burocrático al que han condenado este país, quedan medrando un grito revolucionario y autogobernante posible: comunidades, comunas, órdenes de control obrero decaídas, sin posibilidad alguna de unificarse para despedazar esta infernal burla. Eso ahora es imposible, más tarde quizás pero los pasos de unión habrá que darlos. Y son muchos y largos.

El «adiós al chavismo» es el adiós a un extraordinario sueño que frente a nuestras caras se nos convirtió en una pesadilla, en una especie de maldición a la cual todas las tendencias que se dicen revolucionarias día a día le proponen una salida; unas más principistas, otras más pragmáticas, otras valientemente se despegan del comando político oficial. Pero así mismo, todos los días esto va perdiendo más y más sentido, ya que el chavismo dejó de tenerlo, siendo inútil proponerle salidas cuando su esencia quedó totalmente ahogada en el fichaje gansteril que gobierna el gobierno, gobierna sus bases, gobierna el saqueo monumental que han generado.

Los afiches del recuerdo chavista y del mismo Chávez se desmoronan ante la indiferencia colectiva, para pasar a la nada, al símbolo sin contenido propio de los capitalismos informáticos, esa «estética del vacío» que inauguraron ya hace unos años nuestros espléndidos escuálidos. Y esa es precisamente la razón por la cual el chavismo muere condenando a todo un pueblo a la improductividad, fascinado por la capacidad de manipulación que le ha dejado su comandante-presidente y que se la arrebatan después de muerto, pero deshaciéndose a su vez en esta fascinación mediatizada. Se olvidaron de hacer el cálculo en el tiempo de cuánto funciona semejante imposición al subconsciente colectivo. Ya llegó su fin, ya llegó el adiós que millones le estamos dando.

Estoy seguro no obstante, que este adiós, y los que se van a ir acotando, no son solo un final de frustraciones dejando castrada la aventura revolucionaria. Precisamente ese enorme vacío, ese contexto de radical improductividad con que deja tirado el chavismo este país, puede ser al mismo tiempo, el punto de partida de un nuevo brote soñador, sin caudillos ni ordenes simbólicos preestablecidos, de relaciones directas, horizontales, comunicantes y productivas entre comunidades de seres trabajadores donde resplandezca de nuevo la «moral del alzado». Sin nos fijamos en el proceso de pacificación de las FARC y probablemente el ELN en Colombia, también podría decirse que muere lo que fue un gran sueño lleno de sangre. O la misma Cuba de donde renace el placer de la usura y la acumulación, después de décadas de increíbles esfuerzos, combinada a la amistad con los EEUU. Puede ser que generaciones que ya hemos pasado los años nos quedemos atrapadas en esta frustración, trataré que no sea mi caso. La sangre «nuestramericana» no se va a quedar quieta, y mucho menos entre nosotros venezolanos donde el chavismo al irse finalmente al carajo, nos deja todo por hacer, vivitas las utopías de quien no acepta morir entre afiches y propagandas; la nada nos forzará a la creación. Un mundo nuevo sigue por crearse y la belleza vital del Che que todavía muerto parecía en vida, lo sigue inspirando, mientras tanto váyanse al coño de lo que sea grandísmos farsantes, ladrones, mentirosos, traidores, que el pueblo venezolano y «nuestramericano» pide paso, y si no se lo dan será de nuevo con su sangre que sabrá dárselo, ¡no hay pueblo vencido!.

* Roland Denis es Luchador popular revolucionario de larga trayectoria en la izquierda venezolana. Graduado en Filosofía en la UCV. Fue viceministro de Planificación y Desarrollo entre 2002 y 2003 en el gobierno de Chávez. En lo 80s militó en el movimiento La Desobediencia y luego en el Proyecto Nuestramerica / Movimiento 13 de Abril. Es autor de los libros Los Fabricantes de la Rebelión (2001) y Las Tres Repúblicas (2012).

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.