«Las empresas constructoras están haciendo mucho dinero en Afganistán por un mal trabajo», concluyó la periodista afgana Fariba Nawa en un informe para la organización no gubernamental CorpWatch, que vigila la acción de las grandes compañías.
El gobierno estadounidense «vende» sus operaciones por el desarrollo de Afganistán «como si fuese todo un éxito», advirtió Nawa, quien obtuvo su formación profesional en Estados Unidos.
«Las corporaciones, que cuentan con buenas conexiones políticas y realizan un trabajo similar en Iraq», echaron a perder la reconstrucción afgana pero aun así obtienen «buenos contratos por un plazo indeterminado» y de manera directa, sin competencia de otras empresas, afirmó.
«Estas compañías se están embolsando millones de dólares y están dejando a la población cada vez más frustrada y enojada con el resultados» de su tarea, agregó. Los empleados extranjeros contratados «cobran unos 1.000 dólares por día, mientras que los afganos tan sólo cinco.»
El informe menciona apenas algunos ejemplos: «Una carretera que se desmorona antes de ser construida. Una escuela cuyo techo se derrumba. Una clínica con cañerías falladas. Una cooperativa de agricultores a la que no pueden ingresar agricultores. Policías y militares afganos que después del entrenamiento no pueden suministrar ni la seguridad más básica».
El estudio de la periodista «confirma que Afganistán fue ‘enronizada’ por el gobierno de Bush», dijo a IPS el profesor Beau Grosscup, de la Universidad de California en Chico, en referencia a la empresa estadounidense de energía Enron, que quebró en 2001 en medio de un escándalo de corrupción.
La compañía estadounidense no pagó impuestos en los 15 años anteriores a su bancarrota pese a obtener ganancias anuales de miles de millones de dólares, y al quebrar tenía una deuda de 30.000 millones y numerosas acusaciones de fraude contable.
«Al igual que con la desaparición de Enron, en el futuro de Afganistán habrá una clase superior que vivió un ‘enriquecimiento meteórico’ y que se escapará con el botín, mientras los pobres, impulsados a invertir importantes cantidades de dinero en la ‘reconstrucción’ a cambio de prosperidad, quedarán en la ruina», según Grosscup.
Nawa detalló algunos casos en su informe. «En la ciudad Qalai Qazi cerca de Kabul, se erige una nueva clínica, pintada de amarrillo brillante, construida por la empresa estadounidense The Louis Berger Group», escribió Nawa.
«Esta clínica debía servir de modelo para la construcción de otros 81 centros similares para los cuales Berger ya fue contratada –así como para caminos, represas, escuelas entre otras obras– a cambio de los 665 millones que ya recibió de Estados Unidos», explicó
«El problema es que esta clínica ‘modelo’ se venía abajo. El cielo raso se pudrió. Las cañerías, cuando funcionaban, goteaban y vibraban. La chimenea, hecha de metal fino, pudo provocar un incendio en el techo. Los lavabos carecía de agua corriente, y en lugar emanaba olor a aguas servidas», indica el informe.
La reconstrucción dirigida por Estados Unidos incluye millonarios proyectos para la erradicación de cultivos ilegales de adormidera, materia prima del opio, la morfina y la heroína.
Para ello, contrató por cuatro años a una compañía privada por 120 millones de dólares para capacitar a los agricultores en cultivos alternativos. Parte del programa se concentraba en la localidad de Parwan y en la obtención de compradores dentro del país y en el extranjero.
Los agricultores, acostumbrados a plantar granos como frijol y lenteja, fueron alentados a cultivar verduras. Pero sufrieron pérdidas. La verdura inundó el mercado y los precios bajaron, relata el informe.
Los expertos del programa determinaron los agricultores –que con sus familias representan 80 por ciento de la población– necesitaban canales y sistemas de irrigación y los medios para mejorar la colocación de sus productos en el mercado interno, con miras a minimizar las pérdidas de cosecha y restablecer su participación en el comercio internacional.
La solución de la empresa contratada fue construir canales para la irrigación. Pero el informe señala que la adormidera necesita muy poca agua para crecer por lo que los agricultores terminaron utilizando el agua de los canales para cultivar aún más opio.
Según el informe, Estados Unidos contrató varias firmas de relaciones públicas con el fin promover una imagen positiva de su tareas de reconstrucción.
Entre ellas figura Rendon Group, una empresa de Washington que «goza de buenas relaciones con el gobierno de George W. Bush».
El Departamento (ministerio) de Defensa le otorgó a esta empresa más de 56 millones de dólares en contratos desde el 11 de septiembre de 2001 «para difundir información positiva sobre Estados Unidos y su ejército en el mundo en desarrollo», dice este informe.
Los contratos piden que «se rastree a periodistas extranjeros» y «se incentive (y a veces se pague) la publicación de comunicados en favor de los intereses de Estados Unidos en todo el mundo», especifica el documento.
Rendon también se benefició en 2004 de un contrato para capacitar en relaciones públicas a los subalternos del presidente Hamid Karzai.
Luego, «recibió otra importante concesión de 3,9 millones de dólares del Pentágono (Departamento de Defensa) para llevar adelante campañas contra el narcotráfico junto con el Ministerio del Interior afgano, a pesar de las objeciones de Karzai y del Departamento de Estado (cancillería)».
El informe califica de obsoleto a este sistema de contratos utilizado por los donantes internacionales.
«La Agencia para el Desarrollo Internacional (Usaid) otorga contratos a compañías estadounidenses», al igual que el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional lo hacen con compañías de otros países donantes, explicó la periodista afgana.
Esas empresas «se llevan una buena parte del dinero», pero «suscriben, a su vez, muchos subcontratos, que a su vez insumen buena parte de los fondos, con lo que apenas queda los necesario para una reconstrucción que no llega al nivel esperado», agregó.
«La garantía de calidad es mínima. Las empresas constructoras saben que pueden precipitarse, poner una nueva capa de pintura sobre un edificio destartalado, y pasar la factura y rara vez reciben algún cuestionamiento» por ello.
«Como consecuencia, los hospitales se desmoronan, las clínicas y las escuelas se caen a pedazos y existen nuevas carreteras peligrosas, un sistema agrícola ‘modernizado’ que en realidad dejó a los campesinos en peores condiciones, además de milicias envalentonadas y señores de la guerra más preparados para desatar la violencia contra la población de Afganistán», según el documento.
Los afganos «están perdiendo la confianza en los expertos en desarrollo cuyo trabajo es reconstruir y reparar su país. Lo que la población ve es un puñado de compañías extranjeras que determinan las prioridades para sacar el mayor provecho y que, para colmo, a veces son lo contrario de lo que se necesita», dice el informe.
Mientras, «la seguridad en Afganistán se sigue deteriorando, amenazando directamente la reconstrucción. Algunos enfrentamientos son simplemente el resultado de la profunda frustración y desconfianza entre los afganos que ya no creen que la comunidad internacional vele por sus intereses», revela el documento.
El «deliberado uso de los señores de la guerra y de las milicias en la reconstrucción sólo les ha dado mayor credibilidad y poder, debilitando aún más al gobierno electo y avivando la insurgencia liderada por (el movimiento fundamentalista) Talibán que sigue ganando poder», según Nawa.
La infraestructura básica del país «se cae a pedazos» y «el narcotráfico vive un auge repentino. Estos resultados deberían ser interpretados como un importante revés para la ‘guerra contra el terrorismo’. Esto es un gran sufrimiento para los afganos, que después de décadas de guerra, creyeron que finalmente gozarían de un descanso», concluye el informe.