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Africa de rodillas

Fuentes: La Jornada

En 1885 Bismarck convocó el Congreso de Berlín en el que Leopoldo II, rey de Bélgica, sería proclamado soberano del Estado Libre del Congo. La conferencia abrió la cuenca del río Congo al comercio europeo y estableció las reglas que regirían el colonialismo europeo en África durante los siguientes 30 años. La expansión comercial de […]

En 1885 Bismarck convocó el Congreso de Berlín en el que Leopoldo II, rey de Bélgica, sería proclamado soberano del Estado Libre del Congo. La conferencia abrió la cuenca del río Congo al comercio europeo y estableció las reglas que regirían el colonialismo europeo en África durante los siguientes 30 años. La expansión comercial de Inglaterra, Francia, Bélgica y Alemania se llevaría a cabo bajo una clara división geográfica y económica, sentando las bases de una explotación sin paralelo en la historia. Después, claro, la primera guerra mundial quitaría a Alemania su protectorado en Tanganyika en beneficio de Inglaterra, mientras Francia quedaría libre en África occidental, Portugal en el sur y Bélgica consolidaría su apretón de garras sobre el gigantesco Congo.

La presencia europea en Africa es escalofriante. Después de la esclavitud, la rapiña colonial, el neocolonialismo y los destrozos del sida. Pero ahora los países del G-8 anuncian una reducción de la deuda multilateral de los países más pobres de África y se ostentan como artífices de un nuevo periodo de ayuda al desarrollo. Africa debiera hincarse en acto solemne de gratitud.

La condonación concierne unos 50 mil millones de dólares que son parte de la deuda de Benin, Burkina Faso, Etiopía, Ghana, Madagascar, Mali, Mauritania, Mozambique, Níger, Ruanda, Senegal, Tanzania, Uganda y Zambia. De ese monto, 40 mil millones de dólares son adeudados al Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y el Banco Africano de Desarrollo. Esta noticia viene después de un acuerdo de la semana antepasada para incrementar la ayuda a los países subdesarrollados hasta alcanzar 0.7 por ciento del PIB de los países ricos para 2015. Lástima que esa meta se fijó hace 35 años. Eso no impedirá a los jefes de Estado del G-8 sacar sus mejores sonrisas para la foto el mes que viene en Escocia.

La generosidad del G-8 es bien conocida, por eso la quita de la deuda está ligada a varias condiciones. La primera es que se debe avanzar más en las privatizaciones y en la eliminación de obstáculos a la inversión doméstica y extranjera. La segunda es sobre la corrupción. Poco importa que con frecuencia las privatizaciones hayan estado ligadas a ventas mal hechas, con un gran desperdicio de recursos, y todo aderezado con una buena dosis de corrupción.

Además, una parte de la deuda cancelada proviene de préstamos a dictadores y gobiernos corruptos que nunca debieron haber sido autorizados. De conformidad con el derecho internacional, esa deuda debiera haber sido repudiada sin mayor ruido. Pero la corrupción nunca fue un obstáculo a los préstamos del Banco Mundial o el apoyo del FMI. De hecho, los regímenes súper corruptos de Paul Kagame en Ruanda, y Yoweri Museveni en Uganda, no impidieron incluir esos países en el arreglo. Y aunque ambos países mantienen tropas invasoras en la República Democrática del Congo, nadie impuso la condición de retirarlas para entrar al acuerdo.

El 8 de junio el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) anunció que el avance hacia el cumplimiento de las Metas del Milenio (que deberían reducir en 50 por ciento la miseria y mejorar los indicadores sociales sobre salud, educación y desnutrición) es muy lento. Para el año 2015, las muertes de niños en África serán de 5 millones anuales, en lugar de la meta de »sólo» 2 millones. El indicador sobre salud es sombrío, con el sida dominando el panorama: en África hay más de 28 millones de personas infectadas con VIH y la esperanza de vida se redujo en más de diez años en la mayor parte de los países afectados. Las muertes se concentran en la población en edad de trabajar, lo que deja una secuela de viudas/os y huérfanos en condiciones de miseria extrema e indefensión. Sin instituciones de soporte social, los ahorros familiares son sacrificados en la lucha contra el sida, lo que intensifica la pobreza. La debilidad causada por la enfermedad hace vulnerables a los infectados frente al hambre y la desnutrición. Pero los países ricos no cedieron en su voracidad y prefirieron vender caros sus medicamentos retrovirales. El absurdo régimen de propiedad intelectual de la OMC se mantuvo en contra de los productores en India y Brasil, mientras la muerte sigue su curso en Africa.

El cinismo de los países ricos con respecto al continente africano recuerda a Joseph Conrad y su novela Corazón de las tinieblas. Kurtz, el personaje central que termina por encarnar el mal y la barbarie es un producto europeo puro: es educado, escritor y pintor, y dice abrazar la ética civilizadora europea. Pero su reinado en el alto río Congo es cruel y perverso. Kurtz es la personificación del velo tenue que separa la civilización de la bestialidad. En el fondo, el viaje de Marlow (el otro personaje de Conrad) es una jornada hacia el corazón oscuro de la supuesta civilización.