El agotamiento de los recursos naturales en varias partes del orbe, la concentración de capitales en las naciones desarrolladas con el surgimiento de grandes monopolios industriales que necesitan inexorablemente de materias primas y el desigual intercambio comercial entre países pobres y ricos, entre otros factores, han motivado que gobiernos occidentales y sus compañías transnacionales dirijan […]
El agotamiento de los recursos naturales en varias partes del orbe, la concentración de capitales en las naciones desarrolladas con el surgimiento de grandes monopolios industriales que necesitan inexorablemente de materias primas y el desigual intercambio comercial entre países pobres y ricos, entre otros factores, han motivado que gobiernos occidentales y sus compañías transnacionales dirijan la vista hacia el continente africano.
Un artículo del profesor Silvio Baró, del Centro cubano de Estudios de Africa y Medio Oriente (CEAMO), indica que África puede ser considerada como un notable reservorio de una gran cantidad de minerales y metales (se estima que más de 60) y constituye el principal suministrador mundial de algunos de ellos como en los casos del oro, minerales del grupo del platino, diamantes, uranio, manganeso, cromo, níquel, bauxita y cobalto. Algunos economistas señalan que en el continente se encuentra aproximadamente el 30 % de las reservas de minerales y metales aún sin explotar a nivel mundial.
Durante 500 años de explotación colonial las capitales europeas, además de dividir arbitrariamente los territorios en ese continente, también los organizó de forma que de cada uno se pudieran obtener las materias primeas y los productos que necesitaban sus metrópolis.
Debido al saqueo y a la explotación político-económica-social, tras la descolonización, las economías africanas han dependido mayoritariamente de sus producciones agrícolas atrasadas y de la explotación de algunos recursos minerales como diamantes, oro, cobre, uranio y otros, los que además, han sido controlados por compañías transnacionales.
De esa forma, Zambia, la República Democrática del Congo y Sudáfrica exportan la mayor cantidad del cobre existente en el mercado mundial; Guinea y Ghana la bauxita; Sudáfrica y Namibia el uranio; Sudáfrica, Zimbabwe y Botswana, el níquel y el cobalto; Guinea y Ghana, la bauxita; República Democrática del Congo, Rwanda y Uganda, el molibdeno, tantalio y niobio; Sudáfrica, Liberia y Mauritania, el hierro
En Africa y en la zona de la antigua Unión Soviética se hallan las reservas mundiales de minerales estratégicos para diferentes industrias de los cuales Estados Unidos es completamente dependiente.
Pese a los recursos que dispone Africa, sus producciones solo corresponden al 2 % del comercio mundial, fundamentalmente porque sus materias primas se venden a bajos precios mientras que las importaciones de equipos industriales, de construcción, telecomunicaciones, etc, se pagan a precios exorbitantes aunque sus componentes de fabricación proceden casi todos el continente africano.
El intercambio desigual es otra de las formas de neocolonización impuestas por los organismos internacional dominados por Estados Unidos, Europa y Japón.
El profesor Baró puntualiza en su trabajo que «en el caso del cromo, Estados Unidos depende de las importaciones procedentes de Sudáfrica y Zimbabwe, países que concentran el 98% de las reservas mundiales. La República Democrática del Congo produce más del 60 % del cobalto mundial, mineral del cual la principal potencia mundial importa el 65 % de sus necesidades. En el caso del manganeso, este país recibe el 39 % de sus importaciones tan sólo de Sudáfrica, nación que posee el 75 % de las reservas mundiales
La situación se hace más peliaguda para la primera potencia mundial pues Washington a finales de 1990 dependía de las importaciones de unos 100 minerales, 67 de los cuales se utilizan en la producción de material bélico, según indica Major g. Jackson en su libro Strategic materials and U. S. vulnerability: 90 % para un conjunto de minerales estratégicos; 98 % para el cobalto que se emplea en la fabricación de motores de aviones; 82 % del cromo que se utiliza en las industrias metalúrgica, química y otras de similar importancia; 73 % para los metales del grupo del platino de significación para las industrias electrónica, de telecomunicaciones y aeroespacial.
En los últimos años, el descubrimiento de grandes yacimientos petroleros en Africa ha motivado que Estados Unidos y las transnacionales hayan acudido con mayor fuerza y presencia hacia ese continente.
La gran inestabilidad en el Medio Oriente, (principal suministrador de petróleo hacia occidente) provocada por las constantes agresiones de Israel contra el mundo árabe y las guerras desatadas por Estados Unidos contra Irak y Afganistán, han motivado que Washington busque otras zonas para adquirir el ansiado combustible.
El ex subsecretario de Estado para África, Walter Kansteiner, al igual que el vicepresidente Richard Cheney han expresado abiertamente que «el petróleo africano es de interés estratégico nacional para nosotros y lo será aún más en el futuro».
Datos oficiales indican que la extracción petrolera en los países del Golfo de Guinea (Nigeria, Congo, Gabón, Camerún y Guinea Ecuatorial) sobrepasa los 4,5 millones de barriles diarios, sin contar Angola . Estados Unidos importa el 15 % y Europa el 24 % de su consumo petróleo de esta región. Para el 2015 Washington cubrirá el 25 % de sus necesidades del combustible procedente del Golfo de Guinea, una zona más segura y alejada del convulso Medio Oriente, que cuenta con grandes reservas de crudo de primera calidad y además, mucho más cercano a sus costas.
Para instrumentar todo este complejo plan de abastecimiento, Estados Unidos cuenta con la presencia en ese Golfo de las transnacionales norteamericanas Exxon Mobil, Chevron, Maraton Oil, Amerada Hess y Ocean Energy.
La falta de modernas tecnologías, financiamiento y especialistas calificados han motivado que estos países firmaran contratos que no favorecen al desarrollo económico y social de sus pueblos pero sí son muy favorables para las compañías transnacionales.
Mientras las grandes compañías extraen riquezas de Africa que van a parar a los países desarrollados, estos últimos han recortado drásticamente las contribuciones de ayudas ofrecidas a ese continente para paliar las enormes dificultades que confrontan.
Según African Monitor, una organización independiente creada en el 2005 para evaluar el cumplimiento de las promesas hechas por los países industrializados, los ingresos reales por ayuda a ese continente han caído del 0,7 % del Producto Interno Bruto de cada país a solo el 0.3 %.
De la experiencia padecida por Africa se impone la necesidad de incrementar las relaciones Sur-Sur en busca de formas que beneficien a las naciones en desarrollo sin tener que padecer el saqueo indiscriminado de sus riquezas naturales por parte de las transnacionales y de los gobiernos occidentales.