La del G-8 promete ser una reunión incómoda. Mientras Blair quiere salir como ‘el salvador de Africa y del Medio Ambiente’, Bush no quiere oír de pobres o contaminación. Africa necesita comercio, no limosnas.
La cumbre a celebrarse en la escocesa Gleneagles está ‘programada para fracasar’, según Philip Gordon del Brookings Institut, de Washington. De todas formas, esta será una buena oportunidad que Blair utilizará para hacer olvidar las aún vigentes críticas por su nefasto papel en la guerra contra Irak.
Pero para evitar la caída al vacío de todo un continente no bastan ni los 26.000 millones de euros que, anualmente, se transfieren como cooperación para el desarrollo, ni las donaciones o condonaciones de deudas, como la última de 33.000 millones de euros.
El dinero no lo arregla todo
El Occidente sigue cultivando su paternalismo y sufriendo de miopía en su percepción de los países en desarrollo y sus problemas… que también debieran incumbirle al mundo desarrollado. A falta de ideas y medidas eficaces para acabar con la miseria en Africa el ‘bombeo’ de millones parece ser lo único que se le ocurre a algunos políticos. Blair propone ahora un ‘Plan Marshall para Africa’ que doblaría las ayudas a 50.000 millones de dólares anuales y hasta 2015 las triplicaría a 75.000 millones.
Pero la experiencia ha demostrado que el dinero no cura todos los males, tampoco los africanos. Los países que reciben las mayores cantidades de donaciones son, precisamente, los que están en la más vergonzosa miseria. Un ejemplo: tras 20 años de guerra civil en Sudán, el norte y el sur firmaron la paz el pasado abril en Oslo. ¿El premio? 4 mil millones y medio de dólares de la Unión Europea. ‘Por bienvenida que sea la paz esta suma es mucho mayor de la que se necesita’, dice la ministra de Cooperación noruega, Hilde Frafjord Johnson.
La inusitada riqueza de algunas arcas africanas preocupa incluso a los verdaderos expertos: ‘Si continuamos así’, dice el holandés Lammert Zwaagstra, de la Oficina de Ayuda Humanitaria de la UE, ‘nadie de nuestros protegidos podrá levantarse nunca por sus propios medios’.
Para 500 refugiados de Rumbak en Sudán, por ejemplo, Noruega puso a disposición medio millón de dólares. Una suma que, según los informados, era ‘desorbitante’ para la cantidad que realmente se necesitaba. Así que viendo la ‘lluvia de plata’ europea, las autoridades sudanesas no tardaron en crear otro campo de refugiados… esta vez, virtual. La cuenta la asumieron los italianos.
‘Paren al fin esa horrible ayuda’
No es nuevo que las ‘bendiciones’ de dinero para Africa sean consideradas una maldición. ‘La manutención financiera de Estados completos sólo ha servido para fomentar la corrupción, el nepotismo y la destrucción de los mercados internos’, afirma el economista keniano James Shikwati. ‘Paren al fin esa horrible ayuda’, clama este experto africano al que se suman, cada vez más voces. Muchos africanos quieren salir del círculo vicioso de ayuda, hambruna y ayuda que los ha degradado a mendigos.
La miseria es descomunal: más de 300 millones de personas en la zona subsahariana viven con menos de un dólar al día. Africa reúne a 34 de los 35 países con la menor esperanza de vida. ‘Africa es una balsa en la penumbra que desaparece, lentamente, de los radares del mundo’, advierte el sociólogo suizo Jean Ziegler.
Declaración de fracaso
A pesar de ello, la reciente condonación de la deuda a 18 de los países más pobres, entre ellos 14 africanos, es considerada como ‘una declaración del fracaso’. Entre 1970 y 2002, los países del Africa negra han recibido créditos por 294 mil millones de dólares y, durante el mismo lapso, han devuelto 268 mil millones. Aún así la montaña de la deuda ha crecido a 210.000 millones de dólares.
¿Pero dónde están los miles de millones transferidos entre Este y oeste durante 4 décadas de Guerra Fría? No es una novedad que la ayuda, a veces, paraliza. Esto, sumado a la ineptitud de los países ayudantes componen un cocktail letal. Programas irreales de desarrollo y falsas prioridades se combinan en Africa con corrupción, avaricia y despotismo estatal.
El veneno de las subvenciones
Aparte de Sudáfrica y los exportadores africanos de petróleo el continente negro exporta sólo materias primas que obtienen precios irrisorios. Africa, prácticamente, está ausente de los mercados mundiales de manufacturas y servicios.
Las barreras arancelarias de los países industrializados son una barrera adicional. Pero allá donde no las hay tampoco sus productos no son competitivos. La Unión Europea permite a los africanos importar buena parte de sus productos, prácticamente, libre de aranceles. Pero la realidad es casi siempre funesta para Africa. El algodón de Burkina Faso no puede competir con el subvencionado de España ni el azúcar de Mozambique, Etiopia o Malawi con la subvencionada en toda Europa.
Los culpables
Pero los culpables no son sólo los demás, como reflexiona Nelson Mandela. ‘Cuarenta años después del dominio colonial no son los blancos los únicos culpables de nuestra miseria sino nosotros los africanos’.
Caciques, cleptócratas y dictadores africanos han sido los primeros favorecidos con los créditos y condonaciones de la deuda: Mobutu Sese Seko de Zaire acaparó 4.000 millones de dólares; el déspota keniano Daniel arap Moi desfalcó las arcas públicas en otros 4.000 millones de dólares en 24 años de dictadura.
Aunque el ministerio alemán de Cooperación no reporta experiencias negativas con el fomento financiero de sus proyectos, la delegada del canciller Gerhard Schröder, Uschi Eid, de Los Verdes, advierte sobre los riesgos de la política de beneficencia indiscriminada. ‘Si los países donantes no exigen reformas tangibles a cambio de fomento, los africanos no van a hacer nada por cambiar la situación’, replica Eid, que está además convencida de que si Blair impone su ‘plan de salvación’, lo único que va a lograr es que ‘al final paguemos el doble y Africa no resuelva sus problemas’.