Nuevas luchas de poder se avizoran en la agricultura global. Hay nuevas tendencias que cambiarán drásticamente el panorama y que el mismo Wall Street Journal reconoció hace varias semanas: mayor competencia en el mercado de granos a Estados Unidos y la Unión Europea por los «nuevos gigantes»: Rusia, China, Brasil y Argentina. Mayor gusto de […]
Nuevas luchas de poder se avizoran en la agricultura global. Hay nuevas tendencias que cambiarán drásticamente el panorama y que el mismo Wall Street Journal reconoció hace varias semanas: mayor competencia en el mercado de granos a Estados Unidos y la Unión Europea por los «nuevos gigantes»: Rusia, China, Brasil y Argentina. Mayor gusto de los consumidores por lo orgánico y por manjares internacionales. Difusión rápida del cultivo de transgénicos y nuevas tecnologías de empaque y de transporte. Todo esto hará más compleja la seguridad alimentaria para los países.
En este contexto, la organización no gubernamental Oxfam Internacional acaba de emitir un excelente documento: Echar la puerta abajo: por qué las negociaciones en la OMC amenazan a los agricultores de los países pobres. Lo hace como aporte a la preparación de la conferencia ministerial de la OMC a celebrarse en diciembre próximo en Hong Kong, como continuación de la Ronda de Doha.
Oxfam pone advierte sobre la estrategia de Estados Unidos y la Unión Europea: ambos han diseñado una política de subsidios a la agricultura para que se acojan a las normas de la OMC. Y aplican una doble pinza: por un lado, seguir vendiendo a precios por debajo de los costos de producción maíz, arroz, leche, azúcar y algodón. Por otro, ejercer presión sobre los países en vías de desarrollo para que abran más sus mercados y derriben sus aranceles.
De seguir las cosas como van en la OMC, próximamente los países en desarrollo tendrán que reducir significativamente sus aranceles a las importaciones de productos estratégicos: arroz, maíz, aves de corral, trigo, leche en polvo, azúcar, soya. Esto afectará seriamente su soberanía alimentaria y el desarrollo de las comunidades rurales. Los perjudicados serán los agricultores pobres que constituyen el 96 por ciento de los productores agrícolas; las beneficiarias, las grandes trasnacionales agroalimentarias.
Hay dos ejemplos esclarecedores en dos alimentos claves: el maíz y el arroz. El primero es el gran tema de Estados Unidos en todas sus negociaciones bilaterales de tratados de libre comercio con América Latina. Los estadunidenses pretenden adueñarse cuanto antes de la totalidad del suministro maicero a México, Centroamérica y la Comunidad Andina.
El arroz es alimento básico para la mayor parte de los pobres del mundo, y para muchos países Centro, Sudamérica y El Caribe. De su cultivo dependen 2 mil millones de agricultores pobres. Pero en Estados Unidos es cultivo de trasnacionales como Arkansas Riceland, quienes gracias a los subsidios de su gobierno y las presiones de los organismos financieros internacionales para abatir aranceles, pueden exportar a 274 dólares la tonelada, cuando el costo de producción es de 415. Oxfam ejemplifica con Haití, el país más pobre del Hemisferio Occidental: obligado por el FMI redujo en 10 veces el arancel al arroz y aumentó sus importaciones de Estados Unidos en 150 por ciento, dejando devastada la agricultura campesina haitiana.
Los países en desarrollo buscan defenderse. Son encabezados por el Grupo de los 33. Es una coalición de países pobres que defiende el derecho de los gobiernos a tomar sus decisiones sobre los productos que pueden ser calificados de «productos especiales» y sobre la aplicación de los mecanismos de salvaguardia.
Oxfam termina su informe con cuatro recomendaciones: primera: que en las negociaciones de la OMC el Acuerdo sobre Agricultura prevea que los países no sean impedidos a construir su seguridad alimentaria, defender el medio de vida para sus agricultores y manejar una política de ninguna reducción o reducción limitada de aranceles para los productos que consideran esenciales. Segunda, que los países desarrollados dejen de firmar tratados de libre comercio con las naciones pobres pues las limitan seriamente para promover políticas agrarias. Tercera, que las instituciones financieras internacionales no les impongan condiciones comerciales ni les impidan aumentar aranceles para proteger su agricultura y promover el desarrollo rural. Cuarta, que los países pobres apliquen políticas que fortalezcan la seguridad alimentaria y el medio de vida de los agricultores, con igualdad de géneros y en la medida que esto se vaya logrando, flexibilicen la aplicación de aranceles.
Para Oxfam la reunión ministerial de Hong Kong no debe fracasar como la de Cancún en 2003, pues eso dejaría a los países pobres a expensas de las presiones de los ricos en las negociaciones bilaterales de tratados de libre comercio. Vale la pena debatir esta postura. Vale la pena que las organizaciones campesina mexicanas comiencen ya a construir su posición para defender en Hong Kong la Vía Campesina.