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Aida de la Fuente, revolucionaria y antifascista

Fuentes: Rebelión

Hace unas semanas, el cantautor asturiano Nacho Vegas (Gijón, 1974), publicó el séptimo disco de su carrera, titulado Violética, editado por Marxophone. El álbum, que se ha publicado en el formato de doble CD y en el de triple vinilo, contiene dieciocho canciones, que cubren un amplio rango temático: el amor, las vivencias personales, las […]

Hace unas semanas, el cantautor asturiano Nacho Vegas (Gijón, 1974), publicó el séptimo disco de su carrera, titulado Violética, editado por Marxophone. El álbum, que se ha publicado en el formato de doble CD y en el de triple vinilo, contiene dieciocho canciones, que cubren un amplio rango temático: el amor, las vivencias personales, las rupturas sentimentales, los temas sociopolíticos (hay un tema impactante, titulado «Crímenes cantados» que denuncia las condiciones de vida en los CIE, ya sabéis, esos lugares que se hacen llamar Centros de Internamiento de Extranjeros, pero que en la brutal realidad de los que tienen la desgracia de ser encerrados allí no son otra cosa que cárceles para personas pobres que vienen a este país a buscarse la vida, y que no han cometido ningún delito). También hay espacio en este álbum para la recuperación de la Memoria Histórica, un tema que hasta el momento Nacho Vegas no había tratado de manera tan directa en ninguno de sus discos anteriores. En concreto, hay dos canciones que echan la vista atrás para hacer un ejercicio consciente de recuperación y reivindicación del pasado histórico: «El corazón helado», una canción en la que Nacho Vegas pone música a un texto de los hermanos Manolo y Aurelio Caxigal, dos maquis asturianos que estuvieron luchando en la montaña hasta ser asesinados en 1948 y 1950, respectivamente y «Aida», una canción semi-popular que habla sobre una mujer muy famosa en Asturias pero que no lo es tanto en el resto del país: Aida de la Fuente, también conocida como Niní de la Fuente o La Libertaria.

Tengo que confesar que la primera vez que tuve ocasión de escuchar la canción de Nacho Vegas me sobrecogió. Y es que no es para menos la historia de Aida de la Fuente Penaos. En los apuntes que Nacho Vegas nos ofrece en las breves notas que acompañan a los versos de la canción se puede leer:

 

Aida de la fuente (1915-1934) fue una joven guerrillera que combatió en la revolución de octubre del 34 en Asturies hasta ser asesinada por los fascistas en Uviéu y arrojada a una fosa común junto a otros compañeros. Tenía 19 años y había demostrado un coraje desbocado. Aída se ha convertido en un símbolo de la lucha revolucionaria y del empoderamiento feminista y su historia ha sido cantada en numerosas ocasiones. Nuestra canción está basada en la versión recogida por el grupo Xana.

Veamos algunos detalles sobre la vida de esta joven «comunista y libertaria» que murió de manera tan brutal y al mismo tiempo tan valiente. Aida de la Fuente había nacido en la ciudad de León, como Buenaventura Durruti, como Ángel Pestaña, el día 25 de febrero de 1915. En los años veinte, cuando aún era una niña, emigró a la vecina Asturias junto a su padre, Gustavo de la Fuente González, su madre, Jesusa Penaos del Barrio, y sus cinco hermanas y sus dos hermanos. Se establecieron en la ciudad de Oviedo, donde su padre, que era pintor y se dedicaba básicamente a la creación de carteles y a la de decorados, que en la época era toda una manifestación artística que daba de comer a muchos pintores, consiguió un empleo en el Teatro Campoamor (sí, ese en el que cada año se entregan los premios Princesa de Asturias).

El padre de Aida, a pesar de que había nacido en el seno de una familia burguesa vallisoletana, desarrolló unas profundas ideas marxistas y siempre había estado del lado de los obreros y los mineros, defendiendo a los más necesitados y abogando por la revolución social. No en vano, él había sido uno de los fundadores del Partido Comunista en la ciudad de Oviedo (en las elecciones de febrero de 1936 se convertiría en concejal del ayuntamiento ovetense por el PCE) así que a Aida, como dice el dicho popular, «le venía de casta», como al galgo. Una de sus hermanas mayores, Maruja, también fue una figura destacada del comunismo asturiano, y como señala el profesor Brian D. Bunk, en su artículo Revolutionay Warrior and Gendered Icon, ya en una fecha tan temprana como agosto de 1932, participó como oradora en un mitin en la ciudad de Oviedo. Pero volvamos a nuestra protagonista. Cuando la niña ya no es tan niña, entra de lleno en el mundo del asociacionismo juvenil, a través de la organización de tendencia comunista Socorro Rojo, y acaba por convertirse en una de las primeras mujeres comunistas, –no olvidemos que en esos primeros años de la década de los treinta el comunismo no era muy importante desde un punto de vista cuantitativo ni en Asturias ni en el resto de España- más activas de la ciudad. No era infrecuente verla haciendo cuestaciones en las calles de Oviedo en favor de los presos políticos o simplemente para ayudar a gente necesitada.

En el otoño de 1934, justo en el momento en que la República acaba de girar peligrosamente hacia la derecha, Aida es una joven de diecinueve años, delgada y atractiva, como se puede apreciar en la única foto que se conserva de ella y que, con toda seguridad, fue tomada más o menos por aquellas fechas. Tiene unos ojos grandes y expresivos, oscuros y profundos, que denotan una gran inteligencia y una risa que llama poderosamente la atención. En esos días iniciales de otoño se va a producir el primer conato revolucionario que tiene lugar en Europa occidental desde los días de la Comuna de París. Pero este intento no ha sido algo que haya surgido de manera espontánea. Muy al contrario, lleva varios meses de gestación. Lo explican F. García de Cortázar y J. M. González Vesga, en su obra Breve historia de España:

El ascenso del nazismo en Alemania y el aplastamiento de los socialistas en Austria aumentan los temores. En las continuas manifestaciones autoritarias y antiparlamentarias de algunos dirigentes de la CEDA, los socialistas creen ver una amenaza fascista, análoga a la austríaca. Y así, desde la primavera de 1934, la directiva del PSOE se manifiesta a tomar el poder por la fuerza, rompiendo la legalidad republicana, y a reemplazar la política moderada practicada hasta entonces por otra abiertamente revolucionaria. El primero de octubre, la CEDA retira su apoyo a Samper y Gil Robles exige participar en el gobierno, colocando tres ministros en el gabinete de Lerroux; las ejecutivas socialistas y ugetista no esperan más y cursan a España entera la orden de huelga general revolucionaria, que es secundada con distinto ímpetu según los lugares. (…) El único lugar donde los trabajadores estaban preparados para la lucha es Asturias (…) Las organizaciones proletarias, unificadas en la Alianza Obrera y henchidas de una mística solidaria, asaltan las casas-cuartel de la Guardia Civil, toman la cuenca minera, ocupan las fábricas de armas y se apoderan de Oviedo. En diversas localidades los sublevados constituyen comunas obreras, repúblicas utópicas en las que se decretó el comunismo y funcionó una administración rudimentaria.

El levantamiento obrero la sorprende a punto de cumplir veinte años estudiando para convertirse en aparejadora. Durante aquellas revolucionarias jornadas, Aida participa activamente organizando comedores y hospitales de campaña, ayudando a los combatientes en todo lo que puede, sobre todo en asuntos relacionados con la información y la logística. El día trece de octubre de 1934 será un día fatídico para la joven. Por toda Asturias se lucha sin cuartel contra los soldados de la Legión y los Regulares que han sido enviados desde Marruecos por el gobierno filo-fascista formado por miembros del Partido Republicano Radical y de la CEDA para sofocar el levantamiento revolucionario obrero, y que están comandados desde Madrid por el general Franco. Ahora, todos sabemos cómo era este personaje: un ser absolutamente despreciable que odiaba con todas sus fuerzas todo lo que tuviese que ver con los obreros y sus anhelos de libertad, y que no dudaba en ordenar la muerte de cualquier persona, sin importar que fuese hombre, mujer, niño o anciano. Uno de los mayores asesinos en serie que ha dado la historia de la humanidad.

No está demasiado claro cómo ocurrió la muerte de Aida de la Fuente, pues la censura gubernamental fue extraordinariamente férrea aquellos días. Existen distintas versiones, pero la más verosímil es la que cuenta que murió luchando heroicamente en las inmediaciones de la iglesia de san Pedro de los Arcos, parapetada tras una ametralladora y haciendo frente a los legionarios y a los regulares, que no eran precisamente hermanitas de la caridad, más bien despiadados asesinos capaces de llevar a cabo las barbaridades más extremas en las que se pueda pensar. Parece ser que fue capaz de resistir en su posición durante varias horas y que, antes de morir, mandó al otro barrio a varios fascistas. Otras versiones cuentan que fue detenida con vida y fusilada allí mismo y que antes de recibir los disparos, le preguntaron cómo se llamaba y su respuesta fue, simplemente «comunista libertaria». Fue enterrada con nocturnidad y alevosía en una fosa común que se abrió en las inmediaciones de la iglesia. A día de hoy, su cuerpo aún no ha aparecido y, con toda seguridad, a estas alturas, nunca lo hará.

Sea como fuere, Aida de la Fuente terminó por convertirse en todo un símbolo de la lucha revolucionaria, de los principios feministas y del comunismo. Muy pronto llegó a ser en un personaje mítico al que cantaron poetas como Rafael Alberti, Raúl Gonzáles Tuñón, Arturo Serrano Plaja, Alejandro Valdés, Matilde de la Torre o Ignacio Núñez, entre otros.

María Teresa León escribió un relato titulado «Liberación de octubre», incluido en su libro Cuentos de la España actual, publicado en 1934, en el cual la protagonista, Rosa, estaba claramente inspirada en la joven comunista asturleonesa.

En la edición del día cinco de octubre de 1936 del periódico comunista Mundo Obrero, cuando se conmemoraban dos años del intento revolucionario en la cuenca minera asturiana y otros lugares del país, se publicó este texto recordando su figura:

Asesinada por las bestias fascistas en Oviedo en octubre de 1934. Una vida llena de juventud, de entusiasmo, de abne­gación y de lucha. Comunista. De la Juventud Comunista. Con una ametralladora, al lado de los mineros, defendió en las calles de Oviedo la libertad y la justicia. Legionarios y moros la acribillaron a tiros. Aida de la Fuente es una bandera de afirmación para toda la juventud antifascista de nuestro pue­blo. Murió como había vivido: en lucha contra los opresores y los tiranos; en contienda por una vida más humana y mejor. Las muchachas que siguen y alientan con su presencia y su esfuerzo combativo nuestra contienda, sabrán que tú caíste por el triunfo de hoy.

Así mismo, existen varias canciones que recuerdan y conmemoran a la joven combatiente comunista. Desde Víctor Manuel a Nuberu, pasando por Xana, y llegando a Nacho Vegas, el folklore asturiano siempre ha tenido muy presente la figura de la joven revolucionaria.

En Oviedo, la ciudad donde vivió la mayor parte de su vida y donde murió luchando heroicamente, hay una estatua que fue levantada con donaciones privadas en un parque cercano al lugar donde aquel trece de octubre, la joven Aida de la Fuente encontró la muerte cuando le faltaban cuatro meses para cumplir los veinte años, parapetada tras una ametralladora, luchando por conseguir aquello que había anhelado durante la mayor parte de su vida: la revolución social.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.