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Alerta roja para los pueblos de América Latina

Fuentes: Rebelión

La reciente agresión diplomática del gobierno de Uribe en la OEA contra el gobierno bolivariano del Presidente Chávez crea una nueva y más grave situación en las tensas relaciones que existen desde hace años entre ambos gobiernos. Como titula con dramática exactitud en su artículo aparecido en www.aporrea.org Rodríguez Chacín, ex ministro de interior y […]


La reciente agresión diplomática del gobierno de Uribe en la OEA contra el gobierno bolivariano del Presidente Chávez crea una nueva y más grave situación en las tensas relaciones que existen desde hace años entre ambos gobiernos. Como titula con dramática exactitud en su artículo aparecido en www.aporrea.org Rodríguez Chacín, ex ministro de interior y probablemente uno de los principales expertos de la inteligencia venezolana, asoman «vientos de guerra».

El grave paso dado por un gobierno que se está despidiendo en quince días no puede entenderse como una maniobra tardía impulsada por minúsculas razones de politiquería doméstica ni tampoco como improvisada respuesta a un nuevo episodio militar fronterizo del conflicto interno colombiano, que tiene casi cincuenta años de duración.

Era previsible que la actitud del gobierno de Uribe de transformar en escalada diplomática contra el gobierno de Chávez la larga confrontación política, obtuviese contundente respuesta, llevando a la ruptura de relaciones entre ambos países y creando de hecho un estado pre-bélico. Es impensable que una decisión cuyas consecuencias aún no pueden preverse haya sido asumida por un gobierno agotado y bajo múltiples cuestionamientos – incluso de posible acción penal – que erosionan la cohesión política de la oligarquía colombiana que controla el poder neogranadino.

Es la apuesta por extender a toda la región la política interna de «seguridad democrática» desarrollada a rajatabla por Uribe, es decir militarizar toda el área noroeste de Suramérica. Nadie podría creer que una medida de esta trascendencia se adoptó, sin contar con el aval de un sector significativo de esa clase dominante y el compromiso de los políticos que la representan y mucho menos sin la previa aprobación del gobierno de Washington, del cual esa oligarquía colombiana depende en prácticamente todos los aspectos, económico, político y militar.

Por eso se equivocan quienes creen que es una situación transitoria y se ilusionan con revertirla en cuanto asuma Juan Manuel Santos, el sucesor del uribismo. El contraste entre el silencio al cual se ha llamado el próximo presidente y la locuacidad provocativa de los actuales funcionarios colombianos no es más que una diferencia en el reparto de roles que confluyen en un fin bien definido: aislar internacionalmente, cercar y finalmente – en un plazo que definirán los acontecimientos – justificar la embestida bélica exterior contra la Revolución Bolivariana. Atrás de estos objetivos están las huellas indelebles del imperialismo yanqui.

Es parte central de la política que viene desplegando el gobierno de Obama desde 2009 de contraofensiva para recuperar la hegemonía perdida en América Latina, que mantuvo por casi tres décadas. Esa política imperial se viene desplegando aceleradamente a escala continental a partir de su debut exitoso con el zarpazo dado, con el golpe de estado hondureño, contra el gobierno progresista de Mel Zelaya. La reactivación de la IV flota en el Caribe, la sucesiva instalación o readecuación de bases militares estadounidense en varios países, entre ellas las siete que apuntan contra Venezuela desde Colombia y desde las islas caribeñas aledañas, así como el reciente desembarco de tropas en Costa Rica -vale recordar un país sin ejército – para asegurar bajo presión militar lo que políticamente no logró imponer en América Central con el archivado Plan Puebla-Panamá, las maniobras de tropas yanquis en territorio paraguayo, son eslabones de una misma cadena con la que el imperialismo yanqui aspira a retomar el pleno control del «patio trasero», en el cual han renacido peligrosas rebeldías populares y algunas impensables resistencias de burguesías menores a las urgencias del capital financiero en tiempo de crisis global.

El esfuerzo imperialista por acallar esas rebeldías que reverdecen viene fracasando desde que en abril de 2002 se estrelló contra la voluntad mayoritaria del pueblo venezolano, cohesionado por la capacidad estratégica y la férrea voluntad de transformación social del Comandante Chávez. Desde entonces esa larga marcha del pueblo venezolano, ha plantado ante los pueblos latinoamericanos – y más allá también – la búsqueda de una alternativa a los límites que el capital pretende infranqueable, de la ganancia como motor del progreso humano y de la explotación del hombre por el hombre como sistema social.

Zigzagueante a veces, no exento de múltiples contradicciones, errores y debilidades, el camino recorrido por la Revolución Bolivariana recuperó la conexión entre la lucha cotidiana por las mejores condiciones de vida de los desposeídos y explotados con la vieja travesía por el socialismo, definiendo en el combate concreto estrategia, programa y organización.

Por eso no es ni novedosos ni inesperado que, en su intento de contraofensiva, la mira imperialista apunte a la Venezuela en transición al socialismo. Pero como todavía no existen las condiciones políticas internas y externas que aseguren el éxito de un nuevo asalto, ahora desde afuera, como guerra entre Estados, se han dado a la tarea de crear esas condiciones, es decir «el formato».

DE SOSPECHOSO A ESTADO TERRORISTA

En «el formato» de la provocación lanzada por la oligarquía colombiana también es visible la mano de los estrategas del departamento de Estado. Primero se instala profusamente una «sospecha» contra un gobierno, para lo cual cuentan con todas las cadenas mediáticas mundiales. En el caso venezolano, de brindar protección a uno de los actores de la guerra civil colombiana, la guerrilla, un sonsonete que se escucha desde hace años.

Luego esas sospechas se transforman en «pruebas» como las que acaba de presentar en la OEA – escenario que su Secretario General le facilitó – el empleado uribista. A propósito de las fotos satelitales presentadas de supuestas localizaciones guerrilleras en territorio venezolano, el diario argentino Clarín -insospechable de simpatía al chavismo – en su edición del día 24 de este mes trascribe el diálogo entre su corresponsal en Washington con un funcionario yanqui, el cual admite que… «Esas imágenes son producto de la inteligencia estadounidense. Es bastante obvio.» La misma inteligencia que «fabricó» las pruebas nunca encontradas de la existencia de armas químicas en Irak, es la fuente que certifica la autenticidad de las nuevas «pruebas» contra el gobierno del Presidente Chávez.

Una vez presentadas las «pruebas» comienza la primera fase de la agresión. El Estado acusado debe permitir que se lo investigue, generalmente por una comisión internacional, alineada con la política de los propios acusadores. Si el Estado acusado rechaza la intromisión externa sería una admisión tácita de culpabilidad. Así ocurrió en Irak con el gobierno de Saddam, previo a la invasión yanqui y sus aliados. No por casualidad el citado artículo de Clarín pone en boca del vocero del Departamento de Estado, Philip Crowley, que… » Venezuela tiene una clara responsabilidad . Las acusaciones (realizadas por Colombia) son graves, basadas en hechos y merecen ser completamente investigadas», sostuvo calificando de «insolente» la decisión de Chávez de romper relaciones con Colombia.

Bajo el manto de la legalidad que el imperialismo pretende hacer valer como «nuevo orden mundial» se pretende forzar no sólo la admisión de pruebas de dudoso origen, sino aceptar la presunción de culpabilidad hasta que no se demuestre lo contrario, es decir una aberración jurídica. De paso se validaría la instancia supranacional por encima de los organismos del propio Estado involucrado. Objetivo que está en consonancia con las políticas imperialistas de desdibujar las fronteras legales de los Estados Nacionales, facilitando el control de los mismos por los personeros de las grandes multinacionales de la mano de esas comisiones internacionales interventoras, de supuesto equilibrio ideológico, probidad moral y ponderación intelectual. El pueblo venezolano ya conoce como actuó la CIDH en las pocas horas que el golpismo se adueñó de Miraflores.

El rechazo a esta pretensión imperialista ubicaría automáticamente a Venezuela y a su gobierno legítimo en la lista de Estados terroristas, que es a lo que se pretende darle estatuto legal internacional, para justificar la agresión en cuanto las relaciones de fuerza internas y externas que condicionan el proceso revolucionario bolivariano lo permitan.

Así, mediante una operación política que tiene una larga tradición, el victimario quiere aparecer como víctima. En este caso la oligarquía colombiana, que en todas sus versiones políticas desconoció la raíz del conflicto interno que desgarra a su país en los términos reales en que se planteó históricamente, al cual utiliza como justificación para practicar bajo distintas modalidades el terrorismo de Estado y bloquear el acceso de las mayorías explotadas al poder, pretende transferir la responsabilidad de la permanencia de la insurgencia armada colombiana al gobierno y al pueblo que sistemáticamente vienen haciendo esfuerzos por democratizar su sociedad y darle más poder al pueblo, incluido los millones de colombianos que buscan una alternativa de vida en la tierra de Bolívar.

EL FACTOR INTERNO

La intromisión imperialista en Venezuela no se agota en el brazo provocador de la oligarquía colombiana, que sin duda en esta coyuntura es el más peligroso. Por ejemplo, en las semanas previas al incidente diplomático en la OEA, abrieron el fuego contra el gobierno bolivariano senadores de la derecha chilena con la complacencia de algunos socialistas, que no les parece necesario abrir la boca cuando su Estado reprime a los mapuches que se defienden del despojo de sus tierras ancestrales por las multinacionales.

Preocupados por la supuesta falta de transparencia de la institucionalidad venezolana, que no les deja tiempo para revisar los resabios de la constitución dictatorial con la cual aún gobiernan en Chile, pretendieron transformarse, por designación propia, en otra comisión internacional investigadora, en este caso bajo el ropaje de «veedores» en los próximos comicios del 26 de setiembre para elegir diputados para la Asamblea Nacional.

La jugada apunta a deslegitimar los resultados de esos comicios antes que los mismos se realicen. Desde las usinas de provocaciones del capitalismo internacional comienzan a abrir el paraguas por si fallan los pronósticos que ellos mismos no se cansan de difundir desde la prensa internacional: que Chávez va a perder la mayoría de la Asamblea Nacional por la «catástrofe económica inflacionaria».

Estas operaciones contra la Revolución se alimentan del detritus que fluye desde la propaganda de la oposición interna venezolana, que para encubrir su miseria ideológica y política trata de victimizarse, elevando al rango de dirigentes perseguidos a oportunistas que estafaron a los fondos públicos o a banqueros complicados en maniobras de vaciamiento. Mientras, alimentan sus costosas giras internacionales, sus reiteradas presencias en los foros del capitalismo mundial con el abundante financiamiento que reciben de las agencias imperialistas como la NED, la Konrad Adenauer, la Friedrich Eberth y similares.

Por eso no puede extrañar que, salvo honrosas excepciones, desde la oposición derechista se hayan sumado abierta o encubiertamente y en forma inmediata a las «sospechas» y las «pruebas» del uribismo contra el gobierno bolivariano. Con el cinismo de los conversos, un ex izquierdista y ex ministro del último gobierno cuarto republicano, salió rápidamente a decir que la nueva situación favorecía a Chávez porque explotaría el «patrioterismo» con fines electoralistas. Es lógico que utilizara el despectivo, porque sólo puede concebir el sentimiento nacional cuando coincide con el interés de la clase que él defiende: la burguesía.

Tampoco es descartable que el sector opositor directamente comprometido en operaciones clandestinas y fascistas -al estilo del detenido Peña Esclusa -contribuya a alguna provocación en la línea fronteriza, para atizar el fuego adelantando los acontecimientos y hacer realidad la profecía autocumplida: demostrar que la guerrilla utiliza territorio venezolano

ACCIONES DIPLOMÁTICAS

Así, revolución y contrarrevolución fascista se preparan en el mismo ángulo de nuestro continente, mientras comenzaron a activarse gestiones mediadoras desde los gobiernos de la UNASUR. Para este heterogéneo bloque – sin reglas formales, que lo obligan a actuar por consenso – su capacidad de prolongar la impasse y encontrar un punto de negociación, es un desafío crucial, que justificará o no su existencia como instancia continental con peso propio, donde la mano imperialista no actúa directamente como en la OEA, si no a través de los gobiernos derechistas, como el de Colombia.

Es de recordar que en el caso de las bases militares yanquis instaladas en Colombia se mostró totalmente impotente para retrotraer la situación o forzar alguna negociación. Las supuestas informaciones que iba a suministrar el gobierno colombiano a los demás países nunca se concretaron o no pasaron de formalidades.

Pero también es un desafío para los llamados gobiernos progresistas de la región, como Brasil, Argentina, Uruguay, que esta instancia regional cumpla algún papel en la crisis, porque a la vez necesitan contener a su derecha interna, que ha salido rápidamente a respaldar las denuncias uribistas y acusar a sus propios gobiernos de complacientes con el chavismo, cuando no directamente con las FARC. Tal es el caso del candidato de la derecha brasilera Serra, que utiliza la condición de ex guerrillera de la postulante del PT Dilma Roussef, para remarcar esa afinidad con la insurgencia, en plena campaña electoral.

Es evidente que el imperialismo yanqui tiene su propia perspectiva que no se atará a los resultados de UNASUR y buscará profundizar la acción condenatoria e internacional intervencionista desde la OEA, pero bajo ningún concepto podría obviar los acuerdos de UNASUR si logran un punto de tratativas.

RESPUESTA DE MASAS

Nadie puede cerrar los ojos ni hacerse el distraído: la situación es grave. Lo dijo Chávez al anunciar que suspendía su viaje a Cuba con motivo del festejo del 26 de julio. Nada garantiza que la situación actual de «paz armada» derive rápidamente en algún choque focalizado, especialmente si desde el lado imperialista se quiere medir la capacidad de respuesta militar y social de la Revolución.

La respuesta social comenzó desde las filas de la militancia del PSUV, que está en proceso de organización de la maquinaria electoral, y que ahora comienza a activarse para tomar las calles como hoy indicó Chávez. Ya se comenzó en la zona de frontera, buscando la unidad con el hermano pueblo colombiano, para asegurar la paz y evitar la lucha fratricida que pretende la oligarquía y el imperialismo.

Desde los trabajadores petroleros del Oriente volvió a reaparecer la consigna que ya se propuso en el 2004 frente a otra escalada del entonces gobierno imperialista de Bush: si hay agresión ni una gota de petróleo a los yanquis. Chávez ratificó hoy que así será, aún a costa de los mayores sacrificios económicos

Rodilla en tierra, preparemos la defensa de todo el pueblo, el pueblo armado y el desarmado. Preparemos y reclamamos la solidaridad de todos los pueblos latinoamericanos y del mundo.

La Revolución Bolivariana no está sola. El imperialismo no pasará.

Patria, Socialismo o Muerte !!!

Venceremos !!!

Oriente, 25 de julio de 2010

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.