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El naufragio de la cooperación descentralizada

Algunas lecciones estructurales ante la crisis

Fuentes: Rebelión

Hace pocos días tuvo lugar en Valencia unas jornadas de trabajo, «La cooperación descentralizada local: retos ante el contexto de crisis» en las que tuve la oportunidad de realizar la ponencia marco. Fue una buena oportunidad para explicar en público algunas de las investigaciones que vengo realizando sobre el impacto de la crisis en las […]

Hace pocos días tuvo lugar en Valencia unas jornadas de trabajo, «La cooperación descentralizada local: retos ante el contexto de crisis» en las que tuve la oportunidad de realizar la ponencia marco. Fue una buena oportunidad para explicar en público algunas de las investigaciones que vengo realizando sobre el impacto de la crisis en las políticas de cooperación al desarrollo. En mi opinión, los efectos de la crisis sobre las políticas de cooperación no se limitan a sus recortes presupuestarios, aun siendo éstos de una gran repercusión, sino que afectan a procesos morfológicos y metabólicos de un enorme calado, haciendo que estas transformaciones no sean ni mucho menos coyunturales ni pasajeras, sino estructurales y de un gran profundidad. Es algo que podemos ver con claridad en la cooperación descentralizada realizada en España desde ayuntamientos, comunidades autónomas y diputaciones, que habiendo sido un modelo mundial, avanza como barco a la deriva sin saber bien hacia dónde.

La cooperación descentralizada en España atraviesa una profunda crisis que va más allá de las inestabilidades económicas y financieras que atraviesa el país. Todavía es pronto para conocer el alcance de los procesos de ajuste que se están experimentando sobre la misma, aunque todo apunta a un importante descenso presupuestario y la consiguiente reducción en programas, actuaciones y dispositivos que está teniendo, si cabe, todavía más incidencia en algunas comunidades y ayuntamientos en la medida que son muchos los que han decidido su eliminación. Junto a ello, están apareciendo efectos indeseados de consecuencias devastadoras para el tejido asociativo local que están llevando a muchas de ellas a adoptar ERE y despidos en el mejor de los casos, junto a cierres de no pocas ONG debido a impagos masivos y eliminación de programas de financiación. Incluso algunos gobernantes del PP han llegado a proponer la devolución de competencias a favor del Estado, con todo lo que ha costado levantar este espacio de solidaridad capilar que había penetrado en ciudades y municipios de todo el país.

No se trata solo de la eliminación de la cultura de la cooperación local, sino de reducir a la mínima expresión uno de los espacios de la cooperación al desarrollo que desde España más han hecho por promover procesos de descentralización local, por mejorar la calidad de nuestra ayuda y promover servicios sociales básicos en los países empobrecidos. Todo lo cual ha sido reconocido reiteradamente por instituciones y organismos internacionales.

Hasta la fecha, la cooperación descentralizada no ha sido capaz de superar lo que llamaría como efecto matrioska: tenemos una cooperación que suma, pero construida mediante piezas independientes unas de otras, donde los fragmentos no se complementan y sus necesidades poco tienen que ver entre sí. Por tanto, uno de los desafíos de la cooperación local es superar esta etapa para avanzar en la construcción de un sistema capaz de articular dispositivos vigorosos, modernos y alineados con los problemas de la pobreza en el mundo capaces de evolucionar para tener una mejor posición en la construcción de un desarrollo efectivo y duradero.

Son muchos los caminos que se pueden emprender en la cooperación local, entre los que están el permanecer como está y ver cómo avanza su desguace, emprender algunos cambios aparentes o, por el contrario, repensar el futuro y tratar de identificar funciones estratégicas en unas políticas mundiales de cooperación en continua evolución. Sin duda, la última de las opciones es la más compleja, pero no por ello debe dejar de empezar a plantearse y debatirse, sin complejos ni limitaciones, porque posiblemente muchas de las potencialidades futuras de la cooperación local dependan en buena medida de avanzar por este camino. Para ello, apuntamos algunas propuestas que podrían formar parte de este debate pendiente sobre los ejes futuros de la cooperación de las entidades locales en España, a modo de propuestas esquemáticas:

· Evitar el colapso y el desplome de la cooperación descentralizada y de las entidades locales

· Reconocer su verdadera autonomía, más allá de su capacidad presupuestaria, en lo político y en lo instrumental.

· Dotar de un mayor rigor técnico, analítico y evaluador a sus intervenciones.

· Situarla dentro del cumplimiento de los objetivos, acuerdos y compromisos internacionales en materia de desarrollo.

· Establecer mecanismos y dispositivos de cofinanciación local novedosos con otras instituciones.

· Proponer una Ley de cooperación descentralizada específica.

· Reestructurar a fondo los órganos políticos de información y participación en los que interviene la cooperación descentralizada.

· Otorgar a la Federación Española de Municipios y Provincias (FEMP) funciones técnicas especializadas en el campo de la cooperación local.

· Generar instrumentos de planificación e intervención plurianual.

· Crear un registro de actuaciones financiadas por las entidades locales en toda España, accesible para todas ellas y actualizado en tiempo real.

· Tratar de establecer un sistema de recogida de experiencias novedosas y exitosas que puedan divulgarse, tratando de trasladarse a otras instituciones locales.

· Propiciar reformas y cambios en los paradigmas de actuación de las ONG locales, comprendiendo el lugar que ocupan en la nueva arquitectura mundial de la ayuda.

· Pasar de la emergencia de la ayuda a la actuación sostenida del desarrollo.

· Explorar recursos novedosos para la financiación de iniciativas de cooperación descentralizada.

· Desplegar una cultura de la evaluación imprescindible que analice con rigor el impacto real de las intervenciones y extraiga lecciones de utilidad para su aplicación.

· Trabajar desde criterios transparentes, democráticos y socialmente participativos en todo aquello que sea posible para avanzar en la participación ciudadana real.

· Pasar de acciones a nivel micro a intervenciones con un marco focal mucho más extenso, ampliando la mirada sobre las actuaciones promovidas.

· Vincular las migraciones y el desarrollo, desde la posición destacada que tienen las entidades locales para aprovechar sinergias novedosas que han surgido entre los colectivos de inmigrantes radicados en ciudades y municipios.

· Alimentar procesos de reflexión amplios y comprometidos, desde enfoques pluridisciplinares que trasciendan el propio marco local.

· Favorecer la creación de redes municipales, mediante alianzas estratégicas territoriales o metropolitanas.

· Informar, divulgar y explicar ampliamente las políticas que se llevan a cabo entre la población y realizar una pedagogía activa crítica con los problemas sobre los que se quiere intervenir.

Con seguridad, son muchas otras las actuaciones que deberán llevarse a cabo, pero las propuestas aquí enumeradas pueden ser un primer paso para cualificar la cooperación descentralizada de las entidades locales en España, sobre la base de apostar por su mejora y evolución, abandonando al mismo tiempo una visión sentimental de la ayuda o negando el impacto de una crisis que, en muchos lugares, está contribuyendo a hundir el proyecto de cooperación descentralizada en España.

La pluralidad política y social, la complejidad organizativa y la variedad de condiciones que se dan en las instituciones locales permiten que la cooperación descentralizada pueda ser un espacio de innovación en la acción solidaria, de la mano de un renovado municipalismo y de una verdadera participación ciudadana. Pero todo ello dependerá directamente de todos los que han hecho posible que la cooperación descentralizada sea una realidad en el espacio local en el conjunto de España. Con mayor motivo cuando ésta atraviesa un escenario de incertidumbre de la mano de la crisis económica, que también está poniendo en cuestión recursos y esfuerzos en las políticas de solidaridad internacional.

Carlos Gómez Gil es Profesor y Director del Máster Interuniversitario en Cooperación al Desarrollo de la Universidad de Alicante. ([email protected]) http://carlosgomezgil.com/