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Algunas reflexiones en torno a Arcadia, una película de Costa Gavras

Fuentes: Rebelión

Arcadia es una película de crítica social del cineasta greco-francés Costa-Gavras, estrenada el año 2005 y protagonizada, entre otros, por el actor español José García, en el papel de Bruno, y por los actores franceses Karin Viard, en el papel de Marlene (esposa de Bruno), y los en ese entonces todavía adolescentes Geordy Monfils y Christa Theret, quienes representan a los hijos de Bruno y Marlene, como Maxime y Betty, respectivamente.

Arcadia es el nombre de una corporación de papel. En ella trabajó Bruno durante 15 años como un alto ejecutivo y un día es despedido junto a otros 600 trabajadores. Bruno ocupaba una alta posición en la empresa y como ocurre normalmente en estos casos no se solidariza con los trabajadores de más baja calificación que también perdieron su fuente de ingreso económico. Bruno toma con calma su despido porque con el currículum que tenía creyó que fácilmente conseguiría un nuevo empleo. Sin embargo, luego de dos años y medio no lo hallaba. Bruno era el sostén de su hogar y tenía una deuda que cancelar. Desesperado, después de encontrar una convocatoria a un empleo, planea y ejecuta el asesinato de sus competidores a ese mismo puesto de trabajo.

La historia de los asesinatos consecutivos es obviamente una ficción, pero es ilustrativa de la experiencia y las consecuencias del desempleo y la pérdida de ingresos económicos en la subjetividad de los trabajadores. En una palabra, el despido y la consiguiente pérdida de ingresos destruye la psiquis del trabajador, llevándolo a momentos de profunda angustia y a tomar decisiones no siempre afortunadas (incluso el crimen).

Arcadia muestra también cómo el “libre despido” que el neoliberalismo legaliza y justifica bajo el criterio de la eficiencia y la competitividad, erosiona y disuelve los vínculos humanos a la vez que exacerba la competencia entre los trabajadores, deshumanizando aún más el mundo en que vivimos: “El trabajo no lo es todo, pero sin trabajo, ¿qué soy? Mis colegas y yo éramos como un clan. Trabajábamos juntos y contábamos los unos con los otros. Con el despido, se acabó el clan. Nos convertimos en enemigos, peor aún, en competidores”, dice el protagonista en un momento determinado de la película.  

Yendo más allá de la película, podemos señalar a partir de lo que afirman diferentes especialistas, que la experiencia del desempleo tiene un impacto no solo en la psiquis (a través del estrés o la depresión) sino también en el cuerpo, castigándolo a través de distintos trastornos como los dolores musculares y enfermedades distintas.

La historia de asesinatos múltiples que comete el Bruno es, como hemos dicho, una ficción, pero ilustra el hecho también de que en la realidad el incremento del desempleo trae consigo el incremento de la delincuencia, de los asesinatos, del robo. En ese sentido, la ficción de los asesinatos múltiples que comete Bruno puede entendérsela como una metáfora de la locura a la que lleva un sistema económico que se orienta por el principio de la competitividad. En la escena política normalmente no se vincula el “libre despido” y de manera más general el “libre mercado” con el aumento de la delincuencia, de ahí que las medidas que se toman para enfrentar ésta tienen que ver con el castigo del delincuente y no con la prevención del delito (que llevaría a adoptar políticas de pleno empleo y políticas sociales de amplio alcance), como si el delito fuese solo una responsabilidad individual y la sociedad y la economía no tuvieran nada que ver en la ejecución del delito.

La delincuencia no tiene nada que ver con predisposiciones innatas del individuo, sino con una situación económica y social que despierta en el individuo la disposición a cometer tales y cuales actos delictivos.

La racionalización operada por las empresas con la finalidad de reducir costos, ampliar sus márgenes de ganancia o evitar pérdidas económicas, trae consigo la destrucción de la sociedad, la disolución de los vínculos humanos, la erosión de la cultura de la solidaridad, colocando en su lugar la cultura del individualismo, la cultura de “el fin justifica los medios”.

Luego se comprende mejor cómo es posible que aparezcan proyectos políticos neofascistas en la etapa contemporánea del capitalismo, proyectos políticos que tienen como uno de sus ingredientes la “limpieza social” de delincuentes, drogadictos, alcohólicos, prostitutas y homosexuales. Estos proyectos de limpieza social están presentes en Latinoamérica desde hace mucho tiempo (en el Perú, recordemos el slogan que se lanzó en los tiempos pre-electorales del 2016: “chapa tu choro”) y sus adeptos son fácilmente cooptados por partidos neofascistas para los cuales el estado de derecho es un obstáculo para afianzar el “orden económico- social”.

Como afirma Costa Gavras en una entrevista que le hicieran a propósito de su película Arcadia, lo que sucede es que el hombre es puesto al servicio del sistema económico contemporáneo (el capitalismo), y entonces aparecen una serie de consecuencias cuando debería y puede ser al revés: poner el sistema económico al servicio del hombre. Solo así puede desaparecer la delincuencia y el asesinato y solo así se puede construir una sociedad donde el centro sea el desarrollo de la persona.