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Algunos mitos neoliberales

Fuentes: Rebelión

A pesar de los orígenes tan ilustres del neoliberalismo en la economía clásica inglesa, en Colombia nadie quiere ser llamado neoliberal. Todos le tienen miedo al adjetivo. Y mientras buscan fortalecer el mercado y debilitar el precario Estado de bienestar existente, se llaman a sí mismos socialdemócratas. El neoliberalismo es el partido de los grandes […]

A pesar de los orígenes tan ilustres del neoliberalismo en la economía clásica inglesa, en Colombia nadie quiere ser llamado neoliberal. Todos le tienen miedo al adjetivo. Y mientras buscan fortalecer el mercado y debilitar el precario Estado de bienestar existente, se llaman a sí mismos socialdemócratas. El neoliberalismo es el partido de los grandes negocios.
 
El Consenso de Washington (CW) es usado como sinónimo de neoliberalismo para indicar el tipo de políticas diseñadas en Washington por la Secretaría del Tesoro de los Estados Unidos, el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y posteriormente por la Organización Mundial de Comercio. Las políticas neoliberales que pretenden moldear la globalización actual se han defendido sobre el argumento de que no hay alternativa o «nos globalizamos o nos globalizan», como si hubiera una especie de ley de hierro, histórica e ineludible, impuesta sobre los países. Un determinismo tecnológico.

Sin embargo la globalización es el resultado más de las decisiones de política que de la tecnología. Esta solo define el campo de sus posibilidades, es decir, qué tan rápido los bienes y las finanzas fluyen a través de las fronteras nacionales. Que estos flujos se muevan depende de las decisiones de política. El neoliberalismo y la globalización no son necesariamente los dos lados de una misma moneda. Aquéllos que no están de acuerdo con que la política es la que moldea la globalización nos podrían explicar ¿Por qué existen los paraísos fiscales? o ¿por qué Estados Unidos presiona a China para que revalúe su moneda mientras los chinos dicen que esto es un problema de soberanía? ¿Si el mercado lo hace automáticamente para qué las presiones?
 
A pesar de todas las promesas de las reformas neoliberales que se han llevado a cabo en las tres últimas décadas, la realidad es muy diferente. Las explicaciones neoliberales están basadas en fábulas o mitos (conocimiento incorrecto) que son compartidas no sólo por muchos economistas sino también por el público en general (Bairoch, 2003, Economics and World History). En este sentido, se señalan cinco mitos y una pregunta final:

Los países desarrollados de hoy lograron el éxito a través del compromiso firme con el mercado, el libre comercio y la libertad de los flujos de capitales.
Falso. Excluyendo a Inglaterra, en parte, pero no totalmente, la historia comercial de todos los países desarrollados fue completamente proteccionista. Históricamente, el libre comercio fue la excepción y el proteccionismo la regla. Incluso, «no hay duda de que el liberalismo compulsivo del Tercer Mundo en el siglo XIX es el principal elemento explicativo de la demora de su industrialización» (Bairoch), y por lo tanto la causa de su subdesarrollo. ¿Se estará repitiendo la historia, ahora?

El neoliberalismo funciona pues los países que han adoptado el Consenso de Washington han prosperado, mientras que los otros no.
Falso. Como lo señala William Easterly, economista del Banco Mundial, a pesar de las reformas, la tasa de crecimiento promedio del ingreso per cápita, entre 1980-1998 (período del Consenso de Washington), de los países en desarrollo fue 0,0%, comparado con 2,5% entre 1960-1979 (período de sustitución de importaciones). Según Easterly, «lo que es claro es que el estancamiento de los países en desarrollo entre 1980-1998 es una gran decepción después de las reformas de política de los 80 y 90 (2001, The lost decades).

Mientras los países ricos como grupo parecen converger entre sí, en términos de riqueza y bienestar, y los países pobres convergen entre sí, la brecha entre los dos grupos se amplía. Es decir, estamos ante el fracaso del Consenso de Washington. Incluso Williamson, el creador de la etiqueta del Consenso de Washington, concede que: «Los resultados han sido decepcionantes, por decir lo menos, particularmente en términos de crecimiento, empleo y reducción de la pobreza» (2002, Did the WC fail?). Sin embargo la causa para Williamson no es el Consenso de Washington sino la insuficiencia de las reformas.

¿Qué ha pasado en América Latina en los últimos 15 años? Incluso para José Antonio Ocampo, que convirtió una CEPAL estructuralista en una más amigable al mercado, en su libro Reconstruir el Futuro (2004), nos dice que: «A más de 10 años de haberse iniciando el proceso, es evidente que la nueva estrategia de desarrollo ha permitido dinamizar a las exportaciones, atraer inversión extranjera directa y aumentar la productividad en empresas y en sectores lideres». Sin embargo «en la mayoría de países el crecimiento económico  al igual que el nivel de ahorro interno e inversión- ha sido bajo e inestable y «desalentadoramente lento», y la productividad general ha tenido un comportamiento insatisfactorio. Por otro lado, agrega: «El dinamismo de las exportaciones y la inversión extranjera directa son las señales más claras de los significativos avances logrados por los países de América Latina en su integración a la economía mundial». Sin embargo los países de América Latina tienden a especializarse en productos que no representan un papel dinámico en el comercio mundial. Finalmente, aunque es importante resaltar que el ritmo de crecimiento de los distintos países ha estado asociado a su desempeño exportador se ha generado un debilitamiento del vínculo entre exportaciones y crecimiento económico.

La actividad del Estado en la economía es contraproducente y sólo sirve para enriquecer a los sectores rentistas, mientras la asignación privada de los recursos por parte de los empresarios privados es más eficiente y transparente.
Falso. Reconociendo en parte las críticas neoliberales a la ineficiencia de la actividad económica del Estado y de los administradores públicos, en el caso de la propiedad privada, el ejemplo de Enron nos pone de presente que no sólo hay problemas en el manejo de la cosa pública sino también en la gobernabilidad corporativa de la cosa privada. Para Stiglitz: «Enron utilizó extravagantes trucos contables y productos financieros complicados para desorientar a los inversionistas acerca de su valor. Sin ningún asomo de transparencia usó su dinero para comprar influencia y poder, para dar forma a la política de energía estadounidense y para sortear las regulaciones» (El capitalismo de amiguetes al estilo americano, El País, 2002). En América Latina las privatizaciones han propiciado la corrupción y la ineficiencia, con posiciones monopólicas u oligopólicas, en un gran número  de casos, por decir lo menos.

Si un banco central independiente del gobierno se concentra en el control de la inflación potencializa el crecimiento de la economía y la generación de empleo.
Falso. La política desinflacionaria en Colombia, con un Banco de la República más independiente, que bajó la inflación de 30% en 1990 a 6% en la actualidad, se basó en la tesis de que la inflación de un dígito se convertiría en más empleos y crecimiento, y que «una reducción permanente en la inflación en 10 puntos porcentuales podría generar ganancias en bienestar para Colombia equivalentes a un salario mínimo por trabajador a perpetuidad» (Junta Directiva del Banco de la República, 1999). Pero la realidad es muy distinta a lo prometido. En los últimos 10 años se han tenido las tasas de desempleo más altas de toda la historia contemporánea de Colombia, el promedio de crecimiento más bajo, las más altas tasas de pobreza, los indicadores de desigualdad más altos, etc.
 
Una evaluación entre antes y después de la independencia para el Banco de la República conduciría a la conclusión de que las autoridades monetarias anteriores, con unas instituciones más sesgadas hacia la inflación, pero también más sesgadas hacia el crecimiento y el empleo, lo hicieron mucho mejor que las actuales autoridades con la nueva institucionalidad de un  Banco de la República independiente.

Bajo las políticas neoliberales todos los actores sociales ganan.
Falso. En el caso de América Latina la mayoría de la población perdió. Los ganadores -según Ocampo- fueron «las empresas transnacionales y las grandes firmas nacionales (.), mientras las empresas nacionales de los sectores de substitución de importaciones y, en especial, muchas empresas medianas y pequeñas, tanto urbanas como rurales, no fueron capaces de competir y en consecuencia tuvieron altas tasas de cierre». En general, el gran ganador fue el sector financiero nacional e internacional con el agenciamiento del endeudamiento creciente de la región.
 
Todo lo que representa el neoliberalismo es malo
Falso. Los neoliberales han tenido la función histórica de cuestionar la validez de las formas existentes de la intervención estatal, que claramente tienen sus problemas. Igualmente los neoliberales austriacos están en lo cierto con su crítica a la planificación central para manejar una economía compleja y cambiante. Sin embargo es un error decir a partir de aquí que todas las formas de intervención están destinadas al fracaso. Pocos piensan hoy en día en volver al pasado, porque tanto la crítica neoliberal como la experiencia han mostrado las fallas de las viejas formas de pensamiento.

Por último, habría que replantear la globalización en otros términos. Definitivamente, como dijo el ex miembro de la junta del Banco de la República, Salomón Kalmanovitz, «El neoliberalismo termina siendo una esquizofrenia».

*Director de la maestría de economía internacional de la Universidad Nacional de Antioquia