Si algo demuestra que las hambrunas y la inseguridad alimentaria son provocadas por el hombre y no por caprichos de la naturaleza y el clima, es la actual crisis alimentaria, que está poniendo a millones de personas en todo el mundo al borde de la inanición.
La guerra entre Rusia y Ucrania ha puesto de relieve el desastre mundial del suministro de alimentos, pero se estaba gestando mucho antes de la guerra. La cadena de suministro de alimentos ha sido cada vez más global. La Gran Recesión de 2008-9 comenzó a interrumpir esa cadena, basada en empresas multinacionales de alimentos que controlan el suministro de los agricultores de todo el mundo. Estas empresas dirigían la demanda, generaban la oferta de fertilizantes y dominaban gran parte de la tierra cultivable. Cuando golpeó la Gran Recesión, perdieron beneficios, por lo que redujeron la inversión y aumentaron la presión sobre los productores de alimentos en el ‘Sur Global’.
Las grietas en estos pilares del suministro de alimentos estuvieron acompañadas por el aumento de los precios del petróleo, la demanda explosiva de biocombustibles a base de maíz, los altos costes de transporte, la especulación en los mercados financieros, las bajas reservas de cereales, las severas alteraciones climáticas en algunos de los principales productores de granos y el aumento de las políticas comerciales proteccionistas. Este fue el «clima» alimentario en la larga depresión hasta 2019, antes de que ocurriera la pandemia.