La política de sanciones y el aumento de aranceles impuesto por el Gobierno de Donald Trump han influenciado para que naciones económicamente importantes busquen mecanismos que impidan al dólar continuar siendo la principal moneda de reserva, la cual se utiliza en alrededor del 70 % de las transacciones internacionales. Además de su poderío militar, la […]
La política de sanciones y el aumento de aranceles impuesto por el Gobierno de Donald Trump han influenciado para que naciones económicamente importantes busquen mecanismos que impidan al dólar continuar siendo la principal moneda de reserva, la cual se utiliza en alrededor del 70 % de las transacciones internacionales.
Además de su poderío militar, la supremacía global que ha disfrutado Washington se debe al control que ha ejercido sobre el sistema financiero mundial después que el dólar fue impuesto como moneda de reserva internacional desde finales de la Segunda Guerra Mundial.
La reunión en Bretón Woods, en 1944, marcó el inicio de esa hegemonía financiera al lograr Estados Unidos que el billete verde se estableciera como moneda de reserva y en 1973 reforzó su cerco estratégico al conseguir que Arabia Saudita aceptara vender sus abundantes exportaciones de petróleo solo en dólares y que invirtiera los beneficios obtenidos en bonos y letras de cambio del Tesoro estadounidense. Como un «ángel benefactor», Washington protegería a Riad de cualquier hipotética agresión.
Dos años más tarde, el pastel financiero se agrandó para Estados Unidos cuando los entonces 13 miembros de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) acordaron vender su crudo únicamente en dólares mientras los importadores debieron acumular sus excedentes comerciales en esa moneda con el fin de comprar el combustible. Nacía de esa forma el petrodólar.
Tras controlar el sistema financiero mundial, Washington abusó aún más del poder y empezó a aplicar la fuerza del dólar para desestabilizar a otros países.
La realidad es que los países están obligados a tener dólares para adquirir petróleo y por tanto deben poseer grandes reservas en esa moneda, o sea que si no cuentan con billetes verdes, les será imposible adquirir crudo en alguna nación o mercado financiero. Esto facilita la demanda de dólares en la adquisición de otros bienes, mientras permite a Washington financiar su enorme déficit presupuestario que sobrepasa los 20 billones.
La guerra económica y de sanciones lanzada por Estados Unidos se ha encaminado hacia diferentes países y principalmente contra Rusia, China, Irán, Venezuela, Turquía, Corea del Norte y también se ha extendido a aliados como Canadá y la Unión Europea.
En los últimos años, los golpes contra el billete verde se han ido sucediendo unos tras otros pese a que los dos primeros intentos a principios de este siglo resultaron fallidos cuando Irak y Libia intentaron hacerlo, pero sus dirigentes de entonces, Saddam Hussein y Moummar Gadafi, respectivamente, fueron derrocados por Estados Unidos y sus socios occidentales.
Los tiempos comienzan a cambiar y varios países pudientes han estado buscando alternativas y esfuerzos para crear un sistema financiero apartado de Washington.
Como estaba establecido, cualquier transacción realizada en dólares o mediante un banco estadounidense entra dentro de la jurisdicción de Estados Unidos. Para desafiar esa hegemonía financiera, Rusia y China ya cuentan con sistemas interbancarios SWIFT propios y persuaden a otros a abandonar el dólar en el comercio internacional.
Pekín ha lanzado su contraofensiva hacia diferentes direcciones: abrió la compra venta de contratos de crudos futuros en yuanes en la bolsa de Shangai y en este mes de septiembre los compradores recibirán los primeros 600 000 barriles adquiridos en la moneda china. Se estima que las cifras continuarán aumentando.
Especialistas de Goldman Sachs descubrieron que las inversiones extranjeras empezaron a ser retiradas de los bonos estadounidenses y aseguran que en poco tiempo los inversores extranjeros colocarán en valores de deuda chinos más de un billón de dólares.
Hace alrededor de un año, el Fondo Monetario Internacional (FMI) aceptó el yuan como moneda de reserva internacional a la par que el gigante asiático extendió sus intercambios comerciales en esa y otras divisas con Rusia, Irán, India y naciones asiáticas, europeas y latinoamericanas.
A largo plazo, Pekín labora en la Ruta de la Seda, el proyecto de infraestructura más grande de la historia que abarcará Asia, Europa, África y América Latina y que cambiará el mapa económico mundial.
Asimismo, tres de los más grandes productores y con mayores reservas de petróleo del orbe, Rusia, Irán y Venezuela están cambiando los bonos estadounidenses y los contratos de crudo nominados en dólares por los que se cotizan en yuanes, otro golpe contra el flujo de billetes verdes en el sistema económico global.
Irán desde hace meses renunció a utilizar el billete verde en su comercio exterior. Kazajistán ha encargado al Banco Nacional la desdolarización de la economía de su país.
Irán e Irak anunciaron la exclusión del uso del dólar en el comercio bilateral. Anteriormente, Teherán comunicó que venderá el petróleo a Europa en euros.
El presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, declaró que el uso del dólar en el comercio internacional se convierte en un problema serio y exhortó a rechazar la moneda estadounidense.
El grupo de los BRICS llamó a combatir la hegemonía del billete verde y pidió a varios países que apoyen la iniciativa, entre ellos Turquía, Jamaica, Indonesia, Egipto y Argentina.
No cabe duda de que la agresiva política asumida por la Administración Trump ha acabado de llenar la copa de abusos financieros-económicos cometidos durante décadas por Estados Unidos contra el mundo y que la permanencia del dólar como principal moneda de reserva internacional terminará más temprano que tarde.
Hedelberto López Blanch, periodista, escritor e investigador cubano.
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