Muchas de las economías de América Latina y el Caribe continúan recorriendo la senda del crecimiento. El 2006 aparece como el cuarto año consecutivo de aumento del producto en la región, con un promedio que rondará el 5%. Con una situación financiera más sólida que años anteriores y con políticas fiscales relativamente contracíclicas, el continente […]
Muchas de las economías de América Latina y el Caribe continúan recorriendo la senda del crecimiento. El 2006 aparece como el cuarto año consecutivo de aumento del producto en la región, con un promedio que rondará el 5%. Con una situación financiera más sólida que años anteriores y con políticas fiscales relativamente contracíclicas, el continente se enfrenta al desafío de traducir ese crecimiento en mejoras de las condiciones de vida de sus poblaciones. Sin embargo, no hay indicios claros de que esto se esté concretando.
Si bien Latinoamérica ha sabido transitar en el pasado períodos de bonanza, el proceso actual presenta características particulares que lo diferencian de aquellos. Analistas de CEPAL, en un estudio recientemente presentado sobre las economías de América Latina y el Caribe, subrayan los beneficios de la situación actual respecto de épocas de auge anteriores. Aquellas se caracterizaron por políticas fiscales procíclicas, es decir incrementos del gasto público en momentos de crecimiento económico. Esta expansión conducía a cierta vulnerabilidad de las cuentas públicas que se acentuaba cuando las condiciones externas dejaban de ser las más favorables. Este tipo de situaciones fue llevando a la región a un círculo vicioso de endeudamiento que se convertiría en una limitante importante del desarrollo. El aumento de las importaciones superaba en muchos casos al incremento de las exportaciones y este saldo comercial negativo era acompañado de una importante expansión del gasto público, que llevaba a un creciente endeudamiento con el resto del mundo. Los montos de la deuda externa (especialmente a organismos multilaterales de crédito) se fueron engrosando y los países de la región quedaron presos de los pagos del servicio y de la amortización de las deudas.
La situación actual es distinta. Las tasas de crecimiento positivas se acompañan en varios casos de superávits primarios positivos. Es así que si bien los egresos fiscales se incrementaron lo hicieron en menor medida que los ingresos. Algunos países han cancelado parte de su deuda externa o están adelantando sus pagos; en otros casos, hubo reestructuraciones de deuda que consistieron en el pasaje de tasas variables a fijas, cambio en los plazos de pagos e incluso cambios de denominación de la deuda, de moneda extranjera a moneda local.
Sin embargo, es preocupante que esos esfuerzos se focalicen en el saneamiento de las cuentas públicas como único objetivo y centro de interés de los gobiernos, descuidando otros aspectos de las políticas públicas como los dirigidos al plano social. Si bien el fortalecimiento de las finanzas, permite que los gobiernos tengan una mayor autonomía en el futuro, tanto respecto de los organismos internacionales de crédito como de los vaivenes del sistema financiero internacional, sería necesario que se establecieran políticas concretas y eficaces enfocadas en el desarrollo y en cómo se pueden asignar los recursos públicos en beneficio del conjunto de la sociedad.
La coyuntura favorable observada en los últimos tiempos está relacionada, una vez más, a factores de origen externo. El dinamismo de la economía mundial junto con el aumento de la liquidez internacional, que se ha verificado en los últimos años, constituyen los principales factores explicativos. Esto condujo a una mejora en los balances comerciales de la región, beneficiados por un efecto doble: aumento del volumen exportado por un lado, fruto del incremento de la demanda mundial, y mejora de los términos de intercambio por otro, a través del mayor crecimiento relativo de los precios internacionales de los bienes primarios, principal rubro de exportación de la región.
Los superávits comerciales se vieron acompañados por recursos provenientes de las transferencias unilaterales, especialmente en los países de América Central y el Caribe. Estos son receptores importantes de remesas enviadas por emigrantes que residen principalmente en los Estados Unidos. Ese flujo es importante en algunos países, pero a su vez es el resultado de la expulsión de miles de personas que emigran a otras regiones en busca de empleos que no logran conseguir en sus países de origen. El ingreso de remesas en muchos países de la región ha colaborado con la reciente apreciación de las monedas locales respecto al dólar estadounidense. Ese abaratamiento relativo de las importaciones sumado al crecimiento del ahorro interno llevaron a un notorio aumento del consumo interno, más acentuado que en los años previos. Además del aumento del consumo, la demanda interna sigue estando impulsada por la inversión, que continuó expandiéndose en 2005. Es importante destacar el papel de la inversión interna financiada con ahorro nacional, gracias justamente a los saldos comerciales positivos y a las transferencias unilaterales recibidas por los países de la región.
Además, hay países que se han favorecido por el sostenido aumento del precio de los hidrocarburos. En particular Venezuela, principal productor de petróleo de América Latina, ha visto crecer sus ingresos de forma espectacular. Pero el destino de esos dineros es una cuestión fundamental, especialmente tomando en cuenta la situación social de los países de la región. Hasta el momento muchos países han utilizado parte de los excedentes para cancelar deuda, adelantar pagos o acumular reservas, y por lo tanto no ha sido usado para sostener políticas sociales o planes concretos que ayuden a superar las malas condiciones en las que viven grandes segmentos de las poblaciones de la región. Esto explica que algunas organizaciones ciudadanas y sindicatos criticaran a algunos gobiernos, como en Argentina, Brasil o Uruguay, donde esos nuevos excedentes no fueron usados en solucionar la «deuda social» de la pobreza sino en atender la «deuda externa». Casos de ese tipo ponen una vez más de manifiesto la falta de políticas específicas más extendidas y profundas dirigidas a mejorar la situación de las poblaciones latinoamericanas.
La condiciones actuales permiten a América Latina estar mejor preparada que en el pasado para enfrentar shocks adversos provenientes de la economía internacional. Una medida de vulnerabilidad es la relación superávits/ intereses de deuda: si la tasa no alcanza el 100% significa que existe un déficit global. En este sentido, en el último año la mayoría de los países han mejorado dicha relación, disminuyendo los déficits globales.
En definitiva, tanto la mejora de las cuentas fiscales como la política contracíclica practicada por los gobiernos latinoamericanos pueden ser consideradas como un éxito de los países de la región. Sin embargo, esto no es suficiente, sino apenas el punto de partida para implementar políticas que traduzcan el aumento de la riqueza que se está produciendo en América Latina, en mayor bienestar.