Es esta una época de cambios y también de convulsiones políticas en la región, especialmente en la América del Sur. La reconstrucción del Estado y la reimplantación del orden del capital o el impulso a reformas que abran una nueva situación política o la ruptura con el orden constituído, están presentes con distinta intensidad […]
Es esta una época de cambios y también de convulsiones políticas en la región, especialmente en la América del Sur. La reconstrucción del Estado y la reimplantación del orden del capital o el impulso a reformas que abran una nueva situación política o la ruptura con el orden constituído, están presentes con distinta intensidad según las relaciones de fuerzas en cada país. Bolivia, Venezuela, Ecuador constituyen el punto de inflexión de estas tendencias en contra de la cerrada oposición de las oligarquías tradicionales y el país del norte.
Tres factores contribuyen a esta situación.
Debilidad relativa de EE.UU.
La administración Bush acumula fracasos por doquier y esta sumida en un profundo descrédito. Empantanamiento en las guerras de Irak y Afganistán. Radicalización de la resistencia palestina, triunfo electoral de Hamas y la impotencia de su agente Israel para vencer a Hezbollah en el Líbano. Crisis en Pakistán. Obstáculos y resistencias que comienzan a insinuarse en Europa. Alianza entre China y Rusia. Todas muestras del desorden internacional existente y de las dificultades que enfrentan el imperialismo norteamericano y sus aliados.
Fracaso para imponer su candidato en la Secretaría General de la OEA Estancamiento de la OMC. y frenazo al ALCA. Fracaso del Plan Colombia y de la Iniciativa Regional Andina. Discrepancias por la declaración final entre EEUU y los gobiernos de los países participantes de la IV Cumbre de las Américas. Creación del Banco del Sur. Todos indicadores de que el neoliberalismo ya no tiene la capacidad arrolladora de los años ’90.
Como expresión de este agotamiento el llamado Consenso de Washington ha concluido en un fracaso mayúsculo. Las políticas del ajuste estructural que impulsara en los años ’80 y ’90, resultaron en la exclusión de la producción y del consumo de millones de personas en todo el continente. Hoy en América latina más del 40% de su población es pobre y entre el 15% y el 20% indigente, y las desigualdades sociales se han acrecentado.
El punto de inflexión ha sido el fracaso del ALCA. Debe tenerse en cuenta que este era el primer proyecto económico-político global para América latina que formularan los EE.UU desde la Alianza para el Progreso en el inicio de los años ’60. Su fracaso redujo la estrategia americana a los TLCs. país por país, que si bien van en la misma dirección no alcanzan para darle la unidad pretendida al caleidoscopio latinoamericano.
Por si algo faltara la crisis de las hipotecas, de la que este diario informara abundantemente, ha sacado a la superficie una crisis mucho más profunda de la economía norteamericana que se ha agudizado esta semana y amenaza con una recesión global, cuyas consecuencias están por verse…
Es la actual debilidad relativa de los EE.UU. la que ha creado un vacío de políticas para el subcontinente.
Modificación de los términos del intercambio internacional
La mayoría de las economías de la región tienen hoy fuertes grados de complementariedad con las tendencias de la economía mundial. Su actual ciclo expansivo es reflejo de lo que sucede a nivel mundial pero también de iniciativas de los gobiernos locales.
Prácticamente todos los países han mejorado su competitividad internacional y mantienen una política exportadora permanente aprovechando la inversión de los términos del intercambio. China e India motorizan la creciente demanda y suba de precios de los granos, metales y productos energéticos, lo que impulsa el crecimiento de nuestras economías.
Si antes un tipo de cambio que sobrevaluaba la moneda era síntoma de fortaleza ahora una moneda subvaluada es una estrategia, que siguen casi todos los países con alguna excepción como Brasil y México. Las balanzas comerciales, cuyo déficit en los ’90 era señalado como positivo, son ahora superavitarias. Los déficit fiscales crónicos se han revertido y las cuentas son ahora positivas. El resultado es el más que abultado monto de las reservas internacionales que muestran casi todos los países.
Al mismo tiempo y contradictoriamente, muchos de los presupuestos básicos del Consenso forman parte de una suerte de «sentido común» de casi todos los gobiernos: disciplina fiscal, control monetario, política exportadora permanente, subvaluación de la moneda, apertura de la economía, mantenimiento de las privatizaciones y renegociación de los contratos, jubilaciones privadas como fuente de mercado de capitales.
Este doble juego de complementariedades favorece el crecimiento de las grandes variables macroeconómicas pero mantiene, sino agudiza, los desequilibrios estructurales del capitalismo regional y las desigualdades sociales. En promedio, y hasta ahora, la región está creciendo al 5.6% anual, con tasas que superan el 8 y 9% en Argentina, Nicaragua y Venezuela, Brasil y Mexico cerca del 4%.Pero esto no es gratuito: reprimarización de las economías, débil reindustrialización, exacción de recursos naturales, degradación ambiental, fuerte concentración de la riqueza: el 10% más rico de la región se apropia del 48.6%, mientras que el 10% más pobre apenas recibe el 1.6%.
Esta creciente desigualdad se expresa en las dificultades que enormes sectores de la población tienen para acceder a la tierra y vivienda; a los servicios de salud, educación, transporte, a comunicaciones de calidad. Más de un cuarto de siglo después la región no cuenta con un modelo de acumulación y desarrollo capaz de dar respuesta a las necesidades crecientes de su población. América latina está nuevamente en transición, en busca de un nuevo horizonte político-económico luego de la ofensiva neoliberal.
Nuevos gobiernos
La emergencia de gobiernos que en distinto grado cuestionan el modelo neoliberal traza un cambio de signo ideológico que recorre buena parte de nuestros países. El rechazo al ALCA y el estruendoso fracaso de la Cumbre de Presidentes en Mar del Plata; la reunión ampliada del MERCOSUR que sancionó el ingreso de Venezuela, con la presencia de Fidel Castro; la decisión de ampliar la capacidad de comerciar con Cuba abriendo una grieta en 40 años de bloqueo; la reciente creación del Banco del Sur con el objetivo de financiar proyectos estatales de desarrollo, e incluso la Comisión de Garantes en la liberación de los secuestrados en Colombia, son todas muestras de recuperación de ciertos grados de autonomía nacional.
Lo que está en disputa es que hacer con las rentas estatales, los superávits fiscales, la acumulación de reservas… O se las orienta a financiar la reforma agraria, a apoyar la agricultura local, a desarrollar las industrias, a elevar los salarios, a obras de infraestructura y servicios sociales, o se las destina a financiar el negocio de las grandes corporaciones, a los grandes capitalistas y terratenientes locales, manteniendo las desigualdades históricas.
Es en este marco de luchas y disputas que coexisten diversos proyectos: uno que intenta la profundización del neoliberalismo; otro que busca reemplazarlo por reformas que limiten las aristas mas lesivas al cuerpo social, neodesarrollismo, y por último uno subyacente que impulsa transformaciones radicales, de carácter anticapitalista.
Un nuevo cuadro de situación se ha instalado en la región, en el los gobiernos y parte de las burguesías locales, buscan replantear sus iniciativas político-económicas lo que lleva a distintos grados de confrontación con el imperialismo y las oligarquías locales. Claro que las economías son ahora mucho más abiertas y sometidas a las tensiones de los mercados mundiales.
* Integrante del colectivo EDI- Economistas de Izquierda