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América Latina, más rural que urbana

Fuentes: La Jornada/ The Economist

De acuerdo con nuevos reportes del Banco Mundial, en el campo vive casi el doble de los pobladores registrados en las cifras oficiales El banco propone más énfasis en dotar de bienes públicos las áreas rurales, por ejemplo escuelas, caminos, investigación y desarrollo relacionados con el trabajo agrícola Son incorrectas las políticas públicas para el campo, afirma el organismo

Se oye con frecuencia la afirmación de que América Latina se ha convertido en la región más urbanizada del mundo. No es así. De acuerdo con nuevos reportes del Banco Mundial, en el campo latinoamericano vive casi el doble de los pobladores registrados en las cifras oficiales. El reporte también pone de manifiesto que el crecimiento en la producción del campo tiene un impacto desproporcionadamente grande en la economía de las regiones. Por lo tanto, resultan muy importantes las políticas públicas en relación con la América Latina rural. Desgraciadamente, afirma el banco, las que existen son incorrectas.

Cuando se trata de contar la población, los gobiernos de Latinoamérica aplican definiciones variadas de lo que significa «rural», pero todos tienden a aplicar el término de ciudad a pueblos desde 2 mil habitantes situados en áreas remotas. Bajo esas definiciones oficiales, sólo 24% de latinoamericanos (o 125 millones) vive aún en áreas rurales. Pero la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), organismo de investigación originado en países ricos, aplica una definición más realista de «rural»: cualquier lugar con menos de 150 habitantes por kilómetro cuadrado y que se localice a más de una hora de camino de la ciudad de 100 mil habitantes más cercana.

Según esa definición, 42% de los latinoamericanos vive en el campo, aun cuando los autores de dicho reporte enfatizan que la distinción entre «rural» y «urbano» representa un continuo, en lugar de ser estratos aparte.

Las áreas rurales realizan una fuerte contribución a la economía. El cultivo de tierras y la explotación de los recursos forestales y pesqueros representan un pequeño porcentaje (12% y en declive) del PIB de la región. Pero tienen importantes vínculos con otros sectores, como la industria procesadora de alimentos.

El banco presume que en AL un crecimiento de 1% en la producción agrícola podría disparar un crecimiento de 0.12% en la economía no agrícola durante el siguiente año. (En los países ricos, los generosos subsidios implican que el crecimiento agrícola se asocia con un ligero declive en el resto de la economía).

De esta manera, vale la pena alentar la economía rural, particularmente porque la mayoría de los latinoamericanos más pobres vive en el campo. Pero el gasto público en América Latina -comparado con el verdadero tamaño del mundo rural- tiene preferencia por las áreas urbanas.

Las políticas agrícolas se han centrado siempre en subsidios a los campesinos ricos y en la protección tarifaria. En cambio, el banco propone poner más énfasis en dotar de bienes públicos las áreas rurales, por ejemplo escuelas, caminos, investigación y desarrollo relacionados con el trabajo agrícola.

Algunos dirían que una población rural más grande y una pauta muy desigual de tenencia de la tierra fortalecen las razones para una reforma agraria. Pero Guillermo Perry, economista en jefe del Banco Mundial para AL, señala que la distribución de tierras por sí misma, a menos que venga acompañada de créditos y ayuda técnica, contribuye muy poco al aumento de ingresos. La clave para reducir la pobreza en el campo, afirma, se encuentra en mejorar escuelas y caminos para hacer más variadas las labores. Las familias rurales que logran escapar de la pobreza normalmente no dependen sólo de la agricultura.

El banco también afirma que AL debería practicar lo que predica sobre el comercio agrícola. Hasta la década de 1980 la región prohijó sus industrias; ahora la agricultura (en particular el ganado y la producción de alimentos procesados) está más protegida que la manufactura. Desmantelar dicha protección reduciría los precios de los alimentos, aun cuando muchos de los campesinos más pobres necesitarían ayuda para ajustarse.

La investigación del banco muestra que en muchos países latinoamericanos es más importante tener mayor acceso a los mercados de los países ricos que suspender los subsidios al campo.

Pero no así para el Mercosur, cuyas exportaciones enfrentan competencia subvencionada. Lo anterior sugiere que América Central y tres países andinos tuvieron buenas razones para buscar pactos bilaterales de comercio con Estados Unidos, mientras el Mercosur tuvo razón en desistir de ello.