En la década de 1980, los países desarrollados gestores de instituciones multilaterales como el Fondo Monetario Internacional tenían sobre sí un fantasma originado en las naciones de América Latina y el Caribe: la amenaza de la moratoria. En la década de 1990, estos países fueron disciplinados para encarar el incumplimiento de los contratos como causa […]
En la década de 1980, los países desarrollados gestores de instituciones multilaterales como el Fondo Monetario Internacional tenían sobre sí un fantasma originado en las naciones de América Latina y el Caribe: la amenaza de la moratoria. En la década de 1990, estos países fueron disciplinados para encarar el incumplimiento de los contratos como causa responsable del retroceso volátil de las inversiones.
La lección, bien aprendida, inclusive por los gobiernos de partidos de izquierda, como la administración del Partido de los Trabajadores en Brasil, han dado como resultado los pagos puntuales de la deuda externa y el cumplimiento ejemplar de metas económicas. ¿Pero qué representa esta prontitud si es tomada en conjunto con un mercado financiero mundial cada vez más proteccionista?
Esta cuestión está presente en el boletín técnico del Instituto de Estudios Socioeconómicos (Inesc) sobre la transferencia de recursos en la región. La Transferencia Líquida de Recursos (TLR) de América Latina y el Caribe, índice resultante de la diferencia entre lo que el país recibe de inversiones, tanto de inversores autónomos como de instituciones como el FMI y el Banco Mundial, y lo que pagan de lucros e intereses al exterior, revela que estas naciones han sufrido una estafa de divisas en los últimos años.
El año pasado, la región registró un ingreso de capitales en el orden de los 25,8 mil millones de dólares, pero tuvo que remitir al exterior más del doble, 54,8 mil millones, produciendo una TLR de 29 mil millones negativos. En el 2002, esta balanza desfavorable llegó a ser mucho mayor, con una diferencia negativa de 40,2 mil millones de dólares. Sin embargo, a causa del buen desempeño en años anteriores, en los últimos diez años el saldo de inversiones todavía cubre los gastos con remesas de estos países.
En este sentido, hacer el seguimiento de las mayores economías latinoamericanas da una idea de lo que pasa en el resto de la región. Brasil, por ejemplo, era responsable por el 98% del saldo positivo de América Latina en 1995. Ahora, junto con Venezuela y Argentina, definen el saldo negativo de la transferencia de lucros, incluso porque economías de mayor porte como la de México, no registran más valores positivos que influencien el desempeño general de la región.
De acuerdo con el anuario estadístico de la Comisión Económica para América Latina (Cepal), la mayor diferencia negativa es de Argentina, con cerca de 13 mil millones de dólares, seguida por Venezuela, con 6,7 mil millones y Brasil, con 6,6 mil millones. La taza de transferencia líquida de recursos favorables de México (1,5 mil millones), no consigue siquiera contrarrestar la cuenta de la taza negativa de la República Dominicana de 2 mil millones de dólares.
La fluctuación aparentemente abstracta de estos números genera consecuencias concretas. «Los gobiernos tuvieron que desviar recursos de programas sociales para asegurar el poder de compra de sus monedas. En Brasil, durante la crisis de 1999, hubo una fuga de capitales de U$S 30 mil millones en pocas semanas», comenta el Inesc.
Las vicisitudes de los flujos financieros son defendidos por instituciones multilaterales como el FMI, pero activistas a favor de una economía justa e incluso líderes políticos mundiales como el presidente brasilero Luís Inácio Lula da Silva, argumentan que esta volatilidad debe contribuir de alguna manera a las sociedades por donde pasan.
«A modo de ejemplo de las recientes crisis financieras que afectaron a Asia, a América Latina y a África, alcanzando con mayor énfasis a los sectores más pobres de esas sociedades, debe pensarse en los medios ganados, estos son, mecanismos de tarifación sobre las transacciones de recursos para combatir los niveles de pobreza en los países», recomienda el Inesc. «Una forma de ganar capital sobre esas transferencias, por parte de los países, son tazas de seguro de transacciones, conocidas como Taza Tobin», aclara la entidad.