Las plantas papeleras europeas desembarcan en el continente atraídas por beneficios naturales y económicos. Traen consigo una amenaza al medio ambiente y a los pobladores locales.
Desde hace varios años, Latinoamérica se ha convertido en una atracción para grandes inversionistas europeos. Impulsados por el modelo de desarrollo impuesto por el neoliberalismo de la década del 90, la industria europea eligió el destino en estas tierras. En ese contexto, se emplazaron grandes plantas destinadas a la producción de pasta celulosa.
Este tipo de actividad se ha expandido desde América del Norte y Europa a pesar de los fuertes cuestionamientos de organismos ambientales y de derechos humanos como el Grupo Guayubira, quienes denuncian desde hace varios años, los graves impactos que causa esta actividad en la naturaleza y en la sociedad.
Las causas principales que motivan a los empresarios de los países desarrollados a ubicar sus inversiones en suelo latinoamericano son varias. Entre ellas se destacan el bajo costo de producción, la gran biodiversidad del continente, la posibilidad de contar con mano de obra calificada a precios módicos y las dificultades que otorgan los organismos de control para instalar estas industrias en sus lugares de origen.
Según especialistas en medio ambiente, las plantas de producción de estos productos eliminan organoclorados, una de las sustancias más tóxicas que se conocen a nivel mundial y que al mezclarse con otros elementos pueden generar otros componentes más peligrosos como son las dioxinas y los furanos.
Sumado a esto, más recientemente, la actividad se vuelca progresivamente hacia la industria de la producción de pulpa y papel a través de plantaciones de árboles como eucaliptos, que luego son utilizados para la elaboración de esos productos.
De esta manera es como también el nuevo modelo forestal, además de estar asociado a la contaminación a través del desecho de sustancias tóxicas, lo está con respecto a la deforestación, ya que provoca una gran perdida de bosques.
Dado que América Latina abarca países tropicales y subtropicales en donde los árboles crecen más rápido, el negocio de este tipo de industrias resulta muy favorable para las inversiones de las grandes corporaciones internacionales.
En resumen, en la zona se pueden citar los casos concretos de Chile, Brasil, y Uruguay, como algunos lugares donde las corporaciones instalaron este tipo de plantas industriales. No sólo eso, sino que se preparan para emplazar nuevas unidades. Todos estos núcleos productivos se convierten en amenaza para el medio ambiente.
Allí, empresas como Aracruz Celulosa (Francia), Botnia (Finlandia), Ence (España), Celulosa Arauco (Chile), instrumentan desde hace varios años un modelo forestal perjudicial para la naturaleza.
Por otro lado, también se puede citar a la Argentina. País en el cual funcionan diez empresas locales que fueron instaladas favorecidas por inversiones extranjeras y que, a su vez, son financiadas a través de prestamos de organismos internacionales como la Institucion Financiera Internacional (IFI).
Entre las compañías más importantes se encuentran Celulosa Puerto Piray, Ledesma, Papelera del Tucumán y Alto Paraná. Éstas funcionan desde hace mas de diez años, con el perjuicio ambiental que eso significa.
Un caso para destacar es el de la planta de celulosa Alto Paraná, ubicada en la provincia de Misiones. Allí, según estudios recientes del Ministerio de Ecología, la empresa arroja desechos con agrotóxicos al Río Paraná y, según se estima, daña especies animales y vegetales originarias de la zona.
Sin embargo, eso no es todo. En los últimos años se pudo establecer que aumentaron de manera significativa los problemas de salud en los habitantes del triángulo formado por las localidades de Puerto Esperanza, Puerto Libertad y Wanda, cercanas a la planta. En esas regiones se determinó que más del 50 por ciento de los pobladores sufren de serios trastornos respiratorios como así también de problemas en la piel.
Este tipo de industrias además de ser financiadas por inversionistas europeos también reciben préstamos y subsidios de los grandes organismos internacionales. Entre ellos, se puede citar el Banco Mundial (BM) a través de la agencia Corporación Financiera Internacional, ente prestamista con el cual los gobiernos locales negocian y luego son obligados a responder las exigencias que el organismo determina.
En la actualidad, los países del Cono Sur significan «perspectivas interesantes» para las plantaciones de árboles y las instalaciones de fábricas de pulpa y celulosa, ya que además de tener un suelo rico también es una zona donde los costos de producción son mucho más bajos que en otras partes del mundo.
Un ejemplo de esto es Brasil. Allí, se registra un gran crecimiento de las plantaciones de eucaliptos. Como caso testigo, diferentes organismos de defensa del medio ambiente acusan a la empresa Aracruz Celulosa -que comenzó sus actividades en el año 1991- de haber hecho desaparecer grandes bosques del desierto Verde, situado en el estado de Espirito Santo.
Estos organismos analizaron datos sobre el trabajo en la producción de celulosa y en las plantaciones de eucaliptos, y establecieron que debido a la existencia de mano de obra barata, la misma producía a un costo que no llegaba a la mitad que en otras regiones del mundo.
Por otra parte, en Chile se puede citar el caso de la empresa Arauco en la región de Valdivia. La planta que entró en operaciones en el año 2006 causó al año siguiente un gran desastre ambiental mediante la descarga de residuos tóxicos a 30 km aguas abajo de sus afluentes.
Según, Samuel Leiva, coordinador de la Campaña de Tóxicos Greenpeace en Chile, la empresa Celulosa Arauco, a través del uso de una precaria tecnología denominada ECF (utilización de dióxido de cloro) ocasionó el grave estrago ambiental en Valdivia. A raíz de esto, se dañó a varias especies animales y vegetales en el santuario de la naturaleza «Carlos Anwandter».
Sin embargo, en ese país, Nueva Aldea es otra de las empresas que entrará en operaciones en los próximos meses en el valle viñatero de Itata, haciendo uso de las mismas tecnologías que la planta citada anteriormente. Esta depositará sus residuos líquidos al río del mismo nombre y posteriormente a una zona de alta productividad pesquera.
En Uruguay, por otro lado, se encuentran las empresas Botnia en funcionamiento desde hace varios meses y, Ence que tiene previsto comenzar con las actividades para el 2009. Estas compañías son dos de las más grandes papeleras del mundo con una larga historia de contaminación, que han sufrido fuertes rechazos por parte de las comunidades vecinas a sus fábricas, como así también han padecido varios problemas con la ley.
Ence que en España causó una alarmante contaminación en la comunidad de Pontevedra hace poco tiempo, también trasladó al Uruguay su producción de pulpa y celulosa, y con ella sus perjuicios ambientales.
No obstante esto, la empresa logró convencer al gobierno uruguayo que abra sus puertas para la inversión más grande de la historia del país: un proyecto de más de 1.000 millones de euros.
El nuevo modelo forestal cuya actividad pasó a ser una de las más rentables y que, por lo tanto, adquiere importancia a nivel mundial, proyecta desplazar hacia el territorio latinoamericano los impactos ambientales resultantes de su producción.
Asimismo, tanto en Chile como en Uruguay, Brasil y Argentina, las instalaciones de estas industrias se dieron en el marco de un nuevo modelo forestal planteado por las grandes potencias bajo el disfraz de un «desarrollo regional» pero, sin embargo, jamás se tuvieron en cuenta las posibles consecuencias ambientales que esto podía producir.
En cuanto al desarrollo, según los propios economistas locales, en el tiempo que va de las instalaciones de estas industrias en la región, no se ha producido un crecimiento económico sino todo lo contrario. Esto debido a que la mayor parte de las ganancias en estas compañías está destinada a los inversionistas europeos, a las organizaciones internacionales prestamistas y al pago de maquinaria proveniente también del viejo continente.
El bajo costo de producción y la gran biodiversidad del territorio latinoamericano son claves para que esta región pase al centro de la estrategia de la industria forestal internacional. Planteada por el modelo económico como factor de desarrollo local, hasta el momento solo ha beneficiado a los organismos internacionales e inversionistas europeos. Entonces cabe preguntar ¿vale la pena arriesgar el medio ambiente en pos del beneficio extranjero?
(*) La autora de esta nota es alumna del Seminario «Periodismo en Escenarios Políticos Latinoamericanos», que se dicta en la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la UNLP.