Todos mis artículos tratan como tema central la revolución bolivariana, porque es lo que he vivido y conozco desde dentro, vivirlo me ha trasformado y ya forma parte de mi. Siempre he aclarado sin embargo que considero que vivimos una coyuntura histórica, una transición hacia una nueva instancia humana, social. De donde concluyo que se […]
Todos mis artículos tratan como tema central la revolución bolivariana, porque es lo que he vivido y conozco desde dentro, vivirlo me ha trasformado y ya forma parte de mi. Siempre he aclarado sin embargo que considero que vivimos una coyuntura histórica, una transición hacia una nueva instancia humana, social. De donde concluyo que se trata de una revolución mundial, de la cual Venezuela es un escenario privilegiado.
Los acontecimientos presentes en Gaza y Líbano, son ya el encendido de la mecha de un sistema de tensiones que estaba en sus umbrales de tolerancia. Quiero repetir que dentro de su dramatismo, esta es una época inédita. Los pueblos dan claro testimonio de que ya no desean tolerar relaciones de dominio impuestas por sistemas de intereses ajenos.
No se trata ya de un tema de nacionalidades, religiones ni ideologías. Sino de libertad de elegir como se quiere vivir. A nadie le importará quien gobierne, mientras ejecute la voluntad popular posibilitando la atención de sus necesidades y derechos.
Porque ya hemos sufrido suficientemente el comprobar como todo nacionalismo, religión e ideología se torna despótico y represor de la voluntad de su pueblo. Ya hemos sido testigos de suficientes postergaciones del ser humano, en aras de no se que o cuales ideales nacionalistas o religiosos.
Lo que en este momento está en juego y enfrentado, son fuerzas e intereses conservadores que pretenden desviar una vez más, la voluntad popular de elegir soberanamente sus destinos.
Por eso me parece oportuno intentar esbozar, con la mayor claridad y sencillez que el complejo y estructural escenario haga posible, el origen y trayectoria de estas fuerzas enfrentadas.
En Venezuela hemos comprendido por experiencia que la libertad de un pueblo, o de una persona, no es solo el liberarse de un tirano. La soberanía implica los derechos y las capacidades socioeconómicas, para poder satisfacer tus necesidades en un complejo mundo histórico. Es un requisito imprescindible para que ya no se te pueda chantajear ni imponer lo que no deseas. Es una organización social que ha de estar solidamente garantizada.
Es justamente el intento de construir esta libertad lo que nos ha convertido en el escenario de enfrentamiento de esas dos tendencias diferentes, y con ello en polo de atención mundial de diferentes esperanzas, conservadoras y progresistas.
Es importante comprender que ya están disponibles los medios necesarios para la construcción de un paisaje diferente en el mundo. Ya han sucedido revoluciones económicas y culturales y disponemos de las tecnologías de producción, comunicación y transporte necesarias a producir tal cambio de escenarios.
Como resultado de la organización de Estados-naciones de bienestar social que intentaron esa dirección, hubo unas décadas en que se formó la llamada clase media social que tuvo la oportunidad de vivir esa transición de paisajes, esas nuevas posibilidades, sobre todo en Europa. Pero de allí en adelante, tal transición superadora fue desviada por intereses conservadores y retrógrados, que resistiéndose a la evolución generaron inútil, innecesaria violencia y sufrimiento.
Esos intereses operaron subterráneamente, concentrando capitales y posibilidades operativas, y tomando el control de instituciones y leyes, dirigiéndolas hacia su puerto. Por tanto la sensibilidad y la intención colectiva ya lanzada en esa dirección evolutiva, con las expectativas latentes de una mejor calidad de vida, comenzó a estrellarse contra las instituciones neoliberales.
Al no contar con la estructura social necesaria propiciada por el Estado, sus intentos solo fueron una acumulación de repetidas frustraciones de sus anhelos. Que lamentablemente se convirtieron en despiadadas competencias entre proyectos personales, peleando servilmente por las migajas de la torta que los intereses mayores dejaban caer.
Así fueron abriéndose brechas en el tejido social hasta que la competencia, la insatisfacción, alcanzó también a la institución familiar, en la que sus integrantes descargaron la frustración de sus expectativas, unos sobre otros. En realidad no estamos diciendo que una organización social ideal se corrompió por la acción de intereses egoístas.
Sino que el desvío de fuerzas evolutivas a favor de un sistema elitesco de intereses, en una coyuntura histórica de cambio, frustró el impulso, la intención superadora de la calidad de vida. Haciendo que los hábitos y creencias que habrían de quedar atrás en el ejercicio de construir el nuevo modelo, faltos de dirección y de un escenario apropiado de acción, se desencadenaran cual fuerzas irracionales y violentas.
Es decir, la posibilidad de creciente libre elección, fue la que chocó y se frustró con el desvío que ejercieron otras intenciones. Fue la que se vio frustrada y postergada y así reaccionó.
A esta confusión se sumó la inexistente experiencia, conocimiento y educación para tal inédita transición. No está demás repetir que la idea de «informar» la personalidad, es decir la educación necesaria para convivir civilizadamente, nació en Grecia y Roma. Y que recién en las últimas décadas, con la organización de los Estados-naciones de bienestar social, se consideró indispensable educar a la gente para que pudiera operar con las nuevas tecnologías.
Así queda en claro que sin educación no hay capacidad ni para concebir este nuevo mundo posible, ni mucho menos para operarlo. Es indispensable comprender que este nuevo posible mundo nace y se gesta como una concepción mental, es una posibilidad futura, ideal.
La parte fundamental de el no son las tecnologías ni las máquinas, sino una mente informada, configurada, organizada y conciente de ese mundo, que hasta entonces no es sino una idea, un contenido sicológico. Esto implica todo un ejercicio de construcción de esa personalidad-mundo, que va siendo así traído a la existencia o viniendo a ser. Un ejercicio de pensamiento y acción que va generando experiencia y conocimiento, es decir conciencia.
No puedo vivir, operar en un mundo que no conozco, que no puedo pensar, sentir, y que en consecuencia para mi no existe. Si me pudieran poner ante el no lo vería, no lo podría interpretar, no lo podría entender, descifrar, operar.
Es muy simple comprobarlo con cualquier ser humano que no esté familiarizado con nuestras concepciones y tecnologías actuales. Sería algo así como un extremo de lo que hoy llamamos analfabetismo funcional, desadaptación al mundo resultante de la evolución histórica.
Dadas tales aclaraciones no es de sorprenderse el hecho de que la gente esté desorientada y no sepa realmente en que mundo ha de moverse y operar. Pues estamos en medio de una transición o coyuntura histórica, en que dos fuerzas e intereses se enfrentan jalando en direcciones diferentes.
Estamos a medio camino entre un mundo que ya murió y otro al que aún no le han permitido nacer, resultando sumamente confuso discernir cuales son las conductas apropiadas. Si no tienes claro en que mundo vives, hacia que modelo de mundo apunta la transición, difícilmente puedas configurar y ejercitar conductas apropiadas.
Venezuela vive tiempos muy especiales. La forma más cercana que se me ocurre de expresar como percibo yo estos tiempos, es decir que somos como un laboratorio en que se experimentan infinidad de posibilidades nuevas. Unas se abren camino y otras abortan. Yo diría que son tiempos de aventura, de investigación, de innovación.
Diría que se ha roto la inercia y letargo cotidiano en que solo podías esperar repetir las mismas y aburridas rutinas por los siguientes años y décadas. Ante la posibilidad del cambio se puede oler la alegría y entusiasmo en el aire. Pero también el temor, la incertidumbre y el deseo de volver a terreno seguro para no perder las relativas ventajas de que se disponía.
Ahora, de repente, todo el mundo puede estudiar, aprender y explorar nuevas profesiones, colaborar solidariamente compartiendo y creciendo dentro de grupos humanos afines. Es una movilidad social que desborda todos los logros históricos anteriores, y que no está limitada a la geografía nacional, sino que se contagia y trasciende fronteras.
Lo más significativo de esta movilidad social, de esta simultánea exploración creativa en todos los campos de humana expresión, es que derriba todas las teorías de determinismo natural y dogmático. Nos enseñaron o nos transmitieron la creencia por ejemplo, de que el mundo siempre sería igual, que la pobreza era un asunto de herencia, de flojera o dejadez de algunas personas.
Siempre habrá pobres hagamos lo que hagamos, es la creencia que nos inculcaron en el alma.
Unos nacen con estrella y otros estrellados. Y mil teorías más para que cada cual pudiera excusar a gusto su escepticismo o su avaricia. Luego unas obras de caridad, y asunto zanjado.
Pero lo que en Venezuela estamos viviendo, lanza por la borda todo ese dogmatismo, determinismo, y pone bien en claro que por mucho que te justifiques, por muchas excusas que encuentres, al final, si ayudas, si compartes o no con el necesitado, es simplemente tu decisión. Y si eso fuese todo lo que sucediera, ya con ello la revolución estaría justificada.
La verdad que todo esto hace evidente, para los que quieran verla claro está, es que el ser humano es un ser indeterminado. Es lo mismo que decir que disponemos de libertad de elección. No hay absolutamente nada que resulte insuperable. Hay cosas que toman unas cuantas generaciones y otras que requieren la acumulación de miles de años.
Pero llegado el momento oportuno suceden como por arte de magia, y todas las creencias de imposibilidad se desmoronan. Alguna vez debiéramos escribir la historia desde el punto de vista de las cosas que se creyeron una vez y de las confusas etapas de desmoronamiento de esas creencias y sus instituciones. Seguro que nos sorprenderíamos y reiríamos mucho, y también encontraríamos muchos paralelos y similitudes con el momento que nos toca vivir.
Este año en Venezuela se ha inaugurado el llamado «parlamentarismo de calle», en que los diputados de la Asamblea Constituyente discuten con el pueblo las leyes en gestación, incorporando sus opiniones y deseos a las mismas. Se está conciente de que estamos creando una nueva visión del mundo en que deseamos vivir y que necesariamente hemos de construir.
Utopía ha dejado de ser una palabra irónica, insultante, para convertirse en el deseo y la visión emergente de una nueva sensibilidad que desea plasmarse en organización y hechos sociales. Por supuesto que todo esto resulta un camino incierto plagado de exploraciones, errores y correcciones. ¿Pero acaso podía esperarse que el arte de recrearnos concientemente, iba a ser algo así como una máquina de producir chorizos en serie? Estamos hablando de la creatividad necesaria a la renovación de todos los ámbitos de expresión humana.
Si me pidieran que sintetizara en pocas palabras lo que estamos viviendo en Venezuela, yo diría que el programa de «Aló Presidente» que ya lleva 258 ediciones semanales, es un magnífico símbolo de la revolución. Allí el presidente dice y da testimonio de que el es y seguirá siendo Hugo Chávez, ya sea presidente, soldado o simple ciudadano.
Los propios ministros de comunicaciones han intentado darle otro formato al programa, pero antes o después se impone el modo de comunicación en que Hugo Chávez es Hugo Chávez y se puede expresar naturalmente. Este programa ha roto con todos los estereotipos imperantes, al tener una duración de 5 a 6 horas durante siete años manteniendo el más elevado ranking.
Allí se da un ejemplo pedagógico, se le comunica al pueblo en el lenguaje sencillo de todos los días, todo lo que se está concibiendo y haciendo. Es una comunicación actualizada, totalmente relacionada con la vida de todos y cada uno. Es una enseñanza útil que educa en una dirección transformadora de la realidad, dentro de un plan integral y estratégico de la nación.
También se rompe con la falacia de un formato estereotipado para los representantes populares, junto con la versión de la neutralidad ética y política. ¿En qué cabeza cabe que un ser humano pueda neutralizar sus sentimientos e ideas, cuando con cada acto está concibiendo, eligiendo y contagiando a su entorno, la dirección que ha de darle a su vida?
Esta es una idea que arrastramos de que la conciencia es algo así como una sombra o reflejo de las circunstancias. Una sentimiento de resignación de víctimas pasivas e impotentes frente a los acontecimientos, creencia muy útil para los que pretenden seguir controlando las instituciones sociales e imponiendo sus intereses.
El señor Hugo Chávez ha dado testimonio con sus propios actos, de lo que es ser un guía para su pueblo. Ha posibilitado convertir en una revolución democrática sin muertos ni presos políticos, lo que sin duda se hubiese transformado en una escalada de violencia social, con la masacre del pueblo como único resultado posible.
Ha sido ejemplo de respeto a las instituciones, ha propuesto el mismo la figura de referéndum revocatorio a mitad de mandato, para los gobernantes que no cumpliesen con las expectativas de sus electores, y se ha sometido a ella pese a que las firmas recogidas fueron fraudulentas.
Aceptó sin rechistar cuando la Corte Suprema de Justicia decretó que no había habido golpe de estado sino un vacío de poder. Ha dado infinitas muestras de paciencia, tolerancia, perdón a los enemigos y capacidad de reconciliar posiciones aparentemente irreconciliables. Respetando sin omisión la independencia de las instituciones, cuando el mismo pueblo pedía a gritos que terminara directamente con circunstancias que ya le resultaban intolerables.
Esto ha resultado incomprensible y decepcionante para muchos, que no respiran el verdadero espíritu de la revolución. No entienden que estamos en un camino inédito, un camino de creatividad donde no existen pastillitas para resolverlo todo al instante. Un proceso en el que nos estamos reinventando desde los pies a la cabeza, y donde no puede tener cabida la exclusión de nadie.
La dialéctica es el piso y la cara superficial inevitable de este proceso. ¿Pero cual sería su novedad si utilizáramos los mismos métodos de violencia y discriminación que nos han traído justamente a esta situación? Lo nuevo, para que pueda crear realmente la paz que todos anhelamos, ha de partir de una atmósfera de hermandad, libertad y justicia sin distinciones.
No sabemos cuanto tiempo pueda tomarnos ello, solo que lo estamos ya haciendo y dando pasos crecientes en esa dirección. También sabemos que somos la posibilidad de ese nuevo mundo que toda la humanidad anhela desde siempre, que somos ese espíritu rebelde, revolucionario, indomable, libertario, que ha de conducirnos al destino de nuestra historia.
Sabemos que de nosotros depende y por ello no hay espacio para las dudas o incertidumbres, solo fuerza, alegría, confianza en nosotros mismos y entusiasmo que no ceja hasta el logro. Nada puede detenernos salvo nosotros mismos. Si me pidieran una síntesis mayor de nuestra revolución, les diría que los verdaderos hechos que cambian la historia siempre son inesperados, circulan por corrientes subterráneas a nuestras teorías y pensamientos, de otro modo solo serían un hecho más y no cambiarían nada. En estos hechos no se hacen cuentas. La gente que salió espontáneamente a la calle el día del golpe de estado virtual, no se puso a pensar en lo que ello podría costarle. Simplemente impulsada por su pasión, por la defensa de su esperanza, por el compromiso que sentían con la revolución, saltaron a la calle en defensa de ella y su presidente.
Este por su parte estuvo paseando por las puertas de la muerte, sintió, respiró la intensidad de la presencia del fin, y seguramente en algún momento lo aceptó como el precio de la fidelidad a la promesa hecha a su pueblo. Cuando luego de casi 48 horas retornó y se encontró con su pueblo, le dijo que ellos le habían devuelto la vida y por eso ahora les pertenecía.
A partir de aquí su vida ya no tenía otra finalidad que servir a su pueblo. Daba gracias a Dios por haberle dado un sentido a su vida. Fue de esa ocasión que quedaron grabadas a fuego las palabras «amor con amor se paga, y por la vida, la vida se da».
Desde entonces se ha sellado un pacto de amor y sangre entre pueblo y presidente, para llevar a cabo con sus propias vidas, ese proyecto impreso en la constitución aprobado en plesbicito por todo el pueblo. Este a mi modo de ver es el corazón, el espíritu de nuestra revolución y su garantía de éxito.