Si no atenemos a los hechos, lo cierto es que ningún vocero oficial se ha referido a la explosión ocurrida en la refinería de Amuay la madrugada del sábado 25 de agosto como un acto de sabotaje. Sabotaje hubo, sin duda alguna, en diciembre de 2002. Es un hecho, y no lo olvidamos. También es […]
Si no atenemos a los hechos, lo cierto es que ningún vocero oficial se ha referido a la explosión ocurrida en la refinería de Amuay la madrugada del sábado 25 de agosto como un acto de sabotaje.
Sabotaje hubo, sin duda alguna, en diciembre de 2002. Es un hecho, y no lo olvidamos.
También es un hecho innegable que la oposición venezolana intentó capitalizar políticamente la explosión en Amuay. Pescar en río revuelto. Sin escrúpulos. Sin importarles los muertos y el dolor de heridos y familiares. Sin detenerse a pensar, por ejemplo, en todo el daño que causó entre los afectados la brutal campaña de rumores sobre la inminencia de una tragedia de mayores dimensiones, que ella misma puso a circular. Sin pensar un instante en la angustia que pudo haber provocado en toda la población venezolana la difusión masiva de una «información» que resultó absolutamente falsa: la inminente escasez de gasolina.
Cuando hablo de oposición venezolana no me refiero a todo aquel venezolano o venezolana que está en contra de Chávez, como es su derecho, porque vivimos en una democracia. Me refiero a los politiqueros de oficio y a los mercenarios de la noticia. A los que emplean, de manera sistemática, el odio, la mentira y el miedo, para suscitar adhesiones y rechazos.
Usted, que me lee, que piensa distinto a mí, y que probablemente no votará por Chávez el próximo 7 de octubre, sabe que estoy en lo cierto. No importa si las circunstancias le impiden reconocerlo públicamente. Tampoco tiene por qué hacerlo.
Usted, como la inmensa mayoría de nosotros, considera su derecho señalar los errores del gobierno, pero sabe que eso es distinto a movilizar, insisto, a través del odio, la mentira y el miedo.
Es un hecho que desde tempranas horas de la mañana del sábado 25 de agosto, autoridades del gobierno nacional ofrecieron, como es su deber, información veraz sobre el lamentable acontecimiento. Lo hicieron desde el terreno. Lo siguieron haciendo durante todo el día, siempre que hubiera algo que informar al pueblo venezolano. Mezquino sería no reconocerlo.
Es un hecho indiscutible que la oposición venezolana, con sus medios más recalcitrantes y sus voceros más conspicuos a la vanguardia, dictaron sentencia desde temprano: la tragedia había sido culpa del gobierno nacional. Por su incapacidad para gestionar la industria petrolera, por su impericia, por su ignorancia, por su indolencia, por despilfarrar el dinero del petróleo en Misiones sociales.
Es un hecho verificable que los «expertos» en materia petrolera pronto desplazaron a los más legos: entonces vimos desfilar, en estudios de televisión y notas de prensa, a la tristemente célebre «Gente del Petróleo», los mismos que paralizaron y sabotearon PDVSA diez años atrás.
Porque sabotaje hubo, sin duda alguna, en diciembre de 2002. Es un hecho, y no lo olvidamos.
Y como es un hecho que hubo sabotaje, y como no olvidamos, es un hecho incontrovertible que la fulana «Gente del Petróleo» no tiene absolutamente nada que decirnos.
Sin embargo, dijeron: » Eddie Ramírez, coordinador de Gente del Petróleo, exigió que se conforme una comisión para investigar los hechos registrados en Paraguaná, donde se incorpore a técnicos expertos «. Sobre su participación en el paro-sabotaje de la refinería de Amuay, en 2002, » advirtió que en esa época la paralización se hizo cumpliendo los protocolos de seguridad internacionales «.
Pero si estos son los hechos, algo muy distinto son las percepciones. Esto fue lo que nos «explicó» el encuestólogo Luis Vicente León, la mañana del sábado 25 de agosto: » Desastres naturales no suelen afectar popularidad [del] gob[ierno], pero accidentes en infraestructura operada por él es otra historia «. » Ch[ávez] intentará desviar atención hacia damnificados d[e] lluvias (sin costo pol[ítico]). Opo[sición] deberá tomar tema d[e] cárceles y refinería «. » Política no es un asunto de realidades sino de percepciones. Gob[ierno] tratará de reducir costos y opo[sición] de elevarlos. Es natural «.
¿Es natural? Esa es la versión del encuestólogo. Pero «tomar» los temas de las cárceles y Amuay e intentar elevar el costo político para el gobierno, en un intento desesperado por revertir la tendencia que anuncia una derrota para el ex gobernador Capriles Radonski, está lejos de ser algo «natural». Se trata de una decisión política.
¿Será cierto que Chávez intentó «desviar» la atención hacia los damnificados por las lluvias? ¿Debemos suponer que cuando hizo acto de presencia en Amuay, y se reunió con los trabajadores, con las víctimas, con las familias que quedaron sin vivienda, también estaba intentando «desviar» la atención?
Tanto en el caso de las lluvias, como en el caso de Amuay, el presidente Chávez volvió a hacer lo que siempre lo he visto haciendo: asumir la responsabilidad que le corresponde.
En contraste, ya se trate de un «desastre natural» o de un «accidente en infraestructura», la oposición venezolana seguirá haciendo lo que siempre ha hecho: lavarse las manos y culpar a Chávez. Al mal gobierno.
Eso es lo que explica que, diez años después, la «Gente del Petróleo» se crea con el derecho de venir a «advertirnos» que ellos sí saben cómo paralizar una refinería como Amuay: «cumpliendo los protocolos de seguridad internacionales».
No es natural. No es natural apelar al odio, a la mentira, al miedo, para imponer una percepción. Es una decisión política. Y ya viene siendo tiempo de que la oposición venezolana comience a asumir las responsabilidades que se derivan de sus decisiones. De sus pésimas decisiones.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.