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Año de Quijotes

Fuentes: Revista Pueblos

Don Quijote, nuestro personaje, sirve para que los puntos de vista más diversos presenten prólogos y lecturas de la primera novela moderna, en ocasiones, sorprendentes. Por ejemplo, la edición de Don Quijote en Aguilar comienza con un prólogo donde se vierten todos los elogios, para terminar con un verso de Withman en inglés. Servicio éste […]

Don Quijote, nuestro personaje, sirve para que los puntos de vista más diversos presenten prólogos y lecturas de la primera novela moderna, en ocasiones, sorprendentes. Por ejemplo, la edición de Don Quijote en Aguilar comienza con un prólogo donde se vierten todos los elogios, para terminar con un verso de Withman en inglés. Servicio éste a Cervantes cuando menos extraño. Otro caso a señalar es el de esa edición que se abre con un prólogo en el que un escritor, de cuyo nombre no quiero acordarme, asocia la obra y por tanto a nuestro Miguel de Cervantes al liberalismo y a Bush. ¿Verdad que es una barbaridad? Es que el escritor de marras resulta infatigable diciendo y escribiendo tonterías. No es milagro, es industria.

¿Alguien se imagina a Bush con el Yelmo de Mambrino? ¿Ve usted a Bush como un rebelde contra lo establecido, burlador de curas y perseguido por la Santa Inquisición? Industria, industria, pues sólo a base de repetir y repetir una mentira se puede ocultar la verdad.

Pero aquí hay otros dos Quijotes, éstos para nuevos lectores y para jóvenes, los dos en ediciones Edelvives: Dulcinea y el Caballero Dormido, firmado por Gustavo Martín Garzo, Premio Nacional de Narrativa 1994 y de Literatura Infantil 2004. Martín Garzo se atiene a las aventuras más conocidas de Don Quijote, y se apoya en la idea del espíritu idealista de éste. Lo presenta desde el punto de vista de Aldonza-Dulcinea, y a esos lectores jovencitos les puede servir de entretenimiento y aproximación al original. Falta el espíritu crítico de Cervantes al pensamiento de su época, que es la base sobre la que se asienta la nuestra. ¿Problema? Si el pensamiento de Cervantes era distinto al de los demás, y por eso escribió lo que escribió, y los lectores sólo vemos el Quijote como un libro divertido, o lleno de desgracias como han dicho otros, no seremos capaces de observar lo que nos rodea con espíritu vivo, ideal, de idealismo, y crítico. ¿Qué hemos asimilado entonces del pensamiento de Cervantes?

El libro de Martín Garzo presenta unas ilustraciones bellísimas, acordes con el tono nostálgico de la exposición, y termina de forma cuando menos curiosa: Dulcinea ve al Caballero dormido. Sólo una pega, la voz narrativa es de Aldonza-Dulcinea, en el último párrafo dice: «Y entonces el Caballero Dormido me parece la imagen misma de ese amor que los hombres no dejamos…» ¿Cómo que los hombres? Entiendo el gentilicio, pero ¿con los tiempos que corren no podíamos cambiar ya el lenguaje? El lenguaje como expresión del pensamiento indica una manera de ver el mundo. ¿No podía haberse dicho: «los seres humanos» no dejamos…?

Apuramos un poco más, una mujer de hoy, representativa de nuestro tiempo, de las ideas que han hecho que la vida siga adelante, que la vida sea mejor, esa mujer ¿emplearía el término «hombres» para referirse a ella en primer lugar, como es el caso de Aldonza-Dulcinea? ¿Y para referirse a las mujeres y a los hombres emplearía el término «hombres»?

El segundo título, El Caballero Don Quijote, es una versión reducida donde, otra vez, se narran sus aventuras. Entretener, que ya es algo, y hacerlo sujetando al personaje en la idea de que siempre trató de hacer justicia. El reconocimiento de la realidad le viene dado a Don Quijote con el sufrimiento que le causa su encuentro con el mundo. El texto, amenizado con muchos dibujos, resulta una lectura aproximativa que debería servir para hacer la lectura del original en el momento adecuado, y es posible que con la persona adecuada al lado, o habiendo adquirido alguna información sobre Cervantes y leyendo su pensamiento en el libro.

Para esa lectura del verdadero Don Quijote, póngase usted en la cabeza de Cervantes, en su visión del mundo, y contrástelo con éste nuestro, observe los elementos comunes y pregúntese cómo los ve usted. Empiece a leer, vaya observando los detalles e interprételos, tanto en el prólogo como en la novela. Deténgase ante las ideas vertidas tanto en las conversaciones como las expresadas a través de las acciones que llevan a cabo los personajes. No le voy a decir a usted cómo se juzga en la novela a cada institución.


Títulos:
- Dulcinea y el Caballero Dormido (Gustavo Martín Garzo, Editorial Edelvives, 2005)
- El Caballero Don Quijote (Miguel de Cervantes, Edelvives, 2005)


Noticia original:
http://www.revistapueblos.org/article.php3?id_article=207