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Ante la Reflexión «De nuevo sobre qué hacer y cómo hacerlo» de Joan Tafalla

Fuentes: Rebelión

No se puede decir más en menos espacio (http://www.rebelion.org/noticia.php?id=86740). Es mérito del autor. Uno no pretende ni corregir ni ampliar, sí acaso responder amistosamente y a bote pronto a las dos dificultades centrales que señala. La brevedad es obligada, por cortesía; el acierto ya será harina de otro costal. Las dos primeras dificultades/condiciones que identifica […]

No se puede decir más en menos espacio (http://www.rebelion.org/noticia.php?id=86740). Es mérito del autor. Uno no pretende ni corregir ni ampliar, sí acaso responder amistosamente y a bote pronto a las dos dificultades centrales que señala. La brevedad es obligada, por cortesía; el acierto ya será harina de otro costal.

Las dos primeras dificultades/condiciones que identifica Tafalla para la superación del capitalismo son: la constitución de un sujeto social autónomo (SSA) y el empleo, para ello, de métodos democráticos. Me limito a ellas porque me parecen las más importantes.

I. Respecto a la primera condición, el problema sería cómo identificar y articular «efectivamente» ese sujeto social para la sustitución del capitalismo, descartada la posibilidad de que se constituya espontáneamente por el acceso individual (aunque masivo y confluyente) a un grado superior de conciencia. El problema estriba en que no existe «un sujeto», y mucho menos «autónomo», si por ello se entiende no contaminado por el capitalismo. Lo que existen son situaciones dinámicas con múltiples «sujetos» cuya «identidad» es fugaz, pragmática y la mayoría de las veces inconsciente y alejada de cualquier «cosmovisión».

Suponemos que el campo político cuenta ya, para que sea posible su propia existencia, con agentes sociales, que no necesariamente han de ser políticos, cuya existencia y conciencia viene determinada por su posición en el sistema. Y hacemos consistir la acción política en la actividad de ciertos grupos, despegados de esos agentes sociales, orientada a la articulación de los demás agentes, políticos y no políticos, en función de sus propios intereses. El problema, por tanto, radicaría en comprender la naturaleza y la función que le correspondería a ese supuesto agente político cuyo objetivo sería la superación del capitalismo. ¿Es tal agente posible hoy, cuál sería su naturaleza, quién lo constituiría, cuál sería el alcance de sus objetivos, que base material- es decir, sobre qué tipo de articulación y de qué otros agentes sociales- podría hacer que esa intención transformadora pasara de quimera a proyecto razonablemente posible?

Pero la mayor crítica que se podría hacer a la propuesta del «SSA» es que en el «capitalismo» no es posible ningún «sujeto» autónomo del… capitalismo. La burguesía que encabezó la derrota del antiguo régimen no sólo era una parte fundamental suya, de su estructura, de su cultura y de su funcionamiento, sino que, precisamente eso, fue lo que le permitió encabezar la revolución y alcanzar la victoria. No cabría, en consecuencia, ninguna transformación del capitalismo desde afuera, ninguna posición al margen sería efectiva.

II. Por otro lado, la propuesta de una metodología democrática parece a primera vista más correcta, ya que no cae en una visión fundamentalista de la democracia, sino pragmática: la democracia parecería el mejor modo de maximizar el saber social. Sin embargo, el término «democracia» es tan complejo que no me atrevo a entrar en mayores profundidades. Pero creo, sinceramente, que hay una cierta petición de principio en la propuesta, pues habría que postular apriori el valor de la democracia para hacer lo que se supone que se necesita, para poder reclamar como condición necesaria que el proceso ha de ser democrático. Nada garantiza que la democracia sea la forma más efectiva para maximizar el proceso transformador, a no ser que la idea de democracia que utilizáramos fuera tan genérica como políticamente ineficaz.

Sólo una última reflexión. Hoy el capitalismo es un sistema de masas. ¿Cómo va a saber la masa cómo destruirlo? y, si no es la masa, ¿no serán siempre minorías, pequeñas o grandes, locales o deslocalizadas, pero «revolucionariamente cualificadas», las que entenderán la composición real de la sociedad, su funcionamiento real, y así podrán articular a los diferentes, e insisto, «inestables» SSA, en aras de sus intereses, los de esas minorías?

En definitiva, da la impresión de que la situación de la «izquierda» es la que es, no sólo por la fuerza del capitalismo, sino también por su incapacidad teórica para entender la realidad actual, y por su falta de sensibilidad y habilidad para conducirla. El problema fundamental de la transformación es que no tiene una teoría política solvente, y no la tiene porque no hay agente político que la elabore y la ponga en práctica, si acaso individualidades más o menos conscientes de su necesidad que, en la mayoría de los casos, dan palos de ciego abrumadas por la tradición y las condiciones adversas del entorno.