Los hechos Venezuela vivió durante los últimos días un apagón generalizado en todo el territorio nacional que afectó la telefonía, el expendio de gasolina, suministro de agua potable, el funcionamiento de los puntos electrónicos para el pago con tarjetas de crédito y débito, así como el flujo de dinero por el cierre de bancos y […]
Los hechos
Venezuela vivió durante los últimos días un apagón generalizado en todo el territorio nacional que afectó la telefonía, el expendio de gasolina, suministro de agua potable, el funcionamiento de los puntos electrónicos para el pago con tarjetas de crédito y débito, así como el flujo de dinero por el cierre de bancos y cajeros electrónicos. La mayoría de negocios cerraron y las mercancías eran vendidas en dólares a un sobreprecio de más del 1000%.
Quienes habían comprado comida para más de un mes, con el propósito de proteger sus ingresos de los efectos devastadoras de la hiperinflación, vieron echarse a perder sus reservas de carnes, verduras, quesos y otros alimentos ante la imposibilidad de conservarlas en frio. La bolsa de hielo de un tamaño de 50cm era vendida durante esos días en el mercado a un costo de 15 dólares la unidad. Los electrodomésticos comenzaban a sufrir los embates de los cambios de voltaje propios de los intentos por restablecer el fluido eléctrico.
Los servicios de terapia intensiva, diálisis, operaciones de emergencia hospitalaria se vieron seriamente afectados por el prolongado apagón. El expendio de medicamentos sufrió el impacto de las limitaciones en los mecanismos de venta y la especulación se evidenció en esta área.
Los rumores de alzamiento militar, insurrección de los barrios o pobladas descontentas se generalizaron, con versiones para cada uno de los sectores en pugna. El rumor boca a boca, expresaba los deseos de cada uno de los actores en conflicto. Mientras los opositores al proceso bolivariano inflaban el rumor de movimientos cívicos militares contra el gobierno de Maduro, los simpatizantes del gobierno señalaban que los barrios enfurecidos irían a las urbanizaciones de los ricos a «saldar cuentas» por los efectos del apagón en su cotidianidad, enseres y pequeñas propiedades. Pero, a pesar de los rumores nada de ello ocurrió; saqueos aislados en Valencia y Maracaibo (las dos ciudades más importantes después de Caracas), mostraban el despertar de hechos vandálicos despolitizados.
La polarización es evidente. No hay espacio político en este momento para una tercera fuerza distinta a las dos existentes. Pero el campo no es unificado, ni en el chavismo-madurismo, ni en la oposición. En las fuerzas sociales del gobierno cada vez es más evidente una distinción entre chavismo y madurismo; por un lado están los chavistas no maduristas con un odio creciente a la derecha, quienes ante la falta de dirección política que los exprese se mantienen en las filas del madurismo; mientras que por otro lado el madurismo «duro» se divide entre los simpatizantes de Maduro y los que comienzan a ver a Diosdado Cabello como su líder alternativo, siendo este último sector cada vez más irreflexivo e intolerante ante cualquier crítica. En las fuerzas de la oposición las representaciones políticas del viejo modo burgués tratan de agruparse para volver a construir hegemonía ante la creciente influencia del sector proclive a una reestructuración burguesa liderada por el capital trasnacional. Guaidó sigue liderando, pero si no consigue una pronta resolución a favor del sector que representa puede encontrar cuestionamientos decisivos a su liderazgo al interior de la oposición. La mayoría de los trabajadores y sectores populares que siguen apuntalando una salida anticapitalista, continúan apoyando a Maduro «por ahora», mientras logran ser un sector con estructura organizativa y capacidad de influir en la correlación de fuerzas.
La clase trabajadora y los sectores populares
Quienes más han sufrido los efectos de la hiperinflación (superior al millón por ciento anual) han sido los trabajadores y las trabajadoras. El salario básico es de solo 6 dólares norteamericanos mensuales y un profesional con altas responsabilidades de gestión solo alcanza los 20 dólares mensuales. El máximo de retiro de dinero efectivo que pueden dispensar cajeros y bancos es de 3000 bolívares diarios, es decir, un dólar, mientras un kilo de carne de res tiene un costo de 7.800 bolívares.
Si una trabajadora o empleado va todos los días a su sitio de empleo el salario solo le alcanzaría para sufragar el transporte, razón por la cual la ausencia laboral es algo hoy permitido en Venezuela. Uno o dos días de cumplimiento de horario laboral a la semana resultan más que suficientes para que una institución o empresa no se quede sin trabajadores.
Salarios en bolívares devaluados (1 dólar cuesta 3000 bolívares) y precios dolarizados, es el desencuentro dramático al que se ve enfrentada la clase trabajadora. Ello ha motivado a que más de dos millones de profesionales y trabajadores hayan emigrado a otros países de la región, buscando estabilidad laboral y tratando de recuperar el poder adquisitivo de sus salarios. Dentro de la inmigración hay opositores y chavistas.
El propio apagón eléctrico tuvo su impacto más profundo en las condiciones de vida y cotidianidad de quienes viven del trabajo, evidenciando una vez que la actual crisis la sufren con mayor peso los trabajadores y las trabajadoras.
La pregunta inexplicable para muchos analistas que no han venido a Venezuela es ¿Por qué no se produce un estallido social en medios de estas condiciones? Ello no ocurre por cuatro factores, el primero por el acumulado de agenda social desplegado entre 1999 y 2014 que generó una democratización de las condiciones de vida de la población más vulnerable como no había ocurrido en la historia republicana. Segundo, por la continuación y profundización de la agenda social durante el gobierno de Maduro, especialmente los llamados CLAP (Comité Local de Abastecimiento y Producción), los bonos en dinero depositados periódicamente en las cuentas de los trabajadores y, el bajo costo de servicios públicos y combustible. Tercero, por la torpeza de la derecha política, quien promete eliminar la agenda social, obligar a los beneficiarios de vivienda de interés social a cero costos (más de dos millones de hogares) a pagarlas al precio del mercado inmobiliario del presente, así como revertir las pensiones universales (más de cinco millones), gratuidad de la educación, entre otros. Cuarto, por la falta de organizaciones revolucionarias con influencia de masas que planteen alternativas radicales ante la actual situación.
El fantasma de la negociación recorre las calles
Después de varios días sin electricidad, todo vuelve progresivamente a la «normalidad». La cuerda se tensa a tal punto, que el cansancio de la mayoría de la población es evidente y, en las calles se comienza a hablar de posibles desenlaces a esta situación. La mayoría habla de una inminente negociación mientras no faltan quienes hablan de insurrección contra el capital o contra el madurismo.
¿Cuáles son los escenarios que se manejan en las calles sobre la negociación? Primero, un acuerdo del sector del capital trasnacional liderado por Guaidó/Leopoldo López y María Corina Machado con la fracción del gobierno liderada por Maduro, que implicaría amnistía e inmunidad para el uso de capitales del sector de la burguesía Bolivariana que el segundo representa. Este acuerdo involucraría la renovación del CNE, la convocatoria a nuevas elecciones generales con Diosdado Cabello como candidato presidencial del chavismo-madurismo. De perder las elecciones, el PSUV que entonces sería de Diosdado, representaría los intereses de la burguesía Bolivariana e intentaría servir de muro de contención social ante la eventual rebeldía social que implicaría la aplicación de un paquete del Fondo Monetario Internacional.
Segundo, una negociación mediada por la burguesía trasnacional y el Pentágono, entre Guaidó/López y Diosdado Cabello que dejara fuera del acuerdo al madurismo y a las fracciones burguesas representadas por AD (1), COPEI (2) , MAS (3), ABP (4) UNT (5), entre otros. Esta negociación tendría como eje narrativo el desembarco firme del capital trasnacional bajo la conducción del binomio Guaidó-López, dejándole algunas migajas al diosdadismo que pasaría a cumplir el rol de «burguesía nacional»· y de partido policlasista de contención.
Tercero, una negociación directa del Pentágono y el capital trasnacional con el madurismo, que dejara fuera de la esfera del poder al diosdadismo pero también a buena parte de las representaciones políticas de la burguesía tradicional venezolana. En este caso, la cohabitación y redistribución del poder se haría con Guaidó y Leopoldo López quienes representan al capital trasnacional y quienes serían la oposición hegemónica en este periodo y accederían al poder en las elecciones de 2024.
Cuarto, el rumor de reuniones entre ex altos funcionarios del chavismo (ex ministros especialmente) con Primero Justicia (6) (Capriles) y Voluntad Popular (7) (Leopoldo/Guaidó) para abrir paso a una salida negociada a la crisis con la vieja «burguesía nacionalista» surgida entre 1936-1998. Según esos rumores, estas iniciativas secretas generan tensiones en distintas instancias «opositoras despolarizadas», como las expresadas en la Intersindical (sindicatos patronales, de derecha y ultra izquierda), así como en algunas plataformas opositoras de la cual forman parte los citados ex funcionarios. El común identificador de este sector es el odio personalizado contra la figura de Maduro que les lleva a explorar cualquier salida más allá de una posición política clara.
Estas posibilidades de negociación de las cuales se habla sin tabúes ni desparpajo en las calles, bien han podido ser filtradas con propósitos exploratorios o son el resultado de inteligencia social. Todos estos escenarios de negociación tienen como común identificador el hecho de desconocer el proceso de politización y empoderamiento de la ciudadanía ocurrida durante los últimos veinte años. Ya en otro artículo nos concentraremos solo en el tema de los límites de la negociación y sus vericuetos.
La agresión imperialista
Para el imaginario popular las posibilidades de invasión extranjera parecieran haberse diluido, a pesar que la derecha venezolana sigue hablando de autorizar a través de la Asamblea Nacional (AN) de Guaidó el ingreso de tropas foráneas al territorio nacional. Por ahora nos interesa destacar que en los barrios y urbanizaciones se comienza a hablar que los gringos le dieron la espalda a Guaidó porque éste había prometido un levantamiento popular desde el 23F, lo cual no ocurrió ni pareciera vislumbrarse en el horizonte.
El antimperialismo une a la izquierda revolucionaria mundial. Sin embargo, este antiimperialismo no deja a un lado las críticas a las políticas de conciliación de clase del gobierno de Maduro, así como al creciente autoritarismo del madurismo alimentado por concepciones neo estalinistas. El tic-tac del ocaso del apoyo de las fuerzas revolucionarias mundiales comienza a presionar un giro a la izquierda del proceso bolivariano o el madurismo se quedará solo con el apoyo de las corrientes ortodoxas minoritarias en el panorama mundial.
Sin embargo, no considero que la amenaza de intervención militar haya cesado. Todo pareciera indicar que, en una nueva ofensiva para la transición negociada, ya no con el garrote imperialista sino con la zanahoria de los demócratas está por llegar, en la cual serían protagonistas la socialdemocracia internacional, la familia Clinton, Bernie Sanders, y la izquierda titubeante al estilo de la dirección mayoritaria de Podemos. De fracasar esta nueva ofensiva negociadora, es muy probable que se reabran las posibilidades de una intervención militar.
El mayor problema en este sentido pareciera tenerlo una ultra izquierda incapaz de valorar que el anti imperialismo de la población venezolana, es también crítico del madurismo y que un sector importante de este sector está a la espera de una nueva correlación de fuerzas que permita su emerger para un giro a la izquierda. Al no ser este sector del chavismo un factor con vocación de «suicidio político», ello hace que la ultra izquierda no lo pueda ver o la desprecie con el argumento de «gobierneros». Lo cierto es que, las únicas posibilidades de radicalización revolucionaria en Venezuela en este momento, subyacen al interior del chavismo revolucionario que está invisibilizado en el chavismo-madurismo y, fundamentalmente en sus conexiones con los sectores organizados de la población.
Este sector no es un deseo metafísico, sino que se evidencia en expresiones populares que cada vez se convierten más en colectivas, las cuales señalan que antes que las tropas invasoras toquen el territorio patrio y tengamos que enfrentarlos, iremos por las cabezas de los ricos para que ellos sean los primeros caídos en esta guerra; evidenciándose no solo una politización social sino una creciente conciencia de clase respecto a la urgencia de radicalización anticapitalista.
Explicaciones que son solo «medias verdades»
Volviendo sobre el apagón eléctrico el gobierno habla de un sabotaje informático y de pulsaciones electromagnéticas para destruir las cabeceras de generación y distribución eléctrica. Ello estaría siendo ejecutado por tecnología satelital de punta con el apoyo de una fuerza de pie sobre el terreno conformada por mercenarios y actores políticos nacionales. Sería una acción coordinada por los EEUU. La oposición habla de fallas por parte del gobierno de Nicolás Maduro en el mantenimiento y reposición de equipos en obsolescencia programada de la industria eléctrica. Para la oposición la corrupción es una causa de la desinversión en el sector.
Así como la oposición venía hablando de un eminente caos en los servicios públicos, lo cual pareciera corroborar que estaban enterados previamente de una acción de sabotaje en curso por parte de fuerzas extranjeras por otra parte, desde hace más de tres años, en reuniones en las directivas de CANTV (8), Corpelec (9) y el Metro de Caracas, se mencionaba el inminente colapso parcial y progresivo de muchos servicios públicos, debido a la carencia de divisas para adquirir partes, repuestos y componentes tecnológicos (10). Ello hace pensar en una combinación de factores conspirativos y de incapacidad para evitar el colapso que se evidenció en la semana del apagón.
Mientras el gobierno mostró flancos en sus estrategias preventivas y de defensa estratégica, la oposición liderada por Guaido/López al no haber logrado el derrumbe del gobierno de Maduro ha generado una caída brusca en la esperanza de sus bases respecto a una transición en el corto plazo. El deterioro de la situación política nacional sigue siendo el rasgo distintivo, así como el creciente hastío de la población con los efectos de la crisis de gobernabilidad.
El apagón en el marco de la negociación política en curso
Como explicaba en mi anterior artículo (Después del 23F: Claves para entender la crisis actual) (11), la actual etapa de la lucha de clases y restructuración burguesa en Venezuela se inicia en 1983 con seis elementos claves:
a) caída de los precios petróleos cuyo efecto se descargó sobre los hombros de la clase trabajadora y sectores populares;
b) reestructuración capitalista mundial presentada bajo el formato de globalización que demandaba una subordinación e integración de las burguesías nacionales al capital trasnacional, lo cual no se ha podido lograr ni con los intentos de CAP (1988-1992) ni de Chávez (1999-2002 /2003-2012), ni Maduro (2013-2018);
c) la derrota de la experiencia soviética que generó un pragmatismo sin norte estratégico en buena parte de las izquierdas venezolanas;
d) la inexistencia de una organización revolucionaria y un proyecto político amplio que lidere las masas hacia el socialismo en el periodo 1983-2019;
e) el surgimiento del chavismo que representó para todos estos factores la posibilidad de salir de la crisis iniciada en 1983;
f) la coaptación histórica del movimiento social tanto en la cuarta como en la quinta república.
En Venezuela, el imaginario y desarrollo del capitalismo está asociado a la renta petrolera, el enriquecimiento de los capitalistas a través de las importaciones de partes, productos, bienes, alimentos y medicinas, así como a la incapacidad para entender los cambios que deben operar los capitalistas criollos para garantizar estabilidad y desarrollo tanto en el modo de producción como en la gobernabilidad en la actual etapa (1983-2019). Esto ha impedido la integración de capitales nacionales con el capital trasnacional derivado de la tercera revolución industrial y su integración dinámica a la nueva fase de acumulación capitalista asociada a esta vuelta de tuerca tecnológica.
Esto se expresa en hechos muy concretos, por ejemplo, a pesar del surgimiento de nuevos materiales y metales (1950-1980) y, la caída de la demanda del hierro a escala mundial que conllevaron al cierre de las siderúrgicas como la de Lieja (Bélgica) y Monterrey (México), en Venezuela, por el contrario, se ha mantenido subsidiada esta industria para fortalecer el capital nacional protegido por el Estado. Y es que las burguesías venezolanas (de la cuarta y quinta república) se han estructurado y entienden solo bajo el proteccionismo del Estado, teniendo una incapacidad de origen para competir en el mercado global como lo demanda desde los ochenta el capital trasnacional. Las siderúrgicas existentes han tenido que innovar sus equipos y procesos incorporando las innovaciones tecnológicas derivadas de la tercera revolución industrial. Este fenómeno es parecido en otros sectores y no solo en el plano industrial, abarcando los campos de las comunicaciones, medicina, educación, entre otros, proceso que está detenido desde hace décadas en Venezuela.
Ni Capriles, ni Chávez-Maduro expresaron disposición real a esta apertura demandada por el capital trasnacional. Por el contrario, en los últimos años surgió una nueva burguesía bajo el proteccionismo del Estado como había surgido la burguesía del periodo 1936-1998. Solo Guaidó y Leopoldo López, a través de su «programa de gobierno» (2019) y del libro sobre Política Energética (2017), respectivamente, han mostrado signos de entender y disposición para actuar conforme a los mandatos del capital trasnacional. Por ello, el apoyo de los países imperialistas y sus acólitos a la «presidencia interina» de Guaidó, porque la valoran como una salida capitalista ideal a la crisis iniciada en 1983.
En ese marco, el apagón de la semana pasada refuerza la tesis en los capitalistas y la oposición venezolana de la inminente necesidad de abrir las puertas de par en par a la inversión internacional a gran escala, dentro de una reestructuración intensiva liderada por el capital trasnacional. Hoy toda la oposición, al unísono habla de la urgencia de abrirle las puertas al capitalismo global y comienza a debatir cómo integrarse a esta dinámica como socios minoritarios. El apagón no era para derrocar la Maduro, sino para profundizar el deterioro de su imagen y construir hegemonía sobre la supremacía del capital trasnacional, lo cual fue logrado.
Ahora, la negociación para la solución a la crisis política en Venezuela cuenta como nuevo incluido al «sentido común» del capital trasnacional, algo que hasta ahora le había resultado esquivo al centro de reestructuración capitalista mundial. Lo que no terminan de tener en cuenta quienes festejan este salto «cualitativo» es que la mayoría de los trabajadores están dispuestos a enfrentar de manera combativa, los efectos de esta reestructuración en el mundo del trabajo. Por ello, en nuestro próximo artículo volveremos sobre el tema de la negociación, mientras comenzamos a trabajar las caracterizaciones de los principales actores nacionales de la negociación.
Caracas, marzo 2019
* Analista político, militante socialista del chavismo crítico.
Notas
1) AD: Acción Democrática, principal partido Socialdemócrata venezolano quien lideró la revolución democrática burguesa de 1958.
2) COPEI: Partido Socialcristiano que participó junto a AD y URD en el Pacto De Punto Fijo que expresó el acuerdo de gobernabilidad de la revolución democrático burguesa (1958-1998).
3) MAS: Movimiento Al Socialismo, partido de centro izquierda, afiliado a la socialdemocracia internacional, que surgió de una división del PCV a finales de los sesenta del siglo XX. El MAS se convirtió en el factor de gobernabilidad a la izquierda del sistema.
4) ABP: Alianza Al Bravo Pueblo, pequeña organización socialdemócrata, escindida de AD, liderada por el auto exiliado Antonio Ledezma quien trabaja abiertamente por una invasión imperialista a Venezuela.
5) UNT: Un Nuevo Tiempo, partido escindido de AD el cual es liderado por el candidato presidencial Manuel Rosales. Se rumora que después de un corto auto exilio pactó con el gobierno en algunos aspectos.
6) Primero Justicia es un partido político que se define como liberal, pero que en realidad es neoliberal y de ultra derecha. Es liderado por Capriles y Borges (en el auto exilio).
7) Partido Político de ultraderecha escindido de Primero Justicia. Representa abiertamente los intereses del capital trasnacional en Venezuela. Es liderado por Leopoldo López preso por el intento de insurrección «La Salida» a comienzos de 2017 y, por Guaidó, auto-proclamado Presidente de Venezuela.
8) Compañía Anónima Nacional Teléfonos de Venezuela.
9) Corporación eléctrica estatal.
10) La burguesía venezolana interesada en enriquecerse con la importación nunca se preocupó por la conformación de un parque industrial y tecnológico importante. Esto ocurrió tanto con la burguesía generada en el periodo 1936-1998 como con la que fue surgiendo en el periodo 2003-2019.
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