Recomiendo:
0

¿Cuánto vale tu vida en el libre mercado?

Apasionadamente

Fuentes: Rebelión

Mi anterior artículo «¿Qué hacemos juntos tú y yo?» (http://www.rebelion.org/noticia.php?id=37926), que hacía referencia al tipo de relaciones que sostenemos, generó muchas opiniones y censuras. Lo cual es muy interesante, porque no hay nada tan aburrido como escribir sin tocar intereses y temas conflictivos e intentar soluciones. Puede resultar estéticamente muy agradable pero no es ese […]

Mi anterior artículo «¿Qué hacemos juntos tú y yo?» (http://www.rebelion.org/noticia.php?id=37926), que hacía referencia al tipo de relaciones que sostenemos, generó muchas opiniones y censuras. Lo cual es muy interesante, porque no hay nada tan aburrido como escribir sin tocar intereses y temas conflictivos e intentar soluciones. Puede resultar estéticamente muy agradable pero no es ese el fin que persigue una teoría política, socioeconómica, sino el de comprender la realidad para transformarla.

Justamente por eso decía que nuestro pensamiento opera más bien acomodaticiamente y como maquillaje de la organización, hábitos y creencias sociales que todos y cada uno heredamos. No es extraño que así suceda dado que la supuesta libertad de expresión está condicionada por la pérdida del trabajo con el cual satisfacemos las necesidades familiares.

Eso me hace acordar aquel chiste en que un reportero le preguntaba a Pinochet, ¿general es cierto que en Chile hay represión? Pero no mijo como se le ocurre. Fíjese aquí estamos en Viña del Mar, todo el mundo cantando canciones de protesta y todavía les damos premios. ¿Dónde ve ud. la represión? ¿Y cuáles son los premios General? Primer premio condena perpetua, segundo cuarenta años de cárcel y tercero solamente veinte.

El hecho de que hoy nuestras formas de vida sean afectadas, golpeadas por la fuerza de los hechos o por el imperio de las circunstancias dirían otros, es lo que amerita la necesidad de pasar del pensamiento acomodaticio y cosmético al pensamiento transformador, que organiza y direcciona respuestas en el mismo nivel en que suceden y afectan los hechos.

Hoy de nada nos sirve volvernos serviles, traidores a nuestra conciencia para asegurar las necesidades propias o de la familia. Porque ya resulta evidente que el tropismo o automatismo social, la evolución mecánica de la historia nos lleva directo al deterioro del medio ambiente, del ecosistema del cual forman parte y dan clara evidencia nuestros cuerpos.

Así pues beber lentamente, gota a gota la copa de veneno que nos ha de matar, o enterrar como los avestruces la cabeza en un mundo evasivo de sueños, es un placer masoquista que no conjura ni exorciza el fantasma de la muerte a breve o mediano plazo.

Por tanto nuestro temor a la muerte o instinto de supervivencia, ahora se repolarizará operando preventivamente contra el tan temido fin, y lo mismo que antes nos hizo serviles nos hará ahora heroicos. Si alguien tiene alguna duda solo observen los que se inmolan incendiándose o haciendo estallar una carga que llevan sobre su cuerpo, o simplemente se suicidan porque su sensibilidad ya no soporta más en lo que hemos convertido la vida.

Contemplen la resistencia de Afganistán, Irak, Palestina, Líbano. Claro que el heroísmo extremo si bien demuestra la ceguera de las teorías de manipular al ser humano, pretendiendo matar su conciencia por exacerbación de sus instintos de supervivencia, no nos servirá nunca para establecer la paz entre los hombres. ¿O alguno cree aún que si?

No estamos discutiendo tonterías como que si tenemos o no derecho a defender nuestras formas de vida agredidas. Eso ni siquiera merece mención, es parte de los cuentos de resignación de víctimas pasivas con los que nos educaron. Todos preferimos ver heroísmo a resignación pasiva. Solo preguntamos si alguien aún cree que ese es un camino a la paz.

El socialismo y el comunismo no son sino teorías que no han dado hasta ahora ninguna alternativa viable a la transformación de la realidad, y por ende no han comprendido la naturaleza profunda de la vida, del mundo, del ser humano. No podemos liberarnos, transformar una condición dolorosa o sufriente sin comprender su arquitectura interna.

Por su parte lo que hemos dado en llamar capitalismo, es en los hechos la resultante de nuestro modo de organizarnos grupal o socialmente para satisfacer nuestras necesidades. Es lo que hoy hacemos seis mil millones de seres humanos cotidianamente, es la evolución mecánica acumulativa de lo que han hecho nuestros ancestros por miles de años.

Una sociedad no es una entidad externa existente en y por si misma. Más bien es algo así como un bordado, en que las acciones de cada uno de nosotros son los hilos que por el reverso van entretejiendo y formado las figuras que podemos luego ver en el paisaje. Es un tejido construido con hábitos económicos y creencias culturales, una especie de ritual colectivo que las generaciones construyen, enriquecen y representan repetitivamente cual letanía.

Ninguna sociedad puede sostenerse sin que la reafirmemos con nuestras conductas cotidianas. Ningún tropismo social puede cambiarse sin que reconozcamos y modifiquemos la dirección de nuestras conductas, hábitos y creencias que lo reproducen y sostienen. No existe más que en nuestros sueños una realidad institucional externa ajena a nuestras conductas.

Por tanto si de cambios, revoluciones o transformaciones de la realidad queremos hablar, lo primero que tenemos que hacer es reconocer lo que hemos venido haciendo día a día como seres históricos, de los cuales esta sociedad es heredera y continuación.

La fuerza de los hechos está hoy afectando fuertemente nuestros hábitos económicos, nuestras formas de vida, generando una resistencia creciente que se globaliza en las clases sociales que más directamente las sufren. Tal resistencia comienza a obligar a este tropismo histórico que evoluciona mecánicamente a actuar más drásticamente, a salir del anonimato.

Con lo cual comienzan a evidenciarse sus metodologías, que pese a que siempre nos afectaron solo comenzamos a reconocerlas, a medida que por acumulación el agua ya comienza a llegarnos al cuello y los cinturones ya no se pueden ajustar más. Nada de esto es nuevo sin embargo.

Recordemos solamente las supuestas leyes que rigen el mercado, leyes abstractas, físicas, divinas inclusive porque nunca se especificó que eran. Y se han querido utilizar para justificar la inflación que se genera desde otros mercados. La compra a precio ridículo de materias primas para luego imponernos sus productos terminados al costo que se les da la gana.

La exigencia de apertura total de nuestros mercados a sus productos como si fuesen producción nacional, mientras ellos subvencionan los suyos para eliminar toda posible competencia. Y así como usan las leyes zoológicas para justificar la depredación de más débil por el más fuerte, simplemente adaptan o inventan otras para hacer lo que se les antoje.

Cuando lo racional no les conviene entonces se ponen de acuerdo con el papa y cuestionan la misma ley que antes les servía para justificar su accionar. La lista es interminable y hoy en día bastante bien, aunque todavía no suficientemente conocida. Cuando algún fenómeno comienza a ser visto, reconocido, ya su solución está en camino.

El verdadero problema es mientras el enemigo opera subterráneamente afectándonos sin que podamos verlo, así como el francotirador invisible o el ladrón que nos roba en la noche mientras dormimos y somos impotentes para cualquier reacción.

La pregunta es ¿para qué inventan todos esos cuentos? ¿Por qué los creemos? Y la respuesta es sencilla. Para poder distraernos mientras siguen parasitándonos. Necesitan justificar de algún modo por qué nuestras economías van de mal en peor. No se trata del PIB que a nadie le interesa y que se usa como otra justificación y distracción más según conveniencia.

Sino de que tienes que ser cada vez más servil para encontrar un trabajo, y si tienes la suerte de encontrarlo los sueldos dan cada vez para menos. Los servicios públicos cada vez son peores con lo cual se justifica su privatización, porque ahora todo lo público es burocrático, caótico, ineficiente. Solo que no se explica muy bien la ineficiencia ni como pagaremos la nueva y supuesta eficiencia que jamás aparece.

Son fenómenos sicológicos muy viejos, ancestrales, no se necesitan grandes teorías para explicarlos, solo observar atentamente. Ya desde la llegada de los europeos a América se cambiaban a los nativos espejitos de colores, armas y alcohol por piedras preciosas.

Engañar a los que no conocían el valor proyectado sobre esos materiales en otras culturas, era más económico que convertirlos en esclavos, vigilarlos, alimentarlos. Así que el recurso de la fuerza se dejaba para cuando no había engaño posible ni se aceptaban razones. Tampoco es novedoso que les pedimos a nuestros hijos que hagan lo que les decimos pero no hacemos.

Y también usamos argumentos engañosos para convencerlos, pero el último recurso sigue siendo la fuerza, el castigo de uno u otro tipo. Los educadores hacen lo mismo con sus estudiantes, cuando se llega a un punto crítico argumentan que ellos son la autoridad y se terminó la discusión. Ellos deciden si pasas de curso o no. Antes simplemente te daban un reglazo en las manos, te hacían arrodillarte sobre maíz o te ridiculizaban ante toda la clase.

No son diferentes las relaciones entre parejas o jefes y subalternos, cuando llegas a cierto punto de conflicto tú eres el que provee o el que manda, y si no les gusta ya saben que tienen que hacer.

Hay una fila esperando por la oportunidad que tú desperdicias, te quejas de satisfecho que estás, porque todavía no has pasado necesidades ni has vivido una guerra. El tema pues se reduce a quien tiene el poder, ya sea fuerza bruta, engaño sicológico o chantajear los temores ajenos. Pero queda claro que nadie deja de ser esclavo sujeto al poder de otros.

A veces es difícil y doloroso reconocernos haciendo lo mismo que culpamos de hacernos a los demás, pero reconocer esos mecanismos reactivos que operan bajo umbrales, en las zonas penumbrales de la conciencia racional, es el primer paso para desactivarlos.

Comprender que es un modelo colectivo que opera, y que no conocemos en realidad otros métodos de inducir a los demás a que hagan lo que se supone que es correcto, es el comienzo de un cambio profundo. En realidad ninguno sabemos en profundidad porqué es correcto o incorrecto hacer las cosas de un modo u otro. De eso se trata justamente la herencia.

Simplemente así nos enseñaron y así nos habituamos, y experimentamos fuertes resistencias o disgusto ante el cambio. Como sucede con cualquier grabación o inercia de memoria con suficiente carga, que siempre tiende a retroalimentarse, a continuar. Ninguna de nuestras culturas tiene más justificación que la herencia y el hábito, que así hemos hecho las cosas hasta ahora.

Para ver que estos modelos que han evolucionado mecánica, automáticamente, no son ninguna verdad universal basta compararlos con las demás culturas y darse cuenta que lo que es excelente para un modelo es repugnante para el otro. Eso sin contar que dentro de una misma cultura las sensibilidades van cambiando junto con los consensos de lo bueno-malo.

Para comprobar que todo esto que damos en llamar capitalismo es un automatismo resultante de nuestra práctica histórica, alcanza con mirar como se desertizan los suelos y contaminan mares y atmósferas, y pese a todas las advertencias científicas no se toma ninguna medida preventiva, de corrección, sino que por el contrario se acelera más el saqueo y consumismo.

Agrega a esto por ejemplo la mentalidad de robar el petróleo ajeno sabiendo que es un recurso agotable y que nuestro ritmo y forma de vida depende de ello, y quedará en evidencia la misma mentalidad que ves en lo personal. Esto no es mío o aquí no vuelvo más, así que no importa ensuciar o destruir, que se arreglen los que vienen detrás. Si esto no es automatismo y falta de conciencia no se que podrá serlo.

En este punto me parece que ya podemos comenzar a diferenciar los hechos necesarios a satisfacer las necesidades, de todos los cuentos con que adornamos y disfrazamos la injusta apropiación de los frutos de tales hechos ajenos.

También deberíamos comenzar a diferenciar las respuestas que nos pueden permitir corregir las direcciones erróneas en los hechos, que afectan y deterioran nuestros cuerpos, de las simples respuestas intelectuales para compensar nuestro temor e impotencia, o de los sermones morales para exacerbar el temor, que jamás han cambiado ni mejorado nada.

Los hechos han evolucionado por la acumulación de experiencia y conocimiento, por lo que llamamos economía y cultura de todos y cada pueblo y raza. Para no irnos tan lejos digamos que EEUU fue el primer país que en su constitución separó la religión de lo político, dándole un poderoso impulso al libre pensamiento, a la investigación y desarrollo de tecnologías.

No fue otro el motivo de la guerra de secesión entre el sur de plantaciones esclavistas, y el norte que ya apostaba al maquinismo como un modo más eficiente de producción. Eso les permitió el poderío suficiente para en su momento participar con éxito en las dos guerras mundiales e imponer el Plan Marshal.

El dólar como moneda internacional de toda negociación y las instituciones que regulan su flujo, FMI, BM, OMC, etc. Todas esas organizaciones son mecanismos abstractos de apropiación del fruto del trabajo ajeno. Regulan los canales por los que fluyen y refluyen bienes y servicios traducidos a impulsos electrónicos, desviando una parte hacia donde les interesa.

Desconocer estas asimetrías que el desarrollo de los pueblos y su historia ha ido generando, esta macroeconomía de intercambios injustos, no recíprocos, es lo que ha permitido que se nos engañara como niños y que a su debido tiempo cuando los niños comenzaron a preguntar por qué las condiciones en lugar de evolucionar favorablemente desmejoraban, hiciera necesario la creación de todo este tipo de cuentos para justificar la expoliación.

Pero cuando los cuentos y prestidigitaciones no resultan suficientes para despojarnos de nuestros frutos y derechos, se recurre a la fuerza armada para que entremos en razón, ya sea la policial o el ejército. Ahora la reacción popular ante el robo sufrido, es terrorismo e irrespeto de las normas internacionales que debe ser reprimida por la fuerza que da la legalidad.

Todo esto es consecuencia de una conciencia encerrada en si misma, sin la menor sensibilidad por su entorno. Por eso todas las relaciones que ves son autoritarias, de dominio-sumisión, una especie de monólogo sin retroalimentación, un simple hábito que reacciona repetitivamente sin tomar la menor muestra de lo que sus conductas ocasionan.

Es por ello que por acumulación o sumatoria llegamos a desenlaces como el que nos toca vivir a estas generaciones, donde explota ante nuestros ojos la resultante de nuestras acciones o formas de vida sin que podamos comprender por qué. Entonces tendemos a buscar culpables, a cambiar responsables, a reformar instituciones, a cambios y remiendos superficiales, externos.

Pero de que servirá que lo cambiemos todo, suponiendo que fuese posible, si no dejamos de hacer lo mismo que hasta aquí nos trajo. Es como casarte diez veces esperando ser feliz. Yo diría que a la tercera ya sería más que suficiente para comenzar a pensar que algo no anda bien, dejar de seguir echando culpas a los demás y comenzar a observar con más atención.

¿De qué nos sirve seguir afirmando que nosotros no fuimos si seguimos viviendo en las mismas circunstancias? ¿No es ese un reflejo infantil y estúpido, un simple tropismo reactivo? ¿De qué nos sirve llenar las cárceles de presos y pagar cada vez más impuestos para alimentarlos, si no comprendemos ni cambiamos las raíces que ocasionan violencia y patología social y cada vez la delincuencia y la impunidad nos rodean más sin escapatoria posible?

El pensamiento y las morales localizados geográfica o espacialmente, y extendidos en causas-consecuencias en un tiempo lineal que fluye de pasado a futuro, han sido largamente desbordados por la creciente movilidad de los hechos.

Los Estados-naciones ya son subordinadas de paragobiernos corporativos que no tienen identificación con lugares, culturas ni credos, como no lo tienen tampoco los paramilitares y mercenarios que comienzan a sustituir donde es necesario los ejércitos y policías públicos. Ambos pueden moverse con libertad por el mundo hacia donde las circunstancias lo requieran.

¿Cómo hacemos pues para resolver este rompecabezas sin aparente salida? Yo diría que reconociendo el modo en que lo armamos y quedamos atrapados en él. Yo comenzaría preguntando, ¿tú y yo estamos realmente separados, somos entidades diferentes, tenemos existencia independiente?

Todo parecería confirmar a gritos que sí, porque no hay modo de que nos entendamos ni pongamos de acuerdo desde el mismo principio de los tiempos. La historia misma parece ser de sueños, intentos, frustraciones, desencuentros, resentimientos, venganzas.

¿Pero dónde se termina nuestro ser, nuestra humanidad, y que es en consecuencia lo que nos separa de nuestro entorno, del otro? ¿Nuestra piel? ¿O tal vez el temor a sufrir? Y si tan separados estamos y diferentes somos, ¿como es que al enamorarnos vuelan todas esas fronteras por los aires y no hay fuerza, motivo ni conflicto capaz de mantenernos aparte?

¿Son las culturas, religiones y ambiciones las que nos separan y enfrentan? ¿O es el temor que concibe y organiza esas vallas protectoras preventivamente y luego cree ver los fantasmas que el mismo creó en sus afiebrados sueños? Porque lo que se cree y siente separado, comienza de inmediato a buscarse y a querer juntarse, amarse, reunirse, completarse.

¿No es justamente esa aparente separación el motor mismo de la búsqueda desde que Adán y Eva o Lilith y Abraxas se conocieron, desde que se vieron uno fuera del otro, se sintieron y creyeron diferentes y separados y comenzaron a desearse atrayéndose poderosamente?

¿O tal vez lo que nos une o separa es denotado por el alcance y la dirección de nuestras acciones acumuladas? Tal vez sea la dirección generosa o egoísta de nuestras acciones la que nos abre al mundo o encierra en nuestros propios fantasmas mentales.

La que nos acerca al encuentro con el otro liberándonos de la separación y soledad. O la que contrae y reduce nuestra conciencia con ilusorios límites y temores. La que abre abismos o construye y tiende puentes sobre ellos.

¿Pueden considerarse diferentes y separados los pulmones y los vegetales? ¿Qué es entonces el aire que respiramos y todos compartimos, por el cual sonidos, palabras, canciones temores, deseos, pasiones, frecuencias magnéticas audiovisuales y emociones, fluyen y se contagian como virus a la velocidad de la luz sin posible protección?

¿Están los órganos de un cuerpo por muy diferentes y especializadas funciones que cumplan separados y enfrentados entre si? Si cualquiera de esas preguntas fuese posible responderlas positivamente no habría existencia posible.

Por último, ¿existe alguna posibilidad de paz mientras tu yo nos consideremos entidades separadas que han de competir para sobrevivir, y que solo aparentan convivir civilizadamente mientras esperan la oportunidad de poder triunfar sobre o desquitarse impunemente del otro?

¿Hay alguna oportunidad de terminar con este círculo vicioso de sufrimiento y violencia sin fin mientras nos temamos y desconfiemos uno de los otros, y solo esperemos lo peor del futuro convirtiendo la vida en preventivas barricadas?

¿Pero por qué estoy diciendo todo esto? ¿Será que alucino, deliro de fiebre? Tal vez. Pero aún así creo que luego de centurias y milenios de vanos sueños e inútiles esperas siempre frustradas, que duelen y pesan hasta doblarnos las espaldas y contraer las alas de nuestra imaginación, si vamos a pensar en el cambio y la revolución, que sea realmente en grande.

Que nuestra visión del futuro deseado haga realmente justicia a tantas generaciones que construyeron este camino que hoy recorremos, y esperan que elijamos y construyamos una vida, un mundo que realmente valga la pena vivir, que realmente justifique nuestra historia.

Que no sean más paños tibios, parches y remiendos para disfrazar la descomposición interna que se desmorona por su propio peso, que no sea un nuevo engaño al que solo el vacío y la decepción esperan a futuro.

Que sea nuestra pasión por la vida la que resuene en nuestras canciones y vibre en el aire que respiramos, contagiando todos los corazones de esa fe y amor por la vida. Que sean nuestras miradas transparentes, sin velos de temor, sin inútiles cargas del pasado, las que miren a los ojos de nuestros hermanos y ya no acepten más excusas ni ilusiones separatistas por encima de la vida, por muy bonitas o prometedoras que parezcan ser.

Si vamos a pensar amigos, que sea realmente en grande, que sea verdaderamente nuevo, que amerite dedicar plenamente nuestra vida a esa obra. Que nadie pueda escuchar nuestro proyecto, compartir nuestra visión sin enamorarse perdidamente de ella. Que nadie quede excluido, porque el sufrimiento de uno solo de nosotros implicaría nuevamente el principio del círculo vicioso de injusticia y violencia.