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Apoyar el derecho de Iraq a resistir contra la ocupación

Fuentes: Socialist Worker

La resistencia iraquí contra la ocupación estadounidense está creciendo como lo está hacienda el apoyo entre la gente de la calle. El gobierno interino de Iraq ha admitido recientemente que la insurgencia esta compuesta por al menos a 40.000 «entregados combatientes» y hasta 200.000 simpatizantes activos – una afirmación muy lejana a la cifra de […]

La resistencia iraquí contra la ocupación estadounidense está creciendo como lo está hacienda el apoyo entre la gente de la calle. El gobierno interino de Iraq ha admitido recientemente que la insurgencia esta compuesta por al menos a 40.000 «entregados combatientes» y hasta 200.000 simpatizantes activos – una afirmación muy lejana a la cifra de los «5.000 ba’asistas aislados» y «combatientes extranjeros» que, según afirmaba inicialmente el Pentágono, estaban combatiendo.

La encuesta de opinión llevada a cabo por Gallup para US Today en marzo, concluyó que «los insurgentes… parecía que estaban ganando aceptación extranjera, sino abierto apoyo. Si se excluye de la encuesta a los kurdos (pro-estadounidenses), que conforman el 13% de los encuestados, más de la mitad de los iraquíes manifiesta que asesinar soldados estadounidenses puede justificarse en determinados casos.»

Estas [conclusiones] se recogieron poco antes del cerco sobre Faluya en el que las tropas estadounidenses asesinaron a unos 600 civiles antes de que la resistencia armada les pudiera sacar de la ciudad. Mientras los combatientes de la resistencia se diseminan por otras ciudades, el apoyo a la resistencia solo puede crecer ahora que las bombas estadounidenses han destruido Faluya, asesinado a cientos de civiles más y obligado a 200.000 residentes a vivir en inmundos campos de refugiados.

A mediados de diciembre, por ejemplo, Knight Ridder, informó sobre una mujer iraquí de 41 años, Kifah Khudhair, que resultó herida en un atentado con coche bomba en Bagdad y cuyas iras se dirigieron no contra quienes hicieron explosionar el coche bomba, sino contra los estadounidenses. «¿Qué quieren que hagamos?» -manifestó su hijo- «Estas cosas pasan todos los días, como los asaltos y los asesinatos. Estoy indignado con los estadounidenses porque toda la culpa es suya. Todo esto ocurre por su culpa.»

Los iraquíes apoyan a la resistencia contra las tropas estadounidenses por una simple razón: quieren que las tropas estadounidenses se vayan ya.

Sin embargo, dentro del movimiento Contra la guerra en Estados Unidos (EEUU), ha habido dificultades para aceptar este razonamiento de a favor o en contra, prefiriendo ver el mundo en matices de gris, ni blanco ni negro: «¿La yijad (iraquí) o el terrorismo de EEUU?» ha sido utilizado por hipócritas. «Si verdaderamente queremos detener a los terroristas, el mundo tiene que posicionarse frente a ambos», escribió recientemente el veterano de [la revista] «New Left», Steve Weissman, para Truthout.

Este argumento de Weissman contiene errores en dos cuestiones. Primero, Weissman equipara los casi 250 kilos de bombas y las armas de alta tecnología utilizadas por la mayor superpotencia mundial ocupante de Iraq (al precio de 7,8 miles de millones de dólares al mes) con los lanzagranadas y bombas en las calles y con aquellos que resisten a la ocupación. Una parte pretende controlar Iraq para hacer realidad su plan de dominar todo el Oriente Medio y su petróleo; la otra parte simplemente pretende lograr el derecho de los iraquíes a determinar su propio futuro.

Se ha estimado que alrededor de unos 100.000 iraquíes han muerto debido a la guerra y a la ocupación. Esto tras el casi el millón de iraquíes asesinados por haber sido privados de lo más esencial debido a más de una década de sanciones económicas. Y esto también tras la muerte de hasta 200.000 iraquíes en la guerra del Golfo de 1991. Posicionarse no debería ser tan difícil.

Si por un momento apoyamos la táctica de convertir a [determinados]civiles en objetivo, utilizada por un sector de la resistencia, la impresionante magnitud de la muerte y la destrucción que ha infligido EEUU sobre los iraquíes de a pié, debería hacer desaparecer cualquier mito de que los dos lados de esta guerra se merecen el mismo tipo de condena.

Es más, Weissman acepta como un hecho la absurda representación de la resistencia como dominada por «terroristas» y «extremistas islámicos.»

El 15 de diciembre, el Boston Globe publicó un reportaje de Molly Bingham, que estuvo en Bagdad desde agosto de 2003 hasta junio de 2004 investigando a la resistencia. Ella observó «que la composición de la resistencia iraquí no es la que la administración estadounidense ha estado haciendo pública y que cuanto más simple es, más difícil resulta explicar su complejidad. He visto a sunnies y shi’is luchar juntos, hombres y mujeres, jóvenes y ancianos. He encontrado [luchando juntos] a gente de todos los ámbitos económicos, sociales y culturales.»

Y continúa «el impulso básico de prácticamente todas las personas con las que he hablado era nacionalista -el deseo de defender su país de la ocupación, no de defender a Sadam Husein o a su régimen». La conclusión de [Molly] Bingham debería ayudarnos a centrar los objetivos de cada uno de los movimientos contra la guerra en EEUU: «La resistencia continuará hasta que la influencia de EEUU haya desaparecido del sistema político de Iraq.»

Apoyar el derecho de los iraquíes a resistir la ocupación debe llegar más allá de un principio abstracto en el movimiento contra la guerra estadounidense.

Mientras reconocemos «el derecho de los iraquíes a resistir como un principio», Phyllis Bennis del Instituto de Estudios Políticos [de Washington DC] – en sus notas (ampliamente difundidas) para una conferencia pronunciada en comité directivo de [la organización] United for Peace and Justice (Unidos por la Paz y la Justicia) el 18 de diciembre, argumenta que «Nosotros no debemos hacer un llamamiento de ‘apoyo a la resistencia’ porque no sabemos quienes son la mayoría de ellos y por lo que en realidad luchan, y porque de aquellos a quienes sí conocemos, la mayoría de nosotros no apoyamos su programa social más allá de la oposición a la ocupación.»

Sin embargo, para que apoyar el «derecho a resistir» tenga sentido ello tiene que implicar el apoyo a esa resistencia una vez que verdaderamente se manifiesta.

La galardonada escritora y activista india, Arundhati Roy, llegó al meollo de la cuestión en una charla en San Francisco el 16 de agosto: «Es absurdo condenar la resistencia contra la ocupación estadounidense por estar controlada por terroristas» dijo «después de todo, ¿si EEUU fuera invadido y ocupado, sería terrorista todo el que luchara por liberar el país?»

Si estamos esperando a un movimiento «ideológicamente puro» – asumiendo el improbable escenario de que todos aquellos [que están] contra la guerra pudieran estar de acuerdo en uno- podríamos estar esperando toda la vida.

Según explicó Roy, «como la mayoría de los movimientos de resistencia [el iraquí] combina una una gran variedad de facciones diversas. Ex ba’asistas, liberales, islamistas, molestos colaboracionistas, comunistas, etc. Claro, incluido el oportunismo, la rivalidad local, la demagogia y la criminalidad. Pero si solo apoyáramos movimientos prístinos, entonces ningún movimiento de resistencia sería válido para nuestro purismo.»

«Antes de dictaminar cómo la prístina resistencia iraquí debe dirigir su secular, feminista democrática y no violenta batalla, tenemos que mejorar nuestras actuaciones respecto a la resistencia, obligando a EEUU y a sus gobiernos aliados a salir de Iraq.»

Walden Bello de [la organización] Focus on the Global South‘s señaló algo parecido en junio: «lo que los progresistas occidentales olvidan es que los movimientos de liberación nacional no les están pidiendo su apoyo político o ideológico», escribió, «lo que verdaderamente quieren del exterior es presión internacional para expulsar a un poder ocupante ilegal de tal forma que las fuerzas internas puedan tener el espacio para lograr un verdadero gobierno nacional basado en sus propios procesos. Hasta que abandonen este sueño de tener un movimiento de liberación nacional ideal diseñado según sus valores y su discurso, los pacifistas estadounidenses querrán, como habitualmente quieren los demócratas a los que a menudo critican, seguir atrapados en un paradigma de imponer sus términos a otros pueblos.»

El movimiento Contra la guerra estadounidense debe tomar en cuenta este consejo y gastar menos energía en juzgar el carácter de la resistencia iraquí y hacer más esfuerzo en construir una resistencia a la ocupación de Iraq visible desde dentro de EEUU.

Cuando EEUU invadió Faluya y estalló el escándalo de las torturas en Abu Ghraib en la primavera de 2004, el movimiento contra la guerra estadounidense – ya acomodado en su erróneo esfuerzo de elegir al [candidato] «pro-guerra» John Kerry – declinó dar una respuesta pública a esas y otras atrocidades cometidas por EEUU en Iraq evitando a la administración Bush de manera efectiva la necesidad de dar cuentas de sus crímenes de guerra.

El reto mayor para los activistas contra la guerra en EEUU es reconstruir un movimiento nacional contra la guerra visible. Esto significa oponerse a las elecciones del 30 de enero celebradas bajo la ley marcial -lo que excluye del voto efectivo al 50% de la población- y apoyar a la resistencia, la cual pone de manifiesto su completa hipocresía.

¿Es esta estrategia demasiado ambiciosa -demasiado a la izquierda de la «corriente mayoritaria» estadounidense? Esto es improbable, puesto que la mayoría de los estadounidenses siguen en contra de la guerra.

Los soldados estadounidenses también están divididos y tenemos que apoyar activamente a esos soldados que – corriendo un gran riesgo- están resistiendo. El último es el sargento de la armada estadounidense Kevin Benderman, que se negó a regresar a Iraq a principios de este mes [enero de 2005] tras haber estado prestando servicio desde marzo hasta septiembre de 2003.

«La gente contra la que estamos luchando ahora es gente en su mayoría como tú y como yo, personas que se están defendiendo a sí mismos de una fuerza militar superior y que luchan por conservar lo que es con todo el derecho suyo» afirmó Benderman. Añadió que el pueblo iraquí tiene el derecho a elegir su propia forma de gobierno «igual que nosotros hicimos en Estados Unidos tras la revolución.»

El movimiento contra la guerra no debe perder de vista el hecho de que su mayor enemigo está en casa y que cualquier resistencia frente a ese enemigo merece nuestro apoyo incondicional.

www.socialistworker.org/2005-1/527/527_07_RightToResist.shtml

Sharon Smith es miembro de la organización Socialist Worker y forma parte del equipo editorial de la SocialistWorkerWeb (www.socialistworker.org). Ha colaborado en el libro Iraq Under Siege [Iraq Asediado] y es colaboradora habitual de la » Socialist International Review» (Revista Internacional Socialista.)