Caracas, 11 de septiembre de 2009, por la tarde: corre la voz de que el presidente venezolano, Hugo Chávez Frías, ha vuelto de su gira de 11 días en Oriente Medio. Pronto aparecen muchas gorras y camisetas rojas entre la gente que se encuentra comprando en la zona central de Caracas, y una potente corriente […]
Caracas, 11 de septiembre de 2009, por la tarde: corre la voz de que el presidente venezolano, Hugo Chávez Frías, ha vuelto de su gira de 11 días en Oriente Medio. Pronto aparecen muchas gorras y camisetas rojas entre la gente que se encuentra comprando en la zona central de Caracas, y una potente corriente de personas fluye hacia el Palacio Presidencial. En su destino, miles de ellas esperarán muchas horas para escuchar a su querido líder.
Resulta difícil imaginar que ocurriera lo mismo en Madrid o Barcelona a la vuelta de un viaje de José Luis Rodríguez Zapatero. Y esta respuesta se interpreta mejor como testimonio de los muchos logros de Chávez, tanto en su gira (en la que denunció los intentos de «genocidio» contra el pueblo palestino) como durante sus 10 años como presidente (por ejemplo, las tasas de pobreza se han reducido a la mitad).
Sin embargo, no sólo se encuentran partidarios de Chávez en las calles. La oposición de la clase media y alta también ha estado muy activa, realizando manifestaciones a veces violentas y cacerolazos teledirigidos (es decir, convocados a través de medios de comunicación como Globovisión).
Algunos detonantes de estas protestas han sido determinadas intervenciones gubernamentales en los medios de comunicación, como la decisión de no renovar las licencias de varias emisoras de radio locales – por repetidas infracciones, según el gobierno. Éstas son medidas que, para los medios de comunicación «escuálidos» -término local utilizado para describir a la derecha-, muestran una falta de libertad de expresión bajo la «dictadura de Chávez». Fueron precisamente estos medios los que jugaron un papel central en el golpe de Estado de 2002 emitiendo reportajes muy deshonestos sobre una supuesta violencia gubernamental y luego negando que Chávez hubiera estado arrestado (un golpe que además incluyó el cierre violento de la televisión estatal -acto en el que murieron varios partidarios de gobierno). En los últimos meses Globovisión ha emitido una entrevista en la que un participante propuso el linchamiento de Chávez, y ha transmitido muchos mensajes de texto pidiendo un golpe de Estado. Como consecuencia parece que recibirá unicamente una multa.
Además, las licencias perdidas por los medios de comunicación derechistas -que aun suponen una mayoría si se tiene en cuenta a la prensa escrita-, en ocasiones han sido concedidas a proyectos alternativos y comunitarios, favoreciendo una mayor diversidad en los medios venezolanos. A pesar de esta realidad, los medios ‘progres’ internacionales, con el periódico El País a la cabeza, repiten la distorsión de que la libertad de prensa está siendo «amenazada».
La otra gran controversia actualmente son las reformas educativas del gobierno. La nueva Ley Orgánica de Educación (LOE) intenta, de forma similar a otras políticas de enseñanza, ampliar el acceso a la universidad para los estudiantes más pobres a través de la eliminación de barreras económicas y de exámenes de selectividad, que actualmente favorecen a las clases más pudientes -que obtuvieron para sí más de 4 de cada 5 plazas hace 10 años. Estas reformas fomentan también una mayor democratización al permitir que todos los empleados, incluyendo a los trabajadores manuales, junto con los estudiantes de la universidad -e incluso graduados-, elijan los consejos de gobierno.
Al igual que otras reformas llevadas a cabo por el gobierno bolivariano, estos cambios planteados no son radicales. Así, por ejemplo, la LOE mantiene el derecho a la educación privada para los pocos que la puedan pagar. A pesar de ello, la LOE supone una amenaza para el control y la dominación que ejerce la clase alta sobre el sistema universitario, lo que ha provocado protestas por parte de una alianza de rectores, grupos estudiantiles de clase media y algunos profesores. En primavera, grupos armados recorrieron la ciudad universitaria intimidando a los estudiantes chavistas, produciéndose choques violentos entre ambos grupos.
La derecha todavía es relativamente débil en este país. Hecho que muestra la adopción por su parte de aspectos de la revolución tales como la defensa al pie de la letra de la Constitución Bolivariana de 1999. Constitución a la que se opuso ferozmente cuando fue aprobada. Sin embargo, la oposición obtuvo avances importantes en las elecciones regionales del año pasado y el éxito del golpe de Estado en Honduras contra el Presidente Zelaya, aliado de Chávez, ha supuesto también un impulso para ella. Ahora se habla en los círculos chavistas de que se están «calentado» las calles otra vez, tal y como pasó en el periodo anterior al golpe del 2002.
Al mismo tiempo, para muchos activistas de izquierdas el motivo del avance de la derecha ha sido el fracaso del proyecto bolivariano en sí mismo. Precios de alimentación y alquiler galopantes, grandes problemas sanitarios y fuertes desigualdades persistentes, junto con los muchos casos de corrupción entre representantes bolivarianos, han conducido a una sensación de estancamiento.
Como expresión del desencanto resultante tuvo lugar recientemente una conferencia de intelectuales revolucionarios -chavistas en la mayoría de los casos-, en la que se criticó duramente la brecha entre la retórica del gobierno y su práctica.
También se han producido cambios positivos en el último año. En el Estado de Guayana, los trabajadores organizados en las mayores fábricas del país han ganado varias batallas importantes llegando a nacionalizar empresas o incluso convertirlas en empresas autogestionadas total o parcialmente. Conviene destacar que a este respecto Chávez ha cambiado su postura, pasando de oponerse a muchas de estas luchas a apoyarlas -según algunos debido a la pérdida del número de votos que obtuvo su partido en las últimas elecciones en las zonas obreras. Ahora, el mandatario defiende que las «empresas capitalistas del Estado» (es decir, nacionalizadas) necesitan la democracia obrera para convertirse en «socialistas» -opinión que corresponde plenamente con la tradición política defendida por En Lucha. El hecho de que la clase obrera juegue ahora un papel destacado en la lucha y de que Chávez responda de forma positiva está reavivando las esperanzas de futuro entre muchos activistas de izquierda.
* Luke Stobart vive y trabaja actualmente en Venezuela y es militante del Socialist Workers Party, organización hermana de En lucha/En lluita en Gran Bretaña.
http://www.enlucha.org/?q=node/1629
Rebelión ha publicado este artículo a petición expresa del autor, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.