La reducción del arancel del pescado, hoy en negociación en la OMC, amenaza a las pequeñas comunidades de pescadores artesanales, ya perjudicados por la explotación excesiva de grandes operadores del Norte industrial, advierten activistas.
El comercio de lo que técnicamente se denomina «productos no agrícolas» es uno de los asuntos más conflictivos en la conferencia ministerial de la OMC (Organización Mundial del Comercio), iniciada el martes en esta ciudad de China.
Según las normas de la organización, el pescado, la madera y los minerales son bienes no agrícolas, y como tales amontonados en intrincadas negociaciones con artículos manufacturados como los juguetes.
Pero pescadores y ambientalistas advierten que se trata de recursos naturales, cuyo manejo tiene un enorme impacto sobre las comunidades y sobre los ecosistemas.
Los pescadores del mundo en desarrollo temen que si se abren sus mercados a la pesca, como los países industriales pretenden, se verán inundados por pescado barato vendido por empresas que realizan capturas de gran escala.
«La liberalización de la pesca pondría en peligro el modo de vida de hasta 40 millones de personas que dependen por completo de la captura en pequeña escala, tanto para alimentarse como para ganarse el sustento», sostuvo Ronnie Hall, de la organización ambientalista Amigos de la Tierra Internacional.
«Si Canadá, Nueva Zelandia y Noruega se salen con la suya e incluyen la pesca en las negociaciones, las corporaciones multinacionales se apresurarán a lucrar con los recursos naturales del mundo en desarrollo a expensas de agricultores, trabajadores, pescadores e indígenas pobres», agregó la experta.
Más de mil pescadores del sur y el sudeste de Asia se manifestaron en el embarcadero del transbordador Star Ferry, en la bahía de Victoria, contra las políticas de la OMC, que, según aseguraron, promueven la sobrepesca y amenazan su seguridad alimentaria y su modo de vida.
Los manifestantes adornaron varios botes con letreros coloridos que decían «Detengan la destrucción de nuestras aguas costeras» y «¿Cuándo los pobres se enriquecerán?»
Después de cruzar varias veces la bahía, los pescadores detuvieron las embarcaciones frente al centro de convenciones donde se desarrolla la conferencia ministerial de la OMC para manifestar de viva voz sus demandas a los representantes de 148 países.
Para Roberto Larosa, pescador de Filipinas, cree que, de acuerdo con las políticas de libre comercio, las aguas costeras de un país son consideradas campo abierto para la pesca comercial extranjera.
«Una noche de operaciones de un buque de pesca comercial equivale a tres meses de un pequeño pescador», explicó. «No nos deja nada, y lleva a la sobrepesca.»
De acuerdo con las leyes de Filipinas, los buques de pesca comercial deberían permanecer fuera de las aguas surcadas por pescadores de pequeña escala, pero Larosa asegura que esas normas no se cumplen.
«Ignoran las leyes. Aún entran y no podemos contra ellos. Ellos tienen máquinas modernas, y nosotros aún usamos anzuelo y línea», afirmó este pescador filipino, quien dice trabajar 20 horas diarias con el fin de capturar suficiente alimento para su familia.
Bas Umali, del Centro de Desarrollo Tambuyog en Filipinas, dijo que las operaciones comerciales cuentan con otra ventaja: los subsidios gubernamentales. Mientras, los pescadores de pequeña escala carecen de todo apoyo oficial.
«El subsidio se traduce en exenciones fiscales y subsidios al combustible. Pero no le dan nada a los 1,7 millones de pequeños pescadores del país», sostuvo.
La pesca comercial podría recibir esta semana en Hong Kong una nueva prebenda: aranceles nulos o muy reducidos para la pesca. Eso, según activistas, sería devastador para las comunidades de pescadores.
«Pescado de mala calidad inunda el mundo en desarrollo a causa de las actividades de flotas pesqueras de gran escala de los países ricos», dijo el portavoz de Amigos de la Tierra, David Wasko.
«En una década y media, vimos caer los aranceles del pescado en Filipinas de 35 a cinco por ciento. La quinta parte de las pequeñas comunidades de pescadores del país perdieron sus medios de vida a causa de esa política», informó Wasko.
En cuanto al impacto ambiental, «si se reducen los aranceles sobre el atún azul, caerán los bancos pesqueros de atún azul, que ya están en peligro», sostuvo. «La población de esta especie en el Atlántico occidental se redujo 90 por ciento desde los años 70, y la tendencia continúa.»
Según Amigos de la Tierra, casi tres cuartas partes de los bancos de pesca del mundo se agotaron a causa de la explotación.
Nestor Blovino, otro pescador filipino, capturaba 20 kilogramos de pescado al día hace algunos años, cantidad que se redujo a entre tres y cuatro kilogramos, por los cuales gana el equivalente a un dólar y medio.
Blovino tiene ocho hijos, cuatro de los cuales aún estudian en la escuela. El hombre teme que abandonen los estudios.