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Argentina, crónica de una devaluación inducida

Fuentes: CELAG

¿Qué pasó el lunes posterior a las elecciones, cuando la devaluación se profundizó, la bolsa argentina se desplomó y el riesgo país se disparó al valor más alto desde 2009?  Argentina atraviesa un sacudón político y económico. El domingo pasado el candidato opositor Alberto Fernández logró una victoria en las elecciones primarias que superó ampliamente […]

¿Qué pasó el lunes posterior a las elecciones, cuando la devaluación se profundizó, la bolsa argentina se desplomó y el riesgo país se disparó al valor más alto desde 2009? 

Argentina atraviesa un sacudón político y económico. El domingo pasado el candidato opositor Alberto Fernández logró una victoria en las elecciones primarias que superó ampliamente las perspectivas más optimistas y lo dejó al borde de un triunfo en las elecciones generales de octubre. En lo económico el peso argentino se devaluó fuertemente, lo que profundizó la crisis social que atraviesa el país.

El Gobierno buscó hacer campaña política con el caos para recuperar el terreno electoral perdido pero, ante el repudio social, recalculó y ahora busca estabilizar el dólar. Asimismo, lanzó un conjunto de políticas sociales que resultan insuficientes ante el daño causado. Argentina enfrentará meses convulsionados y un cambio en la política económica se vuelve cada vez más urgente.

El lunes negro

La primera pregunta que debemos responder es, ¿qué pasó el lunes posterior a las elecciones? Ese día el precio del dólar subió de 42 a 60 pesos, la bolsa argentina anotó la segunda caída más importante de cualquier bolsa en la historia y el riesgo país se disparó al valor más alto desde la gran crisis financiera internacional de 2009. La primera lectura de los analistas fue que esto se debía al miedo al «retorno del kirchnerismo» al poder, lectura que fue fogoneada por el propio Gobierno. Sin embargo, este análisis merece una reflexión más profunda.

Todo Gobierno tiene la capacidad de intervenir el mercado para poder resguardar su divisa mediante el aumento de las operaciones cambiarias. Resultó llamativo que la suba del dólar se dio en un contexto de bajo volumen operado. Ese día se hicieron operaciones de compra y venta de dólares en el mercado mayorista por 500 millones de dólares, menos que cualquier día de la semana pasada en el que se operaron entre 600 y 900 millones de dólares por día. Es decir, no hubo una demanda extraordinaria como sí ocurrió, por ejemplo, en la devaluación de abril de 2018.

Por lo tanto, el problema vino por el lado de la oferta. La incertidumbre generada por la caída de acciones y bonos hizo que ese día los oferentes de divisas, como los exportadores, prefirieran no vender dólares hasta conocer cuál sería la cotización final. Allí es donde apareció una clara (ir)responsabilidad del Gobierno,

 – Por instigar constantemente una perspectiva muy oscura sobre una victoria de Alberto Fernández que no se condice con lo que vienen pensando sus equipos técnicos. Este factor contribuyó a la incertidumbre y al «miedo Argentina» que llevó a que inversores financieros extranjeros y locales se desprendan de activos financieros argentinos, como bonos y acciones;

 – Porque el país se acostumbró a los sobresaltos cambiarios en los últimos años, lo que deriva en rápidas conductas precautorias y especulativas. Por ejemplo, no vender dólares por miedo a que siga subiendo fuertemente su precio, como pasó en reiteradas ocasiones el año pasado y;

 – Porque todo indica que el Gobierno dejó correr el precio del dólar como estrategia política. Resultó realmente muy extraño que con tan poco volumen operado el dólar llegara a subir 15 pesos antes de que el Banco Central intervenga. Esta hipótesis cobra fuerza porque lo que pasó en la economía fue muy coincidente con el discurso político del presidente ese día, cuando se montó en el caos para hacer campaña política.

Las medidas no alcanzan, se necesita un cambio de política económica

Afortunadamente, la estrategia política de hacer uso del caos salió mal. La sociedad tuvo una reacción muy responsable y el Gobierno tuvo que dar marcha atrás. Esto generó que el presidente hasta se disculpara y hablara en tono conciliador con el gran favorito a ganar las elecciones. A partir de ese momento el Banco Central comenzó a intervenir con más fuerza y el Gobierno, a través de un nuevo ministro de Economía, a intentar llevar calma en materia cambiaria a fines de evitar nuevos saltos.

Sin embargo, el daño estaba hecho. El costo de la devaluación fue muy alto. Las consecuencias de estas políticas se sentirán fuertemente en la sociedad. Las devaluaciones tienen traslado a los precios, en especial en Argentina y en este preciso momento. Por ejemplo, los supermercados ya están aumentando precios, en algunos casos entre el 10% y el 15%. Por lo tanto, la devaluación golpea en los ingresos de una población que ya venía muy afectada.

En abril de 2019 el poder adquisitivo del salario era un 15% inferior a lo que era antes de asumir Mauricio Macri. En los últimos meses, a partir de acuerdos salariales y una moderada desaceleración de la inflación, el salario había recuperado una parte del poder adquisitivo perdido, pero todo eso será devorado por la nueva aceleración inflacionaria que deja la devaluación. En el caso del salario mínimo, entre que asumió Macri y las pasadas elecciones primarias, estaba en un 31% por debajo a causa de la devaluación; para finales de agosto se espera que esta pérdida alcance el 37%.

En este marco, el Gobierno adoptó algunas medidas que buscan recomponer parcialmente algunos ingresos, controlar algunos precios y ofrecer algunas facilidades a las pequeñas y medianas empresas. Si bien estas medidas son bienvenidas porque la situación social es cada vez más compleja en Argentina, no logran compensar el deterioro social que arrastra el país:

– No serán suficientes para recuperar lo que perderán de poder adquisitivo el salario y la Asignación Universal por Hijo a causa de la devaluación, ni para aliviar a las Pymes que, tras esta semana, enfrentan mayores tasas de interés y menores ventas.

– Estas medidas poseen un fuerte carácter electoral, no sólo porque van en contra del ideario político-económico del Gobierno, sino porque la mayoría tiene fecha de vencimiento en las elecciones, como el bono de 1.000 pesos a la Asignación Universal por Hijo que se dará en septiembre y octubre, la reducción de aportes personales de los trabajadores del sector privado en septiembre y octubre, o el congelamiento de precio de nafta por 90 días.

Las medidas sociales y financieras aisladas no alcanzan. El modelo económico del macrismo se basó en la apertura financiera indiscriminada a los capitales especulativos, en un exceso de endeudamiento externo que financió fundamentalmente fuga de capitales, y en la falta de políticas de apoyo al sector productivo. Este combo no ha solucionado ningún problema de la Argentina; más bien ha profundizado los que existían y creado nuevos. Es imprescindible regular movimientos de capitales especulativos que potencian la volatilidad cambiaria en Argentina sin aportar nada en términos productivos. Es necesario declarar la emergencia alimentaria ante la profundización de la pobreza y generar un nivel digno de ingresos. Es hora de negociar, cuanto antes, un nuevo acuerdo con el FMI que establezca un cronograma de pagos razonable y bajo otras condiciones. El país necesita crecer y volver a generar empleo. Se necesita urgente un cambio de política económica.  

 Pablo Wahren, licenciado en Economía (UBA) (Argentina).

Fuente: https://www.celag.org/argentina-cronica-de-una-devaluacion-inducida/