No hay cifras oficiales sobre los trabajadores infantiles, por el contrario, el relevamiento oficial es parcial. Se aglomeran personitas y adolescentes trabajadores sin la menor preocupación, por parte del Estado, por este flagelo que sufren los más desvalidos. Este relevamiento muestra, el oficial, cifras muy alejadas del verdadero escenario, de todas formas entregamos, en el […]
No hay cifras oficiales sobre los trabajadores infantiles, por el contrario, el relevamiento oficial es parcial. Se aglomeran personitas y adolescentes trabajadores sin la menor preocupación, por parte del Estado, por este flagelo que sufren los más desvalidos.
Este relevamiento muestra, el oficial, cifras muy alejadas del verdadero escenario, de todas formas entregamos, en el caso de los trabajadores infantiles rurales, una lamentable e incierta situación económica y social.
Trabajo en el campo
La CONAETI (Comisión Nacional para la Erradicación del Trabajo Infantil) presentó un informe el pasado 12 de junio, el Día Mundial o Internacional contra el Trabajo Infantil. En este informe, a grandes pinceladas, para comenzar, muestra que las provincias de Misiones, Mendoza, Chaco y Tucumán presentan la mayor cantidad de niños y niñas que trabajan en los cultivos, cosechas de las más variadas, además de tareas estacionales y domésticas.
Estas son zonas de tabaco, yerba mate, algodón, cítricos, té hortalizas, arroz, frutas, soja, maíz, trigo, caña de azúcar, vid y aromáticas.
Los chicos trabajadores del campo que tienen entre 5 y 13 años lo hacen levantando frutas, verduras, cultivando y soportando la explotación en las plantaciones, si bien lo hacen al lado de sus familias, con sus padres y hermanos mayores, este 8 por ciento, según las estadísticas, sumado a otro 35,5 por ciento entre 14 y 17 años, presentan otra realidad incontrastable, uno de cada 10 chicos de 5 a 13 años abandona la escuela, en la franja de 14 a 17 años, más de 6 de cada 10 chicos lo hace también. Esto implica, lisa y llanamente, que el 10 por ciento abandona la escuela entre la franja de niños más pequeños y el 62 por ciento entre la franja de 14 a 17 años; según los datos de la Encuesta de Actividades de Niños, Niñas y Adolescentes (EANNA) que se hizo a finales del 2004. A esto se debe agregar que la repitencia se duplica cuando se hace la comparación entre niños trabajadores y no trabajadores.
Aún en nuestro país no hay una muestra del trabajo infantil en las zonas rurales, lo que se hizo desde el 2004 es un rastreo de trabajo infantil en las provincias de Buenos Aires, Mendoza, Salta Jujuy, Tucumán, Formosa y Chaco, por parte del Ministerio de Trabajo.
Estas cifras arrojan que estos niños y adolescentes representan la mitad de la población total del país de esta franja etarra entre 5 y 17 años. Este mismo estudio sostiene que el 6,5 por ciento del total de los niños entre 5 y 13 trabajan en las áreas rurales y urbanas y el 20 por ciento entre los 14 y 17 años en ambos contextos urbanos y rurales: 193.095 y 263.112, respectivamente.
Otro tipo de cálculo, en base a los datos del INDEC, nos probaría otra situación laboral de los niños, niñas y adolescentes, y es considerando la proyección poblacional en las zonas rurales, que indica que en la franja poblacional de los 4 a 17 años hay 155.000 chicos entre 4-13 años, sólo en las provincias de Buenos Aires, Mendoza, Salta, Jujuy, Tucumán, Formosa y Chaco, que trabajan. Mientras, los adolescentes, que también lo hacen en esta área: son más de 272.000 (el 35% de los que viven en el campo). Estas cifras son más reales y se aproximan a lo que sostiene la UATRE, más de 300.000 niños, niñas y adolescentes.
Por otro lado, la falta de monitoreo de la explotación infantil es palmaria. Demuestra la falta de políticas sobre la niñez y adolescencia, este es el signo negativo de una política que dice que busca la erradicación total del trabajo infantil, fundamento que parece quedar en los discursos.
Pero como sostenemos más arriba, para el campo, el porcentaje de trabajadores infantiles es del 8 por ciento entre 5 y 13 años, cifra que podemos ampliar si constatamos que los niños y niñas comienzan a realizar tareas laborales desde los 4 años y antes, y en el caso de la franja entre 14 y 17 años, la cifra de trabajo infantil, en las áreas rurales, es del 35,5 por ciento.
Tareas que desarrollan los niños, niñas y adolescentes: Minería, construcción y tareas agrícolas
Estas son las actividades más riesgosas, porque los niños manipulan pesticidas, herbicidas y plaguicidas además de las herramientas y maquinaria que utilizan en las tareas agrícolas. En la construcción, los lugares de peligro son diversificados. En las tareas mineras, los niños y adolescentes deben introducirse en los socavones, soportar el trabajo insalubre y la manipulación con explosivos. Este círculo siniestro cierra con la falta de seguridad laboral, el elemento esencial para la súper explotación de la niñez y la perduración indiscutible del trabajador infantil.
Estas son tareas donde ponen en riesgo su integridad física y psíquica, asimismo las largas y extenuantes jornadas de trabajo, con las temperaturas sumamente elevadas o de frío extremo conforman el cuadro de brutal injusticia de la mano de obra infantil, que no merece grandes titulares, coberturas especiales o editoriales en los grandes medios de comunicación. No son atractivos como los bailes bufones de la farándula, ni las casas diabólicas de la mediocridad nacional.
Esta es la cultura chabacana de quienes bailan en un caño o se sumergen en una casa. Todo vale, y se dice habitualmente, que somos un país generoso. Lo digo con mucha fuerza, que se hagan cargo quienes son público de este fantoche.
Esta realidad aplastante y que convoca para esta fecha a las organizaciones estatales para afirmar sobre la erradicación del trabajo infantil se da de bruces con la propia realidad. En el mundo hay 132 millones de niños y niñas entre 5 y 14 años que trabajan en el campo, pero en la Argentina, vale reiterarlo, no hay estadísticas, cifras sobre el trabajo infantil rural…
Los cañaverales y el sol santiagueño…
El frío, la helada, el hacha y la caña de azúcar… la escarcha les cala los huesos, sube desde los pies y se aguantan la noche hasta que completan las carradas de caña…
El sol santiagueño los expone al cansancio de un campo repleto de algodón, donde el niño junta capullos…
Niños trabajando
Salta, Jujuy, Tucumán, Formosa, Mendoza y el Gran Buenos Aires, allí según estadísticas del 2004 residían unos 4,3 millones de chicos entre 5 y 18 años que es casi la mitad de la población total de esa franja etaria. Las cifras suministradas comprueban que, sobre todo, en el campo, la designada informalidad es el contexto laboral común y permanente.
Un párrafo para lo que se denomina economía informal, hay que destacar que este tipo de situación o contexto económico obliga a millones de personas, de trabajadores de todas las edades y sexo a laborar en condiciones sobre explotadoras, sin jornadas estipuladas de trabajo, con salarios en negro, sin ningún reconocimiento de cargas sociales, sin descanso, con el agregado de vivir en lugares siniestros y en el caso del campo, comprar, como en el mejor tiempo de los almacenes de ramos generales de los patrones, a precios más caros, bonos, vales y no dinero y un condicionamiento ejemplarizador: la falta de libertad…
Estas condiciones son las que existen en la actualidad, por ende, cuando se habla de trabajo informal o economía informal estamos refiriéndonos a la súper explotación de la mano de obra, generadora de riquezas, donde se encuentran nuestros niños.
Los niños y niñas que trabajan, en este caso, en el campo argentino, generan bienes y servicios para el mercado y para el autoconsumo personal y familiar, asimismo, realizan actividades domésticas agudas, extenuantes. Como en las zonas urbanas cuidan de los hermanos menores y desarrollan tareas variadas en los hogares. Esta situación social y atípica para sus edades generan un impacto sobrecogedor sobre su propia existencia infantil: como la educación formal, las condiciones de salud, el desarrollo psico-físico, la alimentación y su existencia como niños. Las estadísticas y el muestreo, en estos casos, es incompleto, así como el mapa del trabajo infantil en el campo.
Volviendo a la escuela, la repitencia, la edad no acorde, o sobre edad, el abandono, las inasistencias, el dormirse en medio de la clase, el agotamiento, la falta de incentivos, todo esto concurre para que los niños del campo no tengan o no estén lo suficientemente alfabetizados. Ya no se trata de saber leer o escribir a medias, son las condiciones palmarias del trabajo infantil, que no sólo no se erradica, sino que se profundiza.
En el caso de las escuelas son precarias, muchas de ellas rurales, sin calefacción para mitigar el frío, con techos de paja, cocinas precarias, soportando las altas temperaturas, sin elementos esenciales para estudiar, con la falta de mobiliario acorde, sin útiles, desplazándose por largas distancias para concurrir a la escuela.
Según la UATRE (Unión Argentina de Trabajadores Rurales y Estibadores), hay más de 300.000 niños que trabajan en el campo argentino.
La mano de obra infantil es un condicionante de las políticas siniestras de este sistema, que construye una pirámide invertida de redistribución, en la que el 60 por ciento de la riqueza quede en un puñado de algo más de 2 millones de personas. Mientras un conjunto de 20 millones de pobres e indigentes recogen las migajas que les arrojan y el resto de la población un 30 por ciento de la riqueza.
No hay cifras certeras, ni precisas sobre el trabajo en negro, la UATRE sostiene que el 30 por ciento de la masa laboral rural está registrado. Más de un millón de personas trabajan en las condiciones de trabajo precario, informal, en negro, sobre explotador. En este inmenso contexto hay niños, niñas y adolescentes.
Hay un 30 por ciento de la masa trabajadora rural que está registrada en los organismos de Seguridad Social, esto implica que del millón de trabajadores que lo hacen en negro, hay un porcentaje de niños y niñas menores de 14 años, edad estipulada por la jurisprudencia argentina, para que los chicos no trabajen, o para el ingreso a un trabajo formal…
Esta es una contradicción palpable que genera el sistema político, económico y social imperante, que se abastece de la economía informal y utiliza la mano de obra infantil para beneficio de patronales y de un Estado que hace caso omiso a las políticas sobre la niñez y adolescencia. La edad determinada por la ley para que el adolescente ingrese a una labor formal es de 14 años, asimismo, existe una enorme franja de estos adolescentes que laboran en la total informalidad, en gran parte de la franja entre los 14 y 18 años. Mientras que aquellos que no debieran trabajar lo hacen en la denominada economía informal, estamos hablando de niñitos y niñitas que van desde los 4 a los 14 años. Esto se traduce en las leyes que no se cumplen.
Transgredir las legislaciones internacionales refrendadas por los distintos gobiernos nacionales, no son pasibles de penas punitivas.
Las consecuencias nefastas del trabajo infantil: Tóxicos, autoconsumo, herramientas mecánicas
Los niños y niñas por su propio desarrollo físico y biológico no tienen condiciones para la utilización de maquinarias que exceden, no sólo, su contextura física, sino que son inapropiadas para ellos, en cuanto a su manejo, por ende están expuestos a accidentes o por los esfuerzos físicos que efectúan, los cuales generan procesos artrósicos, artritis, reumas o formas deformantes de huesos, masa corporal, muscular, hernias u otros tipos de atrofias.
Además, se sabe que la sobrecarga mecánica a temprana edad trae trastornos en el crecimiento y alteraciones, como la artrosis, en la etapa joven, advierte un informe de la Uatre.
En cuanto a la utilización de plaguicidas, fertilizantes, herbicidas son más vulnerables a la intoxicación. Asimismo, el envenenamiento es una de las consecuencias del trabajo infantil que está más documentado en las áreas rurales.
Agrotóxicos
Es necesario considerar que entre los agroquímicos que los menores utilizan se encuentran algunos de gran toxicidad, tales como el heptacloro o el bromuro de metilo. A los trece o catorce años trabajan regularmente en las quintas, aunque ya antes y durante los meses en que se agota lo producido por la explotación, el menor sale de su hogar para realizar changas en otras explotaciones.
Economía de Autoconsumo
La economía de autoconsumo, es una situación económica que sobrevive en medio de un sistema económico y político dominante, el capitalismo, y que sumerge a gran parte de la familia campesina con minifundios; o en el caso de los obreros rurales y sus familias conchabándose y destinados a las formas más crueles de subsistencia. El autoconsumo es otra forma de sobre explotación que genera mayores ganancias para la clase oligárquica en el campo nacional, con mayores niveles de concentración.
La extrema precariedad, traslados a grandes distancias, la pobreza ponderal empuja a esta inmensa masa de las familias hacia el callejón sin salida; sus changos y changuitos, sus adolescentes y niños y niñas deben trabajar, lo hacen desde muy pequeños.
El responsable de la UATRE, Jorge Rodríguez, responsable de la Comisión Investigadora para la Erradicación del Trabajo Infantil, planteaba que no sólo se debe conocer y difundir la magnitud del problema, sino que la opinión pública asuma que ‘cuando un niño trabaja alguien se beneficia: un cliente, un consumidor, un empleador; alguien recibe los réditos de la explotación’. ‘Se sabe que la pobreza empuja a las familias rurales a convertir a sus hijos en menores trabajadores y que a veces los obliga a renunciar al derecho de recibir educación, lo cual sostiene a largo plazo la pobreza’
Se sostiene que es difícil detectar el trabajo infantil y encima informal, por esto que se puede dar en las parcelas familiares que son improductivas, porque es por períodos determinados o limitados, la cosecha por ejemplo, porque se produce en extrema precariedad. Otros afirman que los padres valoran positivamente el trabajo de los niños porque los posiciona, anticipadamente, en el mundo de las responsabilidades adultas.
Como se sostiene más arriba, las cifras fehacientes no existen. Se calculan, en una proyección para el 2006, que había unos 4 millones de personas que están en las áreas rurales, entre el 40 y 60 por ciento pertenecen a la franja etaria de 4 a 18 años, un porcentaje que va entre el 8 por ciento admitido y el 35,5 por ciento trabaja, depende de la edad. En una valoración aproximada podemos sostener que unos 160.000 chicos entre 4 y 13 años trabajan, y entre 14 y 18 lo hacen otros 290.000 chicos, todos en forma informal, porque no hay reglamentaciones que los resguarden, teniendo en cuenta que sólo el 30 por ciento está registrado.
Por tanto, el trabajo infantil se da donde hay trabajo en negro, afirma Gerónimo Venegas, Secretario General de la Unión Argentina de Trabajadores Rurales y Estibadores, también afirmó que el 70 por ciento de dicho trabajo infantil se registra en el campo y «existe donde hay mano de obra en negro o indocumentada».
Por otro lado, Venegas sostuvo que: ‘muchas veces el trabajador en negro cobra un 60 % menos que el salario real, esto hace que no le alcance lo que gana y hace que tenga que mandar a trabajar a sus hijos’.
De acuerdo a los datos que maneja UATRE, actualmente trabajan más de 300.000 chicos y chicas en tareas rurales como el algodón y el tabaco. «Por eso tenemos que luchar para que no haya trabajo infantil, para que haya chicos que jueguen y estudien y que dignifiquen a la familia. No hay mayor indignidad para un padre que tener que poner a trabajar a sus hijos en vez de mandarlos a la escuela», indicó.
En Argentina las niñas sufren por la explotación laboral y la doméstica, dos factores que agravan su discriminación, denunció Felipe Martínez, experto de la Organización de Naciones Unidas (ONU) residente en este país.
‘Argentina lucha contra este problema no sólo por presión internacional, sino por convicción propia’, subrayó Martínez al exponer la situación en una rueda de prensa de organismos de la ONU, autoridades y sindicatos argentinos con motivo del Día Mundial contra el Trabajo Infantil. Martínez apuntó que las áreas rurales ‘por su aislamiento, son las de mayor riesgo’ para los trabajadores en general y para la infancia en particular.
En este sentido, el líder del sindicato de trabajadores rurales, Gerónimo Venegas, denunció que en el campo argentino ‘hay una tradición de más de cien años’ de ‘trabajo no registrado’ que propicia salarios mucho más bajos y eleva el umbral de la pobreza.
‘Las familias se ven obligadas a poner a trabajar a sus hijos que desde pequeños deben cargar con pesticidas tóxicos sobre sus espaldas, lo que produce que cuando tienen hijos, muchos nazcan con malformaciones’, explicó.
El 2,8 por ciento de los niños entre 5 y 13 años que trabajan en Argentina no asiste al colegio, cifra que se eleva al diez por ciento en el ámbito rural, según la encuesta gubernamental sobre las actividades de infantes y adolescentes. La encuesta destaca que los niños y adolescentes trabajadores que van a la escuela presentan diversos déficit como: inasistencias repetidas o retrasos. Indica que el 91 por ciento de los adolescentes que trabaja no tiene ningún beneficio laboral, además que el 25 por ciento no va a la escuela.
Las principales causas de trabajo infantil son económicas, aunque también influyen factores políticos y culturales, apuntaron expertos del gobierno, de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) y de la oficina local del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF).
Las encuestas oficiales marcan también que la mayoría de los niños que trabajan en Argentina lo hacen en la agricultura, la industria, la minería, la construcción, el trabajo doméstico, el comercio, los servicios, la explotación sexual y el tráfico de drogas.
En el ámbito rural las cosechas que más utilizan la mano de obra infantil son las del tabaco, el algodón, la cebolla y las aceitunas.
‘No se puede mantener la estructura económica de una provincia a base del trabajo infantil, pero lo primero es el reconocimiento del problema, ya que todavía hay padres y maestros que no lo admiten por temor o vergüenza’, comentó la secretaria de Trabajo argentina, Noemí Rial.
A finales de 2006, las autoridades argentinas pusieron en marcha un plan de ‘Prevención y erradicación del trabajo infantil’ que regirá hasta 2010 y cuya meta principal es fortalecer el núcleo familiar de los niños en riesgo de explotación por medio de la promoción de oportunidades de trabajo para sus padres. Pilar Rey Méndez, responsable de llevar adelante este programa, dijo que el gobierno se propone convertirlo en una ley ‘para darle más fuerza y efectividad’.
De acuerdo a la Organización Internacional del Trabajo sostiene de acuerdo a los convenios que el trabajo infantil es nocivo para el bienestar de los niños y representa un obstáculo para su educación, desarrollo y medios de subsistencia futuros. Asimismo, aseveran que cuando un niño o niña está forzado a trabajar largas horas en el campo, en este caso, se limita su capacidad de asistir a la escuela o recibir una formación profesional y también se limitan las posibilidades de su movilidad económica y social y el progreso posterior en sus vidas.
Por otro lado, la FAO, en la voz de Parviz Koohafkan, Director de la División de Desarrollo Rural de la FAO afirmó que: ‘a través de sus programas de desarrollo rural orientados a mejorar los medios de subsistencia, crear actividades que generan ingresos y atender la salud y la seguridad en la agricultura, puede contribuir en forma decisiva a reducir el uso de trabajo infantil y el nivel de peligros asociados al mismo’. Los esfuerzos de la FAO, afirman desde este organismo, es para mejorar la gestión con los plaguicidas, por ejemplo, que ayudarían a proteger a los niños trabajadores de uno de los principales peligros que corren.
‘La instrucción es una condición esencial para reducir la pobreza, mejorar la agricultura y las condiciones de vida de la población rural, así como para crear un mundo en el que haya seguridad alimentaria. Pero los niños rurales por lo general no tienen acceso a una instrucción de calidad, por falta de escuelas, falta de maestros o maestros con escasa formación, y programas de estudios que no se adaptan a su realidad, o bien porque sus familias no pueden permitirse el pago de las tasas escolares’. Comunicado de la FAO.
También sostiene el comunicado de la FAO: ‘Los niños huérfanos a causa del VIH/SIDA sufren por muchos motivos. No sólo pierden a sus padres, sino también las aptitudes esenciales para la vida y los conocimientos agrícolas que tradicionalmente se pasan de una generación a la siguiente. Al no tener acceso a activos y a menudo quedar con la responsabilidad de sus hogares y hermanos menores, muchos se ven obligados a trabajar y están especialmente expuestos a la explotación y el hostigamiento’.
‘Las Escuelas de vida y de campo para agricultores jóvenes que la FAO tiene en diversos países africanos están dando a los huérfanos del VIH/SIDA y a otros niños vulnerables conocimientos agrícolas y preparación para la vida, y les ayudan a fortalecer la cohesión social en las comunidades más afectadas por esta enfermedad’. Lo sostenido por el Comunicado de la FAO, del 14 de septiembre de 2006, en Roma.
Trabajo doméstico, en el campo e insalubre
La franja de edad que va entre los 4 y 9 años, los chicos realizan trabajo doméstico. En el caso de la franja entre 9 y 14 años ya están involucrados en el trabajo rural. La falta de una verdadera estructura del trabajo infantil a nivel nacional tanto en las áreas urbanas como rurales nos hace meditar sobre los esfuerzos laborales para los pequeños con menos años. Por otro lado, los mayores de 14 años, se sostiene, soportan insalubridad, manejo de herramientas no adecuadas por su edad y capacidad física, envenenamientos por plaguicidas, accidentes por utilización de maquinarias y otros.
En Villa María, provincia de Córdoba pudimos comprobar que los chicos de menos edad arrastran junto a sus familias y esencialmente las mujeres, carros de hasta 200 kilos, algo similar o parecido a las familias cartoneras.
La CONAETI informaba en estos días que San Luís se ha negado a entregar datos sobre el trabajo infantil. Córdoba y Capital Federal preparan sus informes, Misiones se agregó a este muestreo y en caso de Neuquén, Chubut, Santa Cruz y Tierra del Fuego no reportaron trabajo infantil en sus jurisdicciones.
Mapa del trabajo infantil
Los niños y niñas son usados como mano de obra en la explotación de:
El coordinador de programas de UNICEF en Argentina, el italiano Ennio Rufino, recurrió a las estadísticas locales para vincular el impacto del trabajo infantil con el conjunto de derechos de chicos y chicas, e hizo notar que el 10 por ciento de los que trabajan en el campo queda excluido de la escuela y que otro 30 por ciento repitió algún grado. «El trabajo infantil se puede erradicar, no es un sueño, pero hace falta cohesión social», comentó el funcionario internacional.
El relevamiento estrictamente cualitativo del trabajo infantil rural presentado por la CONAETI confirma, en términos generales, los resultados de la encuesta de 2004. Las áreas urbanas donde más situaciones de trabajo infantil se detectan todavía son los tres cordones del Gran Buenos Aires y Mendoza; las menos complicadas las del Sur del país; y el trabajo rural se comprueba principalmente en Cuyo y en provincias del Noreste (NEA) y del Noroeste (NOA).
El delegado de UATRE, Gerónimo Venegas, comentó sobre la creación por parte de este sindicato de 140 centros de alfabetización para los trabajadores rurales, además de la creación de una libreta entregada a 500 mil personas, con esta libreta y este registro se espera lograr impedir la contratación ilegal de personas menores de 14 años. «El trabajo infantil existe por la pobreza. Y en el campo es producto de una cultura y de tantos años de trabajo no regulado por libreta. Vemos niños que nacen con malformaciones porque sus padres, a su vez, han cargado de chicos mochilas con pesticidas», denunció Venegas durante la presentación del plan y del mapa.
El trabajo infantil no se revierte fácilmente, tampoco se dará vuelta la situación de pobreza e indigencia y la necesidad de que los niños, niñas y adolescentes trabajen indiscriminadamente y en forma esclava, aunque se quiera mostrar que sólo un porcentaje lo sufre.
Una enfermedad, el mal de Chagas, producto de la pobreza, de los ranchos de paja que aloja la vinchuca, es responsable de 4 millones de chagásicos en nuestro país, azote mucho más importante que el SIDA.
Lo real y no maravilloso es que hay organismos internacionales y nacionales que apelan a morigerar los problemas como el empleo de pesticidas en manos de los niños, pero esto sólo es un planteo hipócrita, porque se habla en nombre de ‘ellos’ pero quienes lo plantean, no lo sufren, tampoco sus descendientes, sus vástagos.
Las políticas de Estado para terminar con el trabajo infantil fueron y son inexistentes en estas décadas, a pesar de los anuncios, en estos gobiernos democráticos más interesados en las elecciones y en la mezquindad de sus guarismos. Los fracasos vistos como éxitos y los éxitos vistos en sintonía de gente y no de pueblo.
Los niños, niñas y adolescentes, trabajadores rurales, conforman el pueblo y son parte de una relación entre la vida, el presente y el futuro atroz, sin juegos, sin escuela, sin niñez…
Ahora, que ellos, sigan con sus guarismos electorales…
Fuentes: OIT, UATRE, FAO, CONAETI, UNICEF, ONU, Misiones On line, Primera Fuente, La Nación, Jujuy al día, La Voz del Interior, Haydée Dessal, Fuentes Propias.