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Armamentismo contra hambre y pobreza

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Mientras en el mundo aumenta cada día el número de los hambrientos y prolifera la pobreza, los gastos militares crecieron un 18 % en el 2003 y su onda expansiva continúa a consecuencias de las guerras contra Iraq y Afganistán y la de Israel contra Palestina.. Un informe del Instituto Internacional de Investigación sobre la […]

Mientras en el mundo aumenta cada día el número de los hambrientos y prolifera la pobreza, los gastos militares crecieron un 18 % en el 2003 y su onda expansiva continúa a consecuencias de las guerras contra Iraq y Afganistán y la de Israel contra Palestina..

Un informe del Instituto Internacional de Investigación sobre la Paz, con sede en Estocolmo (SIPRI por sus siglas en inglés) asegura que el gasto mundial en armamento se situó el pasado año en la astronómica cifra de 956 000 millones de dólares y la mitad de esa cantidad recayó en Estados Unidos.

El documento del SIPRI señala que los países altamente industrializados, o sea, los ricos, son responsables del 75 % del consumo global de armamentos aunque solo representan el 16 % de la población en el orbe.

Las conflagraciones en Irak, Afganistán y Palestina fueron óbices del aumento de los desembolsos, por utilizarse y probarse nuevas y sofisticadas armas que aumentaron los costos de producción y adquisición.

Inducido por el gobierno estadounidense de George W. Bush, a los gobiernos del mundo se les ha impuesto como primer orden la lucha contra el llamado terrorismo a la usanza norteamericana, mientras se abandonan los esfuerzos para reducir la pobreza y la mejora de la situación social.

Organizaciones financieras tan ultraconservadoras como el Banco Mundial (BM)y el fondo Monetario Internacional (FMI) expresaron recientemente que no se puede perder más tiempo en atemperar los temas relacionados con la pobreza y el desarrollo.

Estas dos entidades con esos planteamientos entran en contradicción con las políticas crediticias que ellas mismas propagan, basadas en el libre mercado y el neoliberalismo que les imponen a las naciones del Tercer Mundo. Pero a la vez comprenden que el hambre y la pobreza son bombas sociales de enorme peligro para la estabilidad de la gobernabilidad.

El canciller cubano, Felipe Pérez Roque en el discurso pronunciado en septiembre pasado, ante la 59 período ordinarios de sesiones de la Asamblea General de Naciones Unidas afirmó; «nos propusimos disminuir a la mitad para el 2015 los 1 276 millones de seres humanos en pobreza extrema que había en 1990. Se requería reducir más de 46 millones de pobres cada año. Sin embargo, entre 1990 y el 2000 la pobreza extrema creció en 28 millones de personas.»

También se pensaba disminuir a la mitad para el 2015 los 842 millones de hambrientos registrados en el mundo y si no se toman medidas la meta se lograría en el 2215, si antes no desaparece la especie por la destrucción de su medio ambiente.

Se ha hecho famosa la cifra de 0,7 % del Producto Interno Bruto (PIB) que los países desarrollados se comprometieron a aportar como ayuda oficial al desarrollo, pero ésta ha disminuido a la ridícula cantidad de 0,2 % y en la mayoría de los casos llega dirigida hacia fines improductivos y entregada a gobiernos que deben cumplir determinadas demandas de los poderosos.

El Banco Mundial señaló un informe que los 956 000 millones de dólares destinados a los gastos militares en el planeta, representan 20 veces el flujo de efectivo destinado a la asistencia al desarrollo en los países menos avanzados.

Además del desinterés por cooperar al desarrollo de los más pobres, en los últimos años la furia armamentista y las guerras se llevan abundantes cantidades de dinero.

El caso más sobresaliente es el de Estados Unidos que en este año 2004 gastará 400 000 millones de dólares en la defensa, adquisición de todo tipo de ultramoderno armamento y a tratar de controlar Afganistán e Iraq donde inició dos guerras que aún no ha podido controlar.

En los próximos seis años Washington invertirá 2,8 billones de dólares para impulsar sus ansias de potencia militar mundial, cifra muy superior a los 1,7 billones de dólares de PIB que obtuvo América Latina y el Caribe en el 2003.

En el presupuesto de la Casa Blanca que beneficia directamente a las grandes compañías contratistas del Departamento de Defensa, también esta dirigido a mantener la superioridad militar de sus aliados como es el caso de Israel.

El diario Haarets que circula en Tel Aviv, anunció que Estados Unidos financiará la venta a Israel de 5 000 bombas «inteligentes» en una de las operaciones de venta de armas más grandes entre los aliados.

La transacción, que tiene un valor de 320 millones de dólares fue revelada en un informe del Pentágono al Congreso norteamericano e incluye versiones aerotransportadas, unidades de dirección, bombas y detonadores de entrenamiento.

Como parte del convenio, Israel recibirá 500 bombas antibunker que pueden destruir paredes de hormigón de 2 metros de espesor; 2 500 bombas «regulares» de una tonelada; 1 500 de media tonelada y 500 de un cuarto de tonelada.

Muchos de estos artefactos han sido utilizados en aldeas palestinas como la lanzada en julio de 2002 que dejó un saldo de 20 personas muertas.

La furia belicista se abre paso en los albores del siglo XXI y se olvidan, casi por completo, las inmensas necesidades que padecen extensas regiones y países pobres de Asia, África y América Latina.

Si continúa esta descabellada política, las explosiones sociales podrían ser más fuertes que las bombas «inteligentes» pues como argumentó el pragmático y nada progresista Banco Mundial, «es importante hacer conciencia entre la gente del hecho de que…no se puede perder más tiempo en atender los temas de mediano y largo plazos relacionados con la pobreza y el desarrollo».

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