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Armas de comunicación masiva

Fuentes: IPS

De no mediar la complicidad de los medios masivos de comunicación de Estados Unidos con el gobierno de George W. Bush, la invasión a Iraq hubiera inviable, según el último documental del periodista David Schechter. El título de la película, «WMD: Weapons of Mass Deception» («WMD: Armas de decepción masiva»), juega con las siglas en […]

De no mediar la complicidad de los medios masivos de comunicación de Estados Unidos con el gobierno de George W. Bush, la invasión a Iraq hubiera inviable, según el último documental del periodista David Schechter.

El título de la película, «WMD: Weapons of Mass Deception» («WMD: Armas de decepción masiva»), juega con las siglas en inglés de las «armas de destrucción masiva» cuya existencia en Iraq, luego desmentida por las propias autoridades estadounidenses, sirvió de excusa a la guerra.

El documental, que tuvo un costo de apenas 200.000 dólares, señala una amplia gama de errores y faltas de rigor en la cobertura del conflicto, así como la escasa voluntad de los medios para cuestionar las afirmaciones y actos de Bush.

El director y productor de «WMD…», quien ganó en temporadas anteriores dos premios Emmy de la industria televisiva y fue candidato a otros dos, se considera un «refugiado de los medios».

Schechter trabajó como productor de importantes programas televisivos en las cadenas CNN y ABC. Además, dio clases en la Escuela de Graduados de Periodismo de la neoyorquina Universidad de Columbia.

Los problemas formulados en «WMD…» «son centrales en nuestra democracia, no son asuntos marginales», dijo a IPS este cineasta. «No puede haber democracia cuando el público no está informado.»

La película documenta la casi unánime aceptación por parte de los medios estadounidenses de la posesión de armas de destrucción masiva por parte del régimen del presidente iraquí Saddam Hussein, depuesto por la invasión.

Ése fue el principal argumento para que el gobierno de Bush lanzara unilateralmente, sin aval de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y con apoyo de Gran Bretaña y otros países, la guerra contra Iraq.

El documental, que será publicada en DVD en marzo –segundo aniversario del lanzamiento de la invasión–, también ataca la credulidad de los medios en torno del supuesto vínculo de Saddam Hussein, líder del partido secular Baath, con la red terrorista Al Qaeda, de carácter islámico fundamentalista.

Ese vínculo no se respalda en evidencias reales, según Schechter.

«El hecho de que los medios hayan permitido al gobierno de Bush manipular la verdad tan groseramente y sin pudor en las vísperas de la invasión fue lo que la hizo posible», dijo, entrevistado en la película, Eric Alterman, crítico de medios de comunicación de la revista Nation.

Schechter se manifestó perturbado por la adhesión de la prensa a los argumentos gubernamentales y la falta de cuestionamientos desde los medios, tanto antes como durante la guerra en Iraq, un periodo al que consideró «verdaderamente vergonzoso para el periodismo».

«Esto apunta al surgimiento de un sistema estatal de medios en nuestro país», advirtió.

De 1.167 expertos consultados ante cámara durante los noticieros en las vísperas de la guerra, apenas tres por ciento se oponían a la operación, según un informe de la organización Fairness and Accuracy in Reporting (FAIR) citado en el documental.

«El desequilibrio era tan increíble que los críticos no podían ser escuchados», sostuvo.

La marginalización del disenso y la negativa a cuestionar la guerra se debió, en parte, al temor de periodistas y medios de ser vistos como «antipatriotas», según el documental.

«En la cobertura posterior a los atentados del 11 de septiembre, hubo mucha corrección política patriótica. Nuestro presidente decía: ‘Están con nosotros o con los terroristas.’ Por lo tanto, quien criticara era un terrorista. Esto creó un ambiente intimidante», según Schechter.

Uno de los aspectos de la «guerra en los medios» que cuestiona la película es la presencia en Iraq de 600 periodistas «embedded» (en inglés, «encamados»), es decir, que acompañaron a las tropas con un permiso especial, y que, según Schechter, desempeñaron una cobertura chauvinista.

Un periodista «embedded» come, duerme y vive el día a día con un batallón. Esa práctica fue alentada por la jefa de prensa del Pentágono, Victoria Clarke, y otros expertos en relaciones del Departamento de Defensa, que la planificaron antes de la guerra.

El documental indica que, como la vida de estos reporteros está literalmente en manos de los soldados y comparten tanto tiempo junto a ellos en circunstancias extremas, se crea un vínculo que pone en peligro la capacidad de informar con rigor.

Para Schechter, un periodista «embedded» tenderá a aplaudir a los militares más que a ejercer su profesión con espíritu crítico.

En la película, varios corresponsales que cubrieron la guerra en esa condición hablan de sus experiencias en el frente de batalla.

«Llegamos a conocer a estos soldados y queríamos que tuvieran éxito. ¿Cómo sería yo capaz de manejar la situación si uno de mis soldados moría?», se preguntó la reportera Gwendolen Cates, de la revista People.

La irresponsabilidad profesional, de acuerdo con Schechter, fue más allá del sesgo de unos pocos periodistas o medios de comunicación.

«Es difícil que los miembros del público lo vean como un problema institucional, porque primero se concentran en las fallas políticas y en segundo término en las de inteligencia. Yo digo que no, que se trata de una falla de los medios», enfatizó.

«WMD…» fue bien recibida por la crítica de todo el mundo y ha sido presentada en salas desde Escocia a Australia. Ganó los festivales cinematográficos de Austin y de Denver en la categoría documental.

De todos modos, la obra ha sido criticada, en especial por medios de comunicación contra los que el filme apunta sus dardos.

Algunos argumentan, como la revista Vanity Fair, que Schechter se limitaba a emular al célebre periodista televisivo, escritor y cineasta Michael Moore, quien dirigió y produjo documentales aclamados como «Farenheit 9/11», «Bowling for Columbine» y «Roger and Me».

Pero Schecther dirigió su primer documental en 1968, dos décadas antes que el debut de Moore.