Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens
Cuando un bombero o un equipo médico realizan un rescate, lo normal es que a la persona le vaya mejor. Esto no está tan claro cuando los rescatadores son el Banco Central Europeo (BCE) o el FMI.
Irlanda tiene actualmente una tasa de desempleo del 14,1%. Como resultado de las condiciones del rescate que requerirá más recortes en los gastos del gobierno y subida de los impuestos, es casi seguro que la tasa de desempleo aumentará. El pueblo irlandés probablemente se preguntará cómo le iría a su economía si no la hubieran rescatado.
El dolor infligido a Irlanda por el BCE/FMI es totalmente innecesario. Si el BCE se comprometiera a otorgar préstamos a tasas bajas de interés, algo que está totalmente dentro de sus posibilidades, Irlanda no tendría un serio problema presupuestario. Su inmenso déficit pronosticado proviene sobre todo de la combinación de altos costes de intereses sobre su deuda y del resultado de operar a niveles de producción económica que están muy por debajo del pleno empleo; dos resultados por los que se puede culpar en gran parte al BCE.
Vale la pena recordar que el gobierno de Irlanda era un modelo de probidad fiscal antes de la catástrofe económica. Había producido grandes superávit presupuestarios fiscales antes del comienzo de la crisis. El problema de Irlanda no consistía ciertamente en gastos fuera de control del gobierno, sino en un sistema bancario temerario que alimentó una inmensa burbuja inmobiliaria. Los magos económicos del BCE y del FMI o no pudieron ver la burbuja o pensaron que no valía la pena mencionarla.
El hecho de que ni el BCE ni el FMI tomasen medidas para controlar la burbuja antes de la crisis no ha hecho que esas instituciones financieras internacionales muestren timidez para usar ahora mano dura al imponer condiciones. El plan es imponer una extrema austeridad, que llevará a que gran parte de la fuerza laboral de Irlanda sufra desempleo durante años como resultado del fracaso de sus banqueros y del BCE.
Aunque a menudo se afirma que esas instituciones no son políticas, sólo alguien clínicamente muerto podría creerlo. La decisión de hacer que los trabajadores de Irlanda, junto con los trabajadores de España, Portugal, Letonia y otros sitios, paguen por la temeridad de los banqueros de sus países es totalmente política. No existe un imperativo económico que diga que los trabajadores tengan que pagar, es una decisión política impuesta por el BCE y el FMI.
Debería ser una gran señal de advertencia para los progresistas, y de hecho para cualquiera que crea en la democracia. Si el BCE impone condiciones a un paquete de rescate será muy difícil que un gobierno elegido en Irlanda cambie esas condiciones. En otras palabras, los temas que podrán decidir los votantes irlandeses serán probablemente de una importancia trivial en relación con las condiciones que serán impuestas por el BCE.
No existe un argumento serio a favor de que no se pueda responsabilizar a un banco central. Aunque nadie espera o quiere que los parlamentos micro-administren la política monetaria, el BCE y otros bancos centrales deberían ser claramente responsables ante los órganos elegidos. Sería interesante ver cómo pueden justificar sus planes para someter a Irlanda y a otros países a un desempleo de dos dígitos durante años.
El otro punto que hay que considerar es que incluso un país relativamente pequeño como Irlanda tiene opciones. Concretamente podría salirse del euro y cesar el pago de la deuda. No es la mejor opción de principio, pero frente a la alternativa de un desempleo indefinido de dos dígitos, el abandono del euro y el cese de los pagos parecen mucho más atractivos.
El BCE y el FMI insistirán en que es el camino al desastre, pero su credibilidad al respecto es casi nula. Hay un precedente obvio. En 2001, el FMI presionó a Argentina para que impusiera medidas de austeridad cada vez más duras. Como Irlanda, Argentina también había sido un modelo para las huestes neoliberales antes de que tuviera dificultades.
Pero el FMI puede cambiar rápidamente. Su programa de austeridad redujo el PIB en casi un 10% y llevó la tasa de desempleo hasta muy arriba de los dos dígitos. Pero a finales de 2001 fue políticamente imposible que el gobierno argentino aceptara más austeridad. Como resultado, rompió el vínculo supuestamente inquebrantable entre su moneda y el dólar y cesó los pagos de su deuda.
El efecto inmediato fue que la economía empeoró, pero al llegar la segunda mitad de 2002 la economía volvió a crecer. Fue el comienzo de cinco años y medio de continuo crecimiento, hasta que la crisis económica mundial terminó por tener su efecto en 2009.
Mientras tanto el FMI hizo todo lo posible para sabotear a Argentina, que llegó a ser conocida como la «palabra A». Incluso utilizó pronósticos engañosos que consistentemente subestimaron el crecimiento de Argentina esperando debilitar la confianza.
Irlanda debería estudiar las lecciones de Argentina. La ruptura con el euro tendría consecuencias, pero cada vez parece más probable que el dolor de la ruptura sea menor que el dolor de no hacerlo. Además, la simple mención del tema probablemente hará que el BCE y el FMI adopten una posición más moderada. Lo que deben comprender el pueblo de Irlanda y de todos los países es que si juegan según las reglas de los banqueros saldrán perdiendo.
Dean Baker es codirector del Center for Economic and Policy Research (CEPR). Es autor de Plunder and Blunder: The Rise and Fall of the Bubble Economy and False Profits: Recoverying From the Bubble Economy.
Este artículo fue publicado originalmente por The Guardian.
Fuente: http://www.counterpunch.org/
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