En este artículo el autor muestra, frente a quienes niegan la realidad o simplemente la contemplan, de qué forma avanza el plan militar en Brasil, cuyo objetivo es perpetuar a uno de los suyos al frente del país.
El golpismo continuado, es decir, la profundización permanente del estado de excepción hacia el precipicio fascista siempre ha estado presente en el campo de posibilidades de esta larga, interminable y trágica coyuntura abierta en 2013 en Brasil y acelerada a partir del fraudulento juicio político a la presidenta Dilma Roussef en 2016.
Los militares saben que en democracia y dentro de las reglas del estado de derecho, no pueden reelegir a Bolsonaro. Y también saben que es solo en los campos del golpismo y el terrorismo -incluido el asesinato de Lula- donde están las posibilidades de que impidan la elección del ex presidente del PT en octubre.
El extremista también dijo que “para cerrar el Supremo Tribunal Federal no se necesita ni un jeep”; solo un soldado y un cabo. Y, para el papel de cabo y soldado del fascismo en la Corte Suprema, el gobierno militar nombró a André Mendonça y Kássio Nunes Marques.
A pesar de las reiteradas amenazas de Bolsonaro y los generales de que “sin voto impreso no habrá elecciones”, como proclamó el propio Bolsonaro al mundo en una reunión con embajadores de decenas de países este lunes 18, muchas personas todavía menosprecia o duda de la existencia del plan militar golpista.
Bolsonaro arremetió contra la justicia electoral, acusada de no querer transparencia en la elección presidencial, y cuestionó sin pruebas la supuesta vulnerabilidad de las urnas electrónicas en una reunión con embajadores en Brasilia. Ha convertido el sistema de urnas electrónicas en blanco de ataques debido a su supuesta vulnerabilidad, que podría ser usada en su contra.
Al frente de la operación de conspiración y desestabilización política e institucional junto a Bolsonaro está nada menos que Paulo Sérgio Nogueira de Oliveira, ministro general de Defensa. Paulo Sérgio es avalado por el Alto Mando del Ejército en la cruzada criminal contra la democracia –del mismo modo en que el Alto Mando avaló al general Villas Bôas para firmar el famoso tuit del 3 de abril de 2018 con el objetivo de enclaustrar el STF-.
En las últimas semanas, la escalada de la ofensiva de los líderes partidarios de las Fuerzas Armadas sobre el Tribunal Supremo Electoral (TSE) y el Supremo Tribunal Federal (STF, Corte Suprema) ha hecho muy evidente el papel absolutamente central de los militares en la coyuntura.
A estas alturas, pues, con la actuación ruidosa de los militares y sus promesas de caos y tumulto en las elecciones, ni siquiera quien sufra el cuadro más enfermizo de negación de la realidad podría seguir negando tanta evidencia.
Es significativo, en este sentido, que muchos parlamentarios, líderes políticos, autoridades públicas y analistas finalmente hayan llegado a reconocer plenamente las amenazas que representan los militares para las elecciones y la democracia.
Superar el ciclo de negación, sin embargo, no significa automáticamente el inicio de reacciones activas y enérgicas para detener el avance del proyecto militar de poder y la escalada militar-fascista.
La negación dio paso a la contemplación. Ahora la ruptura institucional pasó a ser considerada como un hecho de la realidad; como un hecho inexorable, como algo que inevitablemente debe suceder. Nos convertimos así en meros espectadores de un proceso ineludible.
La pregunta que prevalece ya no es si los militares llevarán a cabo el golpe y cuándo, sino cómo se llevará a cabo. Es como si estuviéramos contemplando una telenovela que se está filmando a cámara lenta, con sus capítulos desarrollándose a diario hasta que se produce el trágico epílogo.
La Cámara de Diputados y la Fiscalía General están controladas por colaboradores del fascismo que no harán nada por defender la poca democracia que queda. Solo una amplia movilización social podrá frenar el avance del golpe y el fascismo y obligar a la Cámara y a la Procuraduría General de la República, así como al STF, a cumplir con sus obligaciones constitucionales de proteger y salvar la democracia.
Habiendo superado la negación de la realidad, ahora es crucial superar este ciclo de contemplación paralizante de la realidad y tomar medidas urgentes para combatir el proyecto de poder militar.
La campaña Lula-Alckmin y las organizaciones sindicales, populares y democráticas de Brasil tienen en sus manos la compleja responsabilidad de organizar esta resistencia popular masiva contra la escalada fascista-militar.
Jeferson Miola es miembro del Instituto de Debates, Estudios y Alternativas de Porto Alegre (Idea), fue coordinador ejecutivo del V Foro Social Mundial y colaborador del Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE).
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