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Asia y la nueva crisis mundial

Fuentes: Red del Tercer Mundo

Funcionarios de los ministerios de Economía y bancos centrales de varios países asiáticos se reunieron en Manila la semana pasada, en un taller sobre Asia y la crisis mundial, en el que participaron también expertos independientes. La reunión, organizada por la Comisión Económica y Social de las Naciones Unidas para Asia y el Pacífico y […]

Funcionarios de los ministerios de Economía y bancos centrales de varios países asiáticos se reunieron en Manila la semana pasada, en un taller sobre Asia y la crisis mundial, en el que participaron también expertos independientes.

La reunión, organizada por la Comisión Económica y Social de las Naciones Unidas para Asia y el Pacífico y el Banco Central de Filipinas, no pudo ser más oportuna, en especial ante al agravamiento sustancial en las últimas semanas de las perspectivas económicas a corto plazo de Estados Unidos, Europa y Japón.

En la «gran recesión» de 2008-2009, la región se vio afectada por una brusca caída de las exportaciones, que repercutió en el Producto Nacional Bruto (PNB). Pero las políticas de estímulo económico aplicadas por los países desarrollados y varios países asiáticos -entre ellos China, India y Malasia- provocaron una rápida recuperación.

El cambio de políticas en los países desarrollados, que pasaron del estímulo fiscal a la austeridad, es una de las principales razones de la reciente desaceleración, que esta vez parece que durará más.

Asia es vulnerable a una nueva recesión debido a su alta dependencia de las exportaciones. Un documento de South Centre estima que las exportaciones contribuyen aproximadamente en un cincuenta por ciento al reciente crecimiento previo a la crisis. China ya se está preparando para una reducción de sus exportaciones y del crecimiento de su PNB.

La idea es que China aumente el gasto del consumo interno, que pasaría a ser su futuro motor de crecimiento. Pero es más fácil decirlo que hacerlo.

En los últimos años, la participación del consumo en el PBI bajó de cincuenta y cinco por ciento a fines de 1990, a treinta y seis por ciento en 2008. Una de las principales razones es que el aumento de los salarios quedó muy rezagado con respecto a los aumentos de productividad. Como resultado, la participación de los salarios en el PBI cayó a un cuarenta por ciento, cuando en la década del noventa se ubicaba entre cincuenta y cincuenta y cinco por ciento.

China está adoptando medidas para aumentar los salarios de los trabajadores, lo que podría estimular la demanda interna. Pero también existe el temor de que salarios más altos resten competitividad a las empresas chinas en tanto tengan menores márgenes de ganancia.

Otros países asiáticos tienen incluso mayor dependencia de las exportaciones. En Indonesia, Corea del Sur, Taiwán y Tailandia, las exportaciones contribuyeron en más del sesenta por ciento a su crecimiento, comparado con el cuarenta a cincuenta por ciento de China, y la dependencia es aún mayor en Malasia, Singapur y Vietnam.

Los países asiáticos son muy vulnerables a una desaceleración de las exportaciones tanto hacia los países desarrollados como a China, ya que exportan gran parte de los componentes que este último utiliza para fabricar sus productos de exportación. Por eso, una desaceleración de las exportaciones chinas a Estados Unidos y la Unión Europea también tendrá un fuerte impacto.
En numerosos países del sudeste asiático, un gran problema es la aparente falta de oportunidades de inversión, ya que se ha quedado atrás con respecto al ahorro.

En los últimos años, los índices de inversión en Malasia, Singapur, Filipinas, Taiwán e Indonesia han sido aproximadamente el veinte por ciento del PBI, menos de la mitad del índice registrado por China. Sus índices de inversión no se han recuperado a los niveles alcanzados antes de la crisis asiática de 1997 y son demasiado bajos para generar un crecimiento rápido de la demanda efectiva.
Estos países necesitan planificar nuevas fuentes de crecimiento a partir de un aumento de la demanda interna, así como del comercio entre los países de la región y con otras regiones del Sur en desarrollo.
Una lección importante que muchos países asiáticos aprendieron en la crisis de 1997-1999 es que no deben quedar atrapados en una situación vulnerable en que sus reservas de divisas caigan hasta el punto de enfrentar un incumplimiento de la deuda. Es así que el alto excedente de cuenta corriente e importante acumulación de reservas de divisas protegieron a muchos países durante la crisis mundial de 2008-2009.

Sin embargo, la región también enfrenta una serie de vulnerabilidades financieras que la nueva conmoción mundial deja más en evidencia.

En primer lugar, algunos países tienen importantes déficit de cuenta corriente y dependen de los ingresos de capital extranjero para cubrirlos. Podrían tener problemas con la balanza de pagos en caso de que las exportaciones se deterioren, o si se revirtieran los ingresos de capital.

En segundo lugar, varios países asiáticos estuvieron liberalizando sus ingresos de capital en la década pasada. Se abrieron al ingreso de capital extranjero, incluso inversiones directas, inversiones de cartera y préstamos. También permitieron ingresos de capital de residentes, bancos y empresas. Están, pues, más susceptibles a oleadas de ingresos de capital y egresos de fondos de empresas locales y personas.

En épocas en que los ingresos de capital son grandes, éstos se equilibran con los egresos de los residentes o los superan. Pero cuando un país enfrenta un revés en las corrientes de capital extranjero, podría ser difícil recuperar el capital local que se fue al exterior. Como resultado, el país queda expuesto a los riesgos de importantes egresos netos. Si eso no se compensa adecuadamente con un excedente en la balanza comercial y las cuentas corrientes, la posición de su balanza de pagos podría verse afectada.

En tercer lugar, los países asiáticos están expuestos a los aumentos de fondos internacionales en busca de mayores rendimientos. La reciente ola de ingresos de capital causaron problemas tales como apreciación de la moneda -lo que se traduce en que las exportaciones sean menos competitivas-, exceso de liquidez, presiones inflacionarias y burbujas en los precios de acciones e inmuebles. También son vulnerables a una caída repentina de las corrientes de capital, lo que puede tener efectos devastadores. Algunos países asiáticos, como Tailandia y Corea del Sur, utilizaron controles de capital para reducir los ingresos de capital, pero las presiones continúan.

En cuarto lugar, varios países asiáticos sufrieron pérdidas debido a la caída del valor de sus reservas de divisas -gran parte de las cuales están en bonos del Tesoro de Estados Unidos- como resultado de la depreciación del dólar. La actual falta de alternativa al dólar como moneda mundial de reserva agudiza este problema.

Si bien los países asiáticos pueden adoptar medidas nacionales para controlar o reducir las vulnerabilidades mencionadas, dichas medidas podrían ser inefectivas a menos que exista una acción colectiva a escala mundial. Por tanto, las autoridades de la región deberían ser más activas en cuanto a impulsar reformas financieras mundiales.

Ésa fue una de las conclusiones de la reunión en Manila.

La nueva desaceleración mundial ha vuelto aún más urgente el replanteo de los modelos de crecimiento nacionales y regionales, así como la necesidad tener una fuerte voz regional en las políticas económicas y reformas financieras mundiales.

Martin Khor, fundador de la Red del Tercer Mundo, es director ejecutivo de South Centre, una organización de países en desarrollo con sede en Ginebra.

http://agendaglobal.redtercermundo.org.uy/2011/09/15/asia-y-la-nueva-crisis-mundial/