No hace falta escarbar las bibliotecas de la jurisprudencia burguesa para fundamentar las razones de un Asilo Humanitario a cualquier persona que siente sus derechos y su vida amenazados. Especialmente cuando esa persona ha sido victimada internacionalmente por una andanada demencial de acusaciones, acechanzas, amenazas y acosos sin un «debido juicio», sin derecho a la […]
No hace falta escarbar las bibliotecas de la jurisprudencia burguesa para fundamentar las razones de un Asilo Humanitario a cualquier persona que siente sus derechos y su vida amenazados. Especialmente cuando esa persona ha sido victimada internacionalmente por una andanada demencial de acusaciones, acechanzas, amenazas y acosos sin un «debido juicio», sin derecho a la legitima defensa. Un caso claro de «Linchamiento Mediático».
Edward Snowden es señalado como responsable de los más inimaginables delitos con los más irracionales argumentos. «Comunista», «traidor», «estafador», «terrorista»… el propio secretario de Estado de EE.UU., John Kerry (muy lejos de ser el único parlanchín de la oligarquía yanqui) se convirtió en una maquina infernal de acusaciones inyectadas con esa histeria especial que es producto de su desesperación e impotencia. Borró con saliva su curriculum diplomático y se olvidó del derecho a la inocencia hasta que se pruebe lo contrario. Se olvidó de que incluso la justicia burguesa tiene sus «reglas». No en los mass media sino ante un jurado apegado a los protocolos legales.
Y todo este pisoteo a los derechos de Snowden, y a la inteligencia humana, exhibe su impudicia impunemente con ayuda del servilismo colonial de muchos países que, ya en el desparpajo más ofensivo, violentan en pandilla convenciones, acuerdos, leyes y derechos internacionales para complacer a su jefe yanqui. Eso, y no otra cosa, ha sido el episodio a que ha sido sometido el presidente de Bolivia, Evo Morales y la tripulación del vuelo presidencial que lo acompañaba en su retorno luego de un viaje a Rusia. Mientras tanto el imperio nos espía. Y ese es el oscuro objeto del deseo imperial.
Todo el imperio contra una sola persona es la ecuación que, el propio imperio, se ha encargado de mostrar en su desfachatez serial. Los gobiernos mansos se mantienen calladitos. Encogen los hombros y aprietan los dientes para que no se les escapen las propinas políticas que les dará su jefe yanqui. Calladitos y mansos, los siempre bravucones y engreídos países europeos, con su cuna de «alta cultura» y sus moditos despóticos… ahora exhiben su servilismo vergonzoso mientras traicionan las mejores tradiciones de la cordura y la amistad verdadera entre los pueblos. Y del más elemental sentido del derecho. Todo un papelón ridículo de los «excelentísimos» demagogos de la diplomacia burguesa y sus neo-colonias.
Obama sigue atrapado en su propio laberinto de espionajes y todo parece indicar que, propios y extraños, lo abandonarán ahí hasta que se pudra en el caldo histriónico de las alharacas mediáticas funcionales al relevo republicano que, como siempre, vendrá cargado con moralinas de ocasión para las elecciones próximas. Saldrán en la «tele». El «Tea Party» ya moja sus galletitas fascistas en la tasita del puritanismo más rancio. Pero el espionaje seguirá. Es parte de la Guerra de IV Generación, es decir, de los negocios imperiales bajo otras formas.
En las antípodas de ese circo macabro de ignominias, amenaza y persecuciones criminales (que acelera su degradación impulsado por una crisis económica, política y moral sin precedentes) emergen las voluntades de pueblos decididos a romper la hegemonía del imperialismo y a tomar en sus manos las riendas de su futro. Esas voluntades se expresan en todo el mundo y, especialmente, en Latinoamérica con más fuerza y con avances incuestionables. Uno de esos avances es, sin duda, la Revolución Diplomática que, de los dichos a los hechos, se alienta bajo los programas de independencia socialista y corazón bolivariano.
En ese marco rico en herencias teóricas y morales, el presidente venezolano Nicolás Maduro ha ofrecido, como lo han hecho otros jefes de estado bolivarianos también, Asilo Humanitario a Snowden para que, garantizados los derechos y resguardada la vida, pueda ejercer la defensa que convenga a sus intereses y a la razón jurídica obligatoria… aunque el imperio lo repudie. No se trata de una «dádiva» ni de un desplante filantrópico. Es el mandato de una Revolución Socialista que entre sus principios irrenunciables contiene la defensa de la integridad física y emocional de las personas en un marco de Justicia Socialista que, en manos de gobiernos en proceso de transición, se erige como uno de los baluartes de mayor trascendencia y urgencia.
No es una casualidad que coincidan, con la postura de Nicolás Maduro, las de otros mandatarios revolucionarios. No es casualidad que coincidan gracias a la emergencia de una Doctrina Diplomática Bolivariana que tiene en la integración de los pueblos y en la inclusión de todos, uno de los principios más poderosos para la batalla de las ideas y de las acciones directas que Latinoamérica enfrenta, hoy, mientras se prepara para las batallas más duras que están por venir.
El imperio no se quedará callado ni quieto. El imperio ya anotó su plan de venganza en su lista de odios acumulados contra las revoluciones socialistas. No van a perdonarle a Evo Morales su inteligencia ni el liderazgo que le permitió salir triunfante de un atentado contra su dignidad y su vida. No van a perdonarle a Maduro su obediencia a los principios bolivarianos y chapistas, con que cumple el deber que su pueblo le mandata. El debate no es Snowden. El verdadero problema, y desafío, es el respeto innegociable por la dignidad humana y la defensa de sus derechos. Hoy contamos para eso, también, con una Doctrina Diplomática Bolivariana. Nada menos.
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