La revolución bolivariana es un espacio político, económico, social y cultural de ruptura y confrontación rodeado de peligros e incertidumbre. También es un espacio de irrupción de múltiples contradicciones que con fuerza reconfiguran el mapa neoliberal que a la fuerza impone la geopolítica del imperio global. Es a la vez un espacio con dinámicas de […]
La revolución bolivariana es un espacio político, económico, social y cultural de ruptura y confrontación rodeado de peligros e incertidumbre. También es un espacio de irrupción de múltiples contradicciones que con fuerza reconfiguran el mapa neoliberal que a la fuerza impone la geopolítica del imperio global. Es a la vez un espacio con dinámicas de desarrollo muy distintas respecto de las demás revoluciones sociales que hemos conocido en Latinoamérica y más allá. Estas particularidades de la revolución bolivariana, luego de la caida del socialismo real en la mayor parte del globo, la convierten en el proyecto político popular de mayor atractivo para los demás pueblos latinoamericanos y el mundo. Sus grandes estimulantes políticos son: la institución de la Democracia Participativa, el derecho constitucional al protagonismo social de los ciudadanos en los asuntos públicos y la propuesta del Socialismo del Siglo XXI. Esto último, izar la bandera del Socialismo del Siglo XXI, aún cuando no pasa de ser la definición nominal de un macro rumbo político todavía difuso y genérico, ha resultado ser una esperanzadora visión de futuro nacional con proyección regional y mundial que ha sumado millones de adeptos en los cinco continentes.
Con total independencia de que en la República Bolivariana de Venezuela hoy cualquiera atribuye al socialismo del siglo XXI sus propios significados y contenidos, reconfigurando así a diario su propia visión acerca de lo que significa la revolución bolivariana, la velocidad con que se suceden uno tras otro los acontecimientos políticos internos y externos exige, de manera acelerada, que esta práctica política cambie. Se acerca el momento en que nadie podrá hacer lo que le de la gana (como se hace hoy), ni tampoco decir cualquier cosa que se le venga a la mente para apoyar y definir la revolución bolivariana. En adelante cada quien tendrá que aportar lo mejor que tiene de sí, inmerso en un Plan General estructurado sobre la base de un macro acuerdo político. Nunca fuera de él. Excepto que se cumpla con la condición de mejorarlo o superarlo, aprobado en una amplia discusión popular participativa. Este macro plan revolucionario, colectivo, tiene que tener su parto lo más rápido posible. Todos los interesados en él tenemos que contribuir a acelerar su nacimiento. Al imperio no se le puede combatir, ni mucho menos derrotar, haciendo cada uno lo que le venga en gana o lo que a cada quien le parezca que tiene que hacer. Es necesario que el aporte de cada quien se haga dentro del plan general de consolidación, avance y superación de la revolución bolivariana.
Hoy, el plan general de la revolución que disponemos es el plan del gobierno bolivariano, un proyecto que nació de la Primera Constitución de la Democracia Participativa, Carta Magna Bolivariana que luce en su estructura legal una serie de debilidades (caballos de troya neoliberales contitucionales) que impiden asegurar la marcha hacia el Socialismo del Siglo XXI; entre estos, unos artículos que permiten la discrecionalidad de funcionarios públicos y del gobierno para decidir a discreción materias transcendentales para la nación, las cuales deberían ser objeto de una discusión nacional y sus resultados sometidos a un referendo aprobatorio. La revolución bolivariana carece de una organización política sólida con autonomía del gobierno y del Estado. Esto hace que sea el gobierno bolivariano y Hugo Chávez quienes la dirijan y tomen las grandes decisiones sin control ni consulta popular alguna. La coyuntura que presentó la formación de los Consejos Comunales y la discusión de la Ley que los rige, mostró la lucha por el poder en pleno desarrollo que existe en el seno de la revolución bolivariana, «…confrontación en curso entre el Poder Constituyente y el Poder Constituido, entre el Soberano y sus dedocráticos «representantes» en la Asamblea Nacional, entre los Movimientos Sociales y las mafias políticas. En fin, entre la Revolución y la farsa.» (Deudas, Paulino Nuñez, 2006, www.rebelion.org)
Unidad y crítica para restaurar y superar debilidades
Con total independencia de que en la República Bolivariana de Venezuela hoy cualquiera atribuye al socialismo del siglo XXI sus propios significados y contenidos, reconfigurando así a diario su propia visión acerca de lo que significa la revolución bolivariana, la velocidad con que se suceden uno tras otro los acontecimientos políticos internos y externos exige, de manera acelerada, que esta práctica política cambie. Se acerca el momento en que nadie podrá hacer lo que le de la gana (como se hace hoy), ni tampoco decir cualquier cosa que se le venga a la mente para apoyar y definir la revolución bolivariana. En adelante cada quien tendrá que aportar lo mejor que tiene de sí, inmerso en un Plan General estructurado sobre la base de un macro acuerdo político. Nunca fuera de él. Excepto que se cumpla con la condición de mejorarlo o superarlo, aprobado en una amplia discusión popular participativa. Este macro plan revolucionario, colectivo, tiene que tener su parto lo más rápido posible. Todos los interesados en él tenemos que contribuir a acelerar su nacimiento. Al imperio no se le puede combatir, ni mucho menos derrotar, haciendo cada uno lo que le venga en gana o lo que a cada quien le parezca que tiene que hacer. Es necesario que el aporte de cada quien se haga dentro del plan general de consolidación, avance y superación de la revolución bolivariana.
Hoy, el plan general de la revolución que disponemos es el plan del gobierno bolivariano, un proyecto que nació de la Primera Constitución de la Democracia Participativa, Carta Magna Bolivariana que luce en su estructura legal una serie de debilidades (caballos de troya neoliberales contitucionales) que impiden asegurar la marcha hacia el Socialismo del Siglo XXI; entre estos, unos artículos que permiten la discrecionalidad de funcionarios públicos y del gobierno para decidir a discreción materias transcendentales para la nación, las cuales deberían ser objeto de una discusión nacional y sus resultados sometidos a un referendo aprobatorio. La revolución bolivariana carece de una organización política sólida con autonomía del gobierno y del Estado. Esto hace que sea el gobierno bolivariano y Hugo Chávez quienes la dirijan y tomen las grandes decisiones sin control ni consulta popular alguna. La coyuntura que presentó la formación de los Consejos Comunales y la discusión de la Ley que los rige, mostró la lucha por el poder en pleno desarrollo que existe en el seno de la revolución bolivariana, «…confrontación en curso entre el Poder Constituyente y el Poder Constituido, entre el Soberano y sus dedocráticos «representantes» en la Asamblea Nacional, entre los Movimientos Sociales y las mafias políticas. En fin, entre la Revolución y la farsa.» (Deudas, Paulino Nuñez, 2006, www.rebelion.org)
Unidad y crítica para restaurar y superar debilidades
Uno de los varios talones de aquiles de este esfuerzo político llamado revolución bolivariana, visto desde los intereses de los sectores sociales más desposeidos y necesitados de la revolución, está en la desorganización política del movimiento popular, en la desorganización política de los intereses propios del pueblo. En la República Bolivariana de Venezuela no existe un pueblo organizado dirigiendo la revolución y su gobierno, sino todo lo contrario, hay un presidente con un gran liderazgo junto a una parte de su gobierno dirigiéndolo todo. Esta realidad es en lo inmediato inmodificable. Ello hará que a pesar de la contaminación que sufre el gobierno de solidaridad social de Hugo Chávez a consecuencia de burócratas con ideas y modos de hacer contrarios a la revolución bolivariana, ante la coyuntura de un escenario de agresión armada imperial o paramilitar, sin excepción, lo que nos queda a todos los revolucionarios es asumir el liderazgo macro de Hugo Chávez y del gobierno bolivariano, sin discusión.
Lo anterior, aunque sea una obligación derivada de la realidad orgánica y política del movimiento popular, no puede traducirse en un cheque en blanco a la burocracia pública. Al pueblo bolivariano y a todos los revolucionarios nos asiste el deber de cuidar, vigilar y confrontar tanto al enemigo exterior como al enemigo interior de la revolución bolivariana, cuidando no romper la unidad política ni socavar de la base social existente; pero a la vez, sin detener la denuncia ni dejar de combatir la corrupción, la traición y la 5ta columna. Hay que apoyar al gobierno inclusive si al acercarnos a muchos funcionarios públicos y dirigentes políticos tengamos que taparnos la nariz o luego haya que vomitar. Esto demandará esfuerzo y exigirá una voluntad extrema de todos. Habrá que apoyarlos. Sí, pero estableciendo un férreo seguimiento a todas las políticas públicas, una acción que tendrá que servirnos como un ejercicio de materialización del Poder Popular.
El Pueblo Revolucionario tiene que estar atento, vigilante, crítico, mas no está obligado a ejercer el rol de fiscal del poder constituido, sino todo lo contrario, está obligado a asumir el ejercicio pleno del Poder Popular, realizar el Poder Popular. Un Poder Popular que requiere proponer leyes, realizar planes sociales, proyectos de seguridad ciudadana, de salud, de educación, económicos, culturales, recreacionales, deportivos, de infraestructura, de inversión productiva y también administrar los presupuestos y dineros públicos y de la comunidad mediante una banca popular.
Todo esto hay que comenzar a hacerlo desde ahora mismo, aprovechando el propio discurso oficial sobre los Consejos Comunales y el desarrollo del Poder Popular. El pueblo tiene que comenzar a construir sus iniciativas apoyándose primero en sus propias fuerzas. Es esto lo que dará fortaleza al movimiento popular, al gobierno de Hugo Chávez y a la revolución bolivariana. Hay que convertir esta coyuntura de amenaza de agresión imperial y paramilitar en ventajas y ganancias para la revolución bolivariana y el movimiento popular.
Iniciativas desde abajo, desde el pueblo
Hay muchas tareas que se pueden hacer desarrollando la iniciativa popular como Pueblo Revolucionario. Esto significa adelantar acciones e iniciativas políticas que no afecten las directrices máximas de Hugo Chávez ni los planes reivindicativos del gobierno bolivariano. Estas acciones ayudarán a la conformación futura de un gobierno popular con la mayor cantidad de Pueblo Revolucionario en sus filas. En fin, son éstas iniciativas que ayudarán a la creación de un poderoso movimiento político popular organizado que no corra tras el llamado de aquellos que hoy lo engañan y suplantan accionando contra sus intereses.
En las bases de la revolución bolivariana, a pesar de todo lo que se argumente desde el estamento oficial, la gente común, el pueblo interesado en la revolución, interesado en que se profundice el proceso de transformaciones estructurales que están todavía por realizarse, e interesado en el socialismo del siglo XXI, aún cuando sus referencias sobre él sean ambiguas y vagas, conoce cada vez con mayor claridad ¡quién es quien!
La enseñanzas del andar y andar
Corriendo de un lado a otro el pueblo venezolano ha aprendido mucho estos últimos años, saltando por orden del propio Presidente Hugo Chávez del Movimiento Bolivariano Revolucionario 200 (MBR-200) hacia el Movimiento Quinta República (MVR), y de este a los Círculos Bolivarianos, luego al Comando Nacional de la Revolución, más tarde a las Mesas de Diálogo, y de ahí en adelante a los Comités de Defensa del Paro Petrolero, al Comando Ayacucho, al Comando Maisanta, a las UBEs, a las Unidades de Batalla Social y por último a las Misiones. Todo ello, para que luego, muchos, cansados de tanto ir y venir, y a la vez, defraudados por el liderazgo político y burocrático inmediato, se fueran al repliegue manifestando su descontento al dejar de votar en las dos últimas elecciones. Manifestación de descontento expresada luego de constatar que a pesar de su esfuerzo y entrega a la revolución, muchas de sus necesidades y carencias se mantienen, se incrementan o la retribución material y espiritual que reciben a cambio es demasiado desigual en relación a su esfuerzo. Existe un manifiesto reclamo de una parte del colectivo social que al ver dilatados sus requerimientos sin fecha definida de solución, denuncian a pulmón lleno el escamoteo y boicot de las políticas sociales y confrontan de manera abierta a la burocracia pública y política de la revolución bolivariana.
La avanzada imperial
Haciendo caso omiso o poniendo muy poca atención al reclamo anterior, hoy, a este mismo pueblo, la dirección de la revolución bolivariana le exige que atienda al trinar del clarinete que le ordena resucitar las UBEs (exitosas Unidades de Batalla Electoral durante el referendo aprobatorio) porque «ique viene el lobo». Un lobo que hace tiempo convive entre nosotros.
Las divisiones de avanzada del imperio estacionadas desde hace años al interior de la hoy República Bolivarana de Venezuela, en su mayoría están intactas. Con excepción de los altos mandos de la FAN expulsados o llamados a retiro, el fin de las misiones militares yankis y el cierre del Congreso puntofijista, todas las demás divisiones de avanzada del imperio no han sido ni siquiera rasguñadas en siete años de revolución bolivariana: medios de comunicación escritos y audiovisuales privados, universidades públicas autónomas y privadas, gremios e instituciones de la educación escolar y superior, sectas e iglesias, ONGs imperiales, coorporaciones transnacionales, la banca nacional, y la más sutil y peligrosa división de avanzada del imperio: la burocracia pública.
Las nuevas viejas vanguardias
A las dificultades, problemas y peligros del descontento popular expuesto en los párrafos anteriores, tenemos que agregar que a la gente más entusiasmada del pueblo bolivariano, desde el gobierno se le ha puesto a trabajar en muchas organizaciones paraestatales, en su mayoría recien creadas, que se solapan en sus funciones unas a otras y se consumen en una inútil competencia política. La gerencia revolucionaria bolivariana olvida o desconoce que los sujetos dispuestos a trabajar allí, o mejor dicho, quienes tienen tiempo, energía y recursos para hacerlo, son casi siempre los mismos, y muchos de buena fe actúan como las viejas vanguardias revolucionarias: asumiendo el control de todas las nuevas organizaciones «populares» paraestatales, ahogando y arrinconando a toda «vieja» organización popular originaria, amenazando con controlar al mejor viejo estilo, desde los clubes de amigos y comités vecinales hasta los Consejos Comunales.
Es siempre la misma gente la que asume y secuestra las organizaciones paraestatales creadas para la participación ciudadana, ya sean estas comités de salud, mesas técnicas de agua, comités de tierra urbana, cooperativas o comités locales de planificación pública. Son estos mismos personajes los que realizan «todo» el trabajo popular. Es esta clase especial de nuevos viejos «dirigentes» quienes asumen y secuestran todas las nuevas organizaciones sociales paraestatales para la participación popular, y quienes sumados a aquellos dirigentes que hacen lo mismo desde antaño, hoy en un golpe de timón, juntos dirigen la mirada hacia el control y secuestro de los Consejos Comunales, los nuevos organismos paraestatales creados por Ley para el desarrollo de la participación ciudadana y el poder popular. Organismos que por el despliegue de la propaganda que sobre ellos se ha realizado parecieran ser el lugar clave (la panacea o soviets bolivarianos) de la revolución bolivariana; aunque a veces parecen ser el lugar donde se revelará a la población el tan guardado «secreto del ponche crema».
En fin, tal como lo expresamos en párrafos anteriores, como pueblo o movimiento popular desorganizado, sin autonomía política, ni pilares políticos, científicos o económicos para el autosostenimiento, con escasa capacidad de maniobra dentro del tablero de la geopolítica regional y global, no tenemos para donde coger (con esta pata hinchá como dice el refrán popular), excepto hacer las cosas que hace tiempo todos tendríamos que haber comenzado en conjunto a realizar: Organizarnos y unirnos en la acción para defendernos nosotros mismos de la burocracia, la oligarquía, el capitalismo y el imperio.
El plan de la revolución bolivariana versus el plan popular
Hoy, el plan revolucionario disponible y en uso está en las manos del gobierno. La revolución en estos momentos no depende de las ideas populares, ni de nuestro apoyo en las confrontaciones, algo con lo que siempre la revolución bolivariana ha contado y dispuesto, sino que depende y dependerá del Presidente Chávez y su gobierno; hoy las mayorías dependemos de sus aciertos para consolidar y avanzar. Y también de sus errores para fracasar o claudicar. Según sean los resultados de este escenario de gobierno, que el Pueblo Revolucionario necesita revertir, disfrutaremos el futuro que se nos asigne o asumiremos los reveses con resignación.
Si los mariners del imperio vienen por el petróleo o nos atacan los paramilitares y la oligarquía, y (en un supuesto negado como dice el comandante) el gobierno se disuelve (arruga), cae en batalla o es derrotado por la corrupción en el peor de los escenarios, el pueblo tiene que poseer un cúmulo de conocimientos y habilidades mínimas para desarrollar la capacidad de autoorganizarse y luchar de manera significativa cuando esté presionado por circunstancias adversas, y no se vea obligado a echar a correr impotente o rendirse ante el enemigo.
Cerrando filas con la dentadura apretada
Por ahora, lo que nos queda a todos los revolucionarios ante una agresión armada es cerrar filas con el gobierno de Hugo chávez. Y, por desgracia para los intereses del movimiento popular revolucionario en germen ¡sin poner ninguna condición! Las alianzas políticas en toda sociedad de un Estado de clases como en el que todavía vivimos, se realizan sobre la base del poder material de las fuerzas sociales de clase organizadas alrededor de sus intereses en respaldo de una política.
Al respecto cabe la pregunta ¿cuántos diputados, ministros, gerentes de órganos del Estado, alcaldes y gobernadores representan los genuinos intereses de cambio y transformación de las mayorías bolivarianas? ¿cuántos generales y coroneles representan a las mayorías en el poder de la FAN? Sin lugar a dudas, muy pero muy pocos.
Un movimiento popular desorganizado y sin capacidad de mostrar su fuerza en la calle defendiendo sus propias propuestas e intereses, que aún no ha logrado con su movilización encarcelar a los asesinos de los dirigentes campesinos víctimas de los latifundistas que se niegan a aceptar la Ley de Tierras, no está en condiciones de hacer exigencias a nadie. Si lo intenta sería una tomadura de pelo o un chiste. Nadie las tomará en serio. Hacer exigencias en este estado político sólo llevaría a disputas que debilitarían la base de apoyo nacional a la revolución bolivariana, por muy cuestionada, débil, injusta o desigual que esta unidad sea para el pueblo.
Lo anterior no quiere decir que bajemos la guardia o no exijamos el cumplimiento de las promesas y planes sociales establecidos por el gobierno, ni tampoco significa dejar al libre albedrío las Misiones para se terminen de deteriorar, ni mucho menos permitir que la corrupción galope y se incremente el número de funcionarios públicos corruptos. Habrá que soportar a muchos sujetos que traban e intentarán torpedear todavía, mucho más, las políticas y planes de reivindicaciones populares. Tendremos que aprender a convivir con individuos y organizaciones que son un lastre y no representan otra cosa que depósitos de estiercol con poder de decisión política en el gobierno bolivariano. Habrá que tragar saliva hasta el momento de la construcción del Poder Popular, y tendremos que apretar los dientes hasta el momento de la organización política del movimiento popular revolucionario.
Cerrar el paso a la canalla fascista
El fascismo yanky está al acecho, listo para dar un zarpazo más a los pueblos. En la mira tiene a los pueblos de Venezuela, Bolivia y Cuba. El reto que tiene el movimiento popular en esta situación, por encima de lo que piensen y digan sus sectores más radicales (siempre presuntuosos de claridad absoluta), es impedir por todos los medios la llegada del fascismo al poder en la República Bolivariana de Venezuela. Si el fascismo llega a tomar el poder acabará con toda organización existente, todas. Acabará no sólo con cientos de miles de vidas del pueblo venezolano sino también con el futuro de varias generaciones.
Si alguien lo duda, miren a muy bien a Chile, el modelo país construido por el fascismo que las oligarquías latinoamericanas y los WASPs (blancos anglosajones y protestantes) de EE.UU y Europa. no se cesan de invitar a imitarlo.
La receta fascista chilena
Entre muchas otras cosas:
a) acabó la Democracia, la Constitución, instituciones, derechos y liberdades públicas
b) devoró la mayoría de los recursos del Estado
c) saqueó todas las cajas de ahorro públicas y de los trabajadores
d) endeudó al país con la banca extranjera más de diez veces
e) robaron parte de los préstamos de la deuda externa
f) la impunidad de los fascistas es el pago al terrorismo estatal por orden del imperio
g) regresó los salarios y prestaciones sociales de los trabajadores 30 años atrás durante casi 20 años
h) el fascismo envió al exilio a más de un millón de hombres y mujeres con sus familias
i) millares de exiliados aún viven desarraigados en todo el mundo con un futuro y vida rotas
j) realizó entre treinta y sesenta mil asesinatos políticos según diversas apreciaciones
k) cien mil hombres, mujeres, ancianos, niños y jóvenes fueron detenidos, encarcelados y torturados
l) tres mil desaparecidos aparecen uno a uno en cementerios clandestinos con signos de tortura
m) como cierre de oro, el fascismo y el imperio negociaron un «plebiscito» para provocar el «regreso a la democracia» ante la amenaza de ser derrocados por la insurrección armada del Frente Patriótico Manuel Rodriguez, FPMR
Esto o algo mucho peor, es lo que el imperio invita a la oligarquía y sus lacayos a imitar del modelo fascista y neoliberal chileno. Esto era lo que se escondía tras la sonrisa cínica de Carmona «El Breve», durante su corto gobierno fascista el 12 y 13 de abril de 2002; imitar primero el modelo fascista de Pinochet, para salir más tarde a «salvarnos» de la dictadura de Carmona con un «plebiscito» que de paso a un modelo neoliberal similar al sustentado por la Constitución Fascista de Pinochet, defendida hoy por la Concertación entre socialdemócratas y demócratacristianos que dirige Michelle Bachelet.
La ñapa fascista
Los fascistas chilenos luego de reprimir, encarcelar, torturar, asesinar y exiliar a los izquierdistas, demócratas y militantes cristianos, igual como hoy hacen los yankys en Irak y los sionistas en Palestina, robaron sus bienes, casas, carros, negocios, obras de arte, joyas y cualquier bien que se les antojó a capricho individual. Cuando acabaron de robar, torturar, matar y encarcelar a los izquierdistas siguieron con los socialdemócratas y demócratas cristianos (adecos y copeyanos en Venezuela); de ahí en adelante, hicieron lo mismo con toda persona que poseía algo que le interesara a los fascistas. Quien fuera él o la elegida, era detenido(a) y robados y saqueados sus bienes. A casi veinte años de la «caida» del fascismo en Chile, miles de sobrevivientes y exiliados aún no han podido rescatar sus bienes robados por los fascistas.
El equilibrio político
Es importante, NO OLVIDAR, que en el seno del gobierno bolivariano existen enemigos del pueblo y la revolución bolivariana. Esos enemigos conviven con los intereses de los sectores económicos y burocráticos que apoyan la revolución bolivariana sólo con el objetivo de reemplazar a los viejos explotadores y saqueadores. El fin que los mueve es reemplazar a los viejos ladrones del Estado. Aspiran explotar a todo el pueblo bolivariano para sí; y si pueden, libre de asociación con los yankys y la vieja oligarquía. Este es el nacionalismo por el cual estos sectores económicos y políticos luchan y apoyan a Hugo Chávez y la revolución bolivariana. Estos no son ni serán nunca socialistas. Si en algún momento se sienten amenazados en sus intereses y aspiraciones por un pueblo organizado que batalle por su autonomía política, éstos, a la primera oportunidad que les presente una crisis, son capaces de declarar la guerra a muerte al pueblo y unirse a lo peor de la reacción interna y el imperio.
La paradoja
Este es un gobierno cuyo sustento lo representan una amplia gama de intereses de todo tipo, y entre todos ellos están los intereses del pueblo; pero este último, el que más necesita del gobierno bolivariano, es el que menos capacidad y menor fuerza tiene para conquistar la realización de sus necesidades y defender sus intereses desde el ejercicio del poder del Estado y del gobierno bolivariano. La paradoja es que ese pueblo sin casi defensores en el poder representa la más amplia mayoría de la población y constituye el mayor soporte de la revolución bolivariana.
El quehacer de hoy
En este panorama político es donde tenemos que actuar como un Pueblo Revolucionario del Siglo XXI. Y es entonces aquí donde comenzamos a proponer acciones que nos puedan ayudarar a aumentar nuestras cualidades de Pueblo Revolucionario, constituyéndonos en un pueblo con iniciativas políticas propias.
Las respuestas o acciones contra las políticas imperiales se dan en varios frentes. A saber, le corresponden a la Cancillería las respuestas diplomáticas, al Gobierno, Asamblea Nacional, partidos y organizaciones del bloque del cambio las respuestas políticas, y al Defensor del Pueblo elevar el grito de justicia. Además, las organizaciones políticas que apoyan el proceso de cambios están obligadas a convocar movilizaciones e impulsar un conjunto de actividades donde participe el pueblo. Esto último, en la revolución bolivariana casi nunca constituye una política y cuando se intenta sólo a veces da buenos resultados.
La mayoría las convocatorias «populares» han resultado bastante escasas de pueblo, tanto por las perpetuas deficiencias comunicacionales de las convocatorias, las disputas alrededor del manejo dispendioso o mezquino del presupuesto de gastos para dicho evento, como por los forcejeos del protagonismo populista alrededor de la captura del micrófono y el lente de la cámara. Excepto raras excepciones, toda marcha o movilización política que no es convocada por el propio Presidente Chávez, fracasa o sufre de una paupérrima asistencia popular. De allí que le corresponda al Pueblo Revolucionario consciente realizar acciones políticas por cuenta propia que constituyan una masiva respuesta popular a la agresión imperialista, oligárquica o paramilitar, supliendo así la falta de una organización popular propia que le convoque en conglomerados.
Las propuestas
1.- Los estudiantes pueden hacer manifestaciones de repudio frente a las oficinas consulares, las embajadas u oficinas comerciales de los países que agreden la revolución bolivariana. También pueden realizar jornadas de información en sus lugares de estudio, centros comerciales, calles y mercados, sin dejarse arrastrar por los provocadores profesionales de la violencia. Ello ayudará a la gestación de nuevos líderes que construyan un potente movimiento estudiantil que mueva y conmueva a los estudiantes, dejando atrás la práctica cuartarepublicana aún en uso de movilizarlos con prebendas, viáticos y recursos del Estado. En otras palabras, el liderazgo juvenil habrá que ganarlo en la calle y olvidarse de obtener triunfos y puestos de dirección estudiantil o juvenil por decisiones de secretaría. Respuestas políticas que en otras revoluciones fueron dadas por los estudiantes y jóvenes organizados, en la revolución bolivariana no se han llevado a cabo. El liderazgo estudiantil es débil, quizás es el más débil de todo el movimiento popular, mediatizado por los órganos del poder central y los partidos políticos del bloque del cambio que se lo han engullido, y muchas veces, corrompido. Muy lejos está el movimiento estrudiantil y juvenil bolivariano de las apreciaciones de Sartre sobre la necesaria participación de la juventud para el éxito una revolución social.
2.- Las mujeres amas de casa pueden hacer afiches y pequeñas pancartas de repudio al imperio y sus políticas colgándolas en sus ventanas, condominios o en calles y avenidas de sus lugares de habitación. O en su lugar, pueden llevarlas colgando como pendones o banderas a los mercados y donde lo consideren oportuno.
3.- Los trabajadores pueden hacer mitines de repudio e impulsar la toma de conciencia política con batidas de volantes en portones de fábricas, entradas del metro y paradas de autobuses.
4.- Grupos organizados de base en las diferentes comunidades pueden protestar con carteles y pancartas hechas a mano en sus propias comunidades, frente a empresas e intereses de cualquier nación que nos agreda, para lograr que los representantes de esas empresas realicen declaraciones de apoyo a nuestro país y se conviertan en una presión política favorable ante sus respectivos gobiernos.
5.- Tareas que cada uno de manera individual puede realizar son: a) Escribir una carta de protesta redactada de puño y letra, manteniendo un desfile de pueblo reclamando de manera civilizada los atropellos del imperio ante su representación diplomática. b) Todos podemos enviar cartas al Congreso de los EE.UU. solicitando que le pongan freno a los atropellosa de su gobierno. c) Todos podemos enviar correos electrónicos a las direcciones de instituciones universitarias y medios de comunicación estadounidenses, al igual que a organismos internacionales y de Naciones Unidas para protestar contra los abusos y atropellos del gobierno estadounidense como de los países subordinados a sus políticas.
Todo esto habrá que realizarlo con gran cobertura y difusión de los medios de comunicación comunitarios y del Estado, de manera organizada, con la más absoluta responsabilidad para evitar choques violentos con agresores y provocadores de oficio. Nadie tiene que estar esperando que el Presidente Hugo Chávez o un experto en marchas y tarimas convoque a una movilización de protesta o acción de repudio ante una agresión del imperio y la oligarquía. Todos podemos y tenemos que movernos en ese sentido. Todos tenemos que defendernos y responder con estas o muchas otras maneras a la agresión imperial. Cada quien tiene que asumir su cuota parte de defensa de la revolución bolivariana. Al pueblo corresponde la defensa de sus propios intereses, los mayores intereses de la revolución bolivariana, los intereses populares.
Defender la revolución bolivariana y llevarla adelante construyendo su máxima es edificar un Estado de Derecho y de Justicia que beneficie a las mayorías. Esta es una tarea de todos los que pertenecemos a esas mayorías, y pasa por luchar contra el imperio y la oligarquía, los mayores enemigos del Estado de Derecho y la Democracia Participativa. La lucha contra el imperio es una tarea que le corresponde al Pueblo Revolucionario, es una tarea para el Poder Popular.
Como se puede apreciar, sin tantas directrices cupulares ni expertos en movilizaciones y marchas todos podemos comenzar a movilizarnos en la lucha contra el imperialismo por propia iniciativa, por nuestra propia cuenta, como movimiento popular, como Pueblo Revolucionario. A la FAN, la Reserva, la Guardia Territorial, el Gobierno y las instituciones políticas del Estado les corresponden los otros escenarios de respuesta al imperio; y todos serán acompañados por acciones del Pueblo Revolucionario.
Estas primeras iniciativas, más otras que se de la propia gente en medio de la acción práctica, con los Poderes Creadores del Pueblo reivindicados por Aquiles Nazoa, serán enriquecidas en medio de la senda que abrebrecha a la emancipación y la lucha popular antiimperialista para crear la Patria Buena que nos propuso Alí Primera, sumándo las acciones más exitosas y eficientes obtenidas a otras iniciativas políticas populares; eso si, todas señalando con fuerza el significado del ejercicio pleno del Rol de un Pueblo Revolucionario que construye el Socialismo del Siglo XXI: La Democracia Participativa de la República Bolivariana de Venezuela y la Patria Grande de la integración latinoamericana.