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Atrapados en el tráfico humano

Fuentes: IPS

Ramil Autencio, técnico en equipos de aire acondicionado, fue reclutado en Filipinas por alguien que le aseguró que trabajaría dos años en el Crowne Plaza Hotel de Kuwait por 450 dólares mensuales, tal vez más con las horas extra. Pero era mentira. En diciembre de 2003, cuando llegó al aeropuerto de Kuwait, Autencio fue conducido […]

Ramil Autencio, técnico en equipos de aire acondicionado, fue reclutado en Filipinas por alguien que le aseguró que trabajaría dos años en el Crowne Plaza Hotel de Kuwait por 450 dólares mensuales, tal vez más con las horas extra. Pero era mentira.

En diciembre de 2003, cuando llegó al aeropuerto de Kuwait, Autencio fue conducido a un edificio de tres pisos administrado por First Kuwaiti General Trading & Contracting.

Esta firma kuwaití hace negocios multimillonarios con el ejército estadounidense y con el principal contratista del Departamento (ministerio) de Defensa de ese país, la empresa Kellogg Brown and Root.

Hasta la fecha, la compañía le elevó al gobierno de Estados Unidos una factura de unos 2.000 millones de dólares por su labor en Iraq, incluida la construcción de la embajada estadounidense en Bagdad, que costó 592 millones de dólares y que ahora está casi pronta.

A Autencio le dijeron que no había más empleo en el hotel, y como el reclutador solamente le gestionó una visa para un viaje de un mes, le advirtieron que debería abandonar Kuwait.

Autencio asegura que First Kuwaiti le ofreció tres opciones: pagar una multa de 1.000 dólares y trabajar en Kuwait gratis durante seis meses, ser arrestado y encarcelado o trabajar para la empresa en Iraq.

Mientras evaluaba estas opciones, vivió con otros 800 filipinos en el edificio, donde al principio no había ni colchones ni mantas y los cielorrasos estaban a punto de desmoronarse. Comían solamente pollo y arroz.

Como Autencio había trabajado en Kuwait antes, logró que filipinos en ese país, al tanto de su difícil situación, le prestaran utensilios de cocina.

«Una cárcel era mejor que eso. Nos ordenaron ir a Iraq. Nos llevaron a la fuerza», recuerda Autencio, quien terminó viviendo una pesadilla bélica, empujando rocas 11 horas al día, siete días a la semana, para que un contratista fortificara un campamento militar estadounidense en la central ciudad iraquí de Tikrit.

No había ninguna certeza de acceder a una ducha para lavar el sudor del día. En las noches heladas de enero y febrero de 2004, él y otros siete filipinos vivieron en un contenedor de camión vacío, sin ventanas, durmiendo en cajas de cartón y comiendo sobras y alguna comida precocinada que les daban los soldados.

El estruendo de los disparos y los morteros despertaban a los obreros a cualquier hora de la noche. El remolque sin acorazar temblaba y se sacudía por la explosión de misiles en las cercanías.

Ex supervisores de First Kuwaiti que desde entonces abandonaron la compañía llaman » Jaleeb» al edificio de tres pisos en ese país árabe donde Autencio y los 800 filipinos esperaron su turno para ir a trabajar a Iraq.

«Los encerraron sin documentos. El edificio estaba tan superpoblado que apenas se podía respirar», evoca un supervisor. Según numerosos testigos, un filipino se volvió loco y falleció mientras Autencio estaba allí.

Otro supervisor coincide en que el edificio era un caos, y afirma que después de mucho insistir fue limpiado en algún momento de 2006.

El gerente general de First Kuwaiti, Wadih al-Absi, niega que la empresa haya aprobado alguna vez tales prácticas de reclutamiento. En numerosas conversaciones ha dicho que la firma nunca presionó a los trabajadores para ir a Iraq ni violó requisitos de visas internacionales.

En una reunión en Washington en septiembre de 2005, dijo que la gente envidiaba el éxito de su compañía, que prosperó gracias a los contratos estadounidenses en Iraq. «Nunca criticarán a alguien que fracasa», sostuvo entonces.

Al-Absi también acusó a Autencio de mentir. Su prueba es un acuerdo de trabajo, supuestamente firmado por el trabajador filipino antes de abandonar su país.

El gerente kuwaití, quien admite que inescrupulosas agencias de reclutamiento a veces falsean trabajos y se quedan con dinero de emigrantes ansiosos por trabajar, le proporcionó a Autencio un contrato sin fecha con First Kuwaiti que identificaba el lugar de trabajo como Kuwait y «principalmente» Iraq.

El acuerdo también establecía un salario: 346 dólares al mes por ocho horas diarias, siete días a la semana, más 104 dólares mensuales por dos horas extra obligatorias todos los días.

A pesar de los alegatos de Al-Absi, el gobierno filipino advirtió en junio de 2005 a First Kuwaiti, entre otras empresas, que debía respetar los contratos de los trabajadores. Al-Absi asegura no estar al tanto de esa acción.

Emigrantes filipinos presentan con frecuencia quejas porque, cuando se los contrata para un empleo en Medio Oriente, la empresa reclutadora les gestionan visas de turista y no de trabajo, explicó un funcionario del país asiático.

Por eso, resulta fácil que se les niegue el empleo prometido. Entonces, les quedan pocas opciones excepto la de aceptar un trabajo en Iraq.

First Kuwaiti presentó en noviembre de 2003 una solicitud a la gubernamental Administración Filipina de Empleos en el Exterior para la contratación de más de 700 trabajadores, según el funcionario.

Apenas 41 de esos empleos eran en Iraq. El resto, según el permiso del gobierno filipino, se encontraban en Kuwait.

Un ex gerente de logística de First Kuwaiti dice que presenció el envío a Iraq por parte de la compañía de más de 500 obreros filipinos en 2003 y comienzos de 2004, para trabajar en la construcción de campamentos militares estadounidenses.

First Kuwaiti también es investigada por el Departamento de Justicia (fiscalía general) de Estados Unidos por denuncias de tráfico humano y otros abusos.

Los demandantes aseguran haber sido puestos en aviones en Kuwait con tarjeta de embarque a Dubai, pero volaron directamente a Bagdad. La mayoría de los pasajeros eran obreros asiáticos que cobraban salarios tan bajos como 250 dólares mensuales.

El inspector general del Departamento de Estado (cancillería) de Estados Unidos, Howard J. Krongard, investigó acusaciones similares de tráfico y abuso de trabajadores en septiembre pasado.

«Nada nos llamó la atención», dijo Krongard, tras una breve revisión del trabajo de First Kuwaiti en la construcción de la embajada de Estados Unidos en Bagdad. Su declaración consta en un memorando de nueve páginas publicado en el sitio web del Departamento de Estado.

Pero una inspección del inspector general de la fuerza multinacional en Bagdad sí detectó, luego de entrevistar a 36 trabajadores, quejas por prácticas engañosas de contratación de parte de agencias de reclutamiento en sus países de origen.

La oficina de Krongard admitió esta semana que First Kuwaiti recibió un aviso tres meses antes de su inspección.

En abril de 2006, el Pentágono confirmó, en una nueva orden de contrataciones, que una investigación de contratistas financiados por Estados Unidos en Iraq reveló evidencias de prácticas de contratación engañosas.

También detectó costos excesivos de reclutamiento que endeudaban a los trabajadores por meses o años, condiciones de vida inferiores al estándar –que incluían hacinados lugares para dormir y mala alimentación– y violación de las reglas migratorias iraquíes.

Además, observó que los pasaportes fueron confiscados de manera ilegal por los empleadores y la falta de «formación de conciencia» obligatoria en el tráfico de mano de obra.

«Los líderes deben comprender la dinámica y los indicadores del tráfico y estar vigilantes para corregir y reportar las presuntas violaciones o actividades», enfatizó el Pentágono en la orden de contratación.

Ninguna compañía o contratista es identificada en los informes del Pentágono al respecto. El gobierno de Estados Unidos tampoco castigó públicamente o procesó a ningún contratista financiado con fondos públicos por tráfico y abusos de mano de obra en Iraq.

El Departamento de Estado de Estados Unidos concedió hace poco contratos por unos 200 millones de dólares a First Kuwaiti para trabajos de construcción en embajadas en África, India e Indonesia. Según diversas versiones la empresa compite por la instalación de la nueva embajada de Estados Unidos en Líbano.

La historia de Autencio ahora figura en el documental «Someone Else’s War» («La guerra de algún otro»), que circula en Filipinas y en festivales de cine de Estados Unidos.

Y el gobierno filipino evalúa, otra vez, la asociación de First Kuwaiti con los reclutadores de trabajadores emigrantes.

* Ésta es la primera de una serie de dos notas. La periodista filipina Lucille Quiambao colaboró con la investigación y traducción de este informe. Se puede contactar a David Phinney en la casilla de correo electrónico [email protected].