El crecimiento económico de un país se ha convertido en una especie de fetiche al que hay que rendir el máximo culto. En el marco del carnaval electoral, que se inicia este 2008, el gobierno neoliberal de Martín Torrijos ha venido publicitando los resultados del crecimiento económico, pretende con ello vender a los panameños la […]
El crecimiento económico de un país se ha convertido en una especie de fetiche al que hay que rendir el máximo culto.
En el marco del carnaval electoral, que se inicia este 2008, el gobierno neoliberal de Martín Torrijos ha venido publicitando los resultados del crecimiento económico, pretende con ello vender a los panameños la idea de que se mida el ‘éxito’ de su gestión a partir de los dígitos a los que crezca la economía.
Lo primero que debemos tener claro es una de las interrogantes básica de la política económica ¿beneficio para quién? Estos tratan de agregar la producción nacional como si beneficiara a todos los individuos por igual, cuando la realidad del país no es esta. Hay que recordar que Panamá ostenta una de las peores distribuciones de la riqueza a nivel mundial; la riqueza del país se concentra cada vez en menos manos. Es decir, la economía nacional puede estar creciendo, no obstante, los principales mecanismos de redistribución del ingreso continúan sin atender, configurando un escenario de crecimiento económico sin equidad.
Definitivamente factores como la extrema inequidad y desigualdad en la distribución de la riqueza contribuyen a que no existan progresos en la reducción de la pobreza, tal como lo manifiesta el último informe de cumplimiento de los objetivos del milenio. La profunda desigualdad social en Panamá se manifiesta claramente en la alta concentración del ingreso y del consumo.
La concentración de la riqueza se viene incrementando en Panamá producto de la apertura económica, reducción de las responsabilidades sociales del Estado y eliminación de sus funciones de promoción, orientación y redistribución; y por las privatizaciones que trasladaron monopolios estatales a manos privadas, sin regulaciones y controles por parte del Estado.
El incremento de la pobreza se refuerza por un Estado que reproduce la desigualdad en la medida en que no impulsa ningún mecanismo redistributivo; que impone un sistema tributario regresivo, el gasto público prioriza el pago de la deuda externa, la inversión social y las políticas rurales son insuficientes; los salarios son bajos y la cobertura en educación, salud y seguridad social cada vez son más limitada.
Los indicadores sociales demuestran el aumento de la pobreza en medio de la opulencia. De cada 100 panameños 60 son pobres; en las áreas indígenas 98 de cada 100 indígenas son pobres, por lo que niños mueren de hambre y de enfermedades perfectamente curables; al nivel provincial, Darién, Bocas del Toro, Coclé y Chiriquí presentan niveles de pobreza por encima del 50%, es decir, más de la mitad de la población que habita en estas áreas no logra cubrir plenamente la satisfacción de sus necesidades materiales de vida; 434,000 de nuestros conciudadanos sobreviven con menos de B/1.00 por día. Igualmente, 47 de cada 100 ocupados están en el sector informal, lo que significa bajos salarios y ausencia de prestaciones de seguridad social; de cada 100 personas que reciben salario, 40 reciben salario mínimo, el cual no permite cubrir el costo de la canasta de alimentos; tres de cada diez personas ocupadas se encuentran en situación de pobreza total y aproximadamente una de cada diez es extremadamente pobre; 800 mil panameños están mal alimentados; la tasa de mortalidad infantil no ha registrado descenso alguno en los niños menores de 5 años ni en los niños menores de 1 año. Por otro lado, 36 de cada 100 jóvenes en edad de estudiar han tenido que trabajar en algún momento para apoyar el sustento de su hogar.
En medio de tanta pobreza e insatisfacción de necesidades materiales de vida, en el 2007 el 20% de la población más rica recibe el 63% del Ingreso Nacional y el 20% más pobre recibe el 1.5% del Ingreso Nacional.
Dos claros ejemplos de las atrocidades de este crecimiento económico concentrador y excluyente, es el caso de Colón y Veraguas. En Colón su población presenta niveles de 42.7% y 10.3% de pobreza y pobreza extrema respectivamente, a pesar de existir uno de los emporios de la actividad de servicio, la ZLC, la cual maneja anualmente más de 8 mil millones de dólares. En el caso de Veraguas, la estructura latifundista se acentúa, dos o tres familias acaparan cada vez más la propiedad territorial, mientras que el 53.0% de su población no tiene oportunidades para satisfacer sus demandas de alimentación, vestido, vivienda, etc.
Independientemente de que el PIB crezca, la pobreza continúa aumentando. No se han resuelto las más mínimas necesidades materiales de vida de la población empobrecida, no hemos mejorado la calidad de vida de la mayoría de los panameños. Los únicos beneficiados han sido las grandes transnacionales y el gran capital local, que siempre obtienen extraordinarias ganancias.
El crecimiento económico ha quedado en manos de las mismas 100 familias que concentran el poder económico y político, se ha dado sobre la base de una mayor explotación de la fuerza de trabajo, se ha dado sobre la base de la transferencia de nuestras riquezas a las transnacionales ante la venta de la patria.
Esta realidad de inequidad y de exclusión social, obliga al movimiento social panameño a organizar y unificar sus fuerzas para enfrentar las políticas antipopulares. Tal como llama Frenadeso, tenemos que acentuar la protesta social para enfrentar la dramática situación de pobreza en que vive el sesenta por ciento de la población. Es necesario organizarnos para construir un poder popular que permita crear las condiciones para llamar a una Asamblea Constituyente Originaria, que refunda la República, como única garantía para que nuestras demandas sociales sean atendidas; para que el crecimiento económico llegue a los pobres de la ciudad y del campo, y no al minúsculo grupo, que pelechando de la cosa pública, sigue acrecentando sus riquezas. Porque otro Panamá es posible, seguimos luchando.