El martes, 20 de mayo del presente, el gobierno de George W. Bush trató nuevamente de producir un enfrentamiento militar entre las Fuerzas Armadas de Estados Unidos y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Cuba, a fin de justificar una intervención bélica directa en la isla. El complot, coordinado a través del Consejo de Seguridad Nacional […]
El martes, 20 de mayo del presente, el gobierno de George W. Bush trató nuevamente de producir un enfrentamiento militar entre las Fuerzas Armadas de Estados Unidos y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Cuba, a fin de justificar una intervención bélica directa en la isla.
El complot, coordinado a través del Consejo de Seguridad Nacional (NSC) y elaborado por una Fuerza de Tarea (TF), con incidencia particular de la Central de Inteligencia (CIA), el Pentágono y antiguos especialistas de la guerra sucia de Ronald Reagan, tenía la siguiente trama.
El día mencionado, el sistema de propaganda subversiva de Washington, llamado «Radio Martí», salió al aire, utilizando cuatro frecuencias de difusión de emisoras radiales y televisivas cubanas, interfiriendo programas educativos, informativos y recreativos en la isla.
No se trataba, sin embargo, de una simple violación a las normas de la Unión Internacional de Telecomunicaciones (UIT) y de los derechos respectivos de una nación soberana, sino de una provocación pseudocomunicativa con siniestros fines bélicos: las transmisiones subversivas e ilegales fueron dirigidas hacia Cuba desde un avión de la Fuerza Aérea de Estados Unidos y su objetivo real consistía en provocar una confrontación militar.
Tomando en cuenta los requisitos técnicos de la misión del avión «anzuelo», se debe de haber tratado de un avión «EC-130E Commando Solo» del 193rd Special Operations Wing de la Guardia Nacional Aérea (ANG), estacionada en Harrisburg, Pennsylvania. Esta unidad pertenece a las fuerzas especiales aéreas estadounidenses (Air Force Special Operations Command, AFSOC), cuyo cuartel general se encuentra en Hurlburt Field, Florida. AFSOC, a su vez, es parte del Comando Central de Operaciones Especiales de las Fuerzas Armadas estadounidenses (U.S. Special Operations Command), localizado en la base aérea McDill en la Florida.
El Escuadrón 193 de las fuerzas especiales aéreas tiene un largo historial en el intervensionismo bélico de Washington. Nació históricamente de la intervención militar en la República Dominicana, en 1965, que reveló a Washington la necesidad de disponer para futuras agresiones de fuerzas avanzadas en guerra psicológica, informática y electrónica.
Posteriormente intervino en la guerra de Vietnam, en la invasión de Granada (1983), en la invasión de Panamá (1989), en la guerra contra Irak en Kuwait (1990), en una operación contra Haití (1994), así como en Yugoslavia (1999). Otros componentes de la AFSOC actuaron en Somalia.
Mientras la operación de Radio Martí y de la AFSOC se estaba desarrollando, José Basulto León, uno de las principales cabecillas de las organizaciones anticubanas de Miami y de la organización «Hermanos al Rescate», estaba volando libremente en alta mar, a lo largo de la franja marítima del norte cubano, ensayando transmisiones televisivas hacia Cuba, mientras seis cazabombarderos estadounidenses se encontraban en estado de combate, listos para entrar en acción.
José Basulto es un operador de peso pesado en la guerra sucia de Washington contra Cuba. Ha sido, durante largo tiempo, asociado del agente de la CIA y terrorista cubano Félix Rodríguez, «interrogador» del Che Guevara en Bolivia y coorganizador de la guerra sucia contra Nicaragua. Rodríguez, sobrino del Ministro de Obras Públicas del dictador Fulgencio Batista, se fugó de la isla al triunfar la revolución y se enlistó en la CIA.
En 1967 fue el responsable de las compañías A y B de la fuerza militar boliviana- estadounidense que capturó vivo a Che Guevara. Fue Rodríguez, quien transmitió la orden de ejecución del Che a la tropa bajo su mando que mató al guerrillero heroico. Tuvo la «precaución» de decirle a la soldadesca que no le tiraran a la cara, para que no pareciera un asesinato.
En 1986 fue uno de los principales operadores de la guerra sucia contra Nicaragua. Según decía, respondía directamente al vicepresidente George Bush, quien ha admitido que tuvo al menos tres encuentros personales con Rodríguez. Rodríguez contaba entre sus responsabilidades los contactos con el Cartel de Medellín, que fue parte del circuito de tráfico de armas y drogas y del «Irán-Contra Gate», que financiaba la operación terrorista centroamericana de Washington.
A la luz de estos datos, el plan de agresión del actual Presidente se vuelve evidente: repetir la agresión aérea anticubana de Basulto y sus «Hermanos al Rescate» del 24 de febrero de 1996, pero, esta vez, con consecuencias aún más graves para Cuba.
En aquella fecha, dos avionetas de la organización terrorista que violaron el espacio aéreo cubano, fueron derribadas por cazas cubanos, hecho que produjo la ley terrorista de Helms-Burton de 1996 y, en 1999, una sentencia de un juez estadounidense que condena al Estado cubano a pagar a los familiares de los dos pilotos muertos una indemnización de 70 millones de dólares.
En el nuevo complot de Washington, el objetivo de Bush consistía en generar un casus belli, es decir, una justificación para desatar una guerra de agresión contra Cuba. Si el gobierno de Cuba hubiera caído en la trampa y enviado aviones de guerra contra la emisora aérea de las transmisiones ilegales y subversivas, posiblemente, los pilotos hubieran derribado el avión del aeropirata Basulto o el EC-130E. En ambos casos, los seis cazabombarderos imperialistas hubieran iniciado su agresión militar, creando una situación de facto de guerra. Sólo la prudencia del gobierno cubano evitó la catástrofe.
Mientras el gobierno de Bush prosigue sin pausa sus planes de intervención contra Cuba, avanza, paralelamente, su planes de agresión militar contra Corea del Norte e Irán. El viceministro de Defensa, Paul D. Wolfowitz —quien acaba de reconocer en la revista inglesa «Vanity Fair» y en el diario alemán «Die Welt», que las razones de la guerra contra Irak no fueron las armas de destrucción masiva (una excusa «burocrática»), sino el petróleo, («La mayor diferencia entre Corea del Norte e Irak es que económicamente nosotros no teníamos otra opción en Irak. El país nada sobre un mar de petróleo.»), y la retirada de las tropas estadounidenses de Arabia Saudita— dio a conocer en Corea del Sur el repliegue de las tropas estadounidenses de la zona desmilitarizada.
Las tropas estadounidenses se retirarán 75 millas desde la zona desmilitarizada, hasta al sur de Seúl. Esta retirada las pone a salvo de las 14.000 piezas de artillería que el norte tiene emplazadas contra ellas y la capital, abriendo, por lo tanto, la posibilidad de un ataque preventivo contra el norte. Dadas las características militares y topográficas de la zona, este ataque preventivo podría hacerse sólo con bombas de neutrones, porque armas tácticas nucleares producirían demasiada radioactividad para los países vecinos.
Para el ataque contra Corea del Norte e Irán, Washington ya obtuvo el beneplácito de la organización terrorista internacional más poderosa y más peligrosa de la historia: el grupo G-8. En Evian, la socialdemocracia y los verdes alemanes, la derecha republicana francesa y los excomunistas rusos olvidaron sus patéticas declaraciones sobre un mundo multipolar, regido por el derecho internacional y las Naciones Unidas, para comulgar sumisamente con la liturgia del neofascismo.
Y contra Cuba, los Schroeder, Putin y Chirac tampoco se quedaron atrás en su afán de emular al nuevo Fuehrer de Occidente. La Unión Europea (UE), «profundamente preocupada por la continua y flagrante violación de los derechos humanos», decidió el 5 de junio, poner en marcha una serie de sanciones diplomáticas contra Cuba, entre ellas, limitar las visitas bilaterales, revisar sus relaciones con la isla e invitar a los disidentes cubanos a celebraciones de actos nacionales del bloque.
La hipocresía de estos políticos que están legalizando y legitimando post festum el peor crimen que conoce el derecho internacional, la guerra de agresión, que fue cometido por Bush, Blair, Aznar y Cia sobre la base del engaño y de la mentira sistemática a su propia población y a la opinión pública mundial, no tiene límites.
Hay que esperar lo peor de estos demócratas profundamente preocupados, cuando el bloque político de Silvio Berlusconi asuma la presidencia rotativa de la UE y cuando diez nuevos vasallos de Washington, los ex Estados socialistas de Europa Oriental, se integren a la Unión Europea.
No es para nada descartable la idea de que traten de completar el embargo estadounidense con un embargo propio.