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México

Bajita la mano… Stiglitz, Gil, presupuesto

Fuentes: La Jornada

Hace dos años, en una conferencia impartida en la primera Lección Tribuna Juan de Oñate, en Madrid, el secretario de Hacienda, Francisco Gil Díaz, fustigó al Premio Nobel Joseph Stiglitz por desenmascarar los errores dogmáticos del Fondo Monetario Internacio-nal en su célebre libro El malestar en la globalización. Le critica no esgrimir una sola cifra […]

Hace dos años, en una conferencia impartida en la primera Lección Tribuna Juan de Oñate, en Madrid, el secretario de Hacienda, Francisco Gil Díaz, fustigó al Premio Nobel Joseph Stiglitz por desenmascarar los errores dogmáticos del Fondo Monetario Internacio-nal en su célebre libro El malestar en la globalización. Le critica no esgrimir una sola cifra y pasa a exaltar las bondades de lo globalización … sin una cifra. Palabra contra palabra, ¿usted a quién le creería?

Acaba de estar Stigliz en México y sus recomendaciones para la economía mexicana siguen siendo de enorme sentido común. De arranque sugiere abandonar el pensamiento fondomonetarista, ahora envuelto en las estrategias del Consenso de Washington. Y su lógica es simple: los países que así han actuado crecen y se desarrollan; los que no, no.

Stiglitz sugiere calibrar las experiencias de países como China e India, que decidieron priorizar la inversión en educación, infraestructura y empleo productivo como motores de crecimiento en vez de elevar a nivel del altar el combate a la inflación, la paridad cambiaria y, recientemente el déficit cero, como aconseja el FMI. Se podría afirmar que la propuesta del economista es anticíclica, implica liberar el crédito, invertir, crecer, mientras la adoptada por las autoridades mexicanas es procíclica, es decir, abundar en el estancamiento, dejar de crecer no invertir, etcétera, etcétera. El saldo es negativo para el Nobel y se expresa en nuestra mayor carga y desafío: la desigualdad. La versión de Hacienda es al revés, vivimos el nirvana económico. ¿Usted a quién le cree?

Y mientras tanto, bajita la mano, con el ronroneo habitual con que operan en las cámaras los «asesores» de Hacienda y sus felinos legisladores, a finales de febrero se aprobó en el Senado la minuta de la Ley de Presupuesto y Responsabilidad Hacendaria que entrará en vigor el mes que entra. Es una ley que quita facultades al Legislativo en materia de criterios presupuestales y las traslada al Ejecutivo. Sería pertinente explorar si no hay bastante de anticonstitucional en esta ley. Por lo pronto, la presente legislatura podrá imponer a la siguiente un marco presupuestal que, bueno o malo, simplemente no le corresponde definir.

Los vicios y virtudes de esta ley fueron analizados en agosto pasado en un seminario promovido por la UNAM, en el cual participaron diputados de todos los partidos que conforman la Comisión de Presupuesto de la Cámara de Diputados, incluyendo su presidente, destacados académicos universitarios encabezados por el rector -entre ellos dos ex secretarios de Hacienda y un ex director del Banco de México-, y representantes del sector privado.

De algo sirvió, porque se lograron algunos matices que desradicalizaron el impulso por despojar al Legislativo de sus potestades. Sin embargo, para todo propósito se perdió un punto fundamental que hará padecer particularmente a la siguiente administración pública. El artículo 17 establece que «el presupuesto que apruebe la cámara… deberá contribuir al equilibrio presupuestario». No al crecimiento, no al empleo, sólo al déficit cero.

«Circunstancialmente… las iniciativas de Ley de Ingresos y de Presupuesto de Egresos podrán prever un déficit presupuestario.» En tal caso «circunstancial» deberá acudir la Secretaría de Hacienda de los próximos gobiernos a definir el financiamiento para cubrir tal déficit, las razones «excepcionales que le justifican y el plazo y acciones para eliminarlo».

Esta disposición ilustra lo que es una estrategia neoliberal clásica de las que más arriba denominamos procíclica. Estando la economía mexicana inmersa en un ciclo recesivo a consecuencia de la política económica inspirada en el Fondo Monetario Internacio-nal y el Consenso de Washington, hoy la nueva ley fuerza al presupuesto a mantenerse en equilibrio, impidiendo que pueda contribuir a estimular el crecimiento, el empleo, el desarrollo.

Ningún país se inflige esta limitación y nosotros mismos no la seguimos, hasta ahora. Estados Unidos incurre en el mayor déficit presupuestal del planeta y los países de la Unión Europea, en particular Alemania, rebasan frecuentemente el límite del déficit presupuestario de -3 por ciento que se propusieron.

La camisa de fuerza que sigilosamente construyó Hacienda y sumisamente dejaron pasar casi intocada los legisladores tiene, pues, visos de institucionalidad al despojar a las cámaras de sus atribuciones presupuestales y significa un obstáculo formal para pasar de la visión de Gil Díaz a la de Stiglitz. Por su difícil aplicabilidad, la nueva ley puede resultar letra muerta, rendida por la evidencia de los hechos: la economía no se rige por leyes burocráticas. Ojalá en las próximas legislaturas nuestros legisladores recuperen sus espacios de responsabilidades constitucionales en vez de cederlas. Ojalá.