Las protestas en Irak tienen un estrecho correlato con lo que sucede en el resto de Oriente Medio: la ocupación de Palestina a manos del sionismo. La guerra de agresión contra Yemen por parte de una coalición liderada por Arabia Saudí, las presiones contra El Líbano, la invasión y guerra terrorista contra Siria y las […]
Las protestas en Irak tienen un estrecho correlato con lo que sucede en el resto de Oriente Medio: la ocupación de Palestina a manos del sionismo. La guerra de agresión contra Yemen por parte de una coalición liderada por Arabia Saudí, las presiones contra El Líbano, la invasión y guerra terrorista contra Siria y las presiones contra la República islámica de Irán.
En efecto, en el contexto de las crecientes presiones y agresiones sufridas por Irán a manos de Estados Unidos y sus aliados sionistas y wahabitas en Oriente Medio y el avance sostenido de este país en defender a ultranza su soberanía, las fuerzas enemigas de la nación persa han buscado nuevos caminos de presión contra gobiernos aliados y territorios situados en las cercanías de Irán. Esta vez ha sido el turno de Irak y la ya manida estrategia de concretar una de sus «revoluciones de colores» que ha fracasado estrepitosamente gracias a la decisión pragmática y firme de enfrentar todo intento de desequilibrar a Irak utilizando para ello los problemas, que evidentemente devastan a un país ocupado y en guerra ya crónica.
Irak no es un país libre
Para aquellos de memoria frágil o que la fecha signada como el año 2003 les parece muy lejana, es necesario que recuerden que Irak es un país ocupado, sin una plena soberanía sobre su territorio, con tropas extranjeras que han instalado bases militares sin consentimiento alguno del gobierno iraquí y que además sigue sufriendo los ataques de fuerzas terroristas, que han sido organizadas, armadas, financiadas y protegidas por aquellos que precisamente invadieron el país o prestaron su apoyo. No olvidemos tampoco que en la zona del Kurdistán iraquí también existen bases militares con personal estadounidense, incluso tropas alemanas (800 soldados) que entrenan a las milicias Peshmergas y que son una permanente presión sobre el gobierno central iraquí, ya sea en lo referente a los campos petrolíferos de Kirkuk o los afanes independentistas de algunos sectores, que incluso llegaron a la realización de un referéndum en septiembre del 2017 que obligó a Bagdad a intervenir. Grupos que incluso hoy representan un peligro, no sólo contra Irak sino también contra el vecino Irán, que en julio pasado a través de la Fuerza Terrestre del Cuerpo de Guardianes de la Revolución Islámica llevó a cabo una operación contra las bases activas y los centros de entrenamiento de grupos terroristas en el Kurdistán de Irak, cerca de las fronteras del país persa.
El gobierno iraquí, a pesar de las fuertes presiones de Washington, quien tiene desplegado en territorio de Irak 7 mil soldados, en una docena de bases militares, ha dado pasos de estrechar relaciones con Irán lo que ha causado el escozor del régimen estadounidense. Entre otras medidas, se estableció la reapertura del paso fronterizo al Qaim entre Irak y la República Árabe Siria. Bagdad ha iniciado los contactos con Rusia para la compra de diverso equipamiento militar a esta potencia, entre ellos el sistema de misiles S400. Se han organizado reuniones de coordinación política y militar, en lucha contra el terrorismo, entre los gobiernos de Irak, Siria e Irán. Se han firmado acuerdos económicos con China para la reconstrucción de infraestructura destruida por la invasión occidental. Igualmente se han concordado acuerdos energéticos con países europeos y un cada día más fluido intercambio comercial con Irán, lo que para Estados Unidos implica la incapacidad de poder controlar las sanciones, bloqueos y embargos unilaterales que ha implementado contra la nación persa.
Unamos a lo señalado, las denuncias del gobierno presidido por el primer ministro Adil Abdul Mahdi respecto a los crímenes cometidos por la entidad sionista contra el pueblo palestino y el rechazo absoluto a la propuesta de Washington denominada el «acuerdo del siglo» devenida en una idea de imposición imperial. Bagdad también ha denunciado y los ataques perpetrados contra las Unidades de Movilización Popular de Irak (al Hashad al Shaabi en árabe) por parte del sionismo, que han significado el asesinato de oficiales de esta fuerza en combate contra el terrorismo takfirí. Lucha que ha estrechado los lazos entre Irak, Siria e Irán con reuniones de enlace y esfuerzos militares conjuntos. Para Irán resulta evidente que los sucesos de violencia en Irak son digitados para dividir a ambos pueblos. «Los enemigos buscan sembrar la discordia, pero han fracasado y su conspiración no será efectiva», dijo el lunes el líder supremo Ayatolá Ali Jamenei, citado en la cuenta de Twitter de su gabinete. «Irán e Irak son dos naciones cuyos corazones y almas están unidos. Este vínculo se hará más fuerte día a día», agregó
Todos los caminos conducen a Washington
Las recientes protestas en Irak bajo el marco de reivindicaciones sociales, económicas y políticas consideradas incluso por el gobierno como justas: más fuentes de trabajo, disminuir el desempleo juvenil, apoyo frente al aumento del costo de la vida y lucha contra la corrupción, no fueron demandas injustificadas pero ello, en modo alguno justifica las acciones que significaron la muerte de un centenar de personas mostrando claramente, que detrás de estas movilizaciones existía un plan de desestabilización que escapa a las justas necesarias reformas que favorezcan a la población iraquí. Resultó evidente que la manipulación y la intoxicación informativa tanto regional, a manos de Arabia saudí, Monarquías ribereñas del Golfo Pérsico e Israel, junto a medios periodísticos occidentales tanto de Estados Unidos, Francia como Gran Bretaña, tenían el objetivo, no sólo de manipular y desinformar, sino también aunar esfuerzos para generar un clima de inestabilidad y condena al gobierno iraquí y el trabajo de mitigación de la violencia que Bagdad ha implementado.
La mano intervencionista de Washington ha dejado huellas en cada acción desencadenada contra Irak. No es fortuito que parte de las protestas tuvieran una línea de desarrollo respecto al suministro eléctrico en las provincias del sur de Irak donde se vive una fuerte disputa entre dos transnacionales que desean llevarse el bocado apetitoso que significa suministrar energía eléctrica a esa zona de Irak y eventualmente a países vecinos (ello en el contexto de la compra de fluido eléctrico por parte de Bagdad a Irán a contrapelo de las determinaciones sancionatorias de Washington). Me refiero a la alemana Siemens y la estadounidense General Electric que pugnan por quedarse con el contrato final. No resulta por ende, accidental, que las protestas frente a este tema no mencionaran en modo alguno la mano negra de las transnacionales y no sea parte del análisis informativo de medios como The Washington Post, CNN o de los medios alemanes como DW.
Resulta sintomático que ninguna agrupación política haya asumido liderazgo alguno en estas protestas – a pesar de que oficinas de gobierno y sedes de las fuerzas populares quedaron en cenizas – y que gran parte de los Twitter, mensajes de textos, uso de redes sociales, en un 80% proviniera desde Arabia Saudí, Emiratos árabes Unidos y Kuwait. Donde las cadenas de noticias de occidente se hicieron eco de las protestas a partir de esos Bot (definido como aquel programa informático que efectúa tareas repetitivas a través de internet lo que permite emitir miles de mensajes desde diversas partes del mundo). Adicionemos las amenazas del régimen sionista, que a través de Benjamín Netanyahu ya había amenazado, el pasado mes de agosto, ejecutar acciones que no sólo desestabilizaran a Irak y a las Unidades de Movilización Popular, sino que aquello sirviera para golpear a la República Islámica de Irán.
Irak representa un botín deseado en materia de sus recursos de petróleo y gas. Desde la invasión iniciada el 20 de marzo del año 2003, gran parte de los yacimientos petrolíferos de esta nación árabe (otrora nacionalizados) como Zubair, Rubaiba, Majnun, Qurna, Kirkuk, Badra, están controladas por transnacionales como la holandesa Royal Dutch Shell, la estadounidense ExxonMobil, la Italiana ENI, la francesa Total Fine y la británica BP. Según la Dirección de Información Energética de Estados Unidos (EIA, Energy Information Administration), las reservas de petróleo de Iraq, calculadas en 112.000 millones de barriles, son las segundas del mundo, sólo por detrás de Arabia Saudí. La operación estadounidense, fuera del mito aquel de la supuesta presencia de armas de destrucción masiva y la autodenominada «guerra contra el terror» tenía un objetivo más terrenal: obtener el control y la extracción del petróleo iraquí con un objetivo ulterior, privar a la Federación Rusa y especialmente a China del acceso libre a las riquezas hidrocarburíferas del país árabe.
Los chinos, que en la actualidad compran la mitad del petróleo iraquí han aplicado una silenciosa y pragmática táctica de expansión económica donde el tema de intervención, generación de inestabilidad o tratar de explotar las divisiones en el país no son parte de su política. La continuación del conflicto en la región, indudablemente, tendrá a China como actor de los dardos estadounidenses. En cambio, cuando hablamos de las empresas occidentales, su historial de patrocinadores de revueltas, invasiones y agresiones los deja en evidencia. El interés de estas empresas y los gobiernos que las respaldan es incuestionable. Además de explotar los campos existentes están aquellos que han sido explorados y otros centenares no explotados y por sondear. Quedarse en Irak, por tanto, implica tener un gobierno que no afecte sus intereses y ganancias multimillonarias y si ello llega a suceder entonces el Plan B es generar inestabilidad, movilizar los medios de desinformación, a las agencias de inteligencia como el Mossad, la CIA e incluso elementos del Partido Baaz que sustentó al ejecutado ex dictador iraquí Sadam Hussein. Todo ello sirve para los propósitos de dominio.
La purga contra los militantes y simpatizantes baasistas tras la caída del régimen de Sadam Hussein generó una masa de descontentos, que ha significado tener una quinta columna en el seno de la sociedad iraquí, que ha servido como mano de obra utilitaria para las labores de desestabilización en este país. Han sido utilizados profusamente, tanto por elementos del terrorismo takfirí como también por los gobiernos interventores en Irak. Ya en septiembre del año 2018 una situación similar de protestas como las experimentadas los últimos días se vivió en la provincia de Basora, donde las autoridades iraquíes acusaron a miembros de este extinto Partido Baas de ser parte de aquellos que quemaron sedes gubernamentales e instalaciones de la Unidades de Movilización Popular (Al Hashad al Shabi). Lo señalado da sustento para afirmar que detrás de las recientes protestas en Bagdad, existe lo que el portavoz del Ministerio iraquí del Interior, Saad Maan, signó como «manos negras», lo que se hace aún más evidente cuando faltan pocos días para la celebración de la más importante ceremonia chiita – el día de Arbain – que congrega a millones de fieles en el santuario del Imán Hussein en Kerbala.
Un encuentro que tendrá que redoblar sus esfuerzos de vigilancia y control frente a las siempre presentes amenazas de ataques terroristas de grupos takfiries, el peligro de una operación de provocación a manos de servicios de seguridad del sionismo y Arabia saudí. Arbain se desarrolla en un escenario regional de conflictos, donde las acciones terroristas de los movimientos takfirí siguen significando muerte y desolación, sobre todo en Siria e Irak. Una región donde la agresión saudí contra Yemen y la política genocida de la entidad sionista son parte ya de un cotidiano que poco a poco va escenificando un cambio en la correlación de fuerzas: necesario, fundamental e irreversible donde el Eje de la resistencia cumple un papel fundamental. Por ello las acusaciones contra las unidades de Movilización Popular Al Hashad al Shaabi por parte de los medios de información occidentales, respecto a su participación en la represión de las protestas. Todo tiene que ver con todo en materia del análisis geopolítico, incluso pensar en la ejecución de una masacre en esta importante ceremonia religiosa.
Hoy, tras una semana de protestas, un centenar de muertos y una serie de acuerdos alcanzados entre el gobierno de Adil Abdul Mahdi y la oposición una tensa calma se ha impuesto en el país árabe. En la firma de este acuerdo, que incluye un paquete de reformas, ha tenido un papel fundamental la figura y las palabras de la máxima autoridad religiosa del país el Ayatolá Seyed Ali Sistani. Éste, junto con criticar la violencia desatada, también reprochó duramente a los poderes del estado iraquí por no cumplir con su responsabilidad en la lucha contra la corrupción e instó al poder ejecutivo, judicial y legislativo a aplicar las reformas reales en el país. El influyente clérigo iraquí aseveró que los partidos gobernantes deben cambiar la forma en que abordan los problemas de la nación y el gobierno debe cumplir sus deberes para aliviar el sufrimiento del pueblo iraquí, combatir la corrupción y crear nuevos empleos para los jóvenes. En una señal de pacificación las autoridades iraquíes prometieron que el uso desmedido de la fuerza en la represión de las protestas de la pasada semana tendrá consecuencias. «La Comandancia de las Operaciones Conjuntas de Irak anunció que tomará medidas contra oficiales, comandantes y soldados que cometieron «actos equivocados» contra los manifestantes durante la última jornada de protestas en el barrio Ciudad Sadr de Bagdad, el domingo 6 de octubre por la noche»
El gobierno iraquí debe estar atento, prestar oído a aquellos consejos que siendo críticos marcan una clara línea de trabajo. Cumplir las promesas efectuadas, caminar hacia la plena soberanía política y militar. Recuperar sus riquezas naturales. Ampliar su base de relaciones y sobre todo estar claro que Washington, Israel, Arabia saudí y sus aliados títeres están «dispuestos a ejercer todo tipo de presiones para lograr que Irak no tenga un desarrollo sustentable. La invasión de Estados Unidos ha destrozado en estos 16 años la economía del país. Un Estados Unidos que maneja los hilos del país a través del control de la distribución del ingreso del petróleo del país árabe, controlar su sistema bancario y financiero y sus relaciones comerciales con otros países. Un Estados Unidos que también desea controlar parte del ejército iraquí con oficiales que le sean útiles y que generen, al interior del ejército disputas y criticas frente a la colaboración militar con Irán.
Esa realidad, ese marco político, económico y social es el que explica, fundamentalmente, la ola de manifestaciones en Bagdad y algunas ciudades importantes del centro petrolífero, consignado con llamados y exigencias al fin de una corrupción rampante, el desempleo y aquellas dificultades en ellos servicios públicos que afectan a gran parte de la población. No es casual, tampoco, que todas las protestas se hayan originado en función de las medidas soberanas que ha tomado el Gobierno del primer ministro iraquí, Adil Abdul-Mahdi, incluida su decisión de seguir comerciando y mantener relaciones diplomáticas con Irán.
Es parte del plan maestro estadounidense impedir la soberanía de los pueblos, atacarlos, desestabilizarlos, impedir su desarrollo. Las manos sucias de Washington siguen marcando a fuego la política internacional. Cada acción provocadora contra los pueblos, cada intento de subvertir a los gobiernos y apoderarse de las riquezas naturales de los países muestra que todos los caminos conducen a la capital del imperio – con sus sucursales en Tel Aviv, Londres, París, Riad – a sus oficinas e instituciones donde políticos, empresarios, militares sedientos de poder no descansan ni trepidan en generar destrucción y caos en beneficio de ideologías y una visión de mundo hegemónica y criminal. En Oriente Medio en general y en Irak en particular la triada conformada por el imperialismo estadounidense, el sionismo israelí y el wahabismo saudí son la expresión de esas ideologías destinadas a ejercer sus acciones de dominio aunque ello implique millones de muertos
Fuente original: https://www.hispantv.com/noticias/opinion/439685/irak-protestas-eeuu-iran-israel
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