El número de mujeres que trabajan hoy es el más alto en la historia, pero también es cierto que están más expuestas que los hombres a trabajos de baja productividad, mal remunerados y vulnerables, sin protección social ni derechos básicos o posibilidades de expresarse en el lugar de trabajo. Esta tendencia preocupante la subrayó la […]
El número de mujeres que trabajan hoy es el más alto en la historia, pero también es cierto que están más expuestas que los hombres a trabajos de baja productividad, mal remunerados y vulnerables, sin protección social ni derechos básicos o posibilidades de expresarse en el lugar de trabajo. Esta tendencia preocupante la subrayó la Organización Internacional del Trabajo (OIT) en su informe «Tendencias Mundiales del Empleo de las Mujeres (marzo de 2008)», elaborado por su secretaría permanente y publicado en ocasión del Día Internacional de la Mujer, el 8 de marzo.
En el informe se señala que si bien el número de mujeres empleadas creció en casi doscientos millones en la última década -alcanzando la cifra de 1.200 millones en 2007, ante 1.800 millones de hombres- el número de mujeres desempleadas también creció en el mismo periodo de 70,2 millones a 86,6 millones.
Una de las conclusiones del informe es que las mejoras en la condición de las mujeres en los mercados laborales de todo el mundo no han disminuido de manera significativa las diferencias de género en los lugares de trabajo. La proporción con empleo vulnerable -ya sea trabajadoras familiares auxiliares no remuneradas o trabajadoras por cuenta propia, en lugar de trabajo asalariado- disminuyó de 56,1 a 51,7 por ciento desde 1997. Sin embargo, la carga de la vulnerabilidad es aún mayor para las mujeres que los hombres, especialmente en las regiones más pobres del mundo.
Si las mujeres permanecen estancadas en empleos con poca remuneración y baja productividad no lograrán los retornos que se merecen por su trabajo. En resumen, el aumento de su participación en la fuerza de trabajo tiene un gran potencial como contribución al desarrollo económico, pero será posible aprovecharlo sólo si sus empleos son decentes.
«Las mujeres siguen incorporándose multitudinariamente a la fuerza de trabajo mundial. Pero estos progresos no pueden ni deben hacernos olvidar las desigualdades flagrantes que todavía existen en el mundo laboral, y ello en todos los países», dijo el director general de la OIT, Juan Somavia.
En 2007 trabajaban 1.200 millones de mujeres en todo el mundo. Esta cifra representa un aumento de doscientos millones (18,4 por ciento) durante una década. Sin embargo, durante ese período también aumentó el número de desempleadas, de 70,2 millones a 81,6 millones, y en 2007 las mujeres aún tenían más posibilidades que los hombres de encontrarse sin empleo. El desempleo femenino fue de 6,4 por ciento, frente a 5,7 por ciento del masculino.
Al mismo tiempo, las mujeres empleadas suelen desempeñarse en los sectores menos productivos de la economía y como parte de grupos más expuestos a riesgos y con menos oportunidades de cumplir con los requisitos que definen al trabajo decente, como el acceso a protección social, derechos fundamentales y la posibilidad de expresarse en el lugar de trabajo.
El informe destaca algunas tendencias positivas. El nivel de educación de las mujeres continúa elevándose en todo el mundo y en muchas regiones se reducen las diferencias de género asociadas a algunos indicadores laborales. La mayoría de las regiones han registrado avances en el número de mujeres que tienen acceso a empleos dignos, pero aún está pendiente lograr una plena igualdad de género en términos de acceso a los mercados laborales y condiciones de trabajo.
El acceso a los mercados laborales, y más específicamente a empleos decentes, es esencial para lograr una mayor igualdad entre mujeres y hombres, señala la OIT, pero reconoce el hecho de que en todo el mundo aún hay menos de setenta mujeres (66,9) económicamente activas por cada cien hombres.
En general, las políticas diseñadas para mejorar las oportunidades laborales de las mujeres comienzan a producir resultados, aunque la brecha se reduce con lentitud. La mayoría de las regiones tienen un largo camino por delante para avanzar hacia su integración económica y aprovechar este enorme potencial para el desarrollo económico.
La integración económica de las mujeres, que es posible sólo cuando se reducen las barreras del mercado de trabajo y cuando las mujeres tienen igualdad de oportunidades para acceder al trabajo decente, continúa siendo una asignatura pendiente para lograr el desarrollo y se trata de una meta en si misma relevante.
Kanaga Raja es investigador en la oficina de Ginebra de Third World Network (TWN).