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Entrevista con Cira Pascual Marquina, profesora de Estudios Políticos en la Universidad Bolivariana de Venezuela

Balance 2016: Venezuela

Fuentes: Rebelión

En la edición de diciembre de Hemisferio Izquierdo hacemos foco en Venezuela y conversamos con Cira Pascual Marquina, profesora de Estudios Políticos en la Universidad Bolivariana de Venezuela, integrante de Escuela de Cuadros (www.youtube.com/escuelacuadros) y miembro del equipo político-editorial del mensuario PolítiK. Hemisferio Izquierdo (HI): ¿Qué balance se puede hacer del año que se cierra […]

En la edición de diciembre de Hemisferio Izquierdo hacemos foco en Venezuela y conversamos con Cira Pascual Marquina, profesora de Estudios Políticos en la Universidad Bolivariana de Venezuela, integrante de Escuela de Cuadros (www.youtube.com/escuelacuadros) y miembro del equipo político-editorial del mensuario PolítiK.

Hemisferio Izquierdo (HI): ¿Qué balance se puede hacer del año que se cierra en Venezuela?

Cira Pascual Marquina (CPM): El año que se cierra ha sido, sin duda alguna, el más difícil para el pueblo llano en la última década. En este sentido me atrevería a decir que nos encontramos con una tormenta perfecta.

 

Por un lado el impacto de la caída del precio del petróleo –y su correlato en cuanto a la reducción drástica de importaciones que se pagaban con petrodólares– ya arrastraba al pueblo a una situación francamente compleja desde enero del 2015, cuando se desató el fenómeno desabastecimiento-contrabando de extracción-bachaqueo producto de la propia lógica del capital (con el contrabando las ganancias llegaron a ser del 3000% y el bachaqueo o reventa de productos subsidiados de difícil acceso se convirtió en un fenómeno cotidiano).

 

Por otro lado, la terquedad del gobierno por cumplir con los pagos de la deuda soberana –la más cara del mundo, por cierto– adquirida en momentos de boom económico, implicó en este 2016 mayor reducción de las importaciones en un país donde, por diversas razones estructurales históricas, el aparato productivo es minúsculo e ineficiente.

 

Las implicaciones son bien conocidas: enormes colas de mujeres que se vieron obligadas a poner días e incluso noches a la tarea de alimentar su familia, pues el abastecimiento de productos de la cesta básica a precios regulados –productos que históricamente se han importado con subsidios estatales– se redujo alrededor de un 60%, mientras que los productos no regulados sufrían un vertiginoso proceso de inflación. Así la crisis, con su tiente claramente machista, se montó sobre los hombros de millones de mujeres humildes que, con mucha paciencia y disciplina, y por supuesto a costa de enormes sacrificios, se convirtieron en el sostén del barrio.

 

A todo esto el gobierno respondió primero subiéndole dos al discurso de la guerra económica: este discurso se centra en los elementos de conspiración (que son reales pero secundarios) en lugar de examinar las razones estructurales que conducen al comportamiento particular del sistema capitalista en Venezuela (lucha de clases en una economía rentista con bajo desarrollo de las fuerzas productivas, dependencia, corrupción y fuga de capitales, etc.) en un contexto de crisis mundial. Además, y aún más grave, el aparato ideológico de la guerra económica ignora el sufrimiento y los sacrificios de los humildes (ya que el objetivo de dicha guerra es el gobierno) y desconoce que la burguesía es nuestro enemigo de clase (el problema son algunos empresarios malvados y los lumpen-bachaqueros). La conclusión lógica de este relato poco preciso es que la caotización económica se resuelve con la normalización de la propia economía capitalista. En efecto, esto es lo que viene ocurriendo en los últimos meses a través de diálogos con la burguesía y la derecha, y liberalizaciones.

 

En el primer trimestre del año, en respuesta a la situación económica, el ejecutivo lanzó un plan para captar divisas a través de la explotación minera y el impulso de la producción industrial capitalista (relegando a tercer plano las nuevas formas no-capitalistas, comunales, que Chávez nos legó). Sobre este plan –y sus límites– Chris Gilbert y yo escribimos largo y tendido.[1] Poniendo bajo la lupa sus objetivos (que implican el abandono del Plan de la Patria en el que se define al socialismo como eje organizador), propusimos como tarea inmediata un reordenamiento y racionalización de la economía que asegurase a corto plazo la satisfacción de las necesidades básicas del pueblo. Dar este paso (eliminar la fuga en el tanque dañado, dijimos entonces) implica (1) planificar las importaciones, priorizando rubros que aseguren la supervivencia del pueblo, (2) eliminar formas de parasitismo de la clase burguesa (y de la burguesía emergente) y (3) sobre todo, asumir la necesidad de impago de la deuda. A estos tres puntos añadiría un cuarto: eliminación de todos los privilegios burocráticos, gastos suntuarios y despilfarros institucionales (gastos que son obscenos en la situación actual y que son también mecanismos de corrupción).

 

Más allá del plan grueso del ejecutivo para captar divisas, y ante el creciente desabastecimiento y la espiral inflacionaria del mercado negro, el gabinete económico optó por aflojar los mecanismos de control y seguimiento en el marcaje de la mayoría de los productos de la cesta básica. En pocas palabras, el ejecutivo cedió a la presión capitalista y abrió la cancha de la liberalización de la economía, asumiendo en gran medida el programa económico de la derecha. Poco a poco se fueron llenando los anaqueles de productos que habían desaparecido meses o incluso años antes… y millones de venezolanos, las trabajadoras, los precarizados, las madres de familia, los desempleados, pasaron de las largas colas a los paseos por tiendas y abastos donde la mayoría de los productos son simplemente inalcanzables.

 

Evidentemente esta situación va acompañada de un rápido proceso de pauperización. Hace dos años podíamos encontrar, esporádicamente, personas con dependencia hurgando en las basuras. Hoy, en los lugares donde se concentran los desechos, podemos ver grupos de personas (sobre todo hombres, pero también mujeres, niños, ancianas) rebuscando algo de comida. Lógicamente también han crecido vertiginosamente la mendicidad, la prostitución, la drogodependencia, las situaciones de calle y la desescolarización.

 

Ahora, el plan de liberalización vino acompañado por una iniciativa gubernamental que tiene como objetivo reducir el impacto de la liberalización sobre los sectores populares: los Comités Locales de Abastecimiento y Producción, mejor conocidos por sus siglas CLAP. Salvando las distancias (hay un elemento claramente clientelar en la iniciativa venezolana), podríamos comparar los CLAP a las Juntas de Abastecimiento y Control de Precios (JAP), las combativas plataformas del Chile de la Unidad Popular que asumieron el control de la distribución y tenían legitimidad y autonomía para confiscar los cargamentos de los comerciantes. En nuestro caso, los CLAP no han madurado como lo hiciesen los JAP, no se han asumido como expropiadores de los expropiadores, pero sin duda alguna son espacios que generan autoorganización en la distribución de bolsas de comida (vendidas a precios regulados), y representan un paliativo para los sectores populares que son beneficiados.

 

En el transcurrir del año también hemos sido testigos de un salto cualitativo en algunas organizaciones chavistas revolucionarias. Me refiero a experiencias comunales como las de La Comuna El Panal en Caracas y Valencia (dirigida por el colectivo Alexis Vive), La Comuna el Maizal en Lara o La Comuna Agroecológica El Tambor en Mérida, por mencionar solo algunas, y a experiencias obreras como Proletarios Unios en Barquesimento o la Fábrica Chema Saher en la Sierra de Falcón. Las primeras, las experiencias comunales, se van consolidando como autogobiernos populares que, en la crisis, se han autonomizado del Estado y han impulsado producción bajo nuevas formas de propiedad social. Estas comunas son, sin duda alguna, gérmenes de la nueva sociedad como lo fueran los soviets a inicios del siglo XX. Por otro lado, las experiencias obreras de tomas de fábricas se van convirtiendo en ventanas a un porvenir más justo para los obreros en la zona centro del país. Para mi ambas representan el verdadero espíritu chavista y bolivariano, aquel que se rebela contra lo que hay y que se niega a ser sometido. Son experiencias que se deben convertir en un faro para los chavistas revolucionarios, para aquellos que creen en una nueva forma de organizar la economía y la política, para aquellos que reconocen las injusticias del presente capitalista y aspiran a construir una sociedad socialista.

 

HI: ¿Qué perspectivas se abren para 2017? ¿Qué tendencias en curso marcarán la agenda?

 

CPM: El próximo año se perfila difícil. El gobierno predice y celebra que veremos un repunte económico hacia mediados de año por el nuevo acuerdo de la OPEP. Pero, ¿puede el pueblo que sufre considerar esto buenas noticias? Seis meses más bajo la situación actual, seis meses más de sacrificios ignorados por la dirección chavista, seis meses más cediendo ante las presiones del capital… la situación no pinta bien. No es extremo hablar de un periodo especial, y es fundamental que al pueblo se le plantee un objetivo. Fidel, cuando cayó la Unión Soviética, reconoció la gravedad de la situación a su pueblo, sus enormes sacrificios, y planteó un camino digno, con un horizonte heroico, para los cubanos: «Cuba será un eterno Baraguá». [2]

 

HI: ¿Cuáles son las principales tareas desde la perspectiva del bloque popular?

 

CPM: Yo diría que la tarea principal de los revolucionarios es construir una unidad bolivariana de izquierda, un bloque chavista autónomo con capacidad de analizar la situación sin amarres institucionales, una plataforma desde la que se plantee sin miedo la situación que vivimos (sus raíces, las clases y tendencias en pugna, las consecuencias, la salida revolucionaria). Claramente, una importante parte del pueblo ha dejado de creer en el gobierno precisamente porque éste no le dice la verdad.

 

Finalmente, este bloque debe estar atado a las iniciativas populares más avanzadas y, sin convertirse ahora en una oposición de izquierda, debe ser audaz y jugarse el todo por el todo para salvar el proyecto chavista y, en consecuencia, salvar al pueblo de la catástrofe.

 

En septiembre de 1917 Lenin escribió un texto brillante, «La catástrofe que nos amenaza y cómo combatirla».[3] En ese documento de gran vigencia, el bolchevique analizó la pasividad del gobierno de Kerensky ante la conspiración capitalista y planteó el programa para salir de la crisis. Propongo que leamos el texto, y entendiendo que no hay fórmulas para hacer la revolución, nos aboquemos a la tarea de construir un bloque de izquierda que, verdaderamente libre de lazos burocráticos y miedos mezquinos, se plantee nuestra salida a la catástrofe que nos amenaza.

 

NOTAS:

[1] Chris Gilbert y Cira Pascual Marquina, «El espejismo del «país productivo» y el futuro del pueblo venezolano» en Rebelión: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=208627.

[2] Ver proclama del periódico PolítiK, «A un año de la nueva etapa»: http://tatuytv.org/index.php/analisis-y-opinion/comunicados/3324-a-un-ano-de-la-nueva-etapa.

[3] V.I. Lenin, «La catástrofe que nos amenaza y cómo combatirla»: https://app.box.com/s/ee9jq1lk0qbz36lt3jkquc5kjxf96dl0.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

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