Después de un recorrido por pueblos y comunidades rurales de India en 1930, lord Macaulay comentó que había encontrado una agricultura llena de vida. No sólo los niveles de producción eran aceptables y había gran diversidad de cultivos, sino que la vida comunitaria se desarrollaba de manera vibrante. La conclusión más importante de ese viaje […]
Después de un recorrido por pueblos y comunidades rurales de India en 1930, lord Macaulay comentó que había encontrado una agricultura llena de vida. No sólo los niveles de producción eran aceptables y había gran diversidad de cultivos, sino que la vida comunitaria se desarrollaba de manera vibrante. La conclusión más importante de ese viaje fue que si se quería dominar India sería necesario aumentar la vulnerabilidad del sector agrícola. Parece que 80 años después de ese episodio, las políticas del Banco Mundial y la complicidad del gobierno indio han hecho realidad la observación de lord Macaulay.
Durante cuatro días, los 12 miembros del jurado del Tribunal Independiente sobre el Banco Mundial en India hemos escuchado y analizado los testimonios de comunidades, organizaciones civiles e investigadores sobre los efectos de las políticas y proyectos de esta institución en el subcontinente. Los testimonios cubrieron muchos sectores de la vida económica y social, desde la política macroeconómica y el sistema financiero, hasta educación, salud, energía, transporte, turismo, áreas naturales protegidas y ayuda a los afectados por el tsunami de 2005.
En India existe una rica tradición en la organización de tribunales del pueblo para ventilar debates sobre la vida pública. El Banco Mundial recibió una invitación para participar en los trabajos del tribunal que no aceptó, y ayer, día en que el jurado emitió su fallo preliminar, desplegó un comunicado en su portal electrónico diciendo que acepta el debate, pero no bajo el formato de un tribunal que emite juicios. El mensaje es claro: el Banco Mundial no le rinde cuentas a nadie, y menos a la gente.
La evidencia presentada al tribunal describe un panorama desolador de sufrimiento entre los varios centenares de millones de pobres y marginados de este país asiático. Queda claro que muchas de las políticas y proyectos financiados por el Banco Mundial han agravado esta situación. Uno de los indicadores más terribles de estos efectos es el número de suicidios de campesinos en varios estados de India. Según cifras oficiales, 137 mil campesinos se han quitado la vida entre los años 2001 y 2007 debido a la presión económica: retiro de apoyos y subsidios, caída en los precios de sus cultivos y aumento en el costo de insumos, nuevas tarifas de irrigación y electricidad, así como el desplome del crédito preferencial en el campo. Muchas de estas políticas han sido recomendadas por el Banco Mundial y el efecto combinado ha sido, literalmente, mortal para muchas familias.
India sufrió una severa crisis de balanza de pagos en 1991 y acabo plegándose a los dictados del FMI y el Banco Mundial, adoptando el modelo neoliberal. En los últimos años se ha generalizado la percepción (cultivada por la prensa internacional) de que este país ha logrado despegar económicamente al mantener altas tasas de crecimiento del PIB, cercanas a 8 por ciento, lo que estaría permitiendo erradicar la pobreza. Lo cierto es que mientras algunas ramas del sector servicios crecen a tasas desbocadas, el resto de la economía se encuentra estancada.
La agricultura, por ejemplo, sector del que depende 65 por ciento de la población, se revuelca en el piso con un «crecimiento» de 0.6 por ciento. Las políticas recomendadas (impuestas) por el BM para reorientar la producción desde la seguridad alimentaria hacia los cultivos comerciales (supuestamente para generar ingresos y reducir la pobreza) han desembocado en una recesión agrícola. No sólo la pobreza no se reduce, sino que las reservas de granos básicos han descendido a niveles alarmantes. De ser autosuficiente en trigo durante cuatro décadas, India ha comenzado a importar este grano y el hambre se propaga en muchas regiones.
Mucho se habla del potencial exportador del modelo neoliberal, pero el déficit en cuenta corriente (3 por ciento del PIB) es crónico. La entrada de capitales ha permitido constituir reservas por 220 mil millones de dólares. Pero esas reservas no son netas y nada impediría un retiro de capitales en un contexto de volatilidad. La vulnerabilidad del gigante indio no es una ficción: el modelo neoliberal no está funcionando.
Desde el sector bancario hasta el pesquero, pasando por los esquemas de privatización de agua y cobro de tarifas en el sector salud, las políticas del Banco Mundial han distorsionado el sentido social de las prioridades del Estado. El más terrible ejemplo es el de los desplazados del tsunami de 2005, reubicados con financiamiento del Banco Mundial lejos de sus pueblos originales so pretexto de reducir su vulnerabilidad. Hoy esos damnificados viven en tugurios indignos, plagados por enfermedades, desempleo y altas tasas de criminalidad.
El tribunal independiente ha podido comprobar que las políticas del Banco Mundial no sólo no han permitido reducir la miseria en India, cuyos índices se mantienen altísimos: de sus mil 100 millones de habitantes, 88 por ciento vive por debajo de la línea de pobreza. Pero India tiene una gran tradición de luchas sociales y desde lo más profundo de sus comunidades se está gestando ya la respuesta. Vientos de cambio soplan en el sur de Asia.
Alejandro Nadal es economista. Dirige el programa sobre ciencia, tecnología y desarrollo de El Colegio de México y colabora regularmente con el cotidiano mexicano de izquierda La Jornada.