El Banco Mundial recibe más dinero de los países pobres del que les da, advirtió la red internacional Social Watch (Control Ciudadano), mientras transcurre en esta ciudad-estado asiática la reunión anual conjunta de esa institución multilateral de crédito y el FMI. El informe anual de Social Watch de 2006, que postula una profunda reforma del […]
El Banco Mundial recibe más dinero de los países pobres del que les da, advirtió la red internacional Social Watch (Control Ciudadano), mientras transcurre en esta ciudad-estado asiática la reunión anual conjunta de esa institución multilateral de crédito y el FMI.
El informe anual de Social Watch de 2006, que postula una profunda reforma del actual sistema financiero internacional, fue presentado este martes, al mismo tiempo que el Banco Mundial presentaba un controvertido plan contra la corrupción en los países en desarrollo.
Las transferencias netas del Banco Mundial a los países en desarrollo han sido negativas todos los años desde 1991, señala el informe.
Es decir que la suma de las cuotas y los intereses pagados por esos países al Banco Mundial es superior a la de los giros de estas instituciones a sus gobiernos.
El único aporte al desarrollo del Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento (BIRF), rama del Banco Mundial al servicio de países de ingreso mediano y pobres con capacidad de repago, consiste en desembolsos para que los estados que le deben dinero puedan honrar esas deudas, según Social Watch.
La Asociación Internacional de Fomento (AIF), que ofrece créditos sin intereses y donaciones a los países más pobres para estimular su crecimiento económico, es la única fuente de financiamiento neto del Banco Mundial.
Pero el monto de esos desembolsos asciende apenas a entre 4.000 y 5.000 millones de dólares al año. El aporte neto de todo el Banco a las finanzas del mundo en desarrollo es negativa en unos 1.200 millones de dólares.
Por tanto, la institución «fracasó en el cumplimiento de su misión», dijo Social Watch, red de unas 400 organizaciones de la sociedad civil de 60 países que impulsan la erradicación de la pobreza.
Mientras, el Banco Mundial se ha embarcado, según sus críticos, en una ofensiva de relaciones públicas que apela a la retórica de la gobernanza y la erradicación de la pobreza.
Esa campaña tiene el objetivo, aseguran, de enmascarar su agenda neoliberal, que incluye desregulaciones, privatizaciones y la eliminación de los subsidios gubernamentales a servicios esenciales.
La gobernanza no es un fin en si mismo, sino la base del camino hacia la erradicación de la pobreza, dijo este martes el presidente del Banco Mundial, Paul Wolfowitz, ante la conferencia conjunta de su institución y el FMI (Fondo Monetario Internacional).
«Ella lleva a acelerar y fortalecer el crecimiento. También asegura que cada dólar es usado para combatir la pobreza, el hambre y la enfermedad», dijo.
Wolfowitz aseguró que la gobernanza, «un concepto mucho más amplio que la anticorrupción», está concebida como mecanismo de reducción de la pobreza y no como una nueva condición para otorgar préstamos.
«Los gobiernos son los socios clave del Banco en los programas de gobernanza y anticorrupción. Aunque, de acuerdo con su mandato, el Banco debería estar abierto a otros socios, como instituciones locales, de acuerdo con las características de cada país», informó este lunes en un comunicado el Comité de Desarrollo del FMI y el Banco Mundial.
En el pasado, la corrupción en algunos regímenes fue alentada por el Banco Mundial, según activistas.
El Banco vertió unos 30.000 millones de dólares a lo largo de 30 años en las arcas de la dictadura de Alí Suharto en Indonesia y toleró su virtual desaparición. Al mismo tiempo, no prestó atención a las evidentes violaciones de los derechos humanos en ese país, con lo que contribuyó a legitimar el régimen.
Cuando Suharto fue finalmente derrocado, la credibilidad de la retórica del Banco sobre la gobernanza cayó en picada.
Organizaciones de la sociedad civil consideran que la credibilidad de las demandas de transparencia del Banco Mundial mejoraría si la institución fuera, ella misma, transparente, a través de auditorías sobre sus proyectos y el apoyo a los funcionarios que denuncian malas prácticas.
Un ex funcionario del Banco, que solicitó reserva de su identidad, manifestó dudas sobe la viabilidad de las normas anticorrupción formuladas por Wolfowitz.
«¿Cómo crearán los equipos anticorrupción? ¿Serán consultores, funcionarios del banco, organizaciones de la sociedad civil?», se preguntó.
Algunos activistas consideran simplista una excesiva atención sobre la corrupción, y advierten que la encomiable meta de la gobernanza no es suficiente para alentar el desarrollo.
«La agenda de la gobernanza puede percibirse como precondición para el desarrollo más que como un objetivo importante y deseable. Nosotros cuestionamos eso», dijo la semana pasada el profesor de economía Mushtaq Husain Khan en un informe al Grupo de los 24, que representa al Sur ante las instituciones multilaterales de crédito.
Las reformas del Banco deberían incluir sus mecanismos de toma de decisiones, que favorecen a los países ricos. Estados Unidos, por ejemplo, cuenta con un director ejecutivo y 17,5 por ciento del poder de voto. Japón también tiene un director y siete por ciento de los votos en la dirección del Banco.
Mientras, África cuenta con tres directores ejecutivos en representación de 53 países, que suman ocho por ciento del poder de voto.
A pesar de contar con tan magro poder dentro del Banco y el FMI, los países pobres son los que financian el grueso de los costos administrativos de ambas instituciones, mediante el pago de intereses y otros servicios de deuda, según Social Watch.
Las recetas del Banco y el FMI han beneficiado a grandes compañías privadas, pero no a los pobres de los países que reciben los créditos, según Social Watch.
Los proyectos financiados con esos préstamos han tenido efectos desastrosos en algunos de esos países. Esos créditos estuvieron, en muchas ocasiones, condicionados a privatizaciones, desregulaciones y apertura de mercados a las importaciones.
En Sri Lanka, por ejemplo, los bancos de desarrollo como el Mundial han defendido el recorte de subsidios a los fertilizantes y semillas, la privatización de las empresas que producen esos insumos y la venta de molinos.
«El Banco Mundial destruye nuestros sistemas agrícolas tradicionales y nuestro modo de vida», dijo D.R. Jayatilake, del Movimiento por la Tierra Nacional y la Reforma Agraria.
«El Banco promueve una ‘reforma agraria asistida por el mercado'», dijo Henry Saragih, coordinador general del movimiento internacional de agricultores La Vía Campesina. Otros proyectos financiados por el Banco derivaron en el desalojo de comunidades rurales de sus predios, en beneficio de compañías transnacionales.
Las transferencias netas del Banco Mundial a los países en desarrollo han sido negativas todos los años desde 1991, señala el informe.
Es decir que la suma de las cuotas y los intereses pagados por esos países al Banco Mundial es superior a la de los giros de estas instituciones a sus gobiernos.
El único aporte al desarrollo del Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento (BIRF), rama del Banco Mundial al servicio de países de ingreso mediano y pobres con capacidad de repago, consiste en desembolsos para que los estados que le deben dinero puedan honrar esas deudas, según Social Watch.
La Asociación Internacional de Fomento (AIF), que ofrece créditos sin intereses y donaciones a los países más pobres para estimular su crecimiento económico, es la única fuente de financiamiento neto del Banco Mundial.
Pero el monto de esos desembolsos asciende apenas a entre 4.000 y 5.000 millones de dólares al año. El aporte neto de todo el Banco a las finanzas del mundo en desarrollo es negativa en unos 1.200 millones de dólares.
Por tanto, la institución «fracasó en el cumplimiento de su misión», dijo Social Watch, red de unas 400 organizaciones de la sociedad civil de 60 países que impulsan la erradicación de la pobreza.
Mientras, el Banco Mundial se ha embarcado, según sus críticos, en una ofensiva de relaciones públicas que apela a la retórica de la gobernanza y la erradicación de la pobreza.
Esa campaña tiene el objetivo, aseguran, de enmascarar su agenda neoliberal, que incluye desregulaciones, privatizaciones y la eliminación de los subsidios gubernamentales a servicios esenciales.
La gobernanza no es un fin en si mismo, sino la base del camino hacia la erradicación de la pobreza, dijo este martes el presidente del Banco Mundial, Paul Wolfowitz, ante la conferencia conjunta de su institución y el FMI (Fondo Monetario Internacional).
«Ella lleva a acelerar y fortalecer el crecimiento. También asegura que cada dólar es usado para combatir la pobreza, el hambre y la enfermedad», dijo.
Wolfowitz aseguró que la gobernanza, «un concepto mucho más amplio que la anticorrupción», está concebida como mecanismo de reducción de la pobreza y no como una nueva condición para otorgar préstamos.
«Los gobiernos son los socios clave del Banco en los programas de gobernanza y anticorrupción. Aunque, de acuerdo con su mandato, el Banco debería estar abierto a otros socios, como instituciones locales, de acuerdo con las características de cada país», informó este lunes en un comunicado el Comité de Desarrollo del FMI y el Banco Mundial.
En el pasado, la corrupción en algunos regímenes fue alentada por el Banco Mundial, según activistas.
El Banco vertió unos 30.000 millones de dólares a lo largo de 30 años en las arcas de la dictadura de Alí Suharto en Indonesia y toleró su virtual desaparición. Al mismo tiempo, no prestó atención a las evidentes violaciones de los derechos humanos en ese país, con lo que contribuyó a legitimar el régimen.
Cuando Suharto fue finalmente derrocado, la credibilidad de la retórica del Banco sobre la gobernanza cayó en picada.
Organizaciones de la sociedad civil consideran que la credibilidad de las demandas de transparencia del Banco Mundial mejoraría si la institución fuera, ella misma, transparente, a través de auditorías sobre sus proyectos y el apoyo a los funcionarios que denuncian malas prácticas.
Un ex funcionario del Banco, que solicitó reserva de su identidad, manifestó dudas sobe la viabilidad de las normas anticorrupción formuladas por Wolfowitz.
«¿Cómo crearán los equipos anticorrupción? ¿Serán consultores, funcionarios del banco, organizaciones de la sociedad civil?», se preguntó.
Algunos activistas consideran simplista una excesiva atención sobre la corrupción, y advierten que la encomiable meta de la gobernanza no es suficiente para alentar el desarrollo.
«La agenda de la gobernanza puede percibirse como precondición para el desarrollo más que como un objetivo importante y deseable. Nosotros cuestionamos eso», dijo la semana pasada el profesor de economía Mushtaq Husain Khan en un informe al Grupo de los 24, que representa al Sur ante las instituciones multilaterales de crédito.
Las reformas del Banco deberían incluir sus mecanismos de toma de decisiones, que favorecen a los países ricos. Estados Unidos, por ejemplo, cuenta con un director ejecutivo y 17,5 por ciento del poder de voto. Japón también tiene un director y siete por ciento de los votos en la dirección del Banco.
Mientras, África cuenta con tres directores ejecutivos en representación de 53 países, que suman ocho por ciento del poder de voto.
A pesar de contar con tan magro poder dentro del Banco y el FMI, los países pobres son los que financian el grueso de los costos administrativos de ambas instituciones, mediante el pago de intereses y otros servicios de deuda, según Social Watch.
Las recetas del Banco y el FMI han beneficiado a grandes compañías privadas, pero no a los pobres de los países que reciben los créditos, según Social Watch.
Los proyectos financiados con esos préstamos han tenido efectos desastrosos en algunos de esos países. Esos créditos estuvieron, en muchas ocasiones, condicionados a privatizaciones, desregulaciones y apertura de mercados a las importaciones.
En Sri Lanka, por ejemplo, los bancos de desarrollo como el Mundial han defendido el recorte de subsidios a los fertilizantes y semillas, la privatización de las empresas que producen esos insumos y la venta de molinos.
«El Banco Mundial destruye nuestros sistemas agrícolas tradicionales y nuestro modo de vida», dijo D.R. Jayatilake, del Movimiento por la Tierra Nacional y la Reforma Agraria.
«El Banco promueve una ‘reforma agraria asistida por el mercado'», dijo Henry Saragih, coordinador general del movimiento internacional de agricultores La Vía Campesina. Otros proyectos financiados por el Banco derivaron en el desalojo de comunidades rurales de sus predios, en beneficio de compañías transnacionales.