Los últimos acontecimientos en la Europa del euro muestran las enormes dificultades existentes. Los jefes de Gobierno europeos lograron un acuerdo para que bancos acreedores de Grecia aceptaran una reducción voluntaria de 50 por ciento del valor de las obligaciones de ese gobierno, lo que supuestamente resolvía la crisis griega. Después, el socialista Papandreou propuso […]
Los últimos acontecimientos en la Europa del euro muestran las enormes dificultades existentes. Los jefes de Gobierno europeos lograron un acuerdo para que bancos acreedores de Grecia aceptaran una reducción voluntaria
de 50 por ciento del valor de las obligaciones de ese gobierno, lo que supuestamente resolvía la crisis griega. Después, el socialista Papandreou propuso un referéndum para que los griegos aceptaran el enésimo programa de ajuste, que retiró forzado por Merkel y Sarkozy, conjurando el cataclismo. Finalmente, tras la incapacidad del gobierno italiano para instrumentar un plan de ajuste fiscal suficientemente serio, el epicentro crítico se ha desplazado a Roma.
En esta etapa de la crisis del capitalismo contemporáneo, los gobiernos de los países que con dificultades para refinanciar sus pasivos, han ido cayendo uno a uno. En Grecia, primer país en reconocer la situación de sus finanzas públicas y solicitar apoyo financiero, tras 20 meses de agonía Papandreou ha anunciado su dimisión. Meses antes el gobierno irlandés, que aceptó un duro plan de austeridad a cambio de que sus socios europeos destinaran los recursos necesarios para cumplir con obligaciones derivadas del rescate a los bancos irlandeses, también cayó.
En Portugal, luego de tres programas de austeridad fiscal, el gobierno del socialista Sócrates tuvo que aceptar elecciones anticipadas, en las que ganó la derecha. En España, aunque no se ha demandado apoyo financiero si se han instrumentado severos planes fiscales de austeridad, el gobierno del PSOE tras una rotunda derrota en las elecciones pasadas aceptó elecciones anticipadas que se celebrarán el 22 de noviembre, en las que nadie duda que será barrido. En Italia, Berlusconi dimitirá tan pronto logre que el parlamento italiano acepte un programa de austeridad supervisado por el FMI.
De modo que los gobiernos van cayendo, pero los otros actores de esta tragedia clásica: los banqueros, se mantienen incólumes aunque promovieron un endeudamiento extraordinario con la garantía del euro. Promovieron, además, instrumentos financieros para ocultar niveles de endeudamiento por encima de los que registraban ante las autoridades europeas. A ellos, verdaderos causantes de la crisis, no les pasa nada.
Las cuentas fiscales griegas antes de la llegada de Papandreou son reveladoras: el gobierno griego, asesorado por Goldman Sachs, contrató pasivos por encima de los que declaró al Banco Central Europeo y al Ecofin, a través de un procedimiento financiero en el que contrató swaps respecto de la tasa de interés de la deuda pública apostando a la estabilidad de esas tasas. Si ganaba la apuesta, el swap le permitía intercambiar el valor del contrato por préstamos. En el registro financiero estas operaciones no aparecían como pasivos, sino como activos. En realidad eran una forma de ocultar temporalmente deuda adicional. Las dificultades griegas resultan de esta trampa financiera y sus autores debieran pagar por ello.
Los banqueros que diseñaron esta operación, que engañó al FMI, BCE y al Consejo de Ministros europeo, ganaron mucho dinero y si participaran en la reducción voluntaria
del valor de las obligaciones griegas serían apoyados financieramente por sus gobiernos. Así las cosas, como ha escrito Stiglitz: tenemos un sistema donde a los banqueros se les rescató y a sus víctimas se les abandonó para que se arreglen como puedan
. Un sistema que día con día renueva la negativa idea de que importa más salvar bancos que a la parte más necesitada de la población de los países en crisis.
Por fortuna han aparecido protestas que apuntan al corazón del problema: a la desigualdad. El uno por ciento del uno por ciento es el beneficiario del funcionamiento de una banca totalmente desregulada. Al mismo tiempo la democracia está atrapada entre una excesiva regulación que le impide actuar oportunamente y conflictos políticos promovidos justamente para proteger los intereses de ese 0.01 por ciento de la población. Democracia que impide que una población sacrificada sea consultada, como en Grecia. En esas poblaciones, el otro 99.99 por ciento, por fin, ha empezado a actuar. Hay esperanza en el horizonte.