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Banqueros salvados, derechos humanos sacrificados

Fuentes: cadtm.org

Por el azar de los números, la economía nos devela a veces misterios sorprendentes. Tras las bambalinas del teatro de sombras animado por los celosos servidores de la mundialización neoliberal, la cruda realidad se filtra a través de las ranuras de la publicación reciente de dos estadísticas internacionales. Por una parte, la ayuda oficial al […]

Por el azar de los números, la economía nos devela a veces misterios sorprendentes. Tras las bambalinas del teatro de sombras animado por los celosos servidores de la mundialización neoliberal, la cruda realidad se filtra a través de las ranuras de la publicación reciente de dos estadísticas internacionales.

Por una parte, la ayuda oficial al desarrollo (AOD) otorgada por los países ricos durante 2007 fue de aproximadamente 100 mil millones de dólares. Según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), tal ayuda descendió en un 8,4%, a exactamente 103,7 mil millones de dólares. Esta tendencia a la baja es importante, por cuanto revela el fiasco de los compromisos internacionales.

Ni una sola cumbre de los ocho países más industrializados – el G8 – concluye sin una promesa de incremento de la AOD, principalmente de la destinada al Africa, el continente más golpeado por la miseria. Desde 1970, los países ricos vienen prometiendo llevarla al 0,7% de su ingreso nacional bruto (INB). sa cifra no es actualmente cumplida sino por cinco países: Noruega, Suecia, Luxemburgo, Dinamarca y Holanda. En el pelotón de cola, los Estados-Unidos, con una cifra del 0,16%…

Desde un punto de vista global, la APD no sobrepasa el 0,28% del INB, pese a una serie de manipulaciones estadísticas destinadas a enmascarar la escualidez de la ayuda suministrada por los países ricos: en efecto, incluyen en la AOD rubros tan discutibles como los montos de remesas de la deuda, los gastos de los Estados-Unidos para reconstruir las infraestructuras que ellos mismos destruyeron en Iraq o en Afganistán, los gastos de escolaridad en el Norte de estudiantes originarios del Sur, los salarios de personal expatriado y los costos de los innumerables «consultores» que defienden los intereses de los países donantes, donde producen «estudios» tan costosos como inútiles[i]… Peor aún, esa ayuda es principalmente dirigida hacia países que presentan un interés geoestratégico para el país donante, independientemente de las necesidades reales en los países del sur o del país del caso. Es así que, además de Iraq y Afganistán, los principales beneficiarios de la ayuda de los Estados-Unidos son Sudán y Colombia…, sin olvidarnos de Israel…

Después de la cumbre del G8 de 2005, en Gleneagles (Escocia), los compromisos estaban claros: alza importante de la APD, y destacadamente, duplicación desde entonces al 2010 de la AOD destinada al Africa. Según la OCDE, ello suponía «llevar la ayuda de 80 mil millones de US$ en 2004 a 130 mil millones en 2010 (a precios constantes del 2004)». El veredicto no tiene apelación: «de modo general, la mayoría de los donantes no están respetando sus compromisos anunciados en términos de incrementar la ayuda y deberán proceder a escalamientos sin precedente para lograr los objetivos que ellos mismos se han fijado para el 2010[ii]». Tanto como decir que esos objetivos no serán logrados. Decididamente, desde hace unos cuarenta años a esta parte, la palabra de un Jefe de Estado de G-8 no vale gran cosa…

Por otra parte, 1 millón de millones de dólares es aproximadamente, según el Fondo Monetario Internacional (FMI), el costo potencial de la crisis financiera internacional actual, consecuencia de la crisis conocida como «de las subprimes» nacida en el verano del 2007, la que no termina de hacer estragos. En un informe publicado el 8 de abril, el FMI ha cifrado precisamente tal costo en 945 mil millones de dólares para el sistema financiero internacional, de los cuales, 565 mil millones directamente ligados al sector de los préstamos hipotecarios a riesgo. Veamos lo que pasó: para colocar sus activos líquidos y engullir beneficios monumentales, los organismos de crédito le prestaron a un sector de la población ya altamente endeudado, en el seno de las clases pobres y medias, a una tasa de interés fija y moderada durante los dos primeros años para «enganchar» al cliente, antes de que tal tasa aumentara fuertemente desde el tercer año. Los prestamistas le afirmaban a los prestatarios que el bien que ellos compraban, que servía de garantía al préstamo, a la vista del comportamiento del mercado inmobiliario, incrementaría su valor rápidamente. En el 2007, la burbuja inmobiliaria explotó. La crisis se propagó entonces a múltiples sectores financieros que habían elaborado quiméricos montajes de deudas y llevado a cabo enormes operaciones fuera de balance.[iii]

Los Ministros de Finanzas de los países occidentales reaccionaron vivamente a la publicación de la cifra (cálculo) del FMI[iv], como si fuese peligroso el mostrar la extensión de los daños. En todas partes de los países del Norte, ya sean conservadores o social-demócratas, los gobiernos aplican políticas neoliberales particularmente brutales para la mayoría de sus ciudadanos. El alcance de la cobertura de los servicios sociales es voluntariamente reducido al extremo, los ingresos del capital son protegidos, por cuanto la tasa de IVA, que golpea proporcionalmente más fuerte a los hogares pobres que a los acomodados, es incrementada.

Incapaces de auxiliar a sus poblaciones necesitadas, esos mismos gobiernos han rápidamente ido al auxilio del sector privado. En el menú: nacionalización de los bancos en dificultades, cambio de títulos desvalorizados por dinero fresco, inyección de recursos líquidos, planes de salvamento bancario, baja de las tasas de interés…

En el 2000, el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) estimaba en 80 mil millones de dólares en (10) diez años el monto necesario para garantizar un acceso universal – sí, universal – al agua potable, a una alimentación decente para los niños, a una educación primaria, a los cuidados de salud de base, a los servicios de ginecología. El desafío era entonces el encontrar 800 mil millones de dólares en total… No los encontramos, y las condiciones de vida de millares de personas continúan deteriorándose. La brutal alza de los precios de los alimentos, debida en gran parte al desarrollo de la producción de agro-combustibles, sumió en la pobreza absoluta a decenas de millones de habitantes de Africa, de América Latina y de Asia. Protestas y desórdenes causados por el hambre han estallado en Haití, en Egipto, en Costa de Marfil, en Senegal, en Camerún, en Burkina Faso… Y eso es sólo el comienzo. En vez de acercarnos a los Objetivos del Milenio para el desarrollo, bastante modestos, nos estamos alejando a todo vapor. La crisis bancaria actual va a costar un millón de millones de dólares y prueba que fue la voluntad política la que faltó cuando se trató de reunir los 800 mil millones propuestos por las Naciones Unidas para garantizar ciertos derechos humanos elementales. Estamos frente a una violación flagrante de la Declaración Universal de los Derechos Humanos y de muchos otros textos internacionales vinculantes. Es intolerable e imperdonable. Y es la lógica misma del modelo económico lo que está en juego.

Eric Toussaint, presidente del CADTM Bélgica (Comité para la Anulación de la Deuda del Tercer Mundo, www.cadtm.org), autor de Banco del Sur y nueva crisis internacional, El Viejo Topo, Mataró, 2008; Abya Yala, Quito, 2008.

Damien Millet, portavoz del CADTM Francia, autor de África sin deuda, Icaria, Barcelona, 2008.

Traducido por Paulino Nunez