«Es necesario comprender que la guerra que se lleva a cabo contra los trabajadores es una verdadera guerra. Los restringidos círculos de la élite financiera posee una conciencia de clase extremadente marcada. Ellos consideran desde hace mucho tiempo que están luchando en una guerra de clases muy ruda, pero no quieren que esto se sepa». […]
El año pasado, las Islas Vírgenes británicas, invirtieron más en China que Japón o los Estados Unidos. La Isla Mauricio fue, de largo, el primer inversor en la India. Los paraísos fiscales son estados fantoches ligados a las metrópolis coloniales o territorios autónomos de las mismas, en los que las leyes relativas al control de los capitales no existen o están sujetas a excepción. Estos territorios, teóricamente soberanos, funcionan bajo la autoridad formal de monarcas de opereta o de un consejo gestor, frecuentemente ligado al núcleo duro del capital mundial. Los métodos de lavado de capital y fraude son innumerables para ser enunciados en este breve artículo, pero el interés fundamental de los leviatanes financieros globales consiste en establer empresas filiales puramente nominales que acumularán billones de dólares libres de impuestos mediante la técnica llamada de «precio de transferencia» entre las diferentes empresas de un mismo grupo.
Según Simon J. Pack (Los paraísos fiscales, pilares de la mundialización económica), una encuesta realizada en 2005 por la firma Ernst & Young sobre 476 multinacionales repartidas en 22 países, afirma que las estrategias de precio de transferencia están en el núcleo de la política fiscal del 77% de ellas. El 68% (43% en el año 2000) de las empresas, declara integrar esta estrategia desde la fase de concepción de sus productos. Este sistema sirve en primer término para evadirse del impuesto sobre el beneficio, pero también para enmascarar deudas, presentando a los inversores potenciales un balance más atractivo que la situación real.
El 37% del stock de inversión al extranjero de las empresas europeas se sitúa en paraísos fiscales. El 47% de las inversiones extranjeras en Francia proviene de un paraíso fiscal. Al final del año 2004, el Presidente Bush propuso una amnistía fiscal (5.25% en vez del 35% de impuesto sobre el beneficio) a las empresas que desearan repatriar a los Estados Unidos una parte de sus beneficios ocultos. Estos porcentajes no cesan de aumentar, lo que da indicios de la creación de búnkers financieros mundiales, enemigos de cualquier idea de repartición de la riqueza y de la existencia misma del concepto de tesoro público. En efecto, para evitar la fuga de capitales, los gobiernos se ven forzados a bajar la imposición de las empresas para hacerse atractivos al capital, lo que ahoga aún más el estado de los hospitales, saneamiento, educación y vivienda de los parias que cuentan con su fuerza de trabajo como único valor atractivo al capital. Por el contrario, un gobierno que se enfrentara a los ataques piráticos de los magnates financieros, no tardaría en sentir en sus carnes toda la presión que el capital puede ejercer en concepto de amenaza armada y propagandística.
Así, en el seno de la Unión Europea, la tasa de imposición sobre las empresas ha pasado del 35% en 1955, al 25,5% en el 2005. A la inversa, la tasa de imposición sobre el trabajo se mantiene en el 36% para el mismo período. Los ingresos sobre el benefico de las empresas en los Estados Unidos representan hoy la mitad de su nivel de los años 60.
Bill Gates, en contra de la imagen de filántropo de la que pretende dotarse, hace perder cada año 500 millones de dólares al fisco yanqui. Las Islas Caimán son la sede del 80% de los Hedge Funds o fondos de inversión especulativos, esas gigantescas masas de capital que dirigen la política internacional. El Presidente del Consejo Rector de este «estado», en realidad dependiente aún de la Corona británica, señor Richard W. Rahn, dirige a su vez el Discovery Institut, con sede en Seattle, una de las unidades de guerra psicológica articuladas por el imperio contra el «Eje del Mal». La soberanía de estos reductos filibusteros se vende literalmente a abogados que cuentan con gran influencia sobre la legislación local y que pueden obtener lo que deseen en una semana.
Pero tirando un poco del hilo, llegamos a la conclusión de que el principal paraíso fiscal del planeta es hoy la plaza financiera de Londres, en la gran tradición pirática inglesa. En efecto, de los diez requisitos generalmente aceptados para ser considerado como paraíso fiscal, Londres cumple con todos, a saber: Imposición débil o nula para los no residentes, secreto bancario reforzado, secreto profesional blindado, procedimiento de registro simplificado, libertad total de movimieno de capitales internacionales, rapidez de implantación, apoyo de una sólida estructura financiera, estabilidad económica y política, buena imagen de marca y red de acuerdos bilaterales con otros paraísos fiscales y potencias mundiales. No es pues de extrañar la regular implicación de establecimientos londinenses en operaciones financieras dudosas.
Es evidente pues, que la existencia de paraísos fiscales es un instrumento imprescindible para el capital, creados y protegidos por los principales países que lo sirven, es decir, los Estados Unidos y Gran Bretaña y sus satélites. Nada podría resultarles más mortífero que un ataque coordinado contra estos tumores supurantes de corrupción.